SOBRE LA PELI: “ À NOUS LA LIBERTÉ” (Viva la Libertad)
Ante todo, “A o Para nosotros la libertad”, título original en francés, no es “Viva la libertad”. Aquella comporta un Nosotros que nos compromete colectivamente con ella, y el Viva la libertad, es un slogan perfectamente individualista, donde se esconde, se enmascara, las condiciones, de la o para la libertad. No es poca cosa. Tenemos ejemplos de esta época neoliberal, hoy, en el mundo y en España, de esa dicotomía. En la Comunidad autónoma de Madrid, con mucha constancia y perseverancia se discursea, sin discernir esa antinomia.
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La última y esperadísima película de Jean Pierre Jeunet no decepciona, pero no es una obra maestra. No es que Amelié lo fuera, pero se quedaba mas cerca de la perfección; su sombra es larga, y es posible que haya malentendidos. Es mejor verla con el chip adecuado y disfrutar de ella como el tremendo dramón que es, con ciertos toques extravagantes que son, sin lugar a dudas, lo peor de la película. Porque Jeunet no se aclara durante la primera hora, y casi lo echa a perder todo.
Porque a ver: en plena I Guerra Mundial cinco soldados franceses son sometidos a un consejo de guerra y condenados a una feliz estancia entre las líneas francesa y alemana, en tierra de nadie. Si no los hacen pedazos los bombardeos germanos, el fuego amigo lo hará. Uno de ellos es Manech (Gaspard Ulliel) el novio de Mathilde (Audrey Tautou, gracias a Dios más contenida que en Amélie), una joven coja que, convencida de que su amor sigue con vida moverá cielo y tierra para refutar los numerosos informes que afirman lo contrario. Y esto gracioso no es.
Los condenados, preparándose para su destino.
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El deseo de amar
Alfonso Peláez
Según la película de ayer no basta el deseo de amar para amar. Con una idea tan simple un fulano ha sido capaz de ganar la Palma de Oro en Cannes. Por mí está bien. Ya hemos visto cosas peores.
El caso es que al director (¿cómo se llama? Tal vez yo debería poner más cuidado con esos detalles), pues eso, que al director le sobra pericia para haber narrado una historia bastante más armada, con más accidentes, más como la vida misma. Contaba, además, con un excelente director de fotografía que bordó el trabajo. Sabía dónde poner la cámara y como moverla. De hecho, lo hace con un admirable virtuosismo. Y seleccionó un compositor musical que también conoce bien su oficio. Pero sin que, a mí al menos, se me alcance la razón decidió convertir el tiempo en una olla de melaza donde se amalgaman las situaciones, privándolas de cualquier atisbo de prelación. ¿No nos había dicho Tarkovsky que hacer cine era esculpir el tiempo? Y no vengan con eso tan prestigioso intelectualmente del “tiempo circular”.
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El coordinador sugiere que plasme el punto que el pasado viernes 2/02/21, con ocasión del comentario sobre la cinta del “El joven Karl Marx” se quedó sin explicitar, que está en relación al principio de “la lucha de clases”.
A lo largo de la cinta se ve que la aspiración del (socialismo-comunismo) es la consecución de la igualdad (entiendo, que para todos los seres humanos = universal); y se cierra explícitamente con el principio de “la lucha de clases” como motor de la historia (se decía al menos antes).
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Faces de Cassavetes
Para animar el ambiente de cara al Zoom del viernes de Halloween quiero rescatar una mención oportunísima de Mercedes, a propósito de la película de Valeria. Me refiero al “Malestar en la Cultura”, título de una obra de Freud que alude a la dialéctica entre las pulsiones individuales y la represión de la cultura, a fin de que esta garantice una cierta estabilidad y progreso social. El otro día, el acuerdo general venía a ser que la película checa relataba de forma simbólica, a través de vampiros y núbiles hermosas, la sublimación de tal dialéctica.
Si mi interpretación es incorrecta ruego a cualquiera que viviera el debate me corrija de inmediato.
Pues bien, he visto Faces, de Cassavetes, y aquí sí que encuentro, sin ningún género de duda, a un grupo de personajes, que con su desorientación propia y particular, nos muestran a las claras, y con desgarro, el malestar que les corroe, como un dolor de muelas pertinaz, y les lleva de estupidez en despropósito hacia una nada, que de ningún modo podrán curar sus clubes nocturno ni sus ligues apresurados.
Ahora, en Cassavetes, la trama se articula dentro de un marco geográfico concreto y un momento histórico con fecha de calendario: nada de tiempos circulares ubicados en el hipotálamo. En mi humilde opinión, aquí sí que encontramos un verdadero psicoanálisis a la sociedad contemporánea. Pero con elementos plenamente reconocibles por el espectador: sea quien sea: tú, yo, el de más allá…
Magistral la escena última en la escalera. Representación brillantísima del “…¿y ahora qué?” demoledor, frente al que alguno se ha visto, una o varias veces en la vida.
Seguimos hablando el próximo viernes.