10 AM | 06 Oct

EXORCISMO (por Quin Casals)

Esta reseña es la crónica de un fracaso anunciado. Porqué, ¿cómo decir justamente aquello que no puede decirse? He visto miles de películas, pero solo un puñado las he sentido, las he experimentado, las he vivido como “Melancolía”.

Sobre lo visto, podría apelar a las casi sobrenaturales imágenes que impregnan el film, a las soberbias interpretaciones de Gainsbourg y Dunst, a la desconcertante sencillez de planteamiento y desarrollo que alberga un sinfín de complejidades. Podría incluso afirmar que cada vez está más claro que Strauss compuso el Zarathustra para que Kubrick lo usara en “2001”, Mahler el Adagietto para “Muerte en Venecia”, y Wagner el preludio de Tristán e Isolda primero para inspirar a Bernard Herrmann los motivos de “Vértigo” y, más tarde, para que Trier lo utilizara en “Melancolía”.

Pero, ¿y la emoción? ¿Cómo transmitirla? Palabras como escalofrío, palpitación o lágrima pueden dar pistas, pero son sólo reflejos incompletos de los efectos, incapaces de explicar las causas. Mi impotencia es que con ellas no puedo reproducir la congoja que me produjo la danza de la muerte entre el planeta Melancolía y la Tierra, ni cómo comprendí perfectamente los sentimientos más recónditos de Justine y de su hermana Claire (los antagonismos en la ficción no son sino diferentes caras de una misma poliédrica moneda humana con la que todos nos podemos identificar).

Mi acompañante en la sesión y yo compartimos a su término que nos sentíamos anímicamente mucho más reconfortados que cuando habíamos entrado. En esta paradoja, dado lo que se narra en la historia, radica su milagro. Y todo gracias a un niño. No puede concebirse “Ordet” sin el personaje de la niña, y no puede concebirse “Melancolía” sin el del niño, gracias al cual las dos hermanas pueden despojarse de su egocéntrico ensimismamiento autocomplaciente y regalarle a la inocencia una ofrenda de inocencia.

De igual manera, “Melancolía” regala, a quién quiera aceptarla, la ofrenda de un abrazo. Yo me dejé abrazar. Pero, de nuevo, ¿cómo se escribe un abrazo? Y, más aún, ¿para qué?

Quizás parte de la respuesta pueda encontrarse en estos breves extractos del poema “ESCRIBIR” de Chantal Maillard:

escribir

para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos

escribir

para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

(…)

escribir
para decir el grito
para arrancarlo
para convertirlo
para transformarlo
para desmenuzarlo
para eliminarlo
escribir el dolor
para proyectarlo
para actuar sobre él con la palabra

(…)

escribir

porqué crujen las rodillas
y hay como un sueño
esperando ser soñado
justo detrás del dolor

(…)

escribir
porqué alguien olvidó gritar
y hay un espacio blanco
ahora, que lo habita

(…)

escribo

para que el agua envenenada
pueda beberse.

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10 PM | 01 Oct

El discreto encanto del proletariado

‘Le Havre’ aborda el espinoso tema de la inmigración y, sin embargo, es un cuento de hadas colorido.

Kaurismäki mide sus palabras: no habla de inmigrantes ilegales sino de refugiados. Los actores, hieráticos, pronuncian su literatura inverosímil, tan creíble.

Aquí no hay realismo sucio ni fotografía granulada.

El humor, en clave absurda y visual, es delicioso –la estampa de Monet con la piña resulta inolvidable.

– Siento la muerte de tu marido.
– No te preocupes, era fatalista.

Para expresar la más terrible enfermedad, un gesto leve es suficiente. Sin tremendismo ni retórica –la retórica queda para el parlamento del protagonista: Marcel Marx, un Don Quijote limpiabotas.

El lobo feroz es la maquinaria sin rostro del Sistema –el prefecto de policía es una voz en un despacho.

‘Le Havre’ ilustra dos valores esenciales: uno individual; el otro, colectivo. El primero de ellos es la dignidad. La solidaridad es el segundo.

Kaurismäki desea que la solidaridad obre el milagro. Y convierte en cine su deseo.

En tierra humilde y solidaria, florece un plano Ozu: con un almendro en el jardín concluye la película.

