07 PM | 03 May

De epidemia a pandemia

 FRANCES CARRERAS

Cuando se usan banalmente, las palabras llegan a perder su auténtico significado y acabas evitando emplearlas para no caer en la más pura trivialidad. Eso ha sucedido en los últimos años con el término globalización: da vergüenza utilizarlo de tanto como se ha abusado de él. Ahora bien, esta palabra de moda describe muy bien la realidad. La marcha hacia un mundo global es, desde hace mucho tiempo, imparable pero, desde hace pocos años, su naturaleza ha mutado debido a que su ritmo se ha incrementado aceleradamente. Y la gripe porcina, o como se la quiera llamar, presuntamente originada en México, es un buen ejemplo para comprender su significado.

 

Un viejo y excelente manual de historia de las ideas políticas, cuya primera edición en inglés data de 1938, traducido tres años después al castellano por la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica, a quien tanto debemos, está escrito ya desde una perspectiva globalizadora. El autor de dicho libro es R. H. S. Crossman, un conocido teórico perteneciente a la segunda generación de fabianos ingleses, los inspiradores del laborismo británico. La versión española lleva por título Biografía del Estado moderno y en sus primeras páginas, para que se entienda la diferencia entre el mundo medieval y el contemporáneo, contiene el siguiente párrafo que me permito reproducir.

“Hoy vivimos en un mundo en el cual la pérdida de la cosecha de goma en Malasia afecta profundamente a los trabajadores en Birmingham o en Detroit, mientras que una negociación en la bolsa neoyorquina puede arruinar a los productores de cacao del África occidental, quienes apenas conocen la existencia de Londres y seguramente no saben nada de acciones y valores. La ciencia nos permite viajar hacia donde nos plazca y comerciar con quienes tengamos el deseo y el poder para ello. Esta facilidad de comunicación, posiblemente más que ningún otro factor, ha producido la interdependencia económica de nuestro mundo moderno. El hombre medieval se encontraba atado al país en que vivía: los caminos de la época eran mucho peores que lo habían sido bajo el imperio romano y su comercio estaba confinado, en la mayor parte de los casos, al mercado local. La economía de la época, eminentemente agrícola, bastaba para satisfacer las propias necesidades y las ciudades dependían para la alimentación de los distritos campesinos más cercanos a ellas”.

Este párrafo sobre la globalización, aún sin usar esta palabra, está escrito antes de la Segunda Guerra Mundial. Sin duda encontraríamos precedentes mucho más antiguos. En la misma obra de Marx, casi un siglo antes, la perspectiva es ya la de un sistema económico globalizado. Y si nos vamos remontando en el tiempo, iremos a parar a Colón descubriendo América, a Vasco de Gama dando un rodeo por el sur de África y a Marco Polo llegando a China. La globalización significa, antes que nada, la posibilidad de conectar las distintas partes del mundo mediante rutas de diverso tipo. Primero por tierra y por mar, después por teléfono, por radio, por televisión, ahora por el misterioso ciberespacio. La ciencia y la técnica han hecho posibles, en cada momento, estos distintos métodos de comunicación al transformar, mediante una revolución silenciosa, la economía, la sociedad, la política y la cultura. Ha sido, y es, la revolución más auténtica, la que ha activado todas las grandes transformaciones humanas.

En el último año hemos comprobado cómo unas hipotecas mal gestionadas en Estados Unidos provocaban una crisis económica de dimensiones globales. Y en estos días, en esta semana, una extraña gripe detectada en México, aunque váyase a saber de dónde viene, está causando la alarma en el mundo. De lo que antes era una epidemia, una enfermedad que se propaga durante un tiempo en un determinado país, hemos pasado a una pandemia, es decir, una epidemia que se extiende a todo el mundo. De la interdependencia en economía -de la que hablaba Crossman- a la interdependencia en los virus: nadie está hoy a salvo, también en cuestiones de vida y muerte.

