07 PM | 17 Feb

EL FESTÍN DE BABETT

El nombre de Karen Blixen es conocido hoy por muchos gracias a que parte de su vida, narrada en el libro autobiográfico que la baronesa escritora de orígen danés escribió con el nombre deÁfrica Mía (1937), fue llevada al cine de la mano de Sidney Pollack con su conocidísima película Memorias de África (Out of Africa, 1985). Lo que poca gente sabe, sin embargo, es que la escritora, conocida en el mundo literario por uno de sus pseudónimos masculinos, el de Isak Dinesen (éste era su apellido de soltera), llevó a cabo su mejor obra literaria a través de los relatos que escribió en los años posteriores a su regreso a Dinamarca tras el largo tiempo pasado en el continente africano. Orson Welles fue el primer cineasta en descubrir el potencial de estos relatos, llevando a cabo la adaptación de uno de ellos para su obra Una historia inmortal (1968), y dejando a título póstumo una película nunca llevada a cabo, también basada en otro cuento de la Blixen, Los soñadores. El primero de los relatos adaptados de Welles pertenecía a un volumen recopilatorio llamado en nuestro país Anécdotas del Destino, y en él se encontraba otra historia que, años más tarde, el realizador danés de origen francés Gabriel Áxel llevaría a la gran pantalla, y con la que obtendría el Óscar a mejor película de habla no inglesa, ganándole la partida a obras tan destacadas como Adiós, muchachos (Au revoir, les enfants) , de Louis Malle, o La familia (La famiglia), de Ettore Scola. Se trataba de El festín de Babette, relato modesto que Blixen escribió en su origen para un semanario femenino americano, con la intención de ganar así algún dinero que le permitiese salir de la difícil situación económica en la que se encontraba. Este cuento, transformado por el guión de Axel en película, trataba la historia de una pequeña comunidad de protestantes luteranos en la Dinamarca del siglo XIX, concretamente en la provincia de Jutlandia, al noroeste del país. Dos hermanas solteronas, Philippa (Bodil Kjer) y Martina (Birgitte Federspiel) hijas del pastor que dirige religiosa y moralmente esta comunidad, se quedan tras la muerte de aquél al servicio de los fieles, cuidando de ellos y de su fe y renunciando con ello a cualquier posibilidad de disfrute de su propia felicidad. Un día irrumpe en sus vidas Babette (Stéphane Audran), una francesa huida de la Revolución de la Comuna de París quien, a través de la carta de Achille Papin (Jean-Phillippe Lafont) un cantante de ópera que se había enamorado en su juventud de Philippa, les pide que la acojan como sirvienta en su casa. Tras ganar la lotería, Babette decide proponer y hacerse cargo de un banquete culinario por todo lo alto, hecho que causa gran sopor en la devota población, quienes no ven con buenos ojos ningún tipo de disfrute o placer de los sentidos, sea éste del tipo que sea.

La película tiene el don de la sencillez. En su primera mitad, el film presenta el ambiente y los personajes que forman la pequeña comunidad de luteranos, describiendo la austera elección de vida de estos seres, quienes se aferran estrictamente a la concepción de la vida como “valle de lágrimas”, dando prioridad absoluta a la religión hasta el extremo de sacrificar por ésta el mismo amor que les proporcionaría una felicidad a la cual renuncian. Axel, mediante una voz en off femenina que enfatiza la visión de la narración como un hermoso cuento, explica la historia de las dos hermanas y su sumisa y sacrificada elección de vida. Pero lo hace sin recriminaciones ni discursos reprobatorios, utilizando una ironía sutil que introduce en el relato un sentido del humor maravilloso, el cual se mantiene hasta el final de la historia, y a través del que el espectador, lejos de sentir rechazo por la actitud de los fanáticos fieles de la comunidad, siente hacia ellos un cariño y simpatía profundos.

Las dos hijas del pastor rechazan en su juventud, cada una por su lado, la posibilidad de vivir su propia historia de amor, Martina con un teniente de húsares (Gudmar Wivesson en el papel de este personaje de joven), y Philippa con el cantante de ópera Achilles Papin (preciosa es la escena de la declaración de amor entre ellos encubierta por el canto de una de los momentos cumbres de la ópera Don Giovanni, de Mozart) . Mediante flashbacks se nos muestran sendas historias, con las que se introducen los dos personajes masculinos principales, que en ese momento cumplen una función tan sólo anecdótica, pero que más adelante desarrollaran un papel clave en la narración. Papin será el catalizador de la llegada de Babette, personaje central del relato, -aunque aparezca ya muy avanzada la narración-. Por su parte, Lorenz, el teniente, envejecido y convertido ya en general, habiendo cumplido así sus ansias de grandeza que le alejaron de la reticente Martina, regresa a Dinamarca para asistir con su tía, aristócrata de la pequeña comunidad, al banquete ofrecido por Babette, y su presencia en él será clave para la transformación ejercida en los personajes de la villa.