===

El mundo estilizado de ‘Le Havre’ está cuajado de momentos especiales: la colección callada de primeros planos de los inmigrantes descubiertos en el contenedor; el primer encuentro (y último) de Idrissa y Arletty; la reconciliación con luces blancas de Mimie y Little Bob…

Parafraseando a André Breton: Un plano y todo está perdido; un plano y todo se ha salvado.

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10 PM | 01 Oct

COMENZAMOS TEMPORADA

  Comenzamos la temporada y lo hacemos con una peli de David Trueba, para seguir con la maravilla de El Havre. Algunos recuerdos del verano: Dos Hamlet, uno con Polonio interpretado por mi amigo Paco, y otro en las Naves del Matadero. Siempre recuerdo como el abuelo de Paco en su carbonería le hacía recitar aquellos versos que empezaban más o menos así: ALTAS TORRES DORADOS CAPITELES. Intentaré hacer lo mismo con mis nietos.

  Paso por Piedrahita y desde el claustro de la iglesia, donde ahora se dan conciertos, llamo a mi amigo Ati, que aunque nació en Toros de Guisando  se considera de Piedrahiteño. Recuerdo su voto al Partido Andalucista en las  primeras elecciones al Parlament  como un acto de ironía, y las pequeñas discusiones que teníamos en torno al PSC. Siempre me decía que era igual que CIU y yo con el tema de las dos almas. Coincido de vacaciones en la Diada y tuve ocasión de escuchar Catalunya Radio, me parecía estar con doce años escuchando el parte que terminaba con las frases de rigor: ¡arriba España! Atí no puedo por menos que darte la razón. He metido en artículos de opinión un artículo de Sergi Pamies (el hijo de Gregorio y Teresa) por el tema de la difamación, ya sabes por si nos llaman centralistas o españolistas.

  Este sábado he visto La  Vida es Sueño, y me gustó mucho Blanca Portillo, aunque a mí me emocionan más los montajes de Calixto Bieito si, el director artístico del teatro Romea de Barcelona.

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10 PM | 01 Oct

DIFAMACIONES

                                                                     SERGI PAMIES

El presidente Mas ha encadenado tres discursos (después de la manifestación, en Madrid y en el Parlament) que lo definen mejor que todos los que había pronunciado antes. Hasta ahora, que coincidan dos presidentes de talante respetuoso como Mas y Rajoy ha evitado derrames fratricidas. Imaginando a otros presidentes del gobierno español y de la Generalitat, más propensos a la impertinencia castrense o a la barrabasada frívola, la situación podría haber sido aún más delicada. Mas ha moderado el tono y el argumentario del soberanismo y el independentismo histórico más atomizado le está apoyando, ya sea por convicción patriótica o por conveniencia. De bandera o de cartera, el independentismo es consciente de estar viviendo una oportunidad y un momento de cierta grandeza y lo está aprovechando siguiendo la evolución de un Mas que, en el Parlament, no hizo ninguna referencia a la posibilidad, igualmente democrática, de que sus “objectius nacionals” no sean mayoritarios.

El discurso también incluyó un aviso preventivo contra los obstáculos que se avecinan. Eso, sin embargo, no debería servir de coartada para desacreditar la disidencia o la oposición con la misma rabia con la que determinado españolismo veja al catalanismo. Esta intransigencia, a menudo recíproca, es catastrófica, como lo es llamar ladrones a quienes, con una ceguera suicida, administran un sistema de financiación que asfixia las comunidades que más pueden contribuir a preservar la solidaridad territorial. Por eso convendría que, entendiendo al presidente, también se entienda que la objeción o el activismo críticos no pueden meterse en el mismo saco que el fundamentalismo. No es la primera vez que, preventivamente, se condena a los que no se adhieren a la multitud. Reclamar diálogo requiere de una lealtad que también deberá respetar las dudas de los que no entienden que para responder a las preguntas del presente se tengan que añadir interrogantes al futuro, de los que creen que aún existen matices entre el todo y el nada, de los que discrepan de una primera persona del plural cada vez más mesiánica (y escapista) o del gesto de inmolación electoralista del presidente y de los que piensan que el derecho a la autodeterminación no puede transformarse en un deber tan catequizador como el constitucionalismo inmovilista. Mas tiene razón al prevenirnos contra la amenaza de la difamación antidemocrática. Pero, con idéntica firmeza, también tendremos que oponernos a los que, con la excusa de protegernos de supuestos difamadores, criminalizan la discrepancia para, desde trincheras antagónicas, intentar instaurar un régimen de infamia preventiva.

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