Todo ello nos debería hacer pensar. Pensar en las enormes desigualdades sociales entre el mundo desarrollado y el mundo pobre, en la enorme distancia que los separa. Hace ya un tiempo que en el primer mundo existe una extendida conciencia de la injusticia que esta desigualdad supone, de la relación causal entre la riqueza de unos y la pobreza de los otros. Las ayudas financieras y la cooperación han aumentado mucho en los últimos tiempos. Pero la generosidad de unos pocos no basta. Son simples gestos, humanamente admirables, pero insuficientes. La solución a estas desigualdades vendrá por el camino del egoísmo: cuando el mundo rico se dé cuenta que la pobreza de los demás pone en peligro su prosperidad. Es entonces cuando empezarán a preocuparse y a buscar soluciones.

Toda crisis económica tiene un lado malo, el más evidente, y un lado bueno, la necesidad de ponerle remedio. La pandemia que nos preocupa es una metáfora de otras muchas pandemias no virales: la inseguridad, el terrorismo, el deterioro del medio ambiente, el paro, el fanatismo. Hasta que no tomemos conciencia de que en este mundo globalizado todos vamos en el mismo barco, cualquier virus, real o simbólico, puede acabar con el confort relativo de quienes vivimos en los países desarrollados. ¿Por quién doblan las campanas? ¡Sin duda están tocando por ti!

FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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03 PM | 29 Abr

Ver una peli es vivir

Esta semana hemos tenido un debate interior muy particular : se trataba de elegir entre el “preferiría no hacerlo” del escribiente de Melville o el “para mí, hacer una película es vivir” de Antonioni, y claro, la duda me la resolvió el Hombre de Londres, una maravilla de Bella Tarr con sus planos largos y la cámara en movimiento haciendo de los actores un ballet.

                                                    Elegimos para este viernes la película con la que Antonioni comienza su “tetralogía de los sentimientos” ya que nos encanta ese tipo de cine donde se habla, pero no todo se basa en los diálogos, la imagen nos tiene que producir verdad y poesía.Queremos proyectar cosas que aguanten el paso del tiempo, y desde luego la ética de la incomunicación y el existencialismo no han pasado de moda.Era obligatorio volver a Antonioni después de haber visto “el eclipse”, y va a ser obligatorio terminar con Dreyer, proyectando su primera película sonora “vampyr” basada en el clásico relato de terror vampírico.

                                                Estamos pendientes de poder tener “Una cuestión humana”, con el compromiso de Diego de hacer un coloquio, y no nos gustaría defraudar a los admiradores de Bresson.Y  ahora con los proyectos de Pedro, las sugerencias al plan general, y los políticos jóvenes que estan apareciendo, sería interesante terminar nuestras excelentes sesiones con “EL ARBOL, EL ALCALDE Y LA MEDIATECA” de nuestro amigo Rhomer,un cuento político impecable e implacable. 

                                            La librería Rafael Alberti invito a Manuel Rivas a presentar su libro el 14 de abril, aniversario de la proclamación de la Segunda República en 1931. “Es una bonita fecha”,nos dijo el escritor que combina así lo privado y lo público, lo erótico y lo político en un poema como Cántiga de amor: “Se moverán los cuerpos / como maquis / por los límites de la noche. Entrarán nadando el uno en el otro, / Ma Senhor / como entraba el hambre en Galicia” “La desaparición de la Nieve”,es un libro escrito en los cuatro  idiomas que se hablan en España, con historias que se mueven “como un viento infinito” por los espacios de la narrativa, la poesía, y el cine, un libro que quiere identificarse con el andar vagabundo de Chaplin.Nieve,neu,urtzea,nieve, somos,y me gustaría que nuestra amiga alemana lo entendiera, una isla de biodiversidad. 

27 DE ABRIL 2009

 

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12 PM | 24 Abr

¿Que y quien hay detras de los piratas somalies?

Aunque acaso sean los actores más violentos de los mares, los motivos mercenarios de los piratas somalíes los sitúan en la corriente principal del mundo naviero de nuestros días.

