AUTORES
El viernes supimos del fallecimiento de Edmundo de Ory, el más raro y solitario de los poetas españoles, y al que dedicamos una sesión en los desaparecidos encuentros literarios del hotel Botánico. El miércoles en la sede del parlamento europeo celebramos las jornadas que junto con nuestros amigos de Arco Europeo Progresista teníamos pendientes, fueron todo un éxito y los ponentes se comprometieron a facilitarnos las ponencias que bajaremos en esta página. En la presentación hice referencias a la hegemonía reaccionaria que nos rodea, y leí un cuento de Antonio Gramsci, que escribió desde la cárcel y que nos incitaba a ir a la raíz de los problemas.
La frase de Godard :” Le droit d’auteur, vraiment c’est pas possible. Un auteur n’a aucun droit. Je n’ai aucun droit. Je n’ai que des devoirs“. me ha facilitado el debate con LUPO en torno a los derechos de autor. Yo que siempre defiendo sus derechos, hasta el punto de no visionar una película bajada ilegalmente de la red, me he visto sorprendido cuando me he encontrado de cerca con un autor. Lo he entendido, lo respeto, y reconozco que es cosa grande, pero también digo que me gustaba mucho más jugar a descubrir quién era ese LUPO que nos hacía las críticas de cine al colectivo.
LA VIDA DE LA IGLESIA
La Iglesia parece olvidar el mensaje que es su razón de ser. ¿Cómo no extrae consecuencias del pasaje evangélico que denuncia el ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio? ¿No es esto -con todos los respetos- lo que le ha ocurrido a Benedicto XVI en su reciente viaje a España? Así lo han percibido amplios sectores de la ciudadanía. Un abordaje crítico de lo oído en discursos y en declaraciones a periodistas no tiene por qué renunciar a confrontar a la Iglesia con sus contradicciones desde una lectura laica de textos bíblicos.
El teólogo Ratzinger ve la paja en el ojo ajeno al abordar el secularismo de nuestra sociedad prescindiendo de la mirada del Vaticano II hacia la secularización como emancipación de la tutela de instituciones religiosas; no ve la viga propia al pasar por alto el conformismo de la Iglesia cuando peligran sus intereses.
El Papa anda tras la brizna en ojo ajeno cuando se lanza contra logros en derechos, sin reparar en esa viga en el ojo propio que impide la autocrítica por el déficit de derechos en la Iglesia. Se fija en la paja de una mal apreciada situación de la mujer en España, sin ver la viga de la misoginia eclesiástica.
Benedicto XVI ataca el fantasma de un laicismo que compara injustamente con el anticlericalismo de la II República, mientras que la viga en su retina no le deja ver el clericalismo que alimenta el confesionalismo con que la Iglesia defiende privilegios.
Una sociedad democrática no debe dejarse atrapar por lastres que impiden aplicar la Constitución, ni por el relumbrón del poder que solo la debilidad propia otorga a quien no lo tiene. Recordemos, frente a tanta viga, el aforismo de Adorno: «La paja en tu ojo es la mejor lente de aumento». Esa lente que supone la paja sobre la que se concentra una mirada poco evangélica hace ver la conveniencia de una nueva ley de libertad religiosa, clave para articular desde un Estado laico la convivencia en una sociedad pluralista.
LA INTERNACIONAL DE LA BONDAD
FELAS
Imágenes memorables son los caballos trotando con la montura puesta sin jinetes, el paso a cámara lenta de la niña en el columpio, el ejército llegando al pueblo, la cámara siguiendo el dulce dormir de los niños, el parto del que son partícipes todos los espectadores, la búsqueda de una religión para el recién nacido, las manos que bailan a modo de títeres…Una gran interpretación de Nona Mordioukova, en el papel de la comisaría, actriz que fue dirigida por Mikhalkov en Los parientes. La peripecia humana que plantea» La comisaria» está perfectamente integrada en un contexto político e histórico determinado, la guerra civil rusa, transmitiendo una emoción épica y lírica como consecuencia de imágenes que claramente podemos calificar de virtuosas.
LA HEGEMONIA REACCIONARIA
GREGORIO MORAN
Quizá no estábamos preparados para reconocerlo, porque es muy duro, pero las cosas son como son y no tenemos más que dos opciones. O nos engañamos y hacemos como si no pasara nada, porque el futuro es nuestro, como decían todos los que no alcanzaron a verlo. O bien lo asumimos y admitimos que los precedentes históricos no sirven para nada. Estamos metidos de hoz ycoz en un periodo histórico de hegemonía reaccionaria. Podemos hacer todas las masturbaciones mentales que queramos tratando de buscar las causas, pero lo que veo menos claro es cómo demonios salir de esto. Tienen mucha gracia esos que afirman, con la boca grande y la cabeza pequeña, que los problemas están en la falta de alternativas. ¡Como si la victoria de Berlusconi o el voto masivo a las candidaturas corruptas en España hubieran sucedido ante las deslumbrantes perspectivas de sus líderes!
Observen a Obama. Rompió con su programa para sacar a las grandes corporaciones financieras de la bancarrota. Ayudó a la industria automovilística para que evitara la quiebra inminente. Consiguió como pudo una reforma sanitaria de mínimos, que no podrá aplicar. ¿Y cuál fue el resultado? Los banqueros y los empresarios han echado el resto, primero forrándose a costa del contribuyente, sin reducir un mínimo ni sus ingresos ni sus bonus, y luego financiando la campaña contra Obama. Los tigres no se dulcifican porque les echemos palomitas. Al contrario, se enfurecen por tener un cuidador tan cándido. Pero no nos confundamos, de no haber hecho lo que hizo, hubiera sido aún peor, con toda probabilidad. Me recuerda una vieja polémica de la izquierda en los años setenta. Si Salvador Allende y su Unidad Popular debía ir más de prisa o más despacio en sus reformas. Como iba despacio, la derecha se crecía y la izquierda de la izquierda tocaba a rebato, y la cosa acabó como el rosario de la aurora, que es como deseaba la extrema derecha que dio el golpe.
Pero ahora no estamos ante un fenómeno de ofensiva general de la extrema derecha. Se trata de otra cosa y debemos adaptar nuestra capacidad analítica a un espécimen diferente, porque decir extrema derecha quiere decir Pinochet, o Franco, o fascismo en general, y lo que aparece ahora no va por ahí. Acostumbrados a la amalgama analítica, nos cuesta pensar que no es lo mismo un reaccionario que un extremista de derecha, pero debemos empezar a reflexionar sobre eso. Lo que vivimos, la marea que nos desborda, no es la extrema derecha, sino un movimiento reaccionario que no trata de hacer una revolución conservadora -valga la contradicción-, ni resucitar el racismo y la xenofobia. Por más que lleve gérmenes de todo eso, lo que quiere sobre todo es volver atrás, recuperar un mundo supuestamente perdido, un mundo que por cierto no existió nunca en la armonía que ellos le atribuyen. Ahí está el meollo del asunto; las clases medias se han vuelto reaccionarias y las izquierdas, conservadoras. Unos anhelando volver al pasado imposible y los otros tratando de no perder lo conseguido.
¿Qué es el Tea Party sino un movimiento reaccionario, en el que también hay muchas otras cosas, extrema derecha incluida? Pero no nos dejemos engañar, porque eso es flor de un día y la hegemonía reaccionaria va bastante más allá. Ya tendremos tiempo de analizar la visita papal a España, y lo que la rodea, que es lo importante. Bastaría detenernos en el fenómeno de Barcelona. El sueño del obispo Torras i Bages hecho realidad. Banderitas del Vaticano y senyeres patrióticas. “Catalunya serà cristiana o no serà”. Impensable hace tan sólo diez años; no digamos ya veinte o treinta, cuando la autonomía catalana daba sus primeras boqueadas, superiores a las de la Segunda República, y los cruzados del Papa de ahora estaban todavía discutiendo sobre la viabilidad de la dictadura del proletariado. Esa dama que encabeza hoy Òmnium Cultural ¿no es la misma que conocí yo en el PSUC? Posiblemente me equivoque, con la edad se me despintan las caras, y además los años nos hacen cambiar mucho. Hemos vuelto a tiempos de conversos. Se acabaron las evoluciones ideológicas, ahora hay descubrimientos. Paulo vuelve, y la principal característica del de Tarso era su capacidad para mandar, de ahí su obsesión de poder.
¿Hay acaso alguien que tenga la menor duda del significado reaccionario de este fenómeno? Nada que ver con la extrema derecha, no confundamos. Pero es la reacción, de eso no hay duda.
La hegemonía reaccionaria es también una evocación de formas de poder que creíamos conclusas, por superadas para siempre. Otra cosa para la que no estábamos preparados: nada se supera para siempre. La arcaica discusión sobre el poder temporal de la religión, por ejemplo. Este furor de las iglesias, la católica en primer lugar, por considerar el laicismo como el principal enemigo que abatir. Quizá el peligro está ahí. Es más fácil cambiar de religión que dejarlas todas. Al final los creyentes en los dioses omnipotentes tienen unos intereses comunes. Porque una de las cosas más curiosas de esta hegemonía reaccionaria está en su pasión por armarse, y la mejor arma que conoció el siglo XX y que desarrolla el XXI son las masas. Armarse de masas para imponerse. Respetando, si no hay más remedio, a las minorías, pero conscientes de que tienen el derecho al poder, secularmente, y que una minoría debe entender que sus derechos se reducen a sobrevivir. En eso han cambiado los tiempos, antes la hubieran liquidado.
No estamos hablando de cotufas en el golfo, sino de algo que está en nuestro sistema de una manera omnipresente. Fíjense, sin ir más lejos, en lo más obvio de nuestra vida democrática, los partidos políticos. Fíjense en esa pulsión suicida que los domina. Freud explica en numerosos textos las pulsiones y su capacidad autodestructiva. Es un tema fascinante y terrible para el funcionamiento de una sociedad supuestamente abierta. Pero la verdad es que los partidos en España han adquirido una pulsión suicida. Me explico. Un partido político puede optar por un candidato que va a perder, a sabiendas de que rechaza otro que puede ganar. Dos ejemplos de muy distinto signo avalan la teoría. Uno en Asturias y otro en la Comunidad Valenciana.
Asturias es una de las autonomías donde la degradación política alcanza niveles inimaginables. Una corrupción pueblerina, pálida, sin sol, pero eficiente para aguantar en tiempos tan duros. Un tejido mafioso que no necesita matar a nadie, porque sólo se mata cuando surge la competencia y peligra el negocio. En Asturias no peligra nada salvo caer en la ruina de no tener subvención. El Partido Popular se presenta a las elecciones en la conciencia segura de que va a perder y, de pronto, les aparece el candidato Álvarez-Cascos. Un tipo duro, correoso, un profesional. De quién y cómo Cascos llegó a la operación de aspirar a presidente de la comunidad asturiana es otro tema, que bien merecería un análisis, pero ahora estamos en algo obvio. Sin Cascos el PP perderá irremisiblemente en Asturias, y sin embargo es la cúpula del propio partido asturiano la que considera peligroso para el mantenimiento del statu quo la posibilidad de que un candidato de su partido gane las elecciones.
No es único. En Valencia la cúpula del Partido Socialista ha rechazado la posibilidad de que compitieran en elecciones primarias el candidato oficial Jorge Alarte, que no tiene ninguna posibilidad de ganar al PP de Camps en elección alguna, incluidas las de sociedades falleras, y Antoni Asunción, que al menos ofrecía la posibilidad de ponérselo difícil. El aparato del partido decide impedir unas primarias en Valencia, con la connivencia del PSOE central, y asumir que le es menos engorroso dar cumplimiento a la tranquilidad de los dirigentes valencianos enquistados en la derrota que tratar de plantar cara al Partido Popular.
Eso no es otra cosa que una variante más de la hegemonía reaccionaria que nos ha tocado vivir. El más terrible de los refranes castellanos: más vale malo conocido que bueno por conocer.