El ciclo de Humphrey Bogart consiguió una notable audiencia. Fue una demostración de que el cine más clásico sigue suscitando interés. Aquel resultado nos está animando, ahora, a revisitar otro clásico indiscutible: el director y productor Howard Hawsks.
Hawks fue un chaval de espíritu inquieto que a principios del siglo XX, con veintipocos años montaba en moto, amaba los coches de carrera, construyó su propio avión y había heredado de su abuelo varios cientos de miles de dólares, además de una habilidad portentosa para narrar historias. Este muchacho tan vitalista llegó a Hollywood en sus primeros albores. Traía dinero y unos conocimientos teóricos (académicos y escasos) de arquitectura, que, sin embargo, le facilitaros el comienzo. Así empezó a trabajar en los decorados de las películas. Era la época de la indefinición profesional. Cuando cualquiera podía ser decorador, productor, actuar, y al tiempo redactar guiones. Hawks debió hacer de todo eso. Lo cual tampoco era mala cosa para aprender el oficio desde abajo.
El DIRIGIBLE ROBADO es el sexto largometraje de KAREL ZEMAN, rodado en 1966, una obra encantadora y de las más representativas de su obra, en su estilo más puro… Supone la vuelta al universo de Julio Verne, de quien adapta aquí su obra, “Dos años de vacaciones”, de 1888.
Tiene un llamativo arranque, con una crítica severa a las actitudes admonitorias y represoras de los adultos con los niños, su derecho a las travesuras y a divertirse, mientras que ellos parecen ajenos al régimen de obediencia que se les impone… Zeman escenifica esta realidad de la infancia con un dedo índice que se repite en diferentes épocas de la Humanidad, y que parece reprenderles ante su derecho legítimo a la experimentación, a la curiosidad y a la aventura, y que existe en estado puro en esa primera época de la vida. El arranque parece muy elocuente y descriptivo de por dónde va a ir la historia, y en ella Zeman parece formular una protesta cinematográfica a los adultos de una manera sutil e ingeniosa.
“El Barón Prášil” (1961) es el cuarto largometraje de Karel Zeman, una adaptación libre de la obra del escritor y filósofo germano, Göttfried Bürger, “Las aventuras del barón de Münchhausen”. El Barón fue un noble alemán de la Baja Sajonia, nacido en 1720 en Bondewerer, y perteneció a aquella estirpe de aventureros europeos dieciochescos (unos reales como Casanova, y otros inventados, como Don Giovanni, o Cándido –éste, menos valentón-), la mayoría bravucones de espada presta, casaca engolada, y tricornio emplumado. La vida del Barón ocupa casi todo el siglo XVIII, y puede decirse que fue auto ficcionalizada por él, porque debía inventarse casi todo lo que narraba… De joven sirvió de paje a un poderoso duque germano, luego se alistó en el ejército ruso y participó con éxito en dos contiendas con los turcos. No consta que perdiera ningún miembro, ni órgano vital, a diferencia de otros ilustres, no sabemos si porque su papel era muchas veces tocar la corneta… Llegó a ser capitán de caballería en 1750.
Karel Zeman ha llegado a ser considerado, junto con su compatriota Jirí Trnka, uno de los grandes de la animación en el cine checo y europeo del siglo XX, con un universo estético propio, cargado de belleza y originalidad.
Nacido en Ostroměř, el 3 de noviembre de 1910 (ciudad entonces del Imperio Austrohúngaro), muy joven fue a estudiar en Francia, y trabajó en Marsella en un estudio de publicidad. Su primera experiencia con el cine de animación fue un anuncio de sopa (…Bergman hizo publicidad de jabones…). Su formación es la de dibujante, y publicitario, gremio profesional que le proveyó de una base muy sólida para pleno desarrollo de su creatividad y universos personales.
Terminando ya con el breve repaso que le hemos dado desde esta página a la filmografía del realizador checo Karel Zeman, hoy nos toca detenernos en otra de esas pequeñas joyas que nos dejó como legado. Pequeña, o no tanto porque no es nada descabellado considerar este ElBarón Fantástico (Baron Prášil, 1961) como la mejor y más redonda obra de Zeman, ya que es donde aúna más que nunca un elaborado guion, lleno de situaciones sorprendentes, junto a una imaginación desbordante, más descontrolada que nunca y ejecutada con un virtuosismo sorprendente. Un primer vistazo a El Barón Fantástico nos hará entender con rapidez por qué sirvió como fuente de inspiración para los grandísimos Monty Python’s, y especialmente a Terry Gilliam ¿Sería posible no ver el paralelismo entre las animaciones de El Barón Fantástico y las voluntariamente grotescas composiciones animadas de Los Caballeros de la Mesa Cuadrada y sus Locos Seguidores (Monty Python and the Holy Grail, 1975)? Mostrándose ambas cautivadoramente antinaturales en sus movimientos y en su percepción surrealista de la vida.