Tras el largo planteamiento, que llega hasta el momento en que Babette gana la lotería y decide agradecer la hospitalidad de las hermanas mediante el banquete, se pasará al desarrollo de los preparativos de la gran comilona, secuencia ésta que se configurará como largo clímax de la narración. Es en el banquete donde se produce el cambio en los personajes. Éstos, decididos a renunciar al placer del fantástico festín con que les ha obsequiado Babette, se niegan en redondo a ensalzar los magníficos platos que la mujer les prepara con tanto amor y cuyos encantos culinarios son del todo irresistibles. El único personaje que manifestará su admiración será el general, extranjero como Babette en esta comunidad de fieles, quien se quedará solo en cada comentario que haga sobre la comida o el vino. No obstante, el placer de los sentidos, -y el excelente vino servido- consigue al fin que los personajes se dejen llevar por la dicha del momento, y poco a poco iran reconicliando entre ellos las rencillas que antes les separaban, llegando en algún caso a dejarse llevar por sus emociones – maravilloso momento es aquel en el que dos ancianos se besan para demostrarse así su amor largo tiempo reprimido-. La felicidad del momento se hará presente en una de las escenas más bellas del film, en la que los invitados se cogen de las manos y cantan en la noche bajo las estrellas, las cuales, como dice una de las hermanas, se encuentran más cerca de ellos esa noche. Metáfora preciosa del canto a la vida y a la felicidad que quizás a partir de entonces será disfrutada por los personajes, sin temor ya al castigo divino que les había oprimido durante todas sus vidas.

Babette es así la gran artífice del cambio en los personajes. Interpretada por una Stéphane Audran soberbia (mujer de Claude Chabrol en la vida real y musa de muchos de sus films), Babette se sirve de su arte para demostrar su agradecimiento a los que la han acogido. Como ella misma dice, su papel es el de una artista que expresa ante los demás lo mejor de sí misma, el único vestigio de su pasado que nadie le podrá nunca arrebatar. Babette es una extrangera en esta comunidad, un elemento extraño que viene a alterar la vida de sus habitantes -no hay que olvidar que Axel desarrolló gran parte de su obra en Francia, por lo que comparte con su protagonista esta condición de extranjero en su tierra-, y sólo conseguirá integrarse definitivamente entre ellos cuando exprese lo mejor de sí misma,lo que realmente la hace única y diferente entre los demás.

Gabriel Axel consiguió una obra de arte cinematográfica, muestra extraordinaria en todo momento de una sencillez visual y temática excelentes. La cámara no denota apenas su presencia, ni enturbia en ningún caso la sobriedad perfecta que lo inunda todo.La puesta en escena respeta el espíritu de la narración, por lo que el film acaba por erigirse como una maravillosa pieza de cámara perfectamente interpretada por la totalidad de los personajes, con una fotografía de Henning Kristiansen soberbia que expresa a la perfección el ambiente austero de esta comunidad nórdica y una música de Peer Norgaard discreta pero presente, que acompaña las situaciones mostradas en un tímido segundo plano con el que se enfatiza aún más su eficacia expresiva.

El cine danés ha tenido a lo largo de los años períodos de máxima importancia para la historia de este arte. Uno de los momentos de máxima lucidez fue precisamente a finales de la década de los ochenta, puesto que al año siguiente del triunfo internacional de El festín de Babette, otra producción danesa se hizo con el Óscar a la mejor producción de habla no inglesa, en este caso Pelle el conquistador(Pelle Erobreren, 1988), de Billie August, película que obtuvo además numerosos premios en otros tantos festivales. Pero, dejando de lado la polémica intrusión en el panorama cinematográfico de los cineastas del Dogma’95, lo que está claro es que el director que más prestigio ha dado al cine danés ha sido y será por mucho tiempo Dreyer, a quien Gabriel Áxel no quiso olvidar en su film, no sólo en algunas soluciones de puesta en escena, que recuerdan la sencillez del gran maestro (aunque no tengan nada que ver con la complejidad expresiva y existencial de sus filmes), sino asímismo en la inclusión en su Festín de Babette de algunos de los actores emblemáticos de las grandes obras de Dreyer, como Birgitte Federspiel (Martina) o Cay Kristiansen (el viejo Poul) los inolvidables Inger y Anders de Ordet (La palabra) (Ordet, 1955), Ebbe Rode (Christopher) y Axel Strobye (el cochero), el poeta Gabriel y el Doctor Nygen en Gertrud (Ídem, 1964), o la maravillosa Lisbeth Movin (la vieja viuda) protagonista de la inolvidable Dies Irae (Ídem, 1943). Este homenaje es extensivo también a otro de los grandes del cine nórdico, en este caso Bergman, al incluir en una breve aparición a una de las musas del gran director, Bibi Andersson, en el papel de una madura y sofisticada condesa que mantiene evidentes puntos de contacto con el personaje real de Karen Blixen. Pero independientemente de la ayuda que supone el contar con tan extraordinario plantel de actores, lo cierto es que El festín de Babettees en sí misma una extrordinaria película,de cuyas cualidades ya se ha hablado pero que conviene recordar como una de las más bellas expresiones del cine nórdico que hemos podido disfrutar en los últimos años.

