12 PM | 19 Feb

! AL FIN, UN ESTADO MAFIOSO¡

Nos parece de interés, por lo polémico, este artículo de Gregorio Moran publicado en la Vanguardia el dia 12 de enero, mucho antes de la declaración de independencia de Kosovo.

La experiencia de la humanidad en la creación de estados es riquísima y va desde la tragedia a la comedia. Ahí está Andorra. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin Andorra? No sé muy bien si el estatuto andorrano es el de nación, Estado, principado o sociedad anónima, pero a ciertos efectos Andorra funciona como un Estado, o por mejor decir, tiene casi todo lo que uno exigiría a un Estado. Para mí es ideal, porque nunca he oído el himno de Andorra y desconozco de qué color patriótico es su bandera, que de seguro los tendrán y serán muy bonitos. También me gusta Gibraltar, y lo digo sinceramente, me parecería mal que dejara de existir, con su estatuto especialísimo, y sus monitos, y sus comerciantes británicos con acento andaluz. ¿Qué hubiera sido de tantos liberales españoles de no tener cerca Gibraltar para salvar su vida y su hacienda? Tienen gracia los patriotas que sacaban pecho por un Gibraltar español y entregaban enterito el país a quien quisiera alquilarlo. Hay más territorio fuera del control del Estado español en Marbella que en Gibraltar.

En Luxemburgo no he estado nunca, o para ser más exacto, quise una vez detenerme y cuando me di cuenta ya había cruzado el país y debía volver atrás. Me gustaría tomar un café en Liechtenstein, pero hasta ahora no he podido. Carezco de curiosidad por Mónaco, porque nunca se me ha perdido nada en un casino. Fuera de Europa hay incluso estados sin la más mínima concepción de algo parecido a una nación o a varias. Países incluso con mucho pasado y ningún futuro. Pero lo que desconocíamos hasta ahora era la constitución de una sociedad mafiosa en Estado. Hubo un intento fallido en Sicilia, durante el periodo que va del desembarco aliado en 1943 hasta el asesinato del bandido Salvatore Giuliano en 1950. Los diversos poderes de la mafia trataron de constituirse en Estado independiente, primero, y luego en estado asociado de los Estados Unidos de América, propuesta del propio Giuliano antes de que sus compinches le liquidaran.

La primera aportación del siglo XXI al derecho internacional – que sospecho debe ser la rama que se ocupa de estas cosas- es la constitución de una sociedad, que sólo existe bajo la forma de comunidad mafiosa, en Estado. Ya sé que la clase política y los ministros de Asuntos Exteriores se lo explicarán de otra manera porque esas cosas tan obvias no se dicen. Del tamaño de Asturias, Kosovo es una sociedad que tiene dos fuentes de ingresos. Una, muy limitada, procede de los miles de trabajadores albanokosovares que se rompen los cuernos trabajando honrada e intensamente por América y Europa – sólo en Suiza hay doscientos mil- y que mandan buena parte de sus ahorros a los familiares que se quedaron. Lo demás es mafia en su triple campo de actuación: droga, prostitución y armas. Sin descuidar los diversos mercados subsidiarios de los tráficos de vehículos, falsificaciones, gasolinas… Kosovo no produce nada. Repito, nada de nada. Y usa como moneda el euro, con una particularidad, son euros enteros,sin posibilidad de fracciones. No existe moneda fraccionaria de euro.

Kosovo no es sólo un producto de la última guerra balcánica y de la deriva del naufragio de Milosevic. Pocas veces en la historia un megalómano asesino sirvió a tal cantidad de intereses, inconsciente de su doble papel, de criminal y de destructor social. (La historia está llena de criminales que construyeron estados, y no voy a citar nombres para no herir sensibilidades.) La destrucción de Yugoslavia no fue obra de Milosevic, sino de las potencias interesadas en que Croacia fuera estado. Milosevic consiguió hacer de Serbia un país odiado, cosa que tenía escasos precedentes. Luego quedó todo ese puzzle que ahora no se sabe muy bien cómo encajar. La República de Macedonia, una invención tan frágil como las probetas de los laboratorios. Bosnia-Herzegovina, en trance de replantearse qué hacer con sus límites y dónde meter la verruga serbia de Srpska. Montenegro, aislada, como estuvo siempre; acabarán declarándola parque natural europeo y sus habitantes se disfrazarán de guardabosques con cargo a la Unión Europea. Eslovenia es otro mundo y siempre lo fue; seiscientos años vieneses le dejaron un aire triestino, bello y calmo.

Es curioso, todos los sionistas de regadío que pululan por estas tierras consideran que el derecho a decidir de los kosovares va a misa, nunca mejor dicho, pero el de los palestinos, que llevan más de medio siglo intentándolo, no es posible por razones históricas, tan legendarias como la Biblia. Kosovo forma parte de la historia serbia con una evidencia tal que no tiene parangón con nuestras identidades exageradas, cuando no inventadas, por los historiadores del siglo XIX. No es sólo la batalla del Campo de los Mirlos, que ya reseñé hace un par de años durante mi visita a Kosovo, son las iglesias ortodoxas más representativas y antiguas, muchas de las cuales han sido arrasadas por los militantes albaneses del UCK, el ejército montaraz de base mafiosa sobre el que se construyó el partido vencedor de las ultimas elecciones. Y su primer ministro, Hashim Thaci, más conocido por sus hombres como la Serpiente,cuyo único bagaje político consiste en hablar inglés fluidamente y servir como intermediario pagado de las fuerzas de Estados Unidos.

¿Qué hacemos cuando un territorio cambia de habitantes? ¿Construimos estados según el sueño neocon,a partir de las creencias? Kosovo tenía hasta los años veinte un 60% de mayoría serbia. La Gran Albania que promovió Mussolini invirtió los términos y la expulsión de serbios los convirtió en minoría que fue aumentando durante el régimen de Tito, porque se trataba de una región pobre y abandonada del poder central en Belgrado. Basta para comprobarlo con pasear por las dos grandes avenidas que conforman Pristina, la una se llama Madre Teresa – Teresa de Calcuta nació aquí- y la otra, Presidente Clinton; los bombardeos norteamericanos consiguieron la retirada del ejército serbio. Las manifestaciones independentistas en Kosovo exhiben la enseña de Estados Unidos. Ahora están en el trance de ir pensando en una bandera propia, un himno, una historia para adoctrinar a los niños, incluso el idioma, un albanés muy diferente al que normalizó el siniestro Enver Hoxha en 1972 y que respondía a la variante dialectal de su lugar de nacimiento, en el sur de Albania.

No es fácil encontrarle un encaje a Kosovo porque ni siquiera la peculiar independencia de este enclave mafioso supondrá cambio alguno fuera del corte umbilical con Serbia. Habrán de seguir los 17.000 soldados de la OTAN y toda la inmensa tropa de empleados y funcionarios de organizaciones que tratan de ordenar lo inordenable, conviviendo cotidianamente con las mafias locales sin las que no podría ni hacerse servir el móvil. Hasta el jefe de Gobierno albanokosovar Hashim Thaci, la Serpiente,sostiene que deberían quedarse como mínimo hasta el 2015, pues nadie mejor que él sabe que las votaciones que abocaron a su victoria y a la independencia tuvieron una participación que no alcanzó el 40% en un país donde los censos y los registros de vida y defunción han sido quemados.

Ni es el derecho a decidir, ni la autodeterminación, ni la identidad albanesa, ni demás zarandajas que nos inventemos. La creación del estado de Kosovo es una decisión de Estados Unidos de América, que desde 1992 se propuso convertir Albania en su cabeza de puente hacia el sudeste de Europa. La base más importante del ejército norteamericano en la región está situada al sur de Tirana. Todo parece preparado para que la declaración unilateral de independencia tenga lugar tras las inminentes elecciones en Serbia, para evitar que la auténtica razón de la medida – cerrar todas las vías a Serbia, aliado histórico de Rusia- genere una reacción en los comicios serbios que vuelva a hacer aparecer el espantajo de la guerra.

