12 AM | 22 Nov

PHOENIX

Después de la última guerra, en Alemania no se produjeron ficciones que tuvieran como protagonistas a los que volvieron de los campos de concentración, a las personas que sobrevivieron ese infierno. La razón es nítida: se trataba de un tema sobre el que los alemanes no querían hablar, al que le daban claramente la espalda, porque, por omisión o complicidad, se sentían culpables de lo que había ocurrido. Christian Petzold, el realizador más destacado de la llamada Escuela de Berlín, había manifestado hace ya varios años su preferencia por abordar en el cine este asunto y buscaba darle concreción fílmica. Y se decidió a hacerlo cuando su maestro, colega y coguionista de varias de sus películas, Harun Farocki, le alcanzó la novela francesa Le retour de cendres y tuvo tiempo de ayudarlo a elaborar el guión antes de fallecer.

Petzold es un director que se formó admirando a la industria de Hollywood, de la que sacó suficiente enseñanza técnica y temática para abordar sus películas, aunque siempre en un envase inconfundiblemente alemán y con su inconfundible sello personal. Ave Fénix, cuyo nombre copia el de un cabaret de la Alemania inmediatamente posterior a la guerra, es un largometraje que mezcla el melodrama con el film noir, con dosis adecuadamente equilibradas y siempre utilizadas con sabiduría. Hay dos obras del cine norteamericano que Petzold toma como referencia: la francesa Los ojos sin rostro (de G. Franju, 1960) y Vértigo, de Alfred Hitchcock, aunque  como alusiones circunstanciales a la génesis del guion, que por lo demás adapta libremente la novela de Hubert Monteilhet que le sirve de base.

La historia comienza cuando dos mujeres se desplazan en automóvil en dirección a Berlín y son interceptadas por un control militar de los norteamericanos. Allí viajan Nelly Lenz, una mujer que sobrevivió a los campos de concentración pero al precio de ser desfigurada por un balazo en el rostro, y su amiga, que la ha ido a buscar y desea ayudarla a rehacer su vida. Nelly busca al amor de su vida, su esposo Johnny, cuyo recuerdo, según dice, le ha ayudado a sobrevivir. La amiga le dice que él es una mala persona, que la delató y traicionó. Y que ahora solo buscar quedarse con su fortuna. Nelly llega a Berlín y se somete a una cirugía plástica en el rostro y luego comienza a buscar a su ex marido. Y lo encuentra. Allí comenzará su odisea para averiguar si lo que le dijo su amiga es verdad o mentira.

La protagonista de la película es la estupenda actriz Nina Hoss, artista fetiche de Petzold y figura central de su película anterior, Barbara, que encabezó con Ronald Zehrfeld, quien la acompaña también acá. Ambos descuellan, pero también habrá que destacar la labor de Nina Kunzendorf como la amiga. El cineasta alemán había filmado ya Seguridad interior (2000), Triángulo (2008) y la mencionada Barbara (2012). Este nuevo producto, el más logrado según todos los críticos, es una buena oportunidad de acercarse a su producción, no solo por lo que vale en lo estético y narrativo (tiene composiciones además de Cole Porter y Kurt Weill), sino por la valentía con que aborda un espinoso tópico que la sociedad alemana es reacia a tocar.

El director cuenta en un reportaje que hay un libro no tan conocido de Bertolt Brecht, ABC de la guerra, donde evoca a quienes volvieron de ambas guerras mundiales con heridas en el rostro. De hecho la cirugía plástica tuvo un gran desarrollo después de la primera y segunda guerra mundial. No solo en el caso de las víctimas sino de los victimarios que modificaron sus facciones para no ser reconocidos. Otra manera, como se ve, de falsificar la memoria.

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12 AM | 15 Nov

EN TRÁNSITO

EN TRÁNSITO está basada en la novela epónima de Anna Seghers escrita en 1942 en Marsella. Sirviéndose de los sorprendentes paralelismos entre hechos históricos y la Marsella actual, Christian Petzold cuenta la historia de un gran amor casi imposible nacido entre exiliados que anhelan encontrar un lugar al que llamar hogar.
Franz Rogowski («ShootingStar» europeo 2017) y Paula Beer (Premio MarcelloMastroiannia la Mejor Actriz Emergente en el Festival de Veneciapor Frantz) interpretan los dos papeles principales.
Comentarios del director
La autobiografía de Georg K. Glaser contiene una frase maravillosa: «De pronto, al acabarse mi huida, me di cuenta de que me rodeaba lo que acabé por llamar ‘silencio histórico'». Georg K. Glaser era un comunista alemán en la época en que está situada la novela Tránsito, de Anna Seghers. Huyó a Francia, y al entrar los nazis en este país, pasó a la zona libre o zona no ocupada, a la que Marsella pertenecía.
El silencio histórico puede compararse a la calma chicha; el viento no hincha las velas y el barco se detiene en medio de la inmensidad del océano. Sus pasajeros no pertenecen a la historia ni a la vida. Están atrapados en el espacio y el tiempo.
Los personajes de EN TRÁNSITO están atrapados en Marsella, esperan algún barco, visados, pasajes. Huyen, no pueden volver atrás, pero tampoco ir hacia delante. Nadie quiere hacerse cargo de ellos. Nadie se fija en ellos, excepto la policía, los colaboradores y las cámaras de seguridad. Son fantasmas, se mueven en un área entre la vida y la muerte, entre el ayer y el mañana. El presente pasa a toda velocidad sin darse cuenta de que existen. Los fantasmas siempre han estado entre los favoritos del cine. Quizá porque también es un espacio de tránsito, un reino interino donde los espectadores están a la vez presentes y ausentes.
Hace tiempo que los personajes de EN TRÁNSITO desean con todo su ser que el viento vuelva a soplar. Buscan una historia que les pertenezca, el fragmento de una novela dejada atrás por un escritor, el fragmento de una narración sobre la huida, el amor, la culpabilidad y la lealtad. EN TRÁNSITOcuenta cómo consiguen hacer que la historia realmente sea suya.

 

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02 PM | 12 Nov

EL VIAJE A LA FELICIDAD DE MAMA KUSTER

El cine de Rainer Werner Fassbinder tiene la extraordinaria virtud de no dejarme nunca indiferente: o me aburre o me encandila, paradoja que considero una fantástica cualidad. Mi sensación es que gran parte de la culpa de esta irregularidad en mis gustos cinematográficos se debe al draconiano ritmo de trabajo que empleaba el cineasta alemán, produciendo un mínimo de dos películas por año. Máximo exponente del llamado nuevo cine alemán de los setenta, su carácter indomable se plasmó en todas las películas que completan su extensa filmografía concentrada en el corto período de trece años. Uno de los aspectos que me conquistan del bávaro es su insobornable independencia -si bien fue miembro integrante de la izquierda alemana-, hecho éste que le acarreó  numerosos problemas con diversos sectores de la comunidad germana, tanto de un lado como del otro del espectro ideológico, y que confieren a su cine una personalidad inquebrantable en continua lucha por reflejar los avatares de los perdedores del sistema.

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01 AM | 06 Nov

El matrimonio de María Braum

Ante la ruina y la tragedia, volverse práctica. Olvidar el pasado, maquillarse, buscar los mejores ropajes, sacar partido de lo que aún pueda ser atractivo, perder los escrúpulos, venderse. Reinventarse callando el dolor, tragándose el orgullo, perdiendo lentamente la dignidad y recubriéndose de una coraza de cinismo. Hay que sobrevivir, ¿verdad? Es una mala época para los sentimientos, como ella misma diría, convertida ya en “la gran maestra del disimulo”. ¿A quién me refiero? ¿A la protagonista de El matrimonio de María Braun (Die Ehe der Maria Braun, 1979) o a la Alemania que surgió de la postguerra? Es difícil decirlo. Realmente es difícil diferenciarlas: “El matrimonio de María Braun es, probablemente, la película que mejor resume (…) el surgimiento, el clima, la identidad y los traumas de la República Federal Alemana. Es como si fuera una parábola muy precisa, como si el personaje de María fuera la encarnación misma de una república surgida entre las ruinas y crecida entre frustraciones de ideales, entre desencaminamientos y logros, entre las ruinas internas de todas las esperanzas” (1), expresaba con razón el critico de cine Luis Alberto Álvarez.

El matrimonio de María Braun (Die Ehe der Maria Braun, 1979)

 

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01 AM | 30 Oct

ANTONIO GARCÍA-SANTESMASES-EL CUADERNO

En opinión de Antonio García-Santesmases (Madrid, 1954), el socialismo no puede consistir en «un mero amortiguador humanitario» del capitalismo, el marxismo sigue siendo la más eficaz herramienta para analizar el mundo y comprenderlo y no es lo mismo que España se constituya en monarquía o en república. Como de Jeremy Corbyn, de Bernie Sanders o de Jean-Luc Mélenchon, de él se alaba que lleva defendiendo estas ideas toda su vida. Lo que afirma y ansía en 2017 el catedrático sexagenario de filosofía política en la UNED es esencialmente lo mismo que inflamaba el corazón del estudiante de filosofía y letras que, en plena efervescencia sesentayochista, leía con avidez a Norberto Bobbio, a Ralph Milliband y a Ernest Mandel y escribió su tesis sobre marxismo y Estado: una verdadera tercera vía que no firme componendas con el thatcherismo, sino que siga aspirando a acabar con el sistema capitalista, pero que también se cuide de no degenerar en una tiranía burocrática al modo soviético. Preocupado también por reivindicar y recuperar un relato republicano y federalista de la historia de España que ve ausente del necesario combate frente al liberal-conservador y el nacionalista vascocatalán, Santesmases defiende todo esto, desde 1976, en el seno de un partido en el que la nota para tales propuestas ha sido mucho más la pena que la gloria: el PSOE, de cuya corriente interna Izquierda Socialista forma parte desde su fundación y fue portavoz entre 1987 y 2000. En el panteón personal de este afable militante de la Agrupación Socialista de Chamberí, que también fue diputado nacional entre 1996 y 2000, no hay hueco para Felipe González ni para José Luis Corcuera y sí para Rodolfo Llopis y Nicolás Redondo y el lugar de honor corresponde a Luis Gómez Llorente, de quien dice que es la persona a la que más ha admirado en su vida.

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