Compártelo:
01 PM | 14 Feb

LA PUTA LUZ

Me manda Cosme, un amigo, este cruce de “cartas de amor”, a partir de una recibida de ENDESA a un ciudadano canario. Se trata de un caso más de  impotencia de usuarios, clientes, consumidores, contribuyentes, ciudadanos….que en un sistema de dominación capitalista-democrático (esta segunda categoría no se puede, al menos por ahora, separar de la primera, incluso el guión las separa ya demasiado) como éste que nos toca vivir, deberían ser sujetos a atender, valorar, cuidar, respetar, mimar incluso, aunque solo sea porque de ellos reciben los ingresos (desde una perspectiva de pagadores nacionales) que les permiten incrementar sus tasas de ganancia y expandirlo multinacionalmente, compitiendo con otros capitalismos nacionales que hacen lo mismo, desde sus territorios de origen, y con pagadores de ese territorio, desde el que se reproducen multinacionalmente. En otro e-mail que manda Clemence, que habla de Iberdrola, y que os remito después de éste, se ven las connivencias (vasos comunicantes) entre poder político y económico y los sueldos millonarios que se adjudican en la España del consenso democrático.

Por tanto, parece que nosotros somos clientes, consumidores, contribuyentes, usuarios, y ciudadanos de cualquier país, cautivos y obligados, democráticamente, a cumplir todo eso que nos proponen amorosamente ( con la misma ironía del texto), con el único objetivo de que, a cambio de energía en tus lugares de vida y trabajo, pueda nuestro capitalismo nacional, en este caso energético, crecer y multiplicarse por el mundo. La pregunta aquí es, ¿porqué no nos cuidan, valoran, seducen, respetan..etc, si deberíamos ser muy importantes para ellos, para su expansión mundial? La respuesta está dicha antes, porque no tienen necesidad de hacerlodado que somos cautivos y obligados, democráticamente, es decir, con el consentimiento del Estado democrático de consenso, y del gobierno de turno, sea nacional ( España, por ejemplo), o, regional (Europa, por ejemplo). Ahora han decidido un nuevo sistema de fijar las tarifas eléctricas, dado que el sistema de concurso anterior se ha quedado al desnudo ante la población, acusado de oligopolístico y fácilmente manipulable para incrementarnos los precios, tal como han hecho todos estos años atrás. Pues ahora se inventan otro donde, a cambio de hacernos creer (apelación teológica a la fe) que bajan los precios un porcentaje al usuario, no sabemos cuál es el coste del kilowatio/hora, porque este va a oscilar como si fuera un mercado de activos en la Bolsa. Pura economía financiera, de nuevo.

¿Alguien que no sea un ingenuo liberal, contaminado de esa ideología hasta la sangre, puede pensar que la competencia existe,  dentro de este sistema que la tiene por emblema, y baja los precios al usuario final en los productos o servicios que nos interesan de verdad?. ¿Alguien puede poner ejemplos de precios básicos que hayan bajado a lo largo de ciclos económicos, no momentos coyunturales? Otra cosa es que más o menos sectores de la población puedan pagarlos, antes de morirse de frío o de hambre. Se ha  especulado, siempre, en este sistema, con bienes básicos que incrementan los precios que impiden adquirirlos, a la población del tercer mundo, para producir bienes de consumo final o de materias primas, del primer mundo. Es lo que se llamó el intercambio desigual. Una bajada de precios por la competencia no es posible porque la deflación es más temible que la depresión para un sistema, como éste, que tiene su leit motiv fundamental en el desarrollo económico continuo hasta donde pueda y le dejemos. Por eso la tendencia al oligopolio es constante y permanente, aunque la disfracen de competencia, o nos lo hagan creer así.

Y surge otra pregunta, ¿podría haber un Estado, dentro del sistema del que hablamos, que impida tamañas tropelías con la población? En mi opinión, ya no va a ser fácil, sin nuevos episodios terribles para nosotros, ciudadanos subsidiarios, de regiones o países subsidiarios, o subalternos. Quizás, esto pudo parecer posible, después de la 2ª guerra mundial con las políticas keynesianas derivadas de ese desastre, para provocar los mínimos incrementos de producción necesarios, una acumulación de capital original, de tipo financiero ( comienzo de las burbujas futuras), para crear y estimular la demanda agregada, y teniendo en cuenta que había otro modelo que competía por el control mundial, y con las resistencias interiores al modelo capitalista, de tipo sindical y político (socialdemocracia).