Los piratas somalíes literalmente arrasados por el destructor Bainbridge de los EEUU han sido unos ladrones poca suerte. Cuando capturaron al buque portacontenedores Maersk Alabama y a su capitán Richard Phillips, eligieron un objetivo desafortunado.

Un capitán norteamericano secuestrado atrajo mucho más atención que otros cientos de secuestrados por piratas, algunos ya rescatados, y otros que siguen como rehenes en poder de los piratas somalíes.

Sin embargo, la diferencia entre el Maersk Alabama y los otros objetivos somalíes no fue solo que fueron a dar en una de las naciones más poderosas del mundo, sino que, inopinadamente, se las tuvieron que ver con una “nación”.

 

A diferencia de los corsarios otomanos del siglo XVIII, con quienes han sido comprados de manera superficial en su común condición de pobres y musulmanes que viven del asedio al tráfico oceánico de cercanías, los piratas actuales son actores sin estado que, por lo general, operan en medio de un océano circundado por estados débiles o ficticios. Es más: si bien pueden ser los operadores más violentos del mar, los motivos mercenarios y la ética de los piratas los colocan en el punto de mira del mundo marino actual.

En su libro The Wealth of Nations (1776), Adam Smith anticipó, como es fama, un mundo con un mercado relativamente libre de restricciones, que maximizaría la producción, el intercambio y la riqueza de todos los que pudieran participar en ese mecanismo autorregulado.

Pero aun habiendo identificado el bienestar de las “naciones” con la expansión de la riqueza, y aun creyendo que ambas cosas requerían abstenerse de la interferencia del gobierno, es notable que Smith se reservara cierta flexibilidad  para analizar el poder marítimo y naviero. Sugirió que no era un accidente que las “primeras naciones en civilizarse” hubieran sido las situadas alrededor de la costa del manso Mediterráneo, las primeras en tener éxito en “los orígenes de la navegación mundial”.

Mantener el acceso a aquel mundo navegable y, si fuera posible, controlar el comercio mundial, era una señal clarísima de poderío nacional. Y así fue que en la sección más debatida de su clásico texto, Smith brindó una cobertura ideológica para la protección política de los navegantes nativos, de los comerciantes nacionales y también de la flota militar.

Y si bien es cierto que la “excepción” teórica al libre mercado de Smith no es, por lo general, tenida en cuenta como una prioridad política (particularmente luego de que la Gran Bretaña experimentara que el libre mercado la ayudaría a ser dueña de las olas), sin embargo, todavía existen vestigios de la lógica smithiana.

Norteamérica, por ejemplo, que hace ya mucho tiempo que no tiene una flota oceánica comercial competitiva, pero que desde la Primera Guerra Mundial intenta mantener cuando menos una capacidad marítima mínima con subsidio gubernamental. En su última versión, el Programa de Seguridad Marítima subsidia unas 60 naves de bandera norteamericana –con oficiales y tripulación norteamericanos- para el comercio marítimo, con la reserva de que, ante una emergencia, deberán comunicarse con la Secretaría de Defensa.

Y así lo hizo el Maersk Alabama, originariamente comisionado –como el Alva Maersk— por el gigante naviero danés A.P. Moller-Maersk Group, que pasó a integrar la flota MSP (Programa de Flota de Seguridad Marítima) en octubre de 2004, y que, por un contrato con el gobierno de los EEUU, comenzó a repartir ayuda alimentaria en las costas africanas en abril de 2009, con apoyo de la marina norteamericana.

Pero el Maersk Alabama es una rara excepción. Actualmente, la gran mayoría de los navíos mundiales son el prototipo de la “globalización”, el imperio del mercado privado competitivo por sobre cualquier otra consideración política o nacional.

De acuerdo con la pauta de desregulación creciente a partir de la Segunda Guerra Mundial, los propietarios de flotas (por lo general, procedentes de las naciones occidentales más ricas y de Japón) evaden hace tiempo las leyes laborales y fiscales en sus países de origen, y registran sus embarcaciones con “banderas de conveniencia” o de Países minúsculos como Panamá, Liberia, las Islas Marshall o Antigua y Barbuda.

