09 PM | 16 Feb

RADIOGRAFIA DE UNA PASION

                                                                                                                                                                 TAYLOR
No todos poseemos, lógicamente, la capacidad y el discernimiento necesario para desmenuzar obras maestras del calibre de “Vértigo”. Hitchcock, su arquitecto, construye una espiral de fascinación tan imponderable que resulta extremadamente complicado sintetizar en pocas palabras el formidable caudal de contenidos y sensaciones que entraña una peli como ésta.

Me limitaré, por lo tanto, a incidir en la vertiente del film que me parece más sugerente: la pasión que suscita Madeleine / Judy (Kim Novak) en Scottie Ferguson (James Stewart).

Creo que, al margen de la endeble trama y de las numerosas resonancias literarias y filosóficas que desprende, “Vertigo” es -fundamentalmente- el complejo retrato de una obsesión que trasciende cualquier parecido con una historia de amor convencional y que revela la tremenda fragilidad existencial del ser humano.

Todos nos hemos sentido alguna vez en la piel de Scottie. Subyugados por una mujer que encarnaba nuestros ideales más quiméricos, nuestras expectativas más inverosímiles, nuestros sueños más sublimes. Una mujer que creímos tener a nuestro alcance pero que acabó desvaneciéndose como un fantasma. Una mujer cuya magia pervivirá por siempre jamás en nuestro pecho. Una mujer que nos hará felices y desdichados hasta el fin de nuestros días.

You are always on my mind, baby.

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10 PM | 11 Feb

DOCE AÑOS DE RENTA BASICA

 

El pasado 5 de febrero, se cumplían 12 años de la fundación de la RED RENTA BASICA Nacida como punto de encuentro de personas interesadas en el estudio de la propuesta y en la articulación de caminos compartidos para su avance social y político, en estos doce años la RRB ha celebrado doce simposios en distintas ciudades del Reino de España; ha sido reconocida como sección oficial de la Basic Income Earth Network (BIEN), cuyo décimo congreso, el de 2004, auspició en Barcelona; ha fomentado el intercambio científico y ha ayudado a dar inicio a proyectos vinculados a la investigación como la revista internacional Basic Income Studies; ha mantenido canales de comunicación abiertos con otras organizaciones y grupos interesados en el debate entorno a la renta básica –pensemos, por poner sólo un par de ejemplos, en el camino recorrido conjuntamente con ATTAC o con compañeros y compañeras de la Universidad Nómada–; y ha tratado de mostrarse activa y visible cada vez que partidos, sindicatos, movimientos sociales y plataformas de diversa índole han participado en el análisis de (y en la lucha por) la renta básica o alguna medida relacionada.

 

Sin ir más lejos, la RRB está dando apoyo explícito a la Iniciativa Legislativa Popular por una Renta Garantizada de Ciudadanía que actualmente se está lanzando en Cataluña. Cierto es que existen importantes diferencias entre la renta básica y dicha renta garantizada de ciudadanía. En efecto, la primera es plenamente universal e incondicional, y, por ende, de carácter preventivo: más que reparar situaciones de privación, aspira a otorgar “de entrada” herramientas importantes para una existencia efectivamente libre. La segunda, en cambio, adquiere un carácter abiertamente paliativo, pues es percibida sólo en caso de que la persona haya caído en situación de pobreza y pueda demostrarlo ante las autoridades competentes. Aun a sabiendas de los problemas técnicos y sociales que las condicionalidades propias de tal renta garantizada implican, la RRB se muestra favorable a dicha ILP: primero, porque sabe que se trata de una propuesta que supone una clara mejora con respecto a las míseras y excluyentes Rentas Mínimas de Inserción actualmente existentes en las Comunidades Autónomas del Reino de España –la cuantía percibida sería más alta y desaparecería la obligación de realizar actividades supuestamente de inserción sociolaboral–; y segundo, porque entiende que la lucha por la renta garantizada de ciudadanía, de evidente sentido en las actuales circunstancias, puede entenderse como un paso más hacia el logro de una renta básica plenamente universal e incondicional (1).

 

 

Pero volvamos a la historia de la presencia pública de la RRB a lo largo de sus doce años de existencia. Si algo puede sintetizar el camino recorrido hasta la fecha, es el viaje de ida y vuelta entre el ámbito de los movimientos sociales y el de las instituciones políticas que la renta básica ha vivido (2). En efecto, la RRB surge en un momento en el que, pese a que el debate social sobre la propuesta dista de ser masivo, ciertos partidos y sectores de partidos de izquierdas se interesan por ella, la estudian y, finalmente, la llevan a sede parlamentaria. En cambio, nos encontramos hoy en un momento en el que los ecos de la discusión institucional sobre la renta básica van languideciendo hasta prácticamente extinguirse, mientras que la reivindicación que de ella hacen movimientos sociales de nueva (y de no tan nueva) planta la están dotando de una vitalidad apenas imaginada hace pocos años. Cabe preguntarse si la adopción de la renta básica por parte de organizaciones como Bildu, Anova o Equo anuncia la reincorporación de la propuesta en las estrategias políticas y programáticas de la pluralidad de las izquierdas con representación institucional en el Reino de España, esta vez quizás con apoyos menos volátiles o marginales y socialmente mejor cimentados (3).

 

Diagnósticos compartidos, acciones comunes: renta básica y democratización de la vida social

 

Acaba de ser dicho y es bien sabido: vivimos tiempos de grandes movilizaciones (4). Tanto en el Reino de España como en el resto de la Unión Europea y, también, en muchas otras partes del planeta, se levantan voces y se articulan movimientos sociales y políticos en contra de la pérdida de libertad efectiva y de capacidad de autoorganización social –o, lo que es lo mismo, ante el deterioro de la democracia– que supone la extensión del neoliberalismo y de la cultura que le es anexa. Movimientos y organizaciones de muy diversa índole coinciden en señalar que es preciso construir mecanismos capaces de frenar la dinámica desposeedora, tan nueva y, sin embargo, tan vieja, del capitalismo contrarreformado en el que estamos viviendo.

 

En este contexto, la propuesta de la renta básica emerge con fuerza, no como panacea para la curación de todos los males sociales y civilizatorios –sólo una mente delirante podría presentarla de tal modo-, pero sí como política pública que, por su naturaleza universal e incondicional, se muestra capaz de contribuir a garantizar la existencia material de la gran mayoría actualmente desposeída, para que ésta pueda, del modo que sea –o de modos bien diversos–, cuestionar el status quo y construir un mundo verdaderamente propio. En efecto, dada su naturaleza universal e incondicional, la renta básica puede contribuir a articular esquemas de política pública que no se limiten a asistir ex-post a quienes salen perdiendo en nuestra interacción cotidiana con un status quo inevitable, sino que empoderen ex-ante otorgando incondicionalmente la garantía del derecho a la existencia y el poder de negociación que ésta lleva asociado, y que, haciéndolo, permitan disputar y transformar ese status quo, y dibujar así un mundo más libre de privilegios y de relaciones de dominación. Pues cuando tenemos garantizada una existencia en condiciones de dignidad, nos hallamos en condiciones de co-determinar con verdadero poder de negociación la naturaleza que queremos otorgar al mundo del trabajo y a la esfera de la (re)producción –definidos el uno y la otra en el sentido más amplio de ambos términos–; nos hallamos en condiciones, en suma, de democratizar el conjunto de nuestras relaciones económicas y sociales.

 

En esta dirección, conviene destacar que, por mucho que desvincule “renta” de “empleo” –esto es, del tipo de trabajo actualmente remunerado por el mercado–, la renta básica en ningún caso se opone a la idea, bien propia de las tradiciones emancipatorias que hemos conocido, de que el trabajo puede constituir un elemento decisivo para el despliegue de nuestras identidades, para un proceso de socialización harmónico y libre. En efecto, deshaciendo vínculos de dependencia material, la renta básica puede actuar como palanca de activación de la actividad humana, remunerada o no, que quisiéramos llevar a cabo pero que en la actualidad queda obstaculizada –si no definitivamente sepultada– por el capitalismo, en el que, por hallarnos desposeídos, nos vemos obligados a aceptar sistemáticamente trabajo externamente dispuesto.

 

De ahí la necesidad de entender la renta básica como parte de paquetes de medidas que incluyan, siempre en clave universal e incondicional, prestaciones en especie como una sanidad y una educación públicas y de calidad, una vivienda en condiciones dignas, políticas de cuidados y atención a las personas y la garantía del acceso a (y del control colectivo de) los recursos básicos –el agua y la luz, sin ir más lejos– para el buen funcionamiento de personas y comunidades enteras. Dichos paquetes de medidas, centrales por ejemplo en las reivindicaciones del 15-M durante el periodo de movilizaciones de mayo de 2012, constituyen verdaderas “Cartas de bienes comunes” –o “Planes de Rescate Ciudadano”– que es preciso articular como forma de dotar de coherencia y continuidad a las propuestas y programas de lucha que tenemos abiertos, a menudo de un modo demasiado deslavazado, y de los que depende la posibilidad de que la gran mayoría logre reapropiarse de recursos y espacios que deberían ser de todos y todas. Huelga decir que es cuando se halla en consonancia con estos objetivos cuando la propuesta de la renta básica adquiere su mejor sentido y ofrece sus mayores potencialidades.

 

Así parece que lo han visto y lo están viendo muchos de los colectivos que se acercan a la propuesta de la renta básica como elemento fundamental para una lucha orientada a construir un nuevo consenso social en el que la garantía de la existencia sea vista como un derecho constitutivo de ciudadanía; un nuevo consenso social que persiga la garantía de la seguridad e independencia socioeconómicas –y del poder de negociación derivado de ellas– para el conjunto de la población trabajadora, sin exclusiones: población asalariada fija, población precaria e intermitentemente remunerada, población desempleada y en riesgo de exclusión, población que desempeña actividades no remuneradas por los mercados de trabajo actuales, etc.; un nuevo consenso social que vea en esa seguridad e independencia socioeconómicas –y en el poder de negociación derivado de ellas– no una vía libre hacia la atomización de las relaciones sociales, sino una condición de posibilidad para la emergencia de toda una interdependencia verdaderamente libre y autónoma, esto es, verdaderamente nuestra (5).

 

Notas:

 

(1) Para un análisis comparativo de ambas propuestas, véase D. Raventós y S. Raventós, “La Renta Garantizada de Ciudadanía y la Renta Básica”, Sin Permiso, 6-1-2013.

 

(2) Véase D. Raventós, J. Wark y D. Casassas (2012), “Kingdom of Spain: Basic Income from Social Movements to Parliament and Back Again”, en R.K. Caputo (ed.), Basic Income Guarantee and Politics: International Experiences and Perspectives on the Viability of Income Guarantee, Basingstoke: Palgrave Macmillan. Véase también D. Raventós “La Renta Básica se aleja de los parlamentos y se acerca a los movimientos sociales”, Sin Permiso, 3-7-2011.

 

(3) Para una reflexión acerca de coyunturas políticas favorecedoras del avance de la propuesta de la renta básica, véase D. Casassas y J. De Wispelaere (2011), “Renta básica y emancipación social: principios, diseños y coaliciones”, en D. Casassas y D. Raventós (eds.), La renta básica en la era de las grandes desigualdades, Barcelona: Montesinos.

 

(4) Partes del texto de este epígrafe han sido tomadas de la “Introducción” a D. Casassas y D. Raventós (eds.) (2011), La renta básica en la era de las grandes desigualdades, Barcelona: Montesinos.

 

(5) Sin Permiso editó a mediados de enero un libro electrónico en el que se recopilan algunos artículos sobre la renta básica que la revista ha publicado durante los últimos 6 años: una buena forma también de celebrar el decimosegundo aniversario de la fundación de la RRB. El libro puede descargarse gratuitamente en http://ppccs.org/RBUSP.pdf.

 

David Casassas es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso.

 

 

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10 PM | 11 Feb

POZOS DE AMBICION

Cambio drástico de temática y localización espacio-temporal para el niño terrible de la industria, el portentoso, caprichoso y genéticamente genial Paul Thomas Anderson, quien vuelve a tocar el cielo con su quinta obra, una mirada excesiva, trágica, de adscripción épica, a un ser humano y a un entorno que lo define.

Hay sangre, mucha sangre, en THERE WILL BE BLOOD. Pero la sangre que destila la película es negra. El color del líquido que origina disputas e hiperbola las pasiones, que dibuja manchas de odio y orgullo en la árida meseta americana, que ubica a empresarios y propietarios en el vasto rincón más siniestro del planeta. Hay mucho de cine clásico en esta obra maestra. Pero toda esta herencia temática, ideológica y narrativa late bajo un sello postmoderno, el esqueleto narrativo y estilístico de Anderson bebe de fuentes sólidas a las que se les da un acabado autorial nuevo, vibrante, de latente potencia visual en cada fotograma. Vemos retazos de cine mil veces visto en televisión, pero en esta THERE WILL BE BLOOD se abraza el signo de lo coetáneo; son deseos y arrebatos humanos de siempre vestidos con la fuerza de nuestro tiempo.

Pese a un final que diluye la furiosa solidez de la puesta en escena en aras de un cierto exceso e histrionismo, THERE WILL BE BLOOD se sitúa en la vanguardia del cine de autor por sus arriesgadas decisiones narrativas –un ejemplo, su desarmante primer cuarto de hora-; por un empaque formal que trasluce la tensión de la historia con una planificación perfecta, perfilando con sus ángulos la oscuridad de esos seres humanos enfermos de mezquindad; y por la inteligente y matizada postura que el director adopta frente a los personajes -nunca maniquea ni enjuiciadora-, quienes se mueven con el solo peso de su bajeza innata -los débiles de fé ciega y de codicia sin límites nunca son objeto de burla, más bien de cierta piedad-.

Tuve la íntima sensación al ver la película de que no hay otro actor vivo capaz de encarnar, con toda la grandeza requerida, al complejo magnate Plainview. La bestial presencia de Daniel Day-Lewis enriquece las aristas de un personaje incómodo, dota de rabiosa humanidad a un monstruo falto de escrúpulos y enaltece las miserias del arribismo en persona. Cada cambio de gesto en esos primeros planos tan gratos es fruto de una meditada introspección del actor, pero cumple su función: sumergirnos de lleno en los abismos más sucios de una personalidad demoledora. Sólo con su físico y su entregada –puntualmente barroca- creación se concibe este desasosegante relato del auge y la caída de un magnate petrolero. Él es, en una interpretación calculada y pletórica, fría y grandilocuente, virtuosa y sin concesiones, la integral encarnación del mal, él y no otro actor es quien puede implicarnos en este firme y torrencial recorrido por los senderos de la avaricia y los peligros de la fé. Algo en sus ojos anuncia la violenta explosión bajo la calma. Y los premios le están lloviendo al actor. Con razón. TRAKIS filmaffinity

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08 PM | 04 Feb

¡QUE VIVAN VERDI Y WAGNER!

                                                                                                                                                                   ANGELES CASO

Nunca he creído aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero a menudo ciertas cosas me hacen dudar de mi convicción. Me pasa eso, por ejemplo, cada vez que pienso que los dos entierros más multitudinarios que se recuerdan de personajes del siglo XIX son los de un escritor y un compositor: Victor Hugo y Giuseppe Verdi, dos gigantes del arte y de la vida. A Hugo, más de un millón de personas lo acompañaron por las calles de París camino del Panteón en mayo de 1885. A Verdi, fue casi medio millón el que lo despidió en Milán en enero de 1901.


No veo yo que las cosas vayan ahora por ahí, la verdad. Si no me equivoco, las dos últimas grandes despedidas de nuestro tiempo fueron la de la princesa Diana y la de Michael Jackson, que ni de lejos pueden compararse a mis dos extraordinarios decimonónicos. Es como si, a pesar de la extensión de la educación y de la mejora de las condiciones de vida de la mayor parte de la población, que habrían debido contribuir a hacernos más sensibles al pensamiento y a la belleza, nuestras sociedades fuesen por el contrario banalizándose.