Ahora, solo hay un modelo extendido mundialmente que tiende al oligopolio de producción y distribución, en los lugares originales donde produce, y a una competencia, también de tendencia oligopolística, en el resto del mundo. Que esto se haga con guerras económicas, como la que se está produciendo en esta crisis económico-financiera, para reestructurar la dominación, quedando espacios dominantes y otros subsidiarios o subalternos de la misma, o con guerras imperialistas entre naciones, y contra la población, es harina de otro costal. Depende de cómo se toleren los oligopolios, en la competencia mundial por espacios de dominación económica, y de cómo resista la población de cada espacio, país o región. Algunos casos del continente iberoamericano responden a estas resistencias que provocan reestructuraciones obligadas del capitalismo dominante.

Pensemos sobre estas cosas, casi desde lo más básico de la inteligencia, y no demos por bueno lo que parece existir como dato objetivo y neutral de la realidad, cuando es pura ideología al servicio de capas de población minoritarias, pero poderosas, que mantienen su poder porque creen que nos tienen controlados y sometidos a sus dictados y enunciados de significación. Al menos que no nos tomen por imbéciles, como habitualmente creen.

Un saludo amigos, y siga la resistencia, porque al menos no estarán tranquilos, hasta que vayamos descubriendo caminos nuevos de acción y creación, de los que ellos se beneficiarán, también, en un futuro. Algo así como nos ha pasado o está pasando a los hombres, con la lucha de emancipación de las mujeres, que ahora nos empieza a parecer mejor de lo que era antes cuando dominábamos por completo.

Eugenio

I. Primera carta de amor

“Estimado señor:

Endesa Distribución va a proceder próximamente a la sustitución de su contador de electricidad por uno nuevo que dispone de capacidad de Telegestión, en cumplimiento de la normativa vigente (RD 1110/2007 de 24 de agosto y Orden TC/3860/2007 de 28 de diciembre). El nuevo sistema de Telegestión permitirá entre otras funciones la lectura a distancia de su consumo.

A lo largo del próximo trimestre, un operario autorizado por Endesa sustituirá el contador que usted tiene actualmente instalado. Si su contador se encuentra en el cuarto de contadores o es accesible desde el exterior de su vivienda, no será necesario que usted esté presente. En caso contrario, el operario se pondrá en contacto con usted para poder realizar el cambio de contador.

El coste de la sustitución correrá a cargo de Endesa y usted sólo tendrá que abonar una cantidad en concepto de Derechos de Enganche, que según se establece en la legislación actual asciende a 9,04 euros. Por otra parte, el coste mensual de alquiler del contador a aplicar será de 0,81 euros.

Si necesita cualquier aclaración sobre esta sustitución o desea realizar alguna consulta, puede contactar con nosotros dirigiéndose al Teléfono de Atención de Endesa Distribución Eléctrica 902 509 600. Estaremos encantados de atenderle.

Agradeciendo de antemano su colaboración, reciba un cordial saludo”.

II. Respuesta. Segunda carta de amor “Estimados señores de Endesa Distribución:

He recibido su amable carta de fecha indeterminada (porque no la ponen) en la que me comunican una serie de hechos consumados basados, naturalmente, en que ustedes como monopolio hacen siempre lo que les sale de los electrones y a nosotros, como miembros de la honorable manada de borregos forzosamente consumidores, nos queda la única opción gozosa de pagar.

Les dirijo esta carta porque en el texto que me han enviado, como a otros muchos miles de consumidores, supongo, existen algunas cuestiones que me han sumido en un estado de estupor, catatonia y asombro. O dicho de otra forma, que me han fundido ustedes los plomos.

Porque vamos a ver. Me dicen ustedes amablemente que van a proceder a cambiarme “mi” contador de electricidad. Una cuestión bastante curiosa porque resulta que en el desglose de la factura que les pago a ustedes todos los meses les abono una cantidad en concepto de alquiler de contador. Y digo yo, ¿cómo es posible que les haya pagado un alquiler por algo que  era mío? ¿Habrán incurrido ustedes, mi querido monopolio, en un involuntario y pequeño error por el que me han estado cobrando indebidamente una modesta pero significativa cantidad a lo largo de los últimos años?

Sigo adelante con la carta y observo que me cuentan ustedes que el nuevo contador permite la lectura a distancia (es decir, más gente al paro, me temo, maldita tecnología) lo cual, como fácilmente comprenderán, a los usuarios nos la refanfinfla. Dicho de otra manera, que me da igual que lean ustedes el contador a medio metro o desde las quintas chimbambas, a condición de que las lecturas sean las reales.

