12 PM | 03 Feb

¡Es Tolstói!

¡Es Tolstói!                      ANDRON
Monumental como la propia novela. O mejor dicho: casi, porque ni en las siete horas de duración de todo el filme cabe la gran epopeya de Tolstói con su amplia galería de personajes (más de 400), cada uno de ellos con su nombre y apellidos, sus circunstancias, su carácter y su alma. Pero Sergei Bondarchuk logró algo muy importante y de lo que carece la versión de King Vidor: que el espíritu de la novela esté presente en cada fotograma, en cada escena, en cada secuencia. Creo que fue Andrzej Wajda quien exclamó tras haber visto la primera de las cuatro partes de la película: “¡Dios mío, pero si esto no es una película; es Tolstói! Si las otras tres partes de Guerra y Paz mantienen el mismo nivel, estaremos ante una de las más grandes obras del séptimo arte”.

Las cuatro partes de Guerra y Paz no mantienen el mismo nivel, y en cada una de ellas hay logros y pérdidas, pero los logros son de tal magnitud, que los momentos fallidos (ciertas escenas e incluso algunas secuencias a lo largo de los 400 minutos de proyección) quedan como algo fácil de olvidar, pequeños incidentes que no echan a perder un gran día.

La dirección y el talento de Sergei Bondarchuk brillan tanto en las escenas rodadas en interiores como en las épicas e insuperables secuencias de batallas. Las mejores y más espectaculares, sin lugar a dudas, en toda la historia del cine, visualmente resueltas de manera prodigiosa, y no sólo por los miles de extras que en ellas intervienen. A destacar entre los grandes momentos del filme la espléndida y suntuosa puesta en escena del primer baile de Natacha; la ternura de la escena en que la joven heroína, oculta tras unas plantas en el invernadero, contempla el beso de los dos enamorados, cuya imagen queda congelada en su retina mientras la pareja se separa y sale del campo visual; la secuencia del duelo en la nieve entre Pierre Bezhujov y Dólojov; el incendio de Moscú, los fusilamientos, la retirada de Napoleón y su ejército…

Una película que debería ser estudiada por la inmensa mayoría de los directores de cine de hoy, quienes piensan que con los adecuados medios técnicos, unos actores con buen palmito, un guión prêt-à-porter, unos caracteres y unos diálogos de diseño en situaciones de diseño y un uso generoso, sin que les tiemble la mano (“que no falte de ná”), de los efectos digitales, se hace cine y resuelve cualquier escena: desde el retozar en una cama o en lo alto de un frigorífico hasta la rendición de Breda o el asedio de Troya

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09 PM | 25 Ene

Manuel de Oliveira

 

Manoel de Oliveira (1908- ) nació en una familia de holgada posición socio-económica en la ciudad portuguesa de Oporto. Estudió con los jesuitas, y desde muy joven manifestó su pasión por el séptimo arte. En los tiempos del cine mudo, Manoel de Oliveira hizo su primera aparición en pantalla como actor en una película de Rino Lupo, cineasta italiano que forma parte de la historia del cine portugués de los años veinte. Continuó interpretando tras haber hecho sus primeras aproximaciones como director y llegó a obtener un papel relevante en la segunda película sonora rodada en Portugal, A canção de Lisboa, de Cottinelli Telmo. Siendo ya director consumado, es rara la vez que no aparece fugazmente en alguno de sus filmes. En 1931, dirigió su primer corto, Douro, faina fluvial, película documental que dejaba patente la influencia que ejercían sobre él directores como Robert Flaherty y los documentales soviéticos. En esta película describía una jornada de trabajo de los pescadores de las riberas del río Duero. En este trabajo ya se revelaba su particular sensibilidad y su espíritu afín a las vanguardias europeas. Otros documentales son Já se fabricam automóveis en Portugal y Miramar, praia de rosas, ambos de 1938. Su producción fílmica dedicada a la ficción se caracteriza por una marcada teatralidad y una casi constante reflexión acerca de la naturaleza del arte, el espectáculo y la esencia del ser humano. En 1942 dirigió Aniki Bobó, interpretada por una pandilla de chicos de las calles de Oporto, film directo, simple, vivo, que supuso un logro excepcional, sobre todo si se tiene en cuenta que fue anterior al neorrealismo italiano. En 1956 dirigió El pintor y la ciudad, película a partir de la cual su estética y su lenguaje fílmico tomaron un rumbo distinto, minimizando la importancia del montaje y priorizando los planos largos y la puesta en escena más teatral, arropada por diálogos densos y textos muy trabajados, lo que le ha supuesto duras críticas y enemigos de su obra, así como seguidores incondicionales.

 

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11 AM | 19 Ene

GUERRA Y PAZ

Basada en la  obra homónima de Lev Tolstói,  Guerra y Paz narra las vicisitudes vitales y espirituales de Natasha Rostova (Liudmila Savelieva), Pierre Bejuzov (Sergei Bondarchuk) y el Príncipe Andrei Bolkonski (Viacheslav Tijonov) en la Rusia decimonónica, con las guerras napoleónicas como telón de fondo. 

Los estudios Mosfilm se embarcaron en la producción de esta epopeya tras el éxito que había tenido en los países soviéticos la adaptación hollywoodiense de esta misma obra, dirigida unos años antes por King Vidor. La película de Vidor, que estaba protagonizada por Audrey Hepburn, Henry Fonda y Mel Ferrer, era estupenda, pero su cartón piedra poco tenía que ver con la Rusia que Tolstói había plasmado en su novela. 

Sergei Bondarchuk se encargó de escribir, dirigir e interpretar el que sigue siendo el filme más caro de la historia, con un coste que rondó los cien millones de dólares de la época. Debido al carácter inabarcable del relato de Tolstói, la película se dividió en cuatro partes que se estrenaron individualmente: Austerlitz, Natasha, La batalla de Borodino y El incendio de Moscú. La duración total es de unos 403 minutos aproximadamente.

Se trata de un filme soberbio, narrado con brío, en el que se combinan con maestría lo épico y lo íntimo, y que a pesar de sus defectos (la última parte puede resultar algo tediosa), constituye una pieza cinematográfica única dentro de la filmografía soviética. 

Las secuencias de batalla, que cuentan con decenas de miles de extras, son las más espectaculares jamás filmadas, destacando la batalla de Borodino, que pone de manifiesto la gran capacidad de Bondarchuk para dirigir a grandes masas.

La dirección se aleja de la convencionalidad clásica; abundando la utilización del punto de vista subjetivo y los movimientos ampulosos de la cámara. Bondarchuk utiliza la voz en off para mostrar las emociones y el mundo interior de los personajes, algo que unido a la filmación poética y contemplativa del paisaje, convierte a esta película en un precedente del lenguaje cinematográfico malickiano. 

Además de las secuencias de batalla anteriormente mencionadas, destacan asimismo el primer baile de Natasha, de mágica y portentosa puesta en escena, o la que nos muestra la onírica seducción de ésta a manos del mefistofélico Anatol (Vasili Lanovoi). 

En el ámbito interpretativo sobresalen el trabajo de Viacheslav Tijonov, así como la hermosa y delicada Liudmila Savelieva. Menos lograda es la interpretación del propio Bondarchuk como Pierre.

Dentro del filme, hay que resaltar también la extraordinaria banda sonora de Viacheslav Ovchinnikov, que había iniciado su andadura en el cine de la mano de Andrei Tarkovsky, y la fotografía de Anatoli Petritski y Aleksandr Shelenkov, que consiguen que cada fotograma sea una pequeña delicia pictórica. 

La película consiguió en 1968 el Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa.

 

 

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07 PM | 10 Ene

MY BUEBERRY NIGHTS

Con un reparto de lujo, ‘My Blueberry Nights’ (2007) se centra en el personaje de Elizabeth (Norah Jones), una mujer que tras una ruptura sentimental, decide viajar por los Estados Unidos, trabajando como camarera, encontrándose en el camino con otras historias de amor, tan tristes o más que la suya.

 

 

Teniendo en cuenta la carrera del señor Wong Kar-Wai, y tras ver el trailer de la película, nadie puede (o nadie debería) sorprenderse de lo que ocurre en estas noches de (tarta de) arándanos. El cineasta ha rodado en Estados Unidos lo que ya había rodado en su tierra. Un bellísimo y triste drama romántico. Lo que ha hecho siempre. Lo que le interesa.

‘My Blueberry Nights’ es, de este modo, muy similar a ‘Days of Being Wild’ o ‘Deseando Amar’ o ‘2046’ o ese corto que hizo Kar-Wai para BMW, tan recomendable como cualquier película suya; la más atípica es ‘Ashes of Time’ (curiosamente, la única inédita en DVD en nuestro país), pero sólo por incluir algo de arte marciales. Básicamente, y para entendernos, nos encontramos, otra vez, con una delicia para los sentidos, una historia cuya profundidad la ponen los hermosos encuadres, los maravillosos temas musicales y las cuidadas poses de los actores, puestos ahí para componer una obra de tanta belleza como escasa trama.

 

Aquí no hay sitio para diálogos complejos ni giros argumentales sorprendentes; no en vano, el director ha revelado alguna vez que rueda sin guión (no al menos uno cerrado). Las palabras apenas tienen importancia, acompañan las imágenes, interesando más la forma que el contenido de las mismas; las trata como canciones que no es necesario entender. Y en cuanto a las historias, en cuanto empiezan ya sabemos cómo acabará todo. La idea es disfrutar contemplando una obra de arte sobre cómo las personas adoramos sufrir y hacernos daños jugando con el amor. No es de extrañar que en el festival de Cannes etiquetaran la película más o menos como de caramelo vacío. El discurso de Kar-Wai está acabado ya para la gran mayoría, es más que comprensible.

Por tanto, la principal novedad de esta obra, casi la única, junto a la (de nuevo en un film suyo) majestuosa banda sonora, que cambia los boleros por el jazz, es que el reparto está integrado por rostros occidentales. Así, nos encontramos con un reparto muy llamativo encabezado por Jude Law, Natalie Portman, Rachel Weisz, David Strathairn y la cantante Norah Jones, cuyo personaje sirve de nexo de unión de las cinco historias de amor (o desamor, más bien) que integran la película.

De ellas, la más floja es la que rodea al personaje de Portman, que encarna a una poco creíble jugadora de póker con problemas para relacionarse con su padre; además, el personaje de Jones está puesto ahí con calzador, gracias a un intercambio poco verosímil. La historia más lograda, por el contrario, es la que protagonizan Strathairn y Weisz; el actor está magnífico, especialmente en un par de momentos muy emotivos, y la actriz nunca ha estado tan impresionante como aquí, en todos los sentidos. En cuanto a Law y Jones, correctos, en su sitio; el primero parece que imita a Takeshi Kaneshiro en ‘Chungking Express’, y la segunda, en su debut en el cine, cumple sin problemas en los pocos momentos en los que tiene que actuar.

Podría decirse, por consiguiente, que ‘My Blueberry Nights’ es una preciosa repetición de la misma película que lleva rodando Wong Kar-Wai durante todos estos años. De esta forma, es una oferta ineludible para los que disfrutaron plenamente de las anteriores obras del cineasta (o para los que aún no vieron ninguna, que algunos habrá) y, posiblemente, una aburrida forma de pasar el tiempo para el resto.

Por supuesto, un servidor lo pasó en grande con esta película, y está escuchando la banda sonora por enésima vez, en este mismo momento. Wong Kar-Wai no realiza cine convencional, sino un cine que es como una droga, de imágenes tan poderosas que, si te atrapa, no abandonará tu cabeza durante mucho tiempo.

 

 

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05 PM | 26 Dic

PARTIENDO DE LA BASE DE QUE TODO ES MENTIRA

 

 

  En estas fiestas, después de una comida familiar Irene se empeñó en contestar los mensajes que me iban llegando. Después de dar vueltas a algunos textos elegimos uno de Javier Salvago que utilicé hace unos años para contestar un informe que me pedían con urgencia. El poema completo es el siguiente, ya que en el teléfono no cabía el mensaje de texto entero. Aquí lo reproduzco:

 PARTIENDO  de la base

 De que todo es mentira,

De que el mundo y sus pompas son un fraude

y una trampa la vida.

 

Partiendo de la base de que todo

Es mucho más mezquino y más pequeño

De lo que calculamos

a través de a lupa de los sueños…

 

Me abrazo a lo que hay,

Otro día, y procuro

Seguir viviendo. Como si no viera

Que cada vez se extiende más el humo.

  

 

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