Detengo aquí esta reflexión pesimista y que tal vez me llevaría demasiado lejos, y dedico un ratito a recordar que en este 2013 se cumplen los doscientos años del nacimiento de Verdi y de Wagner (cuyo entierro en Bayreuth en 1883, por cierto, tampoco estuvo nada mal). Dos genios que fueron rivales en vida y que lo han seguido siendo en la posteridad: en el mundo de los aficionados a la ópera, la gente es wagneriana o verdiana, y rara vez cabe la posibilidad de admirarlos a los dos al tiempo. Los partidarios de Wagner suelen despreciar a Verdi por populachero y facilón. Los de Verdi suelen quedarse dormidos en los larguísimos y sofisticados dramas de Wagner.


Yo tengo la suerte de gozar de un gusto amplio y más bien ecléctico, en el que los dos compositores caben a la vez. Wagner consigue a veces trasladarme al cielo, pero Verdi me mantiene en cambio aferrada a la vida. A Wagner lo admiro, a Verdi lo quiero. De haberlos conocido, estoy segura de que a Wagner le habría estrechado la mano con cierto recelo. A Don Giuseppe, en cambio, le habría pegado un buen abrazo. De Wagner amo la música, es cierto, pero desprecio sus ideas mezquinamente nacionalistas, su prehitleriano culto al héroe, sus dobleces, su antisemitismo. A Verdi lo adoro por la mucha felicidad que sus obras me han regalado, pero también lo respeto por su forma de vivir, por su carácter autodidacta, por su compromiso político y social, por su lucha a favor del derecho de propiedad intelectual y de los derechos de autor, por su integridad de viejo campesino.


Permítanme que me ría un poco de mí misma: empecé el párrafo anterior haciendo una presuntuosa afirmación de ecuanimidad, pero lo he terminado dejándome llevar por la pasión. Por si no había quedado del todo claro, lo confieso abiertamente: Verdi es mi favorito. Lo es, además, por encima de cualquier otro compositor de ópera, para qué voy a negarlo. Y siempre que quiero rendirle homenaje, recuerdo que la mejor de sus óperas, la más innovadora y jovial, es la última, ese extraordinario Falstaff que escribió ¡a los ochenta años! Y entonces pienso que yo, de mayor, quiero ser como él. En fin, vivan Verdi y Wagner, o Wagner y Verdi. Y feliz 2013 a los aficionados

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08 PM | 04 Feb

UPTON SINCLAIR

Querido diario:

Hoy no se puede vender carne en un establecimiento público usamericano sin tener el sello de la inspección federal, que certifica que la carne es apta para el consumo. El responsable de esto es el mismo que escribió “Petróleo”, la historia en la que se basa la película “Pozos de ambición”. Su nombre es Upton Sinclair, y es más cosas: uno de los grandes autores del siglo XX en Usamerica, que ganó el Premio Pulitzer en 1943, cuando ya era muy conocido y respetado. Con Jack London, fue de los primeros que se dejaron de academicismos literarios para escribir con realismo moderno.

Upton nació en una familia de clase media baja, pero a los 14 años empezó a ganarse la vida haciendo trabajos de todo tipo y publicando cuentos y relatos. Entró en la universidad de Columbia y siguió publicando. Al comenzar el siglo XX tenía 22 años, una conciencia de clase muy fuerte y bajo el brazo, la primera novela publicada de las sesenta que escribiría.
El director de un periódico socialista le encargó un reportaje. Debía trasladarse a Chicago, central de la industria cárnica en conserva. Las condiciones de los trabajadores de aquellas plantas rozaban la esclavitud.
Upton aplicó su realismo literario a la suciedad que se veía por todas partes, a la descripción de las ratas que se movían entre la carne y la grasa, y lo publicó en forma de reportaje. Pero dedicó los dos años siguientes a escribir la novela “La jungla”, que le colocaría en todas las librerías del país. Describía las condiciones de aquellos mataderos envasadores y fue un best-seller nacional. La prensa y la radio se llenaron de reportajes. Algunos llegaban muy lejos, hasta insinuar que varios empleados sin papeles, enteros o en fragmentos, podrían haber sido convertidos en tocino por inadvertencia, enlatados y vendidos como pura manteca de cerdo Durham, la favorita de los panaderos. La novela producto de la investigación impresionó tanto al presidente Roosevelt, que le nombró para la junta de inspección de industrias cárnicas que se había creado por toda aquella historia.

Upton comprendió una ironía en su éxito. Pensaba llamar la atención sobre las miserias que tenían que soportar los trabajadores que emigraban a América. Pero los lectores en lugar de reaccionar, como había previsto, sensibilizándose ante los problemas de los obreros, lo que hicieron fue horrorizarse ante el peligro que corría su salud. Upton se había dirigido al cerebro pero había acertado en los estómagos.
Invirtió sus derechos de autor en una colonia socialista en Nueva Jersey, el proyecto fracasó y entonces se trasladó a California para establecerse en Pasadena. Allí se tropezó de bruces con el cine!.

A los pocos meses estaba en las reuniones con los actores más progresistas; y comenzaban a situarle en su punto de mira los magnates de los Estudios, que empezaban a ser grandes.
Cuando Upton se empeñó en ser gobernador de California, el eslogan de su campaña fue «Terminar con la pobreza en California», y para lograrlo abogaba por más control federal en la industria del cine, aumento de los impuestos para los ricos y el reconocimiento de los diversos sindicatos por los estudios de cine. Para todos los magnates de Hollywood éstas eran palabras de un cerebro bolchevique, que seguramente harían correr la sangre por las calles, y se unieron para conseguir el voto para el candidato republicano, un tal Frank Merriam.
Se organizó la primera campaña coordinada por una compañía que ofrecía un servicio nuevo, llamado “Relaciones públicas”. La primera intervención de profesionales de la imagen en la política americana, se puso en manos de Campaings Inc., de San Francisco, que a raíz de aquello se convertiría en una de las compañías de relaciones públicas más poderosas y de mayor éxito en América.

Fue muy basta aquella campaña para los paladares de ahora, pero funcionó. Los estudios usaron todas sus armas, concentrándolas en los noticiarios sensacionalistas y falsos que se pasaban en las salas de cine. Sin televisión en las casas y con una radio sin política en sus contenidos, era la mejor propaganda para los muchos votantes que no leían prensa en serio. Hicieron noticias falsas con material de largometrajes sobre delincuentes, para mostrar como reales reuniones de criminales que ya pensaban en como explotar la nueva sociedad propuesta por Upton. Hicieron entrevistas falsas con actores que sacaban de las oficinas de casting que se hacían pasar por agitadores bolcheviques que le apoyaban, y abuelitas usamericanas encantadoras que iban a votar a Merriam.
Upton siguió escribiendo libros con el mismo enfoque que “La jungla”. Todos desnudaban la injusticia y la hipocresía de la clase adinerada. El tío Platón ya escribió algo sobre esto: El oro y la virtud siempre se encuentran en los platillos opuestos de la balanza. Cuando alguno sube o baja, siempre es a costa del otro. Upton ponía en evidencia a un sector de aquellas clases sociales en cada libro. En “Petroleo” (Oil), fue el mundo de los magnates del petróleo californianos, y el mundo de los actores de Hollywood.

Al estallar la II Guerra Mundial, continuó escribiendo «exclusivamente en bien de la humanidad», aprovechando su popularidad internacional, que había logrado al traducirse sus obras a más de treinta idiomas.
Con World’s End, en 1940, empezó una serie de novelas con las aventuras de «Lanny Budd», un superhombre cosmopolita, de buena voluntad, que viaja constantemente a través de Europa, América y Asia, haciendo una crónica de los acontecimientos mundiales en la primera mitad del siglo XX.

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