Añaden que el coste de la sustitución -en cumplimiento de la normativa legal- correrá a cargo de Endesa. Y digo yo que faltaría más que nos cobraran a nosotros por algo que ni hemos pedido ni maldita la falta que nos hace. O sea, que les agradezco la información aunque me resulte irrelevante. Lo que me llena de asombro es que me indiquen que “solo” tendré que abonar “una cantidad en concepto de derechos de enganche que según la legislación actual asciende a 9,04 euros”. Vamos a ver, querido monopolio, ¿cómo nos van a cobrar a los usuarios un reenganche de un desenganche que ni hemos pedido, ni hemos contratado? Porque digo yo que porque a ustedes les salga del flujo de electrones cambiar los contadores, como les podría dar por cambiar esas divertidas torretas eléctricas de colorines con las que generosamente nos han adornado las autopistas para mejorar nuestra imagen turística, ¿a mi que me cuentan? Eso del derecho de enganche, que debe ser un asunto más complejo que el derecho romano, es un devengo que se produce cuando un usuario se da de alta en la red por primera vez o lo vuelve a hacer después de que le hayan cortado la luz por impago. ¿Pero cómo le pueden cobrar enganche a un consumidor que no se ha desenganchado, que está al corriente de sus pagos y que tiene un contrato vigente con ustedes para el suministro en unas condiciones pactadas?

Es que si tenemos en cuenta que tienen ustedes, un suponer,600.000 usuarios en Canariasa casi diez euros por barba, se van a embolsar así como quien no quiere la cosa unos seis millones de euros, que hay meses que no los gana uno, créanme, aunque sea expresidente de Gobierno y además de llevarse 80.000 del ala al año limpios de polvo (aunque no me consta que de paja) cobren por hacer de lobby para algunas de las grandes empresas españolas.

Lo que ya me descalabra completamente es que añadan -supongo que intentando convertir la carta en un relato kafkiano- que el coste mensual del alquiler del contador a aplicar (un lapsus sintáctico porque en todo caso querrán decir ustedes ·el costo mensual a aplicar del alquiler del contador…·) será de 0,81 euros. A veeeeerrr. Si el contador es mío ¿me van a pagar ustedes 0,81 euros mensuales? ¿O será que realmente el contador es de quien es -es decir, de ustedes- y amablemente me comunican que me van a cobrar esa módica cantidad mensual?. Y si es de ustedes, ¿por qué principian hablando de “mi” contador?

Queridos amigos del monopolio. No se líen. El contador es de ustedesLo era antes y lo es ahora. Por eso me cobraban antes el alquiler y me lo van a cobrar ahora. Y lo cambian ustedes por imperativo legalcon lo que esa pretensión de cobrarles diez euros a los usuarios me parece sencillamente que es sacar las patas del tiesto y echarle un poco de morro al asunto. Sobre todo porque lo que realmente se callan en su amable carta -en las cartas, como en la vida,es más importante lo que se calla que lo que se cuenta- es que el nuevo contador tecnológicamente avanzado que nos están cascando por decisión unilateral les va a permitir a sus señorías detectar a aquellos usuarios -viviendas, oficinas, bares, restaurantes y otros- queestán consumiendo ligeramente por encima de la potencia contratada. O dicho de otra manera, que aquellos consumidores que tienen con ustedes un contrato de potencia de 5 kw y resulta que de media están consumiendo un poco por encima -que como bien saben son un porrón- van a tener que pagarles esa energía extra con un sustancioso recargoy, de propina, estarán obligados a realizar un nuevo contrato de mayor potencia. Es decir, que con esos nuevos contadores van a detectar ustedes los pequeños sobreconsumos que ahora se les escapan, van a cobrarlos con banderillas y van a hacer el negocio redondo aumentando el rango de potencia de los contratos. Ustedes lo saben. Yo lo sé. Los usuarios no lo sabían.

Resulta descorazonador que mientras hacen ustedes todo esto, la gente que se supone que representa los intereses de los ciudadanos sigan discutiendo del sexo de los galgos y los podencos. Si esto fuera un libre mercado, allá penas porque estarían ejerciendo con toda legitimidad sus derechos como empresa y los usuarios estarían en condiciones de elegir. Como resulta que tienen ustedes el monopolio real de la distribución no estamos hablando de un mercado libre y las reglas del juego deben ser distintas. Desde luego no deberían pasar porque ustedes hagan lo que les salga del forro de los cajones de los electrones y a los usuarios, forzosos, no les quede otra que tragar.