Lo crucial es que, mediante la evasión de las leyes nacionales, los armadores se aprovechan de un mercado de trabajo mundial saturado de trabajadores que, desempleados y desesperados, ansían trabajo a cualquier precio y cualesquiera sean las condiciones. Por eso el mayor suministrador de marinos mercantes hoy en día –y de rehenes para los piratas— son las Filipinas, seguidas de Rusia, Ucrania, China y la India.

La misma Somalia ofrece, entre otras muchas cosas características de este Estado fracasado, una fuerza de trabajo marítima ávida y una pequeña infraestructura para entrenar y dar los oportunos certificados a sus ciudadanos para calificarles “legítimamente” como tripulación.

Si bien la “anarquía” en Somalia ocupa portadas de los medios de comunicación, lo que éstos parecen ignorar, y por mucho, es todo lo relacionado con el gigantesco fenómeno y con la cultura de un transporte marítimo comercial mundial rapaz. Y no sólo los marineros del Tercer Mundo que navegan bajo banderas de conveniencia ven negados sistemáticamente sus derechos laborales y otros medios de evitar travesías interminables y nóminas engañosas; los propios armadores respetuosos de la ley tienen que vérselas con operadores intrigantes y truhanescos.

Ello es que el Alva Maersk –el buque conocido ahora como el Maersk Alabama— fue víctima de este otro tipo de bandidos, incluso antes de encontrarse con los somalíes. De acuerdo con los papeles archivados por el Grupo Moller Maersk, la compañía resultó estafada en millones de dólares en el año 2004 por un grupo de ciudadanos indios con base en Kuwait,  alegando que se habían cambiado embarques  de mayor valor por otros bienes de menor valor, y como consecuencia, demandaban a Maersk por extraviar bienes que nunca fueron embarcados.

Como parte de este gran esquema, los conspiradores fueron capaces de detener al Alva Maersk durante varios meses en Kuwait como garantía, hasta que se liberara el pago de cerca de 2 millones de dólares, la misma suma que cinco años después se exigió para la liberación del capitán R. Phillips.

En alguna medida, las noticias sobre el exitoso rescate “mano a mano” en alta mar diríanse una perfecta distracción para lectores cansados de las deprimentes letanías sobre juergas bancarias, colapsos de negocios y déficits presupuestarios que han dominado los noticiarios en las últimas semanas.

En realidad, van de la mano el destino del Maersk Alabama y de General Motors, por un lado, y el de los trabajadores marítimos y pesqueros somalíes, por el otro. Todo guarda relación con el funcionamiento del orden económico mundial, que hace un balance entre las oportunidades en el mercado y las reglas y los estándares que protegen la vida y el bienestar de los mismos actores.

Además, en vez de fiarlo todo al buque policía que se hace a la mar para imponer la ley y despejar las aguas de delincuentes, mucho mejor sería la organización de un sistema global y multilateral de justicia, tanto en mar abierto como en tierra firme.

Leon Fink es un prestigioso profesor de historia en la Universidad de Illinois, Chicago, y está escribiendo un libro sobre la regulación global del trabajo marítimo.Articulo publicado en la revista Sin Permiso.

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12 PM | 24 Abr

La crisis económica, la izquierda y la dinamica geopolitica

La izquierda keynesiana interpreta de forma más o menos convergente  la nueva crisis económica mundial que comenzó en el mercado inmobiliario norteamericano y se desparramó por las venas abiertas de la globalización financiera. Siguiendo el argumento clásico de Hyman Minsky (1) sobre la tendencia endógena de las economías monetarias a la “inestabilidad financiera”, las burbujas especulativas y los períodos de desorganización y caos provocados por la expansión desregulada del crédito y del endeudamiento, momento en el que se hace inevitable la intervención pública y el rediseño de las instituciones financieras (2), sin que esto amenace la sobrevivencia del propio capitalismo. Por eso, a pesar de sus divergencias con respecto a valores, procedimientos y velocidades, todos los keynesianos piensan en la eficacia, y proponen, en este momento, una intervención masiva del Estado, para salvar el sistema financiero y reactivar el crédito, la producción y la demanda efectiva de las principales economías capitalistas del mundo (3).  En el caso de la izquierda marxista, entretanto, no existe una interpretación de la crisis que goce de consenso, ni existe acuerdo sobre los caminos del futuro. Algunos siguen una línea próxima a la de la escuela keynesiana y privilegian la financiarización capitalista como causa de la crisis actual, en tanto otros siguen la línea clásica de la teoría de la “sobreproducción”, del “subconsumo” (4), y de “la tendencia a la caída de la tasa de beneficio” (5).  Y todavía existe una izquierda postmoderna que interpreta la crisis actual como resultado combinado de todo esto, y además, de una serie de determinaciones ecológicas, demográficas, alimentarias y energéticas.(6) Desde el punto de vista propositivo, algunos marxistas piensan en la eficacia de una solución “keynesiana radicalizada”, otros encuentran que llegó la hora del socialismo (7), y muchos consideran que se acabaron el capitalismo y la modernidad, y sólo cabe luchar por una nueva forma de globalización solidaria, en donde las relaciones sociales sean desmercantilizadas y el producto social sea devuelto a sus productores directos (8).  En una línea diferente se ubican los autores neomarxistas  que asocian las crisis económicas capitalistas a lo que ellos llaman ciclos y crisis hegemónicos mundiales, que incluyen – además de la economía – las relaciones globales de poder.(9) Estas teorías leen la historia del sistema mundial como una sucesión de ciclos hegemónicos, una especie de ciclos biológicos de los Estados y de las economías nacionales, que nacen,  crecen, dominan el mundo y después decaen y son sustituidos por un nuevo Estado y una nueva economía  nacional que recorrerá el mismo ciclo anterior hasta llegar a su  propia hora de decadencia. En este momento, la mayoría de esos autores consideran que la crisis económica actual es una parte decisiva de la “crisis de hegemonía” de los Estados Unidos, que deberán ser sustituidos por un nuevo centro de poder y acumulación mundial de capital, que probablemente está situado en China. Por nuestra parte, creemos que la mejor manera comprender el “sistema inter-estatal capitalista” que se formó a partir de la expansión europea del siglo XVI no es a través de una metáfora biológica, sino cosmológica, mirando al sistema como si de un “universo en expansión” continua se tratara. Con un núcleo central, formado por los Estados y las economías nacionales que luchan por el poder global, que son inseparables, complementarias y competitivas, y que están en permanente preparación para la guerra, una guerra  futura y eventual, que tal vez nunca ocurra, y que no es necesario que tenga que ocurrir. (10) Por eso los Estados y las economías que componen el sistema interestatal capitalista están siempre creando, al mismo tiempo, orden y desorden, expansión y crisis, paz y guerra. Y las potencias que una vez ocupan una posición de liderazgo, no desaparecen, ni son derrotadas por su “sucesor”. Permanecen y tienden a fusionarse con las fuerzas ascendentes, creando bloques político-económicos cada vez más poderosos, como ocurrió, por ejemplo, en el caso de la “sucesión” de Holanda por Gran Bretaña, y de ésta, por los Estados Unidos, sucesión, esta última, que trajo consigo en la práctica un ensanchamiento de las fronteras del poder anglosajón. No existe todavía ninguna teoría que dé cuenta de las relaciones entre las crisis económicas y las transformaciones geopolíticas del sistema mundial. Pero lo que ya está claro hace mucho tiempo es que dentro del sistema interestatal capitalista, las crisis económicas y las guerras no son, necesariamente, un anuncio del “fin” o del “colapso” de los Estados y de las economías involucradas. Al contrario, las más de las veces, forman parte de un mecanismo esencial de la acumulación del poder y de la riqueza de los Estados más fuertes envueltos en el origen y en la dinámica de estas grandes turbulencias. Ahora bien, desde nuestro punto de vista, las crisis y guerras que están en curso, en este inicio del siglo XXI, todavía forman parte de una transformación estructural, de largo plazo, que comenzó en la década de 1970 y provocó una “explosión expansiva” y un gran aumento de la “presión competitiva” interna, dentro del sistema mundial. Esta transformación estructural en curso comenzó en la década de los 70, exactamente en el momento en que comenzó a hablarse de “crisis de la hegemonía norteamericana”, y del inicio de la “crisis terminal” del poder norteamericano.  Y en realidad, fue la respuesta que los Estados Unidos dieron a su propia crisis lo que terminó provocando esta transformación de largo plazo de la economía y de la política mundial que está en pleno desarrollo. Basta decir que fueron esos cambios liderados por Estados Unidos los que trajeron de vuelta al sistema mundial, después de 1991, a dos viejas potencias del siglo XIX, Alemania y Rusia, además de la inclusión en el sistema de la China y la India, y de casi todos los principales competidores de Estados Unidos en este inicio de siglo. En este sentido, además, la “crisis de liderazgo” de los Estados Unidos, después de 2003, sirvió solamente para dar una mayor visibilidad a este proceso que se aceleró después del fin de la Guerra Fría, ahora con nuevas y viejas potencias regionales actuando con cada vez mayor desparpajo en la defensa de sus intereses nacionales y en la reivindicación de sus “zonas de influencia”. Desde el punto de vista del sistema interestatal capitalista, esta dinámica contradictoria significa que los EE.UU. todavía  están liderando las transformaciones estructurales del propio sistema. La política expansiva de los EE.UU. desde 1970 activó y profundizó las contradicciones del sistema, derrumbó instituciones y reglas, hizo guerras, y acabó fortaleciendo a los Estados y a las economías que hoy les disputan la supremacía regional en los distintos rincones del planeta. Lo que pasa es que, simultáneamente, esas mismas concurrencias y guerras cumplieron y siguen cumpliendo un papel decisivo en la reproducción y en la acumulación del poder y del capital norteamericano, que también necesita mantenerse en estado de tensión permanente para reproducir su posición en la cima de la jerarquía mundial. Lo fundamental, al final de cada una de estas grandes tormentas, es saber quién quedó con el control de la moneda internacional, de los mercados financieros y de la innovación tecnológico-militar de punta. En este momento, no hay perspectiva de superación del poder militar de los EE.UU. en lo tocante a sus dimensiones actuales, a su velocidad de expansión y a su capacidad de innovación, pese a su fracaso en Oriente Medio. Y tampoco existe en el horizonte posibilidad ninguna de substituir a los Estados Unidos como “mercado financiero del mundo”, debido a la profundidad y extensión de sus propios mercados y de su capital financiero, determinados por la centralidad internacional de la moneda norteamericana. Basta mirar la reacción de los gobiernos y de los inversores del mundo, que se están defendiendo de la crisis del dólar huyendo hacia el mismo dólar y hacia los títulos del Tesoro norteamericano, a pesar de su bajísima rentabilidad y a pesar de que el epicentro de la crisis esté en los EE.UU. Y lo que más llama la atención es que son exactamente los gobiernos y los Estados que estarían amenazando la supremacía norteamericana los primeros que se refugiaron en la moneda y en los títulos del su Tesoro. Para explicar este comportamiento aparentemente paradójico, es preciso dejar de lado las teorías económicas convencionales, no menos que las teorías de las crisis y “sucesiones hegemónicas”, y mirar hacia la especificidad de este nuevo sistema monetario internacional que nació a la sombra de la expansión del poder norteamericano, después de la crisis de la década de los setenta. Desde entonces, los EE.UU. se transformaron en el “mercado financiero del mundo”, y su Banco Central (FED) pasó a emitir una moneda nacional de circulación internacional, sin base metálica, administrada a través de las tasas de interés de la propia FED y de los títulos emitidos por el Tesoro norteamericano, que actúan en todo el mundo como base del sistema “dólar flexible”.  Por eso “la práctica totalidad de los pasivos externos norteamericanos es denominada en dólares y prácticamente todas las importaciones de bienes y servicios de los EE.UU. son pagadas exclusivamente en dólares. Una situación única, que genera enorme asimetría entre el ajuste externo de los EE.UU. y los demás países […] Por ello, también, la remuneración en dólares de los pasivos externos financieros norteamericanos, todos denominados en dólares, sigue de cerca la trayectoria de los tipos de interés determinados por la propia política monetaria norteamericana, configurando un caso sin ejemplo, por el que un país deudor determina la tasa de interés de su propia “deuda externa” (11). Una magia poderosa y una circularidad imbatible, porque se sustenta de manera exclusiva en el poder político y económico norteamericano. Ahora mismo, por ejemplo, para hacer frente a la crisis, el Tesoro norteamericano emitirá nuevos títulos que serán comprados por los gobiernos y los inversores de todo el mundo, según justifica el influyente economista chino, Yuan Gangming, al garantizar que “es bueno para China invertir mucho en los Estados Unidos; porque no hay muchas otras opciones para sus reservas internacionales de casi 2 billones de dólares, y las economías de China y los EE.UU. son interdependientes” (12). Por eso, desde mi punto de vista, y a pesar de la virulencia de esta crisis financiera y de los efectos en cadena de la misma sobre la economía mundial, tampoco habrá una “sucesión china” en el liderazgo político y militar del sistema mundial. Más bien lo contrario es lo cierto: desde un punto de vista estrictamente económico, lo más probable es que ocurra una profundización de la fusión financiera, en curso desde la década de los 90, entre China y los Estados Unidos, y esa integración resultará decisiva para la superación futura de la crisis económica. La crisis actual comenzó con forma de tifón, pero se prolongará en forma de “epidemia darwinista”, capaz de ir liquidando a los más débiles, uno tras otro, a escala nacional e internacional, y profundizará la rivalidad imperialista que comenzó en los años 90. En la hora del regreso del sol, pocos estarán en la playa, pero con seguridad los EE.UU. todavía estarán al frente de ese grupo selecto. Y casi todos los países que estaban ascendiendo en las dos últimas décadas y desafiando el orden internacional establecido serán “reubicados en su lugar”. En ese período habrá resistencias, y habrá conflictos sociales agudos; y si la crisis se prolonga, podrán multiplicarse las rebeliones sociales y las guerras civiles en las zonas de fractura del sistema mundial. Y no es improbable que alguna de esas rebeliones vuelva a plantearse objetivos socialistas. Pero desde nuestro punto de vista, no habrá un cambio en el “modo de producción”, a escala mundial. Ni se asistiremos tampoco a una “superación hegeliana” del sistema interestatal capitalista. NOTAS: (1)  Minsky, P.H.(1975); The Modeling of Financial Instability: An introduction; 1974, Modelling and Simulation. John Maynard Keynes, (1975, e): “The Financial Instability Hypothesis: A restatement”, 1978, Thames Papers on Political Economy. (2) Wade, R. (2008) , “A new global financial architeture”, in New Left, nº 53. (3)  Ferrari, F. e Paula, L.F. (2008), Dossiê da Crise, Associação Keynesiana Brasileira, UFRGS.  (4)  Oliveira, F. (2009), “Vargas redefiniu o país na crise de 30”, in www. cartamaior.com.br, 6/01/2009. (5)  Brenner, R. (2008): “Una crisis devastadora en ciernes”, en SinPermiso.  (6)  Tavares, M.C. (2008), “Entupiu o sistema circulatório do sistema do capitalismo”, in www.cartamaior.com.br13/11/2008 e Belluzzo,L.G. (2008) “Cortar gasto publico?”, www.cartamaior.com.br. 13/11/2008.  (7) Amin, S. (2008). “There is no alternative to socialism”, in Indian’s National Magazine, vol 25, Nº 26, de 20/12/2008, y Meszaros, I.(2009) “Una crisis estructural del sistema. Entrevista”, en SinPermiso. (8) Wallerstein, I. (2008) “Depressão, uma visão de longa duração”, in www.cartamaior.com.br, 13/11/2008.  (9) Arrighi, G. (2008) “A hegemonia em cheque”, in www.cartamaior.com.br, 19/06/2008.  10) Este argumento está desarrollado en J.L.Fiori : O Poder Global e a Nova Geopolítica das Nações , Editora Boitempo, São Paulo, 2007, y en el artículo “O sistema inter-estatal capitalista, no início do Século XXI”, en J.L.Fiori, C.Medeiros e F.Serrano, O Mito do Colapso do Poder Americano, Editora Record, Rio de Janeiro 2008. (11) Serrano, F. (2008) “A economia Americana, o padrão “dólar-flexível” e a expansão mundial nos anos 2000″, en J.L Fiori, F. Serrano e C. Medeiros, O Mito do Colapso do Poder Americano, Editora Record, Rio de Janeiro, 2008. (12) Folha de Sao Paulo, 24-11-2008.

 

 

 

 

 José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

 

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11 AM | 08 Abr

Sin teatro en el Carlos III

Día Mundial del Teatro. El dramaturgo y director brasileño Augusto Boal ha elaborado el manifiesto de este año:

Todas las sociedades humanas son espectaculares en su vida cotidiana y producen espectáculos en momentos especiales. Son espectaculares como forma de organización social y producen espectáculos como este que ustedes han venido a ver.

Aunque inconscientemente, las relaciones humanas se estructuran de forma teatral: el uso del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la modulación de las voces, la confrontación de ideas y pasiones, todo lo que hacemos en el escenario lo hacemos siempre en nuestras vidas: ¡nosotros somos teatro!

No sólo las bodas y los funerales son espectáculos, también los rituales cotidianos que, por su familiaridad, no nos llegan a la consciencia. No sólo pompas, sino también el café de la mañana y los buenos días, los tímidos enamoramientos, los grandes conflictos pasionales, una sesión del Senado o una reunión diplomática; todo es teatro.

Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer conscientes esos espectáculos de la vida diaria donde los actores son los propios espectadores y el escenario es la platea y la platea, escenario. Somos todos artistas: haciendo teatro, aprendemos a ver aquello que resalta a los ojos, pero que somos incapaces de ver al estar tan habituados a mirarlo. Lo que nos es familiar se convierte en invisible: hacer teatro, al contrario, ilumina el escenario de nuestra vida cotidiana.

En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral: nosotros pensábamos que vivíamos en un mundo seguro, a pesar de las guerras, genocidios, hecatombes y torturas que estaban acaeciendo, sí, pero lejos de nosotros, en países distantes y salvajes. Nosotros que vivíamos seguros con nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto corredor de Bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existía, era virtual, fea ficción de algunos economistas que no eran ficción, ni eran seguros, ni respetables. No pasaba de ser mal teatro con triste enredo, donde pocos ganaban mucho y muchos perdían todo. Políticos de los países ricos se encerraban en reuniones secretas y de ahí salían con soluciones mágicas. Nosotros, las víctimas de sus decisiones, continuábamos de espectadores sentados en la última fila de las gradas.

Veinte años atrás, yo dirigí ‘Fedra’ de Racine, en Río de Janeiro. El escenario era pobre: en el suelo, pieles de vaca, alrededor, bambúes. Antes de comenzar el espectáculo, les decía a mis actores: “Ahora acaba la ficción que hacemos en el día a día. Cuando crucemos esos bambúes, allá en el escenario, ninguno de vosotros tiene el derecho de mentir. El Teatro es la Verdad Escondida.”

Viendo el mundo, además de las apariencias, vemos a opresores y oprimidos en todas las sociedades, etnias, géneros, clases y castas, vemos el mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la vida.

Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos, hagan sus obras ustedes mismos y vean lo que jamás pudieron ver: aquello que salta a nuestros ojos. El teatro no puede ser solamente un evento, ¡es forma de vida!

Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es aquel que la transforma!
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