02 PM | 02 Jun

TODO ERA MENTIRA

El prime dinero que gané enmi vida lo gané trabajando para Convergència i Unió, la coalición de Jordi Pujol. Fue hace justo 40 años, durante la campaña de las primeras elecciones municipales democráticas. Por aquella época yo estaba a punto de cumplir los 17, y el trabajo, apasionante, consistía en ensobrar propaganda electoral; por suerte me acompañaban mis amigos del barrio. Nos conocíamos de toda la vida, de la Devesa, en Girona, un suburbio de clase media donde convivían familias de emigrantes y familias de catalanes de pura cepa, aunque en el colegio donde estudiábamos se enseñaba en castellano y la lengua predominante en el grupo era el castellano. Ninguno de nosotros era nacionalista. En realidad, éramos más o menos ácratas, pero sobre todo pasotas, rockeros, porreros y cerveceros, así que, entre nosotros, CiU y todo lo que CiU representaba —el catalanismo burgués, católico y conservador— era objeto de general pitorreo. Cuando terminábamos de trabajar, íbamos a gastarnos en libros el dinero ganado.

Fue la señora P la que nos consiguió aquel trabajo. La señora P era la madre de uno de mis amigos del barrio; también era catalana de pura cepa, como su marido, y militaba y trabajaba en Convergència (o en Unió: ya no me acuerdo). Era una mujer pequeñita y risueña, que siempre tenía una palabra amable para todo el mundo y siempre iba corriendo a todas partes, porque, además de trabajar fuera de casa, tenía que sacar adelante a sus cuatro hijos y a su marido (las mujeres de aquella época también sacaban adelante a sus maridos). No recuerdo haber hablado jamás con ella de política, porque la señora P no hacía proselitismo, pero para mí fue siempre la encarnación del catalanismo burgués, católico y conservador que CiU representó desde su creación; en todo caso, durante años fui incapaz de verla sin asociar su amabilidad sin impostura y su sonrisa diligente a la energía de unos catalanes que, al principio de la democracia, pelearon por recuperar la dignidad de ser catalanes, de hablar su lengua y recuperar su cultura y sus instituciones de autogobierno tras la devastación del franquismo. Kurt Vonnegut escribió que la calidad moral de una persona se mide por la opinión que tienen de ella sus vecinos; si esto es así (y yo estoy seguro de que lo es), la señora P era, básicamente, una buena persona, que es lo más difícil que se puede ser. Murió hace unas semanas. Cuando me enteré de la noticia estaba de viaje, y, como mis mejores amigos siguen siendo mis amigos del barrio, llamé por teléfono a su hijo; entonces, mientras le daba el pésame, me acordé de la última vez que había visto a la señora P. Fue en el barrio, un domingo en que ella había salido a pasear con mi amigo y yo iba a comer con mi madre. Para entonces hacía un tiempo que estaba en marcha el procés, y la señora P, que a pesar de su edad se conservaba física y mentalmente muy bien, ya no militaba en CiU. Nos saludamos y de repente, sin previo aviso, la señora P se lanzó a hablar de política. Estaba muy agitada, y al principio sólo entendí que hablaba de lo que pasaba en Cataluña, de su partido o del que había sido su partido, mientras su hijo, mi amigo, intentaba calmarla. “Todo era mentira, Javier”, entendí por fin: la señora P gesticulaba mucho, parecía furiosa, tenía los ojos muy abiertos. “Son una pandilla de ladrones. Eso es lo que son: una pandilla de ladrones. Créeme, Javier, todo era mentira”.

Todo era mentira. ¿Lo era? Con los años yo también me hice catalanista, como la señora P y como mis amigos del barrio —todos creímos que era bueno que Cataluña tuviera una lengua, una cultura y unas instituciones fuertes—, pero ahora ya no sé si lo soy, porque no sé si el catalanismo es viable sin el nacionalismo, que ha demostrado ser incompatible con la democracia. Por lo demás, la melancolía no me alcanza para añorar el catalanismo católico, burgués y conservador de CiU, pero sí para preguntarme cómo es posible que se haya podrido tan pronto el idealismo generoso y razonable de tantos catalanistas honestos, a cuántos catalanes de pura cepa como la señora P engañaron los políticos del procés. Y dónde están.

JAVIER CERCAS

 

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08 PM | 28 May

Hamlet se va de negocios

En el Helsinki actual, el príncipe Hamlet se ha convertido en el accionista mayoritario de un poderoso grupo empresarial que se propone acometer la fabricación de patitos de goma. El poder político-nobiliario de la fortaleza danesa es sustituido por el económico-financiero del capital finlandés. Mediante diálogos secos, simplificación de los asuntos y supresión de lo retórico, la peculiar adaptación actualiza eficazmente el esquema shakesperiano

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05 PM | 27 May

LA MUERTE DE LUIS XIV (próximamente)

 Su reinado fue considerado el paradigma de la monarquía absoluta en Europa, se le atribuyó la frase L’État, c’est moi («El Estado soy yo») y situó a Francia en una posición sobresaliente a lo largo de sus setenta y dos años de mandato. El rey Luis XIV moriría a principios del siglo XVIII a causa de gangrena en una pierna, coincidiendo su agonía con el comienzo de la decadencia de la hegemonía francesa.

El 14 de mayo se conmemora el 375 aniversario de su coronación (14-05-1643), y por ello, hemos querido recordar la película de Albert Serra La Muerte de Luis XIV (2016), protagonizada por Jean-Pierre Léaud. Esta obra narra el final de la vida del Rey Sol, que murió en el año 1715 en el palacio de Versalles rodeado de su corte, entre los que destacan su primer sirviente de cámara, Louis Blouin (Marc Susini), su médico Fagon (Patrick d’Assumçao) y su favorita Madame de Maintenon (Irene Silvagni).

Rodada en un espacio limitado (la película se desarrolla dentro de la alcoba del monarca casi en su totalidad),  no es una biografía al uso, pues filma el fallecimiento del Rey Sol con una curiosa mezcla entre el respeto y la intromisión. Una intromisión debida a la extrema cercanía con que el espectador es partícipe de la decadencia del rey: de sus lamentos durante la noche, los procesos curativos de su médico Fagon filmados en primerísimos planos,  su reticencia a ingerir alimentos, su manera de toser, beber, y gesticular, su (único) momento de sincera alegría cuando le llevan a sus perros en una de las primeras escenas. La humanización del Dios es tan rotunda que casi podría ser categorizada como visceral. De hecho, la escena final muestra a los médicos y sirvientes de cámara explorando las entrañas del rey tras su muerte para analizar la causa de la gangrena. Serra lleva la ‘’visceralidad’’ de la película a un plano literal. Es una mirada frontal a la agonía del rey, y es esa frontalidad la que hace al espectador sentirse como un intruso en un velatorio, valga el ejemplo.

El film plantea la muerte del monarca con sencillez narrativa y solo aparente sencillez formal, pues cuenta con una cuidada estética barroca, tenebrista. Y es que hay escenas que evocan cuadros del Caravaggismo, por el estatismo de los planos (cortos en su mayoría y de larga duración), la oscuridad, el silencio, los escasos movimientos de cámara, el efecto siempre presente del resplandor de las velas y el contraste entre las sombras y los rojos de alfombras, mantos y vestimentas.  Además, Serra filma los diálogos de una forma curiosa: a diferencia del plano-contra plano clásico, basado en que la cámara enfoca a quien habla, hay numerosas ocasiones en que la cámara enfoca a quien escucha, aumentando así el carácter estático de los planos.

La obra de Serra se contrapone al prototipo de film de época o film biográfico al que el espectador está acostumbrado. A contrario que, por ejemplo, Amadeus de Miloš Forman, que ha sido frecuentemente definido como un tratado sobre la envidia, La Muerte de Luis XIV se aleja de este tipo de pretensiones. No es efectista. A pesar de la humanización que Serra realiza del rey, tampoco puede considerarse una película intimista, puesto que no realiza exploraciones psicológicas demasiado amplias y los diálogos simplemente ilustran la preocupación de la corte que contempla morir a su monarca.

Tampoco parece buscar el fin último de ofrecer la más fiel reproducción de los últimos días del rey, pues el público acostumbrado al film histórico tradicional quizá quede decepcionado al no encontrar entre sus diálogos la famosa frase que se le atribuye a Louis XIV antes de morir: Je m’en vais, mais l’État demeurera toujours («Me marcho, pero el Estado siempre permanecerá»).  Albert Serra huye del cliché y se permite la licencia de dejar de lado la cita, así como de introducir ciertos instantes de humor en un relato esencialmente dramático, como sucede en la escena en que la corte discute sobre los cuestionables métodos de Monsieur Lebrun, un médico que llega a Versalles para ofrecer un elixir curativo al rey.

Cabe destacar también la presencia de la comida, notable y constante durante toda la película, así como la preocupación por la alimentación del rey. Puede ser interpretado este detalle como un homenaje a la cultura francesa/ mediterránea. Tampoco debe pasarse por alto que Serra, un director que generalmente trabaja con actores no profesionales en su búsqueda de la autenticidad, elige precisamente a uno de los actores predilectos de Godard y Truffaut, Jean-Pierre Léaud, para interpretar a un personaje considerado  una de las figuras más importantes de la historia de Francia. Se menciona también a Molière y a la Universidad de París, así como a personajes notables de la época.

Con todo esto, puede concluirse que el objetivo La Muerte de Luis XIV es mostrar la caída del todopoderoso que se creía eterno,  donde subyace un discreto homenaje al arte y a la cultura francesa en todas sus dimensiