3. De TRATADO DE URBANISMO
CIUDAD CERO
Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años -que eran
la quinta parte de toda mi vida-,
yo había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, par mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
-papeles y retratos
en medio de la calle…
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.
(El punto de partida. Estigma de la experiencia en la ciudad cero de la muerte. Tragedia extraordinaria de la vida. Los ojos recogen los prodigios, los ojos se anegan en el llanto. El poeta y su memoria en una dolorosa unidad indestructible.)
4. De BREVES ACOTACIONES / PARA UNA BIOGRAFÍA
MERIENDO ALGUNAS TARDES
Meriendo algunas tardes:
no todas tienen pulpa comestible.
Si estoy junto al mar
muerdo primero los acantilados,
luego las nubes cárdenas y el cielo
-escupo las gaviotas-,
y para postre dejo a las bañistas
jugando a la pelota y despeinadas.
Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
-tras haberles quitado las espinas-
y cuando se me acaban
me voy rumiando sombras,
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.
(Calma y desasosiego. A la luz ambigua de la tarde, en la hora violeta, cuando se siente hambre de ser y el alimento es un simple ejercicio de autoestima. Sarcástico mantel donde se sirve como un plato frío la existencia.)
5. De POESÍAS SIN SENTIDO
DATO BIOGRÁFICO
Cuando estoy en Madrid
las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las
noches.
La luz no las anima a salir de sus escondrijos,
y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por
mi dormitorio.
lugar hacia el que
-por oscuras razones-
se sienten irresistiblemente atraídas.
Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente
de la república.
y yo me pregunto :
¿en qué país se creen que viven?,
estas cucarachas no leen los periódicos.
Lo que a ellas les gusta es que yo me emborrache
y baile tangos hasta la madrugada,
para así practicar sin riesgo alguno
su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas
por las anchas baldosas de mi alcoba.
A veces las complazco,
no porque tenga en cuenta sus deseos,
sino porque me siento irresistiblemente atraído,
por oscuras razones,
hacia ciertos lugares muy mal iluminados
en los que me demoro sin plan preconcebido
hasta que el sol naciente anuncia un nuevo día.
Ya de regreso a casa,
cuando me cruzo con sus pequeños cuerpos que se evaden
con torpeza y con miedo
hacia las grietas sombrías donde moran,
les deseo buenas noches a destiempo
-pero de corazón, sinceramente-,
reconociendo en mí su incertidumbre,
su inoportunidad,
su fotofobia,
y otras muchas tendencias y actitudes
que -lamento decirlo-
hablan poco a favor de esos ortópteros.
(Quiere ser lo que dice. Quiere nombrar para resucitarse. En la similitud un resto de esperanza, en la confesión un resto de conciencia maltratada. Desde lo oscuro y en lo oscuro la ironía se enciende y nos redime. Metamorfosis.)
(Antonio Herranz)
Febrero 2008
(Nota: Estos poemas de Ángel González están en su antología “Palabra sobre Palabra”, publicada en la Editorial Seix Barral.)