Les agradezco su amable y distorsionada información en torno a sus planes para apretarnos un poco más los bolsillos, les recomiendo encarecidamente que su grupo de producción compre energías renovables de los nuevos parques eólicos del Cabildo de Tenerife (y de paso quesos, vino, yogures, piensos, vacas… o jugarse incluso unas perritas en los casinos de la casa) y les aseguro que como se les ocurra cobrarme diez euros por un reenganche que no he pedido,pienso acudir a la Organización de Consumidores y Usuarios para que no me hagan ni puñetero caso, perder el tiempo, frustrarme y pensar una vez más que estamos indefensos ante los monopolios, los mercados intervenidos y los ineptos que se suponen que tienen que defendernos.

Reciban un cordial saludo.

III. Y una objeción desesperadaPD. El número de información al que me indican en la carta que debo llamar (el 902 509 600 de Atención al Cliente de Endesa Distribución Eléctrica) es un call center -como dicen los modernos- que está en Madrid (me gustaría que creen puestos de trabajo donde yo pago, no sé si me entienden). Te atiende primero un sistema robotizado y luego una amable persona que solo acierta a repetir el manual de la compañía que viene a ser: “Le entendemos, pero le vamos a cobrar. Esto es lo que hay”. Ah. Y el número es de tarificación especial, de pago, con lo cual además de esperar, preguntar y no tener respuesta, también terminamos pagandoPor cierto, por mucho que me he leído las disposiciones legales que citan en su carta -y otras- sobre el cambio en los equipos de medidas básicos, por ninguna parte he visto otra interpretación que la de que son ustedes los que deben instalarlos y pagar el coste de la instalación.

 

QUE EMPIECE A CIRCULAR AHORA, NO ESPERAR HASTA FEBRERO….(Y apuntar en vuestras agendas en el día del consumidor)

 

Compártelo:
05 PM | 12 Feb

ULRICH SEILD

La trilogía ‘Paraíso’ (formada por las entregas ‘Amor’, ‘Fe’ y ‘Esperanza’) ha consagrado al austriaco Ulrich Seidl como uno de los directores de cine europeos más estimulantes. En una reciente visita a Barcelona, lo entrevistamos sobre su obra y su visión del individuo y el mundo actual
La Europa de Ulrich Seidl
Portada del suplemento Cultura|s del miércoles 12 de febrero de 2014 LVE
“Todas mis películas son políticas”, sentenció el director austriaco Ulrich Seidl, llegado a Barcelona para participar en las IV Jornadas Filosóficas organizadas por Arts Santa Mònica, el CCCB y el Instituto Francés. Y nadie podría negarlo. Tanto sus documentales filmados en los años noventa como las películas realizadas a partir del 2001, en las que introduce la ficción, cuestionan el mundo en que vivimos y nos interpelan a nivel subjetivo y social. 
De un modo más refinado, la trilogía titulada Paraíso (estrenada aquí el pasado verano en sus tres entregas: AmorFeEsperanza) parece confirmarlo de manera definitiva: el cine de Seidl hurga en nuestras contradicciones como individuos y como sociedad, obliga a la reflexión e imprime en nuestra conciencia, como el mismo director desea, una huella “duradera”. Sin embargo, mis reflexiones ante las películas de Seidl adoptan una figura peculiar, un tanto incómoda: confieso que me retuerzo en la butaca del cine, no paro de moverme en el sofá de casa, no acabo de encontrar una posición adecuada para ver sus películas porque, precisamente, no veo su fuerza política allí donde debería verla. A mis ojos, el cine de Seidl bascula irreductiblemente entre dos políticas de la imagen.
Europa contra el amor
La trilogía Paraíso está atravesada por el amor y los tabúes de nuestro viejo continente. La Europa turística, colonial y capitalista explota primero en las aventuras de Teresa, mujer austriaca “entrada en años y en carnes”, que viaja a Kenia en busca de amor y acaba convirtiéndose en el pequeño gran dictador que todos llevamos dentro: turista desengañada, déspota colonialista, explotadora sexual sin escrúpulos. En sus declaraciones, Seidl siempre insiste en su interés por destapar los tabúes que yacen ocultos tras la superficie de nuestra infernal cotidianidad. El infierno está aquí. Y así lo demuestra también en las otras dos películas de la trilogía. 
En Fe, ganadora del premio Especial del Jurado en la Mostra de Venecia del 2012, Seidl ataca el proselitismo cristiano representado radicalmente por Anne Marie, la hermana de Teresa. Cristiana patológica, Anne Marie prefiere amar espiritual y carnalmente a Jesucristo antes que a su marido, musulmán paralítico con el que libra una cruel batalla. Los interiores de su propia casa y de las viviendas que visita en su misión evangelizadora exhiben una estética claustrofóbica y decrépita como nuestra misma sociedad. Claustrofobia y decrepitud que contrastan visualmente con los poéticos exteriores de Esperanza, película que cierra la trilogía con un toque sin duda menos despiadado. No obstante, en Esperanza también se revela la soledad de nuestras sociedades y nuestra búsqueda infructuosa del amor. Melanie, hija de Teresa, es aquí una adolescente en un bizarro centro dietético para jóvenes obesos. Con la soledad de su teléfono móvil, su amor por el médico del centro -unos cuarenta años mayor que ella y encargado de controlarle el peso- se erige como una vía (des)esperanzada para convertirse en una persona integrada, afectiva y físicamente. Con Seidl, podríamos sentenciar: Less weight is more love.
La otra política de las imágenes

La fuerza crítica de Paraíso parece buscar entonces la identificación con el espectador. El infierno de la trilogía es nuestro propio infierno y los tabúes que nos muestra en pantalla, desgarradamente, denuncian nuestros propios tabúes: turismo despreocupado, eurocentrismo inconsciente, capitalismo salvaje, soledad de teléfonos móviles, normatividad de los cuerpos, etcétera. Así lo afirma el mismo Seidl en la entrevista que tuve la oportunidad de realizarle, junto con Felip Martí-Jufresa, durante su estancia en Barcelona: “Mis películas están concebidas para que el espectador se vea en ellas, para que reflejen el mundo. Si el espectador no niega este mundo, se verá reflejado en ellas de una u otra manera. Y por eso son provocadoras”. 
Esta política de las imágenes basada en la identificación depende de una estrategia que pretende vincular, directamente, la percepción despiadada de un tabú y la toma de conciencia crítica del espectador. Ahora bien, ¿verme así retratado me vuelve consciente? ¿Y esta toma de conciencia conlleva un cuestionamiento político? Esta vinculación entre percepción, toma de conciencia y posición política ya no resulta tan directa como lo era tal vez en otros tiempos, cuando el flujo de imágenes era menor, cuando los grandes sistemas ideológicos sustentaban las producciones artísticas comprometidas y ofrecían otra idea de sociedad. A mi modo de ver, la fuerza política de las películas de Seidl -y en concreto de su trilogía Paraíso– no se encuentra tanto en esa estrategia basada en el reflejo despiadado de nuestros tabúes, la identificación y la consecuente toma de conciencia del espectador. Aunque esto es lo primero que salta a la vista, la política de las imágenes de Seidl esconde sus armas en otros niveles.
Las películas de Seidl imprimen una huella duradera en el espectador por su amoralidad. Es ahí, más bien, donde reside su fuerza política. A diferencia de otras películas supuestamente políticas (Ken Loach al frente), el espectador seguirá pensando durante días en la película de Seidl porque esta no anticipa su sentido ni su efecto. Teresa, Anne Marie o Melanie suscitan ora odio, ora comprensión. El Paraíso de Seidl no es moralista ni inmoral, sino amoral. El espectador se ve entonces enfrentado a una configuración despiadada de imágenes, cuerpos y palabras que no determina su sentido anticipadamente. Se abre así en la pantalla un cuestionamiento que no se resuelve ni en la intención del director, ni apelando a una ideología concreta. Nos quedamos solos con nuestro propio juicio.
Un espacio de reflexión que Seidl consigue, asimismo, mediante un perfecto equilibrio entre el género documental y la ficción -una combinación muy utilizada hoy, aunque no siempre tan radicalmente. Esa indisciplina de géneros, alternando drásticamente planos fijos y planos en movimiento, hace explotar la realidad filmada a través de la libertad de la ficción. Un vaivén entre realidad y ficción que también se percibe en la interpretación de actrices y actores no-profesionales sometidos a la improvisación: su cine está hecho por personas -más allá de los límites del guión clásico y de la disciplina interpretativa- y para personas -espectadores llamados a juicio. 
Así se explica, en definitiva, mi incomodidad y quizá también la de muchos otros espectadores del Paraíso: la fuerza política de esas imágenes bascula irreductiblemente entre el reflejo crítico de nuestro mundo y la apertura de un espacio amoral que, entre realidad y ficción, nos deja solos con nuestro propio juicio. Sin una intención previa o una ideología que resuelva su sentido, con toda la complejidad de la existencia.

Leer más: http://www.lavanguardia.com/cine/20140212/54400184236/europa-ulrich-seidl.html#ixzz2t85Wk6mG
Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardiahttp://facebook.com/LaVanguardia

Compártelo:
05 PM | 11 Feb

OBSESIONES NACIONALISTAS

Por fin me decido a aportar mi interpretación crítica de la película que dio a conocer internacionalmente el tan aclamado nuevo cine rumano del que, por otra parte, nos ha llegado tan solo una pequeña proporción de lo que se ha venido haciendo. Es significativo el auge que está experimentando en la actualidad la cultura rumana a todos los niveles: artes dramáticas, ensayo, literatura y, por supuesto, cine. Si la a menudo caprichosa Academia Sueca acaba haciendo justicia a lo que ya es una realidad pronto tendremos el primer Premio Nobel de Literatura en lengua rumana, Mircea Cartarescu, a quien ya se puede leer en castellano gracias al trabajo de magníficas editoriales de segundo línea pero primera calidad. 

Parece que últimamente se oyen rumores cada vez más insistentes de que se van a recortar las ayudas de la UE al cine europeo; de cualquier modo espero que los Puiu, Mungiu, Muntean, Porumboiu o Nemescu, por citar sólo a los más significativos directores de cine rumanos, puedan seguir contando de algún modo con los medios necesarios para seguir brindándonos su excelente contribución al cine social y que éste pueda seguir llevándose a cabo en Rumanía. Todos ellos han mostrado sobradamente su compromiso con la actualidad y el pasado de su país, convirtiéndose en la vanguardia de una élite intelectual destinada a pasar a la historia y a tener una voz decisiva en el futuro de Rumanía.

Tras este alegato en favor de la cultura rumana que se me imponía como algo necesario desde el punto de vista intelectual y sentimental puedo pasar a aportar mi personal visión del film en cuestión. No es una casualidad que fuera la obra de Mungiu la que diera a conocer el nuevo cine rumano, básicamente porque trata un tema de rabiosa actualidad e interés para la mayor parte del público occidental, el aborto. Pero además lo hace desde una perspectiva brillante con unos actores en estado de gracia – a destacar Vlad Ivanov, quien siempre raya a un gran nivel en sus actuaciones (“Historias de la edad de oro” o “Policía, adjetivo”) – y una dirección excelente que, en conjunto, reflejan la gris cotidianeidad de una sociedad sin la opción de decidir cómo disfrutar y encaminar su propia existencia. Precisamente es esto lo que más desapercibido puede pasar al espectador no familiarizado con la historia rumana y el régimen de Ceaucescu y, en mi opinión, es aquí donde el film de Mungiu alcanza el valor histórico que lo convierte en un clásico del cine por derecho propio.

Al igual que en el caso de España Rumanía es un país altamente despoblado, baste la comparación con el vecino septentrional polaco, de similar extensión. Con la mayor parte de la población concentrada en el centro del país, en la zona noreste y en torno a la ciudad costera de Constanza la cuestión demográfica pronto se convirtió en una cuestión de preocupación nacional para las élites políticas que han ocupado el poder a lo largo del siglo XX. Por si fuera poco dichas élites siempre han estado dominadas por la contradicción entre su ambiciosa – y a menudo desnortada – idea de lo que Rumanía debería ser y las posibilidades reales del país. Aquí entraría – entre otras muchas – la cuestión demográfica.
Estas preocupaciones alcanzarían el grado de obsesión llegando a poseer a enteras generaciones de políticos e intelectuales de un creciente complejo que, por extensión, ha acabado azotando a la propia sociedad rumana. Dicha obsesión alcanzaría el paroxismo a lo largo del régimen de Ceaucescu, cuando éste instituyó una legislación especial para la protección de la maternidad y la incentivación de la natalidad ante unas “preocupantes” tasas de natalidad en constante descenso. Precisamente por ello, en el año 1977 fue abolida la Ley del Aborto aprobada en años precedentes, haciéndolo legal sólo tras el cuarto embarazo. Esto empujó a miles de mujeres rumanas a recurrir al aborto clandestino, muchas veces en las condiciones más precarias que podamos imaginar, como ocurre en este caso con la protagonista de la película. Es evidente que una situación como ésta generó todo tipo de irregularidades y desgracias, como la muerte de las afectadas por las penosas condiciones sanitarias y de higiene; el lucro de aquellos que lo practicaban, quienes pedían cifras abusivas para llevarlo a cabo; etc. Todo ello ocurría en una sociedad donde era prácticamente imposible acceder a los anticonceptivos tradicionales como el preservativo y donde, además, la no maternidad estaba penada económicamente con un impuesto especial para aquellas mujeres que llevaran muchos años sin concebir.

El bueno de Ceaucescu no tuvo problemas en afirmar recién subido al poder que “El feto es propiedad de toda la sociedad. Cualquiera que evite tener hijos es un desertor que renuncia a las leyes de la continuidad nacional”. Y el caso es que sus políticas tuvieron éxito, porque la población de Rumanía llegó a alcanzar los 23 millones de habitantes en los últimos años del régimen, pero muchos de los niños nacidos como producto de esta política milenarista estuvieron condenados a unas condiciones económico-sociales de absoluta miseria: mayores dificultades para acceder a un puesto de trabajo, peor alimentación y peor educación, entre otras cosas. Aún hoy en día Rumanía sigue pagando las consecuencias del nefasto legado totalitario dejado por Ceaucescu del cual “4 meses, 3 semanas y 2 días” es un buen ejemplo.

DAVILOCHI

Compártelo: