Opinión

06 PM | 16 Mar

La naturaleza del Arte y los “valores” de la Moral

      EUGENIO GARCIA A PROPÓSITO DE LA PELICULA “TRAS EL CRISTAL” DE AGUSTI VILLARONGA

 

    Le doy este título a lo que voy a escribir porque resume bien, creo, el debate que en esa cena mantuvimos 8 amigos sobre la pelicula de Agustin Villaronga “ Tras el cristal”, al parecer la primera suya y la que marca sus señas de identidad. Siento no haber podido ver “El Mar”, aunque he visto “Pa Negre”. Tenia dudas si escribir algo sobre la película, pero al adelantar el amanuense el resumen de un debate donde estoy presente, y que de alguna manera provoqué iniciando un comentario del contenido, me obliga más. Además el tema o los temas no son fáciles de tratar y probablemente pienso contra o distinto de la opinión más común, por lo que es imprescindible explicarse mejor, lo que no se si lograré.

 

 

 

 

 

El amanuense ha hecho un resumen aproximativo, bastante fiel, de los argumentos principales, en el debate que mantuvimos, aunque siento que no haya visto la película para saber si se reconoce de nuevo en sus posiciones (sospecho que sí), y donde en mi caso me reconozco no al completo o, mejor, con los matices necesarios, dado que el ser del conocimiento y el ser del significante andan escindidos, al decir de Lacan, y lo puede recoger la palabra, mas aún si es controvertida y apasionada. Algo de eso hay, sin seguir estrictamente a Lacan, y por ello prefiero escribir sobre lo dicho, ampliando y matizando.

 

Mis intervenciones en el resumen del debate serían la 3ª y 5ª, y como se ve diferentes de las otras, similares con matices. En las  que resumen mis intervenciones, no queda clara la diferencia entre arte y realidad, y parece como si prefiriera o enfrentara el arte a la realidad, lo que es mas bien lo contrario.

 

En mi opinión, en la película hay 2 debates interesantes, al menos, y empezaré por el primero de ellos, la naturaleza del arte, del que se han escrito rios de tinta en la historia del pensamiento.

 

De entrada, no concibo un arte, que se pueda llamar tal, ni un artista que le represente en su creación, que no intente la mediación con lo real, entendiendo lo real, en el sentido rosettiano, como lo existente que es idéntico a sí mismo ( A es A), que es distinto de A=A, una igualdad. Es la identidad del ser consigo, distinto a un A igual a otro A, que es una igualdad de dos, no una identidad, como bien distinguió Heidegger. Algo tautológico e indefinible. Luego está el debate colateral, fundamental también, sobre el uno y la diferencia, el uno y lo múltiple, que ahora no viene al caso.

 

La clave está en un arte “que se pueda llamar tal”, y un artista “que “intente la mediación con lo real” porque no todo es arte, ni todo artista consigue la mediación mediante la imaginación y la ficción. Lo que ocurre es que el arte puede ser otra cosa, espúrea, y el artista un embaucador.

 

En muchas otras manifestaciones del ser humano y también en el arte, rechazamos lo real, lo desplazamos y duplicamos, para buscar el doble que alivie y nos evite medirnos con  lo real, que además de singular, único, azaroso e idiota (sin sentido, absurdo), tiene a la crueldad como una de sus características más evidentes. Por eso digo a veces, y puede parecer contradictorio, aunque es seguro paradójico, que el arte es probablemente la única manifestación humana mediante la cual podemos soportar lo real sin mirarle a la cara y sostener la mirada, sabiendo, en el buen arte, que lo real está presente siempre, mediando con la imaginación, incluso muchas veces mas auténtico que buscando su reproducción exacta. Por tanto el arte para mí, es lo que mejor testifica esta paradoja, que en el fondo es la paradoja trágica, pudiendo ver así lo real y sus características, lo que directamente nos seria más dificil, o incluso  imposible, sin socavarnos.

 

Pero aterricemos, desde la abstracción, con algunas preguntas sobre la película “Tras el cristal”. ¿Lo real que intenta mostrarnos, a través de la imaginación artística y que seria imposible aprehender directamente, como tal, en el momento de ver la película, porque no estábamos allí en el escenario real de un campo de exterminio, es una experiencia que corresponde a la guerra de los Cien años, pero que se ubica en un experimento nazi de muerte a los niños, suponemos judios, inyectándoles una aguja con gasolina en el corazón y su posterior tortura, en un escenario en el film,  compensatorio y reversible, donde el nazi, inmóvil permanente, de torturador pasa a torturado, por la imagen que a través de un espejo le propone el niño, ya mayor, siguiendo el ritual, pederasta y criminal con otros niños que atrae a la mansión, del que antes fué victima intermediaria, digo, esta realidad que intenta mostrarnos, sin valoración moral, sin elusión, de una forma neutra, respetando al espectador, pero sin ocultarle lo cruel-real que vivieron los existentes de esa experiencia, sin concesión a lo morboso, y a lo fácil,  pero con honestidad en su trabajo ( la prueba es que no se comercializó facilmente y se produjo con dificultades, aunque tuvo éxito en la Berlinale de Berlin), no es arte, entonces qué es arte? 

 

Por las intervenciones del resumen discrepantes de las mías, el resto, podíamos decir con matices y silencios, lo artístico hubiera sido, resumiendo burdamente y bajo mi criterio, hacer amable lo que no es amable, asumible o digerible por los sentidos lo que no es asumible ni digerible facilmente por los sentidos, es decir no agredir nuestros sentimientos con imágenes de lo cruel-real, blanquearlas en fin, hacer que la violencia no parezca tanto, hacer que la experiencia de otros no nos genere un shock a nosotros, eludir el “acontecimiento” de la muerte y tortura de niños con agujas de gasolina y la pederastia que les acompañaba,……., incluso la venganza, cruel también, del niño-joven al nazi haciéndoselo vivir de nuevo a través del espejo, sin poder hacer nada por evitarlo, no mostrarnos que hay una poética del mal (Baudelaire y Oscar Wilde ya nos lo relataron en sus libros), que en la película contamina a la hija del nazi, no nos vaya a contaminar a los buenos e inocentes espectadores también…..

 

No pretendo  ironizar, o quizás sí, pero, ¿no es esto lo que se pretende del arte, que no sea un acontecimiento en nuestras vidas, y que el autor y autores de obras así, por muy honestas que sean, lo que es dificil poner en duda en ésta, no tienen derecho a hacer eso con el arte, porque además (se dijo y está escrito) serían unos “no están equilibrados como personas” o “seres enfermizos” o patológicos?, ¿no es mejor obras que infundan optimismo y consecuentemente, nos velen lo real, nos hagan felices aunque sepamos sea falso, si es arte o no es secundario, nos hagan seguir creyendo en el doble, es decir lo ilusorio, mediante las operaciones de desplazar primero lo real, desdoblar después, y finalmente duplicar, o sea, la operación de sustitución de lo real por lo ilusorio, para poder vivir? De paso, digo, no confundamos lo imaginario, que hay en el arte, con lo ilusorio, que está en nosotros y queremos verlo tambien en el arte y que es lo contrario de lo real.

 

¿Cómo mantendríamos la memoria de los hechos trágicos, cualesquiera que sean, pero hablando del exterminio nazi, los descritos por los supervivientes, Primo Levi, Bettelheim, Anselme, Amery, y tantos otros que han descrito los horrores que vivieron, cuando no estuvimos allí, y hasta, algunos lo discuten, pudiera no haber sido real, sino es a través del testimonio, que pueda entregarnos la literatura, el arte en general? He sabido mas del exterminio real, en esta película, que en otras varias que he visto desde “La vida es bella” hasta incluso “La lista de Stlhinder”( estará mal escrito).

 

La consecuencia evidente, que se dijo en el debate, es que el arte tiene que tener limites y alguien, se supone el poder establecido, debe prohibir obras de este jaez. Es decir, un poder establecido y legítimo, debe prohibir obras que, como se dice habitualmente, hieran la sensibilidad del espectador  (otra cosa es que lo adviertan),  aunque es verdad que esto no se dijo entre nosotros, para que los espectadores puedan tener tranquilidad respecto de lo real y mantenerse en la ilusión de la felicidad y del “alma bella”, eludiendo todo lo trágico?

 

Una interrogante final, ¿cómo es posible, que una película como ésta nos cause ira, llamemos a su autor depravado o loco, y queramos incluso prohibirla, y tengamos como bellas, sus autores unos artistas consumados, y por supuesto, todos los dias y a todas horas y que se extiendan películas ridículas, románticas, cuyas visiones del mundo y de la vida son  fantasmáticas, alucinatorias, y dignas de llevar al locuario, estas sí, al autor y a los que las vemos?.

 

No me extiendo más en esta parte, donde he querido mostrar algo de lo que entiendo por arte y por realidad, distinguiendo de lo ilusorio, y acercando a lo real (como una forma de aprehenderlo) lo imaginario.

 

Tengo que señalar, que no me gusta nada argumentar, contra o sobre argumentos, sin que todos hayamos visto la película , pero tampoco he podido evitarlo, una vez que se ha enviado un resumen del debate sobre la película.

 

 

                                               Los “valores” de la Moral

 

 

La inmoralidad es otra de las características de lo Real, que además de ser único, singular, sin sentido, azaroso, es inmoral. Por tanto, si lo trágico es la afirmación incondicional de lo Real, por muy duro y cruel que éste sea, la Moral como tendencia a la negación de lo real existente, es antitrágica. En este esquema se mueve el género humano: a más moral, mas negación de lo real, mas ilusión fantasmática, mas recurso a la trascendencia o a la chamaneria, y menos pensamiento; y a más asunción de lo trágico, más recurso al pensamiento, menos moral,  más goce  de vivir, y más lucidez. Pero es siempre paradójico, porque lo Real vuelve siempre por muchos valores morales que se pongan delante, siempre está ahí, como eterno presente, siempre con sus características de insuperable, irremediable, irreconciliable y finalmente inmoral.

 

Existen 2 paradojas de lo trágico, la Paradoja del goce, por la que afrontar lo esencial de la naturaleza humana con las características de lo trágico y afirmarlo, reporta sosiego y alegría de la vida, y la Paradoja de la moral, consistente en considerar como valor supremo, con sus distintos nombres, el bien, lo justo, la buena voluntad…,algo contrario al goce de la vida, que se manifiesta en una incapacidad para asumir la realidad y afrontar lo trágico.

 

La historia del pensamiento se podria rastrear  desde este planteamiento, por un lado la linea que asume lo trágico y por tanto afirma lo Real incondicional, y la linea de pensamiento que elude lo trágico, como esencial a la naturaleza humana, y busca formas sustitutorias y mágicas, que permitan encontrar la felicidad, que lo trágico no les da. A veces tienen la contradicción instalada en su existencia, como es el caso, entre otros muchos, de Miguel de Unamuno, entre la lucidez de su finitud y “su” necesidad personal de inmortalidad. Pascal seria, tambien, un caso paradigmático de una fe vivida trágicamente.

 

Pero, ¿cuál es el criterio, objetivo y universal, de lo que está bien y de lo que está mal, de lo que es justo, de lo que es reprensible, por el cual todos los hombres nos deberíamos regir siempre y en cada momento? ¿Cuál es ese “fundamento” de la moral imposible de encontrar, porque ya lo han buscado incansablemente durante los siglos de humanidad que existimos, en particular, uno muy cercano a nuestro colectivo, que lleva su nombre, pero no el único.

 

Ha habido cantidad de fórmulas mágicas mediante las cuales se busca un punto fijo e indudable, de lo que es discutible y variable, sobre las cuales apoyarse para decidir, con algo de seguridad, lo que es digno de aprobación o reprobación moral. Rousseau y Kant tienen unas cuantas fórmulas mágicas: la buena voluntad kantiana; la voluntad general roussoniana, el imperativo categórico… en las que ahora no voy a entrar, y que han resultado inconsistentes teóricamente, aunque hayan tenido algunos efectos prácticos. Al final tenemos que actuar en el orden civil, lo que incita al relativismo (bien entendido) y a la ponderación, porque cuando actuamos moralmente tendemos a la desmesura, al proselitismo y al fanatismo, ya cercano a las violencias varias.

 

Siempre está el temor a que una sociedad sin principios morales se entregue a una hordalía de malhechores y malvados (el planteo hobbesiano del asunto) que no se justifica suficientemente, porque la sociedad siempre está protegida por el derecho, que es más eficaz que cualquier moral, aunque cada vez más abiertamente  tiende a una sobreprotección que nos empieza a hacer cada vez más autoinmunes a cualquier enfermedad social ( si es que se puede llamar así a los conflictos, que no lo creo), como bien ha mostrado Roberto Expósito, en sus análisis biopolíticos.

 

Habrá tiempo si se desea para el debate, que no he hecho sino apuntar, desde una perspectiva que me interroga cada vez más. Pero volvamos, de nuevo, a aterrizar en los argumentos del debate en cuestión, sobre la película.

 

Violencia física, si sé lo que es, pero, ¿qué es violencia moral, de la que tenga que arrepentirse el director del film, y que merezca su reprobación, también moral por supuesto, en el Quidam 1º y Quidam 2º que nos sintetiza el amanuense, y que se le recrimine, también moralmente por descontado, que no haya advertido formalmente de la magnitud de la perversión, obviamente moral?,

 

¿Dónde, en qué lugar tiene que decir, para que todo el mundo lo sepa, que su film es reprobable y que condena, por supuesto y descontado moralmente, toda la barbarie que hay en la película, la del niño-joven victima inicial y verdugo final, protagonista principal, la del nazi que hizo lo que hizo, la de la mujer por no atender a su marido inválido, la de la niña por “caer” en la atracción del mal, y hasta la criada que tenia que saber, cómo no iba a saberlo, las tropelías, por enésima vez, morales, que allí se estaban produciendo?, ¿y, porqué no exigirles, también a todos y cada uno de los actores, fotógrafos, músicos, (¡la música no, por favor, déjenla a salvo!), guionista (¡éste, a la hoguera y si coincide con el  director 2 veces!),etc.., a todos los que intervinieron en la película? Y siguiendo la misma lógica, ¿porqué no muestran la condena y cantan la palinodia todos los espectadores que han sido y serán, por haber tomado parte, sin largarse de las salas, y algo más, para que se note, los que se hayan ido? Delirante, ¿no?

 

Del exterminio nazi, todos los alemanes serán culpables, y toda la humanidad de todas las crueldades de que han hecho gala los hombres a lo largo de la historia?. En esto debe consistir la tan pregonada CULPA, de impronta original.

 

 ¿Para qué ha servido la moral desde Sócrates, como el primer moralista del pensamiento, si más de 20 siglos después, tenemos que ver arte (éste film u otros testimonios artísticos) que nos recuerde que los campos de concentración han existido recientemente, apenas 60-70 años, y que han servido de modelo a las democracias occidentales, para saber cómo hacer las cosas en determinadas circunstancias, cuál es el modelo a imitar de limbo jurídico, como nos ha mostrado Giorgio Agamben, para hacer esas crueldades u otras, eso sí, siempre moralmente condenables, y que se note bien, pero siempre, y esto no lo podemos pasar por alto, porque es lo más importante, en nombre de otra moral homóloga a la nuestra, a la de cada uno?. Ellos lo hacian, no se olvide, en nombre de la salud mental y moral del pueblo alemán, para evitar contagios no deseados, con un criterio de universalidad, habitual característica de la moral. Sigamos los argumentos del debate casi todos ellos morales:

 

Quidam 4º: palabras como “abuso de la transgresión moral” “o al menos una transgresión moral del espectador”, “no tiene justificación para ser expuesta… sin el más firme de los rechazos” “Lo otro es aceptarlo y probablemente potenciarlo, lo que no se rechaza, se propaganda”.

 

Quidam 6º. “ El caso es que siendo ficción recrearla para exponerla sin límites éticos, constituye un proselitismo, y en su caso una degeneración”

 

Quidam 7º: “porque el arte no puede constituir una excepción a los parámetros del comportamiento humano”.

 

Quidam 8º: “porqué no podríamos matar porque resultara artístico el rictus de dolor o…………”

“Lo han dicho muchos, pero lo expresó Castelio:” Matar bajo el argumento de defender una idea es sólo un asesinato”. “ Y cabria añadir tal vez mas impío que dar muerte bajo otro presupuesto”.

 

El epílogo final de los Quidam, : “ Y el hombre no puede prescindir de su concepción equilibrada del universo……Si la defensa de una idea, se supone que superadora y mejoradora de las relaciones sociales, no justifica una muerte: ¿cómo podemos concedérselo al arte?. Si este lo intenta ha dejado de serlo además de la repugnancia que provoque”.

 

Como vemos, a la vista de los quidam, la Moral no tiene límites, ella no, puede, con sus valores superiores, llegar adónde se le antoje, como ella decida, con los argumentos que sean necesarios, con los medios que sean, ella sí, para que su voluntad triunfe, va sobrada. Solo existe la Moral, todo se subordina a la Moral, la ciencia, las artes, la filosofía…todas las actividades humanas.

 

No importa que haya tantas morales como seres humanos y cada ser humano con distintos criterios morales en función de los acontecimientos y circunstancias. Ella no lo tolera.¿Quién es el inquisidor universal para controlar tantas morales, que no siempre siguen el criterio de la Moral superior? No existe, pero no importa, se inventa, y además tiene muchos seguidores fieles a sus consignas, y se nos presenta como siempre presente, siempre vigilante. Siempre, alguien superior que actúa en nombre de una moral superior. Incluso las leyes civiles deben seguir esa Moral superior, sino están deslegitimadas. El Papa lo ha dicho, hay una moral que hay que acatar y lo demás es relativismo peligroso.

 

Al final la realidad se impone y, a pesar de esa Moral superior, y de su Inquisidor universal, es siempre una moral contra otra moral, y cualquier relajación de ésta, digamos, democracia ética, basada en individuos autónomos, conduce, o bien al totalitarismo o bien al cinismo, a veces incluso a los dos, simultáneamente. El mundo de los humanos y, en particular el occidental, sabe mucho de estas dos derivas. Ahora mismo, están presentes.

 

Disculpad, amigos, el tono a veces irónico, a veces simplemente serio, y aunque prefiero la ligereza a la pesadez,  uno no sabe siempre ser ligero.

 

 

 

 

 

 

 

 

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11 PM | 07 Mar

Monitor Group: la empresa de relaciones públicas de Gadafi

 

Las revelaciones acerca de una campaña lanzada por una firma de consultoría de Massachusetts con el fin de mejorar la imagen pública de Muamar El Gadafi en todo el mundo han puesto de manifiesto los problemas éticos que surgen cuando se vuelve borrosa la distinción entre el cabildeo de los grupos de presión y el mundo universitario.

 

El Monitor Group, una empresa de consultores que cuenta con 1.500 empleados en 29 oficinas repartidas por todo el mundo, se disculpó por los errores cometidos en el curso de una campaña de relaciones públicas organizada por cuenta del líder libio entre 2006 y 2008. La campaña, valorada, se dice, en unos 3 millones de dólares, se centraba en pagar a figuras académicas de máximo nivel para que viajaran a Trípoli con el propósito de mantener conversaciones personales con Gadafi.

 

 

Entre ellas se contaban Francis Fukuyama, investigador de la Universidad de Stanford, Joseph Nye y Robert Putnam, de Harvard, y Benjamin Barber, otrora en la Universidad Rutgers. El profesor Philip Bobbitt, de la neoyorquina Universidad de Columbia University, fue abordado por Monitor con vistas a visitar Tripoli en julio de 2006, pero el viaje nunca llegó a materializarse. “Creo que los libios querían a alguien mucho más célebre que yo”, declaró Bobbitt. Me parece que Monitor propuso mi nombre y los libios respondieron: ‘¿Y qué tal Thomas Friedman? ‘ [el columnista del New York Times] De modo que ahí se acabó todo”.

 

En consecuencia, Bobbitt nunca pisó Trípoli y no recibió ninguna suma de Monitor. Pero afirma que estaba dispuesto a ir, siguiendo el principio de que hablaría prácticamente con cualquier grupo que aceptara discutir sus ideas. “La cuestión moral importante es que yo hablaría con quien hiciera falta. Hablaba con los comunistas antes de la caída del muro de Berlín, con los yijadistas, con cualquiera, mientras no me tirasen nada. En resumidas cuentas, nunca hay que disuadir a los expertos universitarios de que hablen con quien sea, por odioso que parezca el régimen”.

 

Lo que volvía éticamente problemático el proyecto del Monitor Group era que a los especialistas académicos se les pagaba por su tiempo y sus gastos con fondos que provenían directamente del gobierno libio. No se conoce cuánto dinero se destinó a cada uno de los ellos, pero el presupuesto de 3 millones de dólares presentado por el régimen libio a Monitor incluía 450.000 dólares para un “programa de visitantes”, que cubriría los “honorarios de los visitantes (…) los gastos de viaje de las visitas a Libia, incluyendo preparativos especiales, costes de informes y costes de seguimiento”.

 

Uno de los expertos, Benjamin Barber, aparecía en una lista como “subcontratista” en una propuesta de libro sobre las ideas de Gaddafi y aparecía nombrado en un punto de una subsección del presupuesto valorado en 800.000 dólares. Barber ha reconocido que visitó Trípoli con fondos de Monitor, aunque declaró al Boston Globe que rechazó trabajar en el libro, proyecto posteriormente abandonado. 

 

El Monitor Group ha reconocido haber cometido “graves errores” en su gestión del contrato libio. Pero también ha tratado de justificar el impulso general de la campaña, afirmando que “emprendimos estos esfuerzos con buena conciencia en el clima de optimismo por el futuro del país de aquel entonces”.

 

Ed Pilkington es corresponsal en Nueva York del diario The Guardian , del que ha sido jefe de la sección de nacional e internacional. Es autor the Beyond the Mother Country.   

 ARTÍCULO DE LA REVISTA SIN PERMISO

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11 PM | 15 Feb

LA REVOLUCIÓN DE ISLANDIA

         IGNACIO ESCOLAR

       DIARIO PUBLICO

 Ahora que el pueblo egipcio ha triunfado, o al menos lo parece, es buen momento para hablar de otra revolución mucho más desconocida: la de Islandia, ese país que el FMI de Rato ponía como ejemplo a seguir y que acabó completamente quebrado, hundido por los escombros de una banca cancerígena que convirtió la isla en un inmenso hedge fund y dejó una deuda equivalente a todo el PIB de ocho años y seis meses.
La solución islandesa a esa condena pronto se apartó de la ortodoxia. La Fiscalía abrió una investigación penal contra los banqueros responsables del colapso; algunos han huido del país y están en busca y captura por la Interpol. En 2009, el gobierno tuvo que dimitir en bloque, acorralado por las protestas ciudadanas; fue el primero y casi el único en caer por la crisis (si excluimos a Túnez y Egipto). Después los islandeses forzaron un referéndum para bloquear el pago de la deuda de la banca y lo lograron: ganó el no con más del 90% de los votos. Y hace un par de meses, Islandia arrancó una ambiciosa reforma constitucional que, por primera vez en la historia del mundo, será fruto de un proceso de democracia directa, al margen de los partidos. La Asamblea Constituyente está formada por 31 ciudadanos corrientes, elegidos en las urnas entre 523 candidaturas que sólo necesitaban 30 firmas para poder presentarse.
Hoy Islandia está creciendo. El año que viene, su presupuesto público estará en superávit; su situación económica es bastante mejor que la de otros países igualmente desarbolados, como Grecia o Irlanda. ¿El secreto? Algo revolucionario, aunque se suponía que era una de las reglas ensenciales del capitalismo: Islandia se negó a socializar las pérdidas y dejó que la banca irresponsable simplemente quebrase.

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10 AM | 11 Feb

El 1848 árabe: los déspotas se tambalean y caen

“Los acontecimientos recientes señalan el primer auténtico renacer del mundo árabe desde la derrota de 1967.”

                  TARIQ ALI

No puede permanecer mucho más porque los militares han declarado que no dispararán a su propio pueblo, lo que excluye la opción de la plaza de Tiananmen. Si los generales (que han sostenido a lo largo de mucho tiempo a este régimen) faltaran a su palabra, podrían dividir al ejército y preparar el terreno para la guerra civil. Nadie quiere eso por ahora, ni incluso los israelíes a quienes gustaría que sus amigos estadounidenses mantuvieran a su hombre clave en el Cairo tanto tiempo como fuera posible. Pero ello también es imposible.

Así que ¿llegará Mubarak a este fin de semana o al próximo? Washington quiere una “transición ordenada”, pero las manos de Suleiman el Fantasma (o el Señor de la Tortura como algunas de sus víctimas lo llaman), el vicepresidente que han obligado a aceptar a Mubarak, están también manchadas de sangre. Reemplazar un torturador por otro ya no es aceptable. Las masas egipcias quieren un cambio total del régimen, no una operación al estilo de Paquistán en donde un civil sinvergüenza reemplaza a un dictador uniformado y no cambia nada.

 

La infección tunecina se ha expandido mucho más rápidamente de lo que nadie imaginaba. Después de un largo letargo inducido por derrotas (militares, políticas, morales) la nación árabe está despertando. Túnez impactó inmediatamente en la vecina Argelia y el estado de ánimo cruzó entonces a través del Jordán y llegó al Cairo una semana después. Estamos siendo testigos de una ola de levantamientos nacional-democráticos, que recuerdan más las agitaciones de 1848 –contra el Zar y Emperador y aquellos que colaboraron con él− que barrieron Europa y fueron los presagios de posteriores turbulencias. Éste es el 1848 árabe. El Zar-Emperador de hoy es el presidente de la Casa Blanca. Eso es lo que diferencia a estas proto-revoluciones de los asuntos de 1989: eso y el hecho de que, con pocas excepciones, las masas no se movilizaron ellas mismas en el mismo grado. Los europeos del este se doblegaron a los occidentales, viendo en ello un futuro feliz y entonaron “Tomadnos, tomadnos, ya somos vuestros”.

Las masas árabes quieren romper con el horrible abrazo. Los EEUU-Unión Europea han dado su apoyo a dictadores de los que [las masas árabes] quieren desembarazarse. Son revueltas contra el universo de la miseria permanente: una elite enceguecida por su propia riqueza, corrupción, desempleo masivo, tortura y subyugación a Occidente. El redescubrimiento de la solidaridad árabe contra las dictaduras repelentes y a los que las sustentan es un nuevo punto de inflexión en el Oriente Medio. Se trata de la renovación de la memoria histórica de la nación árabe que fue brutalmente destruida poco después de la guerra de 1967. En este aspecto, el contraste no puede ser más vivo. Gamal Abdel Nasser, a pesar de sus muchas debilidades y errores, vio la derrota de 1967 como algo por lo que tuvo que admitir su responsabilidad. Dimitió. Más de un millón de egipcios se echaron al corazón de El Cairo para pedir que se quedase en el poder. Y cambió de opinión. Murió en el cargo pocos años después, con el corazón roto y sin dinero. Sus sucesores entregaron el país a Washington y Tel Aviv por un plato de lentejas.

Los sucesos del último mes señalan el primer auténtico renacer del mundo árabe desde la derrota de 1967. Todos los veletas siempre alertan para no estar nunca en el lado equivocado de la historia y evitar siempre toda experiencia de derrota, pero fueron sorprendidos por estos levantamientos. Olvidaron que las revueltas y las revoluciones, formadas por circunstancias reales, suceden cuando las masas, las multitudes, la ciudadanía –llamémosle como queramos− deciden que la vida es tan insoportable que no será soportada mucho más. Para esta gente, una infancia pobre y la injusticia resultan tan naturales como una patada en la cabeza recibida en la calle o un interrogatorio brutal en la cárcel. Han experimentado todo eso, pero cuando las mismas condiciones están aún presentes y ahora ya son adultos, entonces el miedo a la muerte retrocede. Cuando esta etapa se alcanza, una sola chispa puede encender un fuego en la pradera. En este caso, literalmente, como la tragedia del puestero en Túnez que se prendió fuego demuestra.

Estamos al principio del cambio. Las masas árabes no han sido arrolladas por la fuerza esta vez y no sucumbirán. ¿Qué ofrecerán los que reemplacen a los déspotas de Túnez y El Cairo a su pueblo? La democracia por sí sola no puede alimentarlos o darles empleo…

 

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04 PM | 11 Dic

MEMORIA DE TONY JUDT

 

               ANTONIO MUÑOZ MOLINA

Tony Judt era apasionado y a la vez escéptico y no se callaba nunca. Creía apasionadamente y al mismo tiempo en el albedrío y la responsabilidad individual y en la solidez de un Estado democrático capaz de proveer servicios fundamentales y garantizar el imperio de la ley. Dedicó páginas y páginas a denunciar el sectarismo y la ceguera de esa parte de la izquierda europea que se negaba a despertar de su romance con las dictaduras comunistas, pero se opuso con igual contundencia a los nuevos fundamentalistas del mercado y a los entusiastas de las nuevas guerras imperiales emprendidas por George W. Bush, su aliado Tony Blair y otros comparsas de menor cuantía, aunque de idéntica soberbia.

Hay personas que pasan sin dificultad del dogmatismo de izquierda al de derecha, de creer que la Historia tiene una dirección indudable que lleva a la sociedad comunista perfecta a creer que a donde lleva esa dirección es a una sociedad capitalista perfecta. Tony Judt, que pudo llegar a la universidad de Cambridge gracias a los avances igualitarios traídos por el laborismo de posguerra, fue toda su vida un defensor de la socialdemocracia europea. Se definía a sí mismo como un “socialdemócrata universalista”. Pero era muy consciente de la singularidad de su propio origen, y de la mezcla de sus identidades parciales: era inglés, hijo de padres emigrantes judíos, cada uno de una esquina de Europa; era judío pero carecía de convicciones religiosas; muy joven abrazó el sionismo de izquierdas y se fue a Israel a trabajar en un kibutz, pero salió de allí vacunado contra las obsesiones ideológicas e identitarias. Entre sus compañeros estudiantes en Cambridge, muchos de ellos hijos de la clase dirigente británica, era un advenedizo. En Inglaterra, el origen de sus padres, las comidas que se cocinaban y las lenguas que se hablaban en las reuniones familiares le daban de antemano un matiz europeo; viajó a París para estudiar en la reverenciada École Normale Superieure, y los intelectuales franceses a los que vio de cerca -Sartre, Althusser, Foucault, Kristeva, Lacan, Beauvoir- le inspiraron mucha menos admiración que escepticismo, cuando no un abierto sarcasmo.

 

Nadie menos pomposo o palabrero, menos gurú a la manera francesa que Tony Judt. Y esa misma ironía, esa desconfianza hacia las grandes nebulosidades teóricas que iban a cubrir durante décadas el estudio universitario de las humanidades, también le confirmaron en su posición de rareza cuando se marchó a dar clases a Estados Unidos.

Como historiador, pertenecía a esa magnífica escuela inglesa que combina el rigor de los hechos, la claridad de exposición y el impulso narrativo. Pero esos valores se volvían cada vez más sospechosos, según arreciaba en las universidades la moda de la Teoría, del Discurso, de la jerga intraspasable convertida en lenguaje canónico. Como no se callaba nunca, no dejó nunca de ganarse enemigos. Era un radical de los años sesenta al que en los noventa sus colegas universitarios miraban de soslayo como a un conservador. Era un judío que por criticar la política israelí y proponer que Israel se convirtiera en un estado binacional no basado en pertenencias étnicas o religiosas fue acusado de antisemitismo y de traición, expulsado de revistas en las que colaboraba, sometido a boicot cuando daba conferencias. Desconfiaba del excesivo poder de seducción de las ideas, y le gustaba repetir una cita de Camus: “Cada idea equivocada termina en un baño de sangre, pero siempre es la sangre de otros”. A principios de los años ochenta, con el mismo entusiasmo vital con que lo emprendía todo, se puso a estudiar checo y empezó a interesarse por esa parte de Europa que los progresistas del oeste habían ignorado, incluso desdeñado, la Europa central alejada en nuestras imaginaciones hacia los confines de lo inexistente, territorio nebuloso de novelas de espías y de disidentes que no nos inspiraban ninguna confianza y a los que no dábamos ningún crédito, si es que nos enterábamos de sus nombres. Sobre su conocimiento de ese corazón de Europa segregado por la guerra fría Tony Judt levantó el mayor de sus libros, el de más amplitud y riqueza, Postwar, la narración formidable de la historia del continente que resurgió de sus ruinas a partir de 1945: el despegue económico y el ajuste de cuentas o la acomodación con el pasado innombrable; la voluntad gradual de ir estableciendo una unión europea; la desgracia de los países que nada más librarse del nazismo cayeron en manos de los ocupantes soviéticos; la irrupción de lo imposible en 1989, la caída del muro de Berlín y de un orden internacional que parecía establecido para siempre.

No se calló ni cuando la enfermedad se iba apoderando de su cuerpo, paralizándolo poco a poco, músculo a músculo, miembro a miembro. Decía que era como vivir en una celda que se iba achicando cada día unos pocos centímetros. Prisionero en su cuerpo inerte, condenado a noches enteras de insomnio inmóvil, descubrió que su único consuelo era reconstruir meticulosamente sus recuerdos. Cuando estaba sano había investigado en archivos y hemerotecas, entrevistado a testigos, elaborado detalle a detalle el relato del siglo XX en Europa, con ese talento peculiar que necesita un historiador para imaginar las cosas exactamente como fueron. Ahora el objetivo único de su investigación era él mismo, y el único archivo que estaba a su alcance era el de su propia memoria. Sabía que no le quedaba mucho tiempo; también que antes de que se le acabara la lucidez habría perdido el uso del habla, y se vería reducido a un monólogo silencioso con sus propios fantasmas. Administró sus fuerzas: recordaba vívidamente un episodio, una época, un lugar, a lo largo de la noche, y al día siguiente dictaba cada vez con más dificultad lo que había imaginado.

No podían ser textos muy largos: la intensidad, la precisión, la inevitable fatiga, imponían el límite de unas pocas páginas. Le gustaba concentrarse en una sola experiencia y revivirla en cada uno de sus pormenores. Atado a la cama, con una sensación permanente de frío, con un tubo de plástico en la nariz que le permitía respirar, volvía a un pequeño hotel de Suiza al que había ido de vacaciones con sus padres en algún invierno de la infancia: de nuevo subía los peldaños de la entrada; recorría el pasillo; imaginaba el sonido de los pasos sobre la madera y el olor a sábanas limpias de las habitaciones; por una ventana abierta veía un paisaje de laderas nevadas y respiraba el aire helado y limpio. De ese recuerdo viene el título del libro póstumo que acaba de publicarse, The Memory Chalet.

Ideando el libro, dictándolo en los meses últimos de su vida, Tony Judt logró una escapatoria conjetural de aquella celda cada vez más estrecha en que se convertía su cuerpo. Viajó de nuevo con dieciséis años en un carguero por el mar del Norte. Otra vez caminó por las calles de Londres en las que había sido niño. Atravesó en coche por primera vez toda la amplitud desconocida y prometedora de Estados Unidos. Al final quiso estar en una pequeña estación ferroviaria, en Suiza, esperando en paz la llegada de un tren.

Tony Judt. Algo va mal. Traducción de Belén Urrutia. Taurus. Madrid, 2010. 256 páginas. 19 EUROS. TENEMOS ESTE LIBRO EN CRITICAS LITERARIAS

 

 

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