12 AM | 02 Mar

AZUL-VIERNES 3 CENTRO CULTURAL DE LA VILLA

‘Azul’: Los tres colores de Kieslowski (I)

Silvia Panadero

24 de octubre, 2021

Tres colores: Azul es la primera película de la trilogía de los tres colores de Krzysztof Kieslowski, cineasta polaco afincado en Francia en los 90. Esta trilogía, formada por Azul (1992), Blanco (1993) y Rojo (1994), hace referencia, por un lado, a la bandera de Francia, país que acogió a Kieslowski. Por otro lado, representa el lema de la República francesa: liberté (libertad), égalité (igualdad) y fraternité (fraternidad).

Kieslowski murió tan solo dos años después del estreno de la última parte de esta historia por entregas, en 1996. A pesar de anunciar su retirada del mundo del cine tras finalizar Rojo, estaba escribiendo un guion para adaptar la Divina comedia de Dante y transformarla en otra trilogía que llevaría por título Cielo, Purgatorio e Infierno. Lamentablemente, el mundo se perdió esta última creación del polaco, ya que antes de terminar la escritura falleció de un ataque cardíaco a los 54 años en su Polonia natal.

 Krzysztof Kieslowski. Foto: EAST NEWS/SIPA PRESS. Azul.
Krzysztof Kieslowski. Foto: EAST NEWS/SIPA PRESS

Es considerado el gran autor de la moral europeo. A pesar del éxito que cosechó con estos filmes, y con otros como La doble vida de Verónica, Kieslowski restaba mérito a su trabajo y negaba ser artista, afirmando ser “nada más que un artesano”. Tenía una concepción muy concreta del cine y carecía de pelos en la lengua que le impidieran hablar bien claro. Afirmó que el cine europeo “sólo podrá competir con el cine americano comercial cuando hagan su aparición directores tan grandes como Fellini o Bergman”.

Cuando anunció su retirada en 1994 dijo, “simplemente me voy, nada más. Mi retirada es la mejor forma de no caerme de lo más alto” y añadió: “Tengo muy buenos recuerdos del cine y voy a tener cada vez mejores recuerdos. El abandono es el mejor método para que esos recuerdos sean cada vez más agradables. ¿Que qué voy a hacer ahora? Vivir, voy a vivir”.

En Las Furias no nos da miedo el cine de autor, los directores con nombres impronunciables para el español o la versión original subtitulada. Es por ello por lo que, en las próximas semanas, vamos a estar analizando la trilogía de los tres colores de Kieslowski, su tributo a la bandera francesa y al lema de la República.

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11 PM | 24 Feb

NOMADLAN

La clave del sueño americano es la oferta de oportunidades para vivir mejor. Un país que no ofrece esas posibilidades no es atractivo para nadie. De ahí que Estados Unidos sea una nación de aluvión, con inmigrantes de cada rincón del planeta. El secreto es la libertad, que cualquiera pueda labrarse un futuro halagüeño con trabajo, talento y suerte. Esa libertad de asumir la responsabilidad del propio destino supone la posibilidad de fracasar o no prosperar. “Looser” (perdedor), es un insulto frecuente allí. El éxito es la prosperidad.

Ya contó Thorstein Veblen en 1899 que la base del sistema norteamericano era la distancia entre la clase ociosa que consumía para mostrar su riqueza y los que trabajaban para producir. Era una dicotomía maniquea, pero efectista. En la América de finales del siglo XIX, trabajar con las manos era un signo de pobreza, decía aquel sociólogo en su obra “Teoría de la clase ociosa”. No sé si Scott Fitzgerald leyó aquel libro para su inolvidable “El gran Gatsby”, publicado en 1922, en el que retrata los modos de vida de esos “ociosos” y su contraste con los jornaleros. Eran los “felices años 20”.

No fueron tan felices para todos. La felicidad es un concepto subjetivo y más aún cuando se habla en términos generales. Ya entonces era corriente las migraciones de trabajadores de un lado a otro del país buscando un jornal en labores de temporada. Y no solo pasaba en Estados Unidos, era corriente también en Europa, sobre todo, en labores agrícolas.

Dicha migración provocó que esas personas abandonaran sus raíces y pueblos, y adoptaran costumbres y una mentalidad nuevas. Incluso extendió la prostitución, por la lejanía de la familia en los hombres y lo corto de los salarios en las mujeres. Y el alcoholismo, porque las tabernas se convirtieron en el único lugar de ocio después del trabajo. De ahí “La ley seca” en Estados Unidos, que duró trece años.

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12 AM | 17 Feb

PA NEGRE

Javi Álvarez – La República Cultural

Pa negre es una película que enamora desde el primer fotograma, pues sus primeras imágenes transmiten una gran tensión. Sabes, en pocos minutos, que te van a contar una historia a la vez importante y pequeña, porque, sobre todo, se va a construir desde los sentimientos y la humanidad. Son la bruma, el tiempo, lo rural, la postguerra, el bosque, lo desconocido… los sabores que se paladean en ella, los que abren el apetito de esta gran película. Pa negre está pegada a sus personajes, a los ojos de su protagonista, el niño Andreu (Francesc Colomer), que son los que nos van a mostrar y teñir todo la historia.

Situada en la posguerra, no es una película convencional en ese sentido. Utiliza el ambiente opresor, las señas de identidad de víctimas y verdugos que nuestra guerra dejó a su espalda, como un personaje más en la trama, un fondo que predestina las decisiones pendientes de tomar. Se define políticamente sin aspavientos ni grandes consignas, con naturalidad, pero luego los matices, lo escondido que tiene que aflorar, va dando giros a esa definición. No hay prototipos perfectos de seres humanos, sino personas cargadas de errores y condicionadas por el entorno. Lo político es un telón de fondo que a veces se mantiene impreciso, como para reforzar la idea abstracta de la opresión que deben soportar los personajes.

La película, con sutileza, va ofreciendo metáforas sobre la libertad, lo hace mostrando unos pájaros enjaulados que la familia adiestra o en el joven enfermo que sueña con unas alas que le sirvan para emprender el vuelo por encima de su enfermedad. Frente a ellos la realidad de la cárcel o la de la niña Nuria (Marina Comas) que, una vez descubiertas todas las mentiras de los mayores, sabe que solo la huida de este entorno le permitirá tener un futuro decidido por ella y sin ataduras que la condicionen al fracaso o la miseria. Parece que son pocos los que pueden elegir, al resto les tocas sobrevivir con las cartas marcadas que la vida les ha servido.

Hablaba al principio de la bruma, como un valor importante para tejer toda la estructura, pues la narración se sostiene sobre la fotografía y los paisajes con los que se mezcla. Las localizaciones son reales y, según informa la productora, mínimamente retocadas, pues el objetivo es el de la autenticidad y el realismo. La bruma es como la incertidumbre, algo que hay que ir despejando, el bosque el terreno de juego que profundiza lo enseñado por una maestro vencido sin apenas esperanzas, el único terreno de libertad. El mundo de los mayores es complejo, guardan secretos y hacen lo contrario de lo que dicen, piden verdades a los niños pero son incapaces de confiar en ellos. Sin duda es un gran acierto la forma de plasmar toda esa problemática del niño que va descubriendo una realidad tapada que no le gusta. Nada es lo que el creía, así que sus valores se tambalean sin certezas que los sustenten. Tal vez sea el tiempo de renegar.

Es Pa negre una película que enfrenta los ideales con lo real para ver cual sobrevive, porque los ideales, cuando se traicionan duelen y rompen el alma, nos deja huérfanos, caminando sin sentido, conscientes de que decidir por un camino es rechazar para siempre el otro, que no hay vuelta atrás posible una vez que uno se ha vendido.

La crueldad de un mundo polarizado en vencedores y vencidos, en buenos y malos, y la represión para mantener ese esquema de valores son dos elementos consustanciales a este largometraje. No habría siervos sin la explotación de los que tienen el dinero y la capacidad de gobierno político. La moral, lo público, lo que se ve desde fuera, está claramente delimitado y no debe mostrarse. Éste es un mundo en el todo se va guardando en secreto y sobre el que se debe mover Pa negre. Un mundo donde el pan blanco, el bueno, tiene dueños y el negro, el del pobre, es el único que está al alcance de la mayoría.

Son las emociones las que mueven la película, sentimientos que se contagian al espectador y le mantienen en vilo, algo indefinible que se asienta en el estómago para empezar a girar. No todo lo que vemos, lo que descubrimos, nos va a gustar, pero no hay duda de que nos va a emocionar. La estructura se ha construido para ello con un lenguaje narrativo milimétrico, de historia bien tramada, excelentemente cerrada y llena de recursos que van encajando a la perfección en su guión. La ocultación primera, va dando paso a un lento, pero gradual, descubrimiento de los pequeños enigmas de los que está salpicada la película.

Son los niños, su mirada que se va reforzando con lo que aprenden, un punto fuerte de la película. No sería lo mismo contada desde otro lugar, con otro enfoque. Tal vez la ternura en un clima tan tenso la aportan ellos, el único escape que hace soportable la opresión a la que les someten quienes mandan, de los que hacen leyes injustas.

A su vez, los niños, son los que permiten introducir lo fantástico en la narración, pues su mirada infantil sobre los mayores, los paisajes y las leyendas dotan de misterio lo que aún está por ser descubierto. Le sirve a su director, Agustí Villaronga, para introducir una dimensión entre mágica y poética que no por ello pierde verosimilitud ni realismo.

Cuenta con un gran elenco reforzado por actores como Sergi López, Eduard Fernández y Laia Marull que en esta película se lucen. En el Festival de cine de San Sebastián Nora Navas se llevó la Concha de Plata a la mejor actriz por su papel en esta película. Es el suyo un papel intenso, de mucha contención y también de desbordarse cuando el interior, la calma, se rompe. Un personaje cargado de matices, de bondad y de dureza. El otro vértice, el que quizá esconde más caras, es el papel interpretado por Roger Casamajor.

Sin duda se trata de una gran película que no dejará indiferente a nadie, de esas que no quieres que se termine.

A modo de pequeño anecdotario: En realidad la película no está basada solamente en la novela Pan negro de Emili Teixidor, sino que la estructura dramática que vertebra el largometraje se ha construido también con otras de las obras (Sic transit Gloria y Retrat d’un assassí d’ocells) de este autor situadas en la posguerra y en su Plana de Vic natal. Aunque la novela original ya es de por sí extensa al superar las 400 páginas, Agustí Villaronga quiso ampliar la fuente de inspiración literaria por su voluntad de que la película resultante tuviese una línea de acción más contundente que la historia original.

 

 

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