07 PM | 26 Oct

IDA

Anna es una joven novicia que está a punto de tomar sus votos perpetuos en la Polonia de 1960. Antes de hacerlo sale del convento para visitar a su tía, único pariente vivo y que le dirá quién es realmente y qué fue de su familia. Anna se enfrentará a un pasado para ella ignorado, pues fue dejada en el convento siendo niña… y no conoce otra realidad que la vivida dentro de sus muros. De esta manera, sabrá que su verdadero nombre es Ida y que su origen es judío, que sus padres fueron asesinados durante la ocupación nazi y que el pasado fue mucho más cruel de lo que puede imaginar. Vestida con su hábito, Ida hará un viaje con su tía para visitar la tumba de sus padres y, lo que es más importante, para reencontrarse con sus orígenes. La pureza e inocencia encarnada necesita enfrentarse al pasado, lo mismo que su tía Wanda, una mujer madura que ejerció de fiscal implacable en la posguerra y que ahora se ha entregado en su hastío y amargura al alcohol y al sexo. Esta es la historia de “Ida”, película de Pawel Pawlikowski que entronca con el mejor cine de autor europeo.

Ida y Wanda son aparentemente como el ángel y el diablo, una pareja extraña con pasado común y presente dispar. Cada una debe encontrar su lugar en el mundo y la paz para seguir viviendo. Necesitan pasar página y vivir otra vida: Ida debe conocer la memoria que le fue robada, y Wanda descubrir si todavía hay futuro para ella en este mundo de represalias. De esta manera, el espectador asiste a una road movie existencial donde lo espiritual y lo mundano cohabitan, donde la identidad debe aflorar para construir una vida sobre terreno firme. La entrega por los votos o el suicidio por la desesperación, el perdón de los agravios o la venganza tras la injusticia, la esperanza de unos jóvenes en formar una familia o la retirada al convento… Son disyuntivas que la película de Pawlikowski plantea y que responden a profundas reflexiones en torno al hombre y a la sociedad actual… porque la historia puede entenderse también en clave socio-política.

Hay otra pregunta que se hace Ida de forma reiterativa, ya al final de la película, en su conversación con el joven saxofonista: “¿y después? ¿y después?”. Conocido su pasado, necesita atisbar lo que puede ser su futuro para decidir en conciencia lo que hacer con su vida. Ahora es consciente de que pasado y futuro conforman la existencia humana de igual manera, y que ambas realidades tienen su lugar en la búsqueda de la felicidad. Por eso, Ida se pone los zapatos de Wanda y trata de verse en esa otra vida… antes de vivir la suya. Ha resuelto asumir en primera persona su libertad, estrenar sentimientos y sensaciones nuevas, decidir qué quiere hacer… y hacerlo. En esta tesitura existencial de dos almas que se buscan, nada hubiera sido posible sin la contenida interpretación de Agata Trzebuchowska como Ida o de Agata Kulesza como Wanda, dos papeles que discurren por caminos distantes pero que sienten el mismo peso del destino y de la libertad.

Si la hondura antropológica de la propuesta de Pawlikowski es incuestionable, no lo es menos su depurada y sobria puesta en escena, su atractiva y sugerente estética visual. Nada sobra y nada resulta superfluo en un trabajo lleno de poesía y arte: la fotografía brilla en un blanco y negro cargado de significado y que no se pierde en su esteticismo, la elegante planificación sabe sacar partido al formato 1:1,33 para unos primeros planos artísticamente compuestos y también acierta a conjugar los planos fijos de interiores con las panorámicas de paisajes, la contención expresiva va pareja a la precisión narrativa, y los silencios resultan tan ilustrativos como esa música de jazz o de Bach. 

En resumidas cuentas, pocas veces asistimos a un ejercicio de estilo tan completo y que, a la vez, responde al espíritu de una época y al de unos personajes. Y es que el director polaco hace un retrato certero del alma humana, con sus anhelos y sus dudas, con sus deseos y sus remordimientos… y lo consigue hablando con la imagen y el sonido, transmitiendo al espectador sentimientos e ideas sin necesidad de subrayados ni de apoyaturas de artificio. Su cine es otro cine, como la vida de Ida es otra… antes y después de salir del convento.

LA MIRADA DE ULISES
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