De un tiempo a esta parte, la diplomacia no es la forma de resolver conflictos entre estados, sino el modo de crearlos para darle una oportunidad a la guerra.
Compártelo:
12 PM | 19 Feb

La desproporción

EL PAÍS, publicó el pasado 16/2/2008 esta interesante Tribuna. En la línea de meditar sobre la baja calidad de la democracia en los países occidentales, no estaría de más empezar por lo más básico, la autentica proporcionalidad de nuestra representación y la igualdad de nuestros votos. Otras consideraciones “mas finas”, pueden venir después. Aunque ahora, quizá, no sea el momento más oportuno para salir con estas reivindicaciones, mi opinión es que este debate no puede dejarse de lado en próximas Legislaturas.

TRIBUNA: JORGE URDÁNOZ GANUZA

El maquiavélico sistema electoral español

Nuestro sistema es desproporcional, impone el bipartidismo, fomenta la polarización y hace casi imposible que surja un tercer partido moderador. Los nacionalistas quedan como única alternativa para pactar

JORGE URDÁNOZ GANUZA 16/02/2008

El sistema electoral español es infinitamente más original de lo que parece a primera vista, y es bastante maquiavélico”. Quien así habla no es ni un desinformado ni un antisistema resentido, es Óscar Alzaga, uno de los padres del propio sistema. Los dos adjetivos que utiliza describen a la perfección la criatura que él y otros miembros de la UCD alumbraron durante la Transición y que todavía perdura.

Su originalidad es tal que los especialistas no acaban de catalogarlo. Aunque la Constitución habla de “representación proporcional”, lo cierto es que las desproporciones en los resultados son de las mayores de la escena internacional. No sólo no se garantiza una proporción más o menos ajustada entre votos y escaños, es que ni siquiera se salvaguarda el mero orden en el que los votantes colocan a los partidos: una formación con menos votos que otra puede conseguir más escaños. Por eso muchos estudiosos del sistema no lo consideran proporcional sino mayoritario atenuado.

Pero un sistema mayoritario se caracteriza por sobrerrepresentar al partido ganador facilitando así que forme gobierno. Y nuestro sistema no siempre beneficia al primer partido: en 2004 las elecciones las ganó el PSOE, pero el más beneficiado fue el PP. Mientras los votantes socialistas recibieron un 3.3% de escaños por encima de lo que hubiera sido proporcional, los populares se vieron agraciados con un 3.7%. De hecho, con el actual empate técnico puede suceder que el PP quede segundo en votos pero primero en escaños, perdiendo y ganando a la vez las elecciones (¡!). Las más elementales leyes de la semántica impiden denominar “mayoritario” a un sistema que posibilita semejante resultado.

Entonces, ¿qué es? Bien, ya se ha dicho: es original. De hecho, lo es tanto que puede afirmarse que su esencia consiste en su inexistencia. El “sistema electoral español” es una construcción meramente verbal que carece de una realidad empírica a la que aplicarse con sentido. Lo que hay son 52 sistemas electorales (50 por provincia más Ceuta y Melilla). Los sistemas en los que se eligen muchos escaños son proporcionales. Los sistemas en los que se eligen 3, 4 o 5 escaños no. La ciencia política suele estimar que estos últimos tienen efectos “mayoritarios”, algo que a mi juicio no merece el noble principio de mayoría. Por eso, si me permiten la licencia, yo les voy a denominar “distorsionantes”. Porque lo que hacen esos sistemas es distorsionar, y por partida doble y superpuesta.

Pensemos en Teruel, con 3 escaños. Un sistema así distorsiona en primer lugar el propio voto de muchos ciudadanos. Un voto útil no es otra cosa que una emisión de preferencias distorsionada: “Yo prefiero A, pero he de votar por B”. Y distorsiona, en segundo lugar, los resultados. Porque el reparto de escaños va a ser prácticamente siempre de 2 a 1 -aunque el partido vencedor lo sea sólo por un voto- y porque todos los votos a terceros partidos se quedan sin representación.

Conviene entonces no claudicar ante la magia de las palabras: no hay “un sistema electoral español”, y es preferible hablar, como empiezan a hacer los especialistas, de “los sistemas electorales para el Congreso”. La imagen mental adecuada no es la de una entidad más o menos unívoca, sino más bien la de una escala. Una escala en la que se sitúan 52 posibilidades y cuyos límites son por un lado la distorsión y por otro la proporcionalidad.

Soria, con 2 diputados, es un extremo de esa escala; Madrid, con 35, es el otro. Y cada provincia se sitúa de acuerdo a su número de escaños. El 62% de los españoles votan en circunscripciones de 10 escaños o menos, por lo que saben que si su primera preferencia no supera aproximadamente el 10% de los votos, su voto será electoralmente inútil. En ellas se impone a fuego el bipartidismo, ya que sólo el PP y el PSOE pueden en la práctica verse representados (o, en su caso, los nacionalistas). En las cinco provincias en las que habita el 38% de españoles restante serían a priori posibles nuevos partidos e iniciativas, pues la proporcionalidad es elevada. Pero recordemos a Alzaga: no sólo original, también maquiavélico.

Como en un taller de alquimia, la escala que acabamos de describir se encuentra salpicada con unas cuantas gotas de sufragio desigual. Las provincias más pequeñas eligen más escaños de los debidos, disfrutando así de un poder de voto mayor. En las últimas generales el precio del escaño basculó desde las 20.000 papeletas de Soria hasta las 100.000 de Madrid. Tenemos así dos escalas que corren paralelas pero en sentido contrario. La primera nos divide en 52 grupos de acuerdo a nuestra mayor o menor proporcionalidad (sistemas electorales diferentes). La segunda nos divide en otros tantos grupos de acuerdo a nuestro mayor o menor poder de voto (sufragio desigual).

Maquiavelo habría tomado apuntes: los electores cuyos votos son fuertes se hallan en los sistemas “distorsionantes” y por tanto presionados para votar útil o, lo que es lo mismo, a los dos grandes; los votantes eximidos de esa losa psicológica son libres, pero sus votos son débiles. En cifras: en Teruel bastan 25.000 votos para alcanzar un escaño, pero es que eso es un 33% de los votantes turolenses y por tanto sólo el PP y el PSOE pueden permitirse tales escaños de saldo. En Madrid un 3% de los votos suponen 3 escaños, pero es que eso equivale nada menos que a 300.000 votantes.

Aunque centrarse sólo en ellos es ya a mi juicio parte del problema, los efectos del entramado son obvios. Por un lado se impone el bipartidismo y se fomenta la polarización, siendo casi imposible que surja un partido de centro que pueda ejercer un factor moderador. Por otro, la única alternativa para pactar la ofrecen los nacionalistas.

¿Qué hacer? La decisión sobre el sistema electoral configura una situación en buena medida excepcional desde el punto de vista de la filosofía política. Nadie defiende, por ejemplo, que sean las empresas las que redacten las leyes anti-monopolio: esa labor ha de corresponder a instituciones que, situadas por encima de ellas, vayan más allá de sus intereses. Pero el sistema electoral lo deciden los partidos y, ¿qué hay por encima de ellos? “La ley y el Estado de Derecho”, se dirá, pero es que la ley y por tanto el derecho son, empezando por la propia Constitución, creaciones suyas.

Si hay otro cuerpo en el Estado que comparte esa situación soberana de los partidos es el militar. El ejército no tiene por encima nada que pueda controlarlo, lo que explica el destacado papel que el honor y la obediencia han desempañado siempre en su código moral: son nuestra única garantía. De ahí que, de la misma manera que la democracia sólo germinó cuando las cúpulas militares interiorizaron de verdad su acatamiento al poder civil, compartieran o no sus designios, la regeneración de la democracia sólo será posible cuando las cúpulas partidistas asuman ciertos principios, convengan o no a sus intereses.

Por eso, a pesar de que de ellos no se escuche ya últimamente ni el más leve susurro, resulta fundamental volver a hablar de principios. Cuando uno lee a los viejos defensores del ideal de la proporcionalidad descubre los valores que la nutren: a los electores les garantiza libertad; a los resultados, justicia. Y cuando uno vuelve a los clásicos de la democracia, recuerda que hay un valor que bajo ningún concepto puede claudicarse: la igualdad del voto. Son las élites de los grandes partidos las que han impedido que esos tres valores sean hoy y ahora una realidad entre nosotros. Llevar los principios al centro del debate y recordar lo que significa “inalienable” es el primer paso para evitar que puedan seguir haciéndolo.

Compártelo:
12 PM | 18 Feb

Ángel González

 

Cuando un poeta se muere sus versos se llena de luces extrañas, se iluminan igual que el fuego de San Telmo ilumina los barcos en la “calma chicha” del inmenso océano.

Y en esa ya permanente soledad, y en esa ya irreversible distancia, se escucha el lento chapoteo de una barca cuyos remos mueve la parca con gesto de ganancia. Pero el poeta vive en sus poemas después de muerto (lo que nos queda) y vive para siempre en la definitiva rúbrica de sus sueños.

Todos sus poemas son el poeta (tal vez todos los poetas sean un único poema), pero hay algunos poemas en los que su presencia es más desnuda, más descarnada; se hace más visible su tiempo, su memoria, su compromiso, su ironía y su desasosiego.

De entre toda la importante obra poética de Ángel González, he escogido un itinerario corto por cinco poemas que, a mi parecer, nos aproximan a su perfil de poeta-hombre o viceversa.
                                                 ANTONIO HERRANZ

 

De ÁSPERO MUNDO

 

Para que yo me llame Ángel González,

para que mi ser pese sobre el suelo,

fue necesario un ancho espacio

y un largo tiempo:

hombres de todo mar y toda tierra,

fértiles vientres de mujer, y cuerpos

y más cuerpos, fundiéndose incesantes

en otro cuerpo nuevo.

Solsticios y equinoccios alumbraron

con su cambiante luz, su vario cielo,

el viaje milenario de mi carne

trepando por los siglos y los huesos.

De su pasaje lento y doloroso

de su huida hasta el fin, sobreviviendo

naufragios, aferrándose

al último suspiro de los muertos,

yo no soy más que el resultado, el fruto,

lo que queda, podrido, entre los restos;

esto que veis aquí,

tan sólo esto:

un escombro tenaz, que se resiste

a su ruina que lucha contra el viento,

que avanza por caminos que no llevan

a ningún sitio. El éxito

de todos los fracasos. La enloquecida

fuerza del desaliento…

 

(Identidad consciente. Herencia y estirpe con nombre y apellidos. Memoria oculta de la que el hombre aprende. Viaje imaginario hasta reconocerse. Se percibe lo sublime en el justo momento de la aceptación. Hijo del limo.)

 

De SIN EPERANZA / CON CONVENCIEMIENTO

 

YO MISMO

 

Yo mismo

me encontré frente a mí en una encrucijada.

Vi en mi rostro

una obstinada expresión, y dureza

en los ojos, como

un hombre decidido a cualquier cosa.

 

El camino era estrecho, y me dije:

“Apártate, déjame

paso,

pues tengo que llegar hasta tal sitio”.

 

Pero yo no era fuerte y mi enemigo

me cayó encima con todo el peso de mi carne,

y quedé derrotado en la cuneta.

 

Sucedió de tal modo, y nunca pude

llegar a aquel lugar, y desde entonces

mi cuerpo marcha solo, equivocándose,

torciendo los designios que yo trazo.

 

(Lucha interior, herida siempre abierta. El enemigo siempre somos nosotros mismos. No llegar llegando para sobrevivir. La encrucijada de toda disyuntiva se hace transparente humanidad. El error no lleva necesariamente a la derrota.)

3. De TRATADO DE URBANISMO

 

CIUDAD CERO

 

Una revolución.

Luego una guerra.

En aquellos dos años -que eran

la quinta parte de toda mi vida-,

yo había experimentado sensaciones distintas.

Imaginé más tarde

lo que es la lucha en calidad de hombre.

Pero como tal niño,

la guerra, par mí, era tan sólo:

suspensión de las clases escolares,

Isabelita en bragas en el sótano,

cementerios de coches, pisos

abandonados, hambre indefinible,

sangre descubierta

en la tierra o las losas de la calle,

un terror que duraba

lo que el frágil rumor de los cristales

después de la explosión,

y el casi incomprensible

dolor de los adultos,

sus lágrimas, su miedo,

su ira sofocada,

que, por algún resquicio,

entraban en mi alma

para desvanecerse luego, pronto,

ante uno de los muchos

prodigios cotidianos: el hallazgo

de una bala aún caliente

el incendio

de un edificio próximo,

los restos de un saqueo

-papeles y retratos

en medio de la calle…

Todo pasó,

todo es borroso ahora, todo

menos eso que apenas percibía

en aquel tiempo

y que, años más tarde,

resurgió en mi interior, ya para siempre:

este miedo difuso,

esta ira repentina,

estas imprevisibles

y verdaderas ganas de llorar.

 

(El punto de partida. Estigma de la experiencia en la ciudad cero de la muerte. Tragedia extraordinaria de la vida. Los ojos recogen los prodigios, los ojos se anegan en el llanto. El poeta y su memoria en una dolorosa unidad indestructible.)

 

4. De BREVES ACOTACIONES / PARA UNA BIOGRAFÍA

 

MERIENDO ALGUNAS TARDES

 

Meriendo algunas tardes:

no todas tienen pulpa comestible.

 

Si estoy junto al mar

muerdo primero los acantilados,

luego las nubes cárdenas y el cielo

-escupo las gaviotas-,

y para postre dejo a las bañistas

jugando a la pelota y despeinadas.

 

Si estoy en la ciudad

meriendo tarde a secas:

mastico lentamente los minutos

-tras haberles quitado las espinas-

y cuando se me acaban

me voy rumiando sombras,

rememorando el tiempo devorado

con un acre sabor a nada en la garganta.

 

(Calma y desasosiego. A la luz ambigua de la tarde, en la hora violeta, cuando se siente hambre de ser y el alimento es un simple ejercicio de autoestima. Sarcástico mantel donde se sirve como un plato frío la existencia.)

 

 

 

 

 

 

5. De POESÍAS SIN SENTIDO

 

DATO BIOGRÁFICO

 

Cuando estoy en Madrid

las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las

noches.

La luz no las anima a salir de sus escondrijos,

y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por

mi dormitorio.

lugar hacia el que

-por oscuras razones-

se sienten irresistiblemente atraídas.

Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente

de la república.

y yo me pregunto :

¿en qué país se creen que viven?,

estas cucarachas no leen los periódicos.

 

Lo que a ellas les gusta es que yo me emborrache

y baile tangos hasta la madrugada,

para así practicar sin riesgo alguno

su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas

por las anchas baldosas de mi alcoba.

 

A veces las complazco,

no porque tenga en cuenta sus deseos,

sino porque me siento irresistiblemente atraído,

por oscuras razones,

hacia ciertos lugares muy mal iluminados

en los que me demoro sin plan preconcebido

hasta que el sol naciente anuncia un nuevo día.

 

Ya de regreso a casa,

cuando me cruzo con sus pequeños cuerpos que se evaden

con torpeza y con miedo

hacia las grietas sombrías donde moran,

les deseo buenas noches a destiempo

-pero de corazón, sinceramente-,

reconociendo en mí su incertidumbre,

su inoportunidad,

su fotofobia,

y otras muchas tendencias y actitudes

que -lamento decirlo-

hablan poco a favor de esos ortópteros.

 

(Quiere ser lo que dice. Quiere nombrar para resucitarse. En la similitud un resto de esperanza, en la confesión un resto de conciencia maltratada. Desde lo oscuro y en lo oscuro la ironía se enciende y nos redime. Metamorfosis.)

(Antonio Herranz)

Febrero 2008

 

(Nota: Estos poemas de Ángel González están en su antología “Palabra sobre Palabra”, publicada en la Editorial Seix Barral.)

Compártelo:
12 PM | 11 Feb

DREYER CINEASTA DEL ESPIRITU

COMENTARIO SOBRE DIES IRAE

Esta película del danés es, como otras que he visto de él, una crítica a la intolerancia, en este caso la intolerancia religiosa, así como Gertrud era una crítica a la intolerancia en el amor. Se trata de un proceso inquisitorial por brujería en el que se asoma la venganza y la maldición, ya que Herlofs Marte implora por su vida al inquisidor que, sin embargo, tiene mucho que ocultar sobre la brujería y su familia.

Se dice algo de Dreyer que es rigurosamente cierto: es el único cineasta que ha sido capaz de reflejar el mismo espíritu. Esta es la segunda vez que veo este filme y de nuevo me sobrecoge desde la primera imágen la figura de la anciana bruja, tan vieja y tan frágil, con un rostro absolutamente bondadoso, que me recuerda tanto al de mi madre, y que durante las siguientes escenas suplica una y otra vez por su vida, hasta el mismo final. No es un personaje bueno expuesto a la maldad y a la intolerancia, es mucho más: es la misma bondad y la misma fragilidad, una idea, un concepto que transpasa la corporalidad y hasta la muerte, que es atemporal dentro de la misma historia, tras los varios visionados de la película o para los distintos espectadores. Es un sobrecogimiento similar al de haber visto un espíritu, pero uno que no nos inspirase miedo sino una compasión y una pena muy profundas.

Siento la necesidad de seguir hablando sobre ese espíritu, ese personaje no tan plasmado como plasmático, lo cual podría decirse sin duda también del personaje femenino de Gertrud. Herlofs Marte choca frontalmente con la inhumanidad de sus inquisidores pero no estalla de rabia o desesperación, sino que la afronta centrándose en su objetivo de evitar el fuego. No cree en sus monsergas, no las acepta. La vieja es dura, como dice uno de ellos.

Y qué palabras podría esgrimir para alabar la escena de la tortura: ni la escena en que le abren los intestinos a William Wallace en Braveheart sobrecoge tanto. Ambas escenas se basan en la elipsis visual. Aquí vemos la impasibilidad de los rostros de los inquisidores mientras escuchamos verdaderos gritos de dolor en la sala, como si estuvieran tramitando burdos papeleos judiciales. Y sabemos que es una anciana tan frágil. Y la vemos llorando. Por cierto que esos gritos son tan reales en la versión doblada al castellano, que tiene que haber algo internacional e indescriptible en esta escena de dolor físico.

Además la vieja Herlofs Marte no para de repetir lo mucho que teme a la muerte y a la hoguera. Es un genuíno miedo animal, uno que se siente como propio cuando lo dice una vieja implorante de ayuda y temblorosa de un frío que debe de ser mayor que el que pudiera sentir en esas estancias húmedas campesinas en las que la historia la hace tiritar.

Y todo esto no es más que una parte de la historia porque luego está la segunda parte en la que un amor prohibido irrumpe junto a la desgarradora muerte. Y tenemos aquí símbolos visuales plasmados con un acierto como nunca en el cine: nunca los campos de trigo, las hierbas altas de los prados por donde pasean los amantes o los altos y frondosos árboles que se convierten en sus testigos han sido para mí tan próximos a mis experiencias. Nunca el cine ha sacado tanto provecho a unos símbolos, siendo capaz de transpasar el campo de la comprensión para envolver los terrenos del espíritu. Sin duda Dreyes es el cineasta del espíritu.

 

Compártelo:
12 PM | 04 Feb

VIDA Y MUERTE SEGUN JAPON

CRITICA DE LA PELICULA JAPON DE CARLOS REYGADAS EN FOTOGRAMA.COM, DE LUCIANO MONTEAGUDO. Vida y muerte según “Japón”
Hay algo perturbador, inquietante ya en el primer comienzo de Japón, la ópera prima del mexicano Carlos Reygadas (31 años), que se llevó la Cámara de Oro en Cannes 2002 y todo un rosario de premios en el circuito de festivales internacionales, incluyendo el de mejor actor para su protagonista, Alejandro Ferretis (que no es actor profesional), en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. La ciudad de México y la civilización toda van quedando atrás, pero la cámara, en planos fijos, mira siempre obsesivamente hacia delante, como si hubiera sido impelida a un viaje a otro mundo, sin retorno posible. De pronto, la película y el espectador se encuentran en plena montaña, junto a un hombre que parece su propia sombra, tan delgado y tan oscuro en sus intenciones. “¿Qué va a hacer por allí, si no hay nada?”, le preguntan cuando lo ven dirigirse –renqueando, como si arrastrara todo el peso de su existencia– a un pueblo recóndito, que quizá ni figure en los mapas. Y el hombre responde, grave, decidido, pero sin énfasis: “Voy a matarme”.
Autogestionada con escasos medios, al margen de los aparatos estatales y privados de producción, con un elenco hecho apenas de un viejo amigo (Ferretis) y los pobladores de una región olvidada, Japón es desde su título mismo –que parece evocar el suicidio ritual de un ronin, un guerrero errante y solitario en una tierra lejana– un film extraño, fuera de norma, tan lejos de la espectacularidad de Amores perros y del paisajismo for export de Y tu mamá también como de los sórdidos melodramas claustrofóbicos de Arturo Ripstein, por citar apenas los ejemplos más difundidos del cine mexicano, con los que no comparte nada.
En este sentido, el film de Reygadas parece estar reinventándose constantemente a sí mismo, tan sólo con Andrei Tarkovski como guía e inspiración. Hay una suerte de intención mística en Japón, que es quizá lo menos interesante de la película, pero al mismo tiempo esa vaga pretensión espiritual, acentuada por la música de Bach, Shostakovich y Arvo Pärt, se hace cargo también de lo más bajo, de lo más primitivo y allí radica la tremenda fuerza de una obra que parece concebida como un choque de opuestos.
Se diría que en esa colisión constante entre vida y muerte, civilización y barbarie, niños y viejos, hombres y animales y hasta entre el sol y la bruma se produce la verdadera tensión dramática del film. Esas fuerzas antagónicas también tienen su correlato en las formas geométricas que despliega Reygadas, con la colaboración inestimable del director de fotografía argentino Diego Martínez Vignatti. Utilizando un soporte y un formato de combinación absolutamente inusuales, el 16mm CinemaScope, todo en Japón tiene una magnificencia horizontal, una esplendor rectangular que se enfrenta con el vértigo –de naturaleza vertical– que producen no sólo los abismos de esas montañas sino también la decisión abisal del protagonista.
¿Hay lo que habitualmente se llama “una historia” en Japón? Apenas esquicios, apuntes, fragmentos, en todo caso. Entre ellos, la relación del protagonista con Ascensión, una vieja que parece tener la edad del Tiempo y que con su sola presencia, como si fuera un monolito, consigue introducir la duda en ese hombre acerca de su decisión final (la escena de sexo entre ambos es una de las más insólitas del cine reciente).
Ascensión, a su vez, siente amenazada su vivienda por un sobrino codicioso y por los habitantes del pueblo, que parecen los herederos de ese pozo sin fondo que Luis Buñuel encontró en la aldea de Las Hurdes, en Tierra sin pan (1932). Pero Reygadas no es –siguiendo la dicotomía establecida por Eric Rohmer y Pier Paolo Pasolini– un cineasta de prosa, sino de poesía. Lo que en otros films sería un acontecimiento central, en Japón es apenas una anécdota. Lo suyo es el lirismo, la sensualidad de los elementos, la necesidad de aprehender el mundo, con esas tomas panorámicas de 360 grados, que dan cuenta de la belleza pero también del caos, como en el impresionante final, un único, prolongado, demencial plano-secuencia que parece prefigurar el Apocalipsis.
Fotograma.com
Luciano Monteagudo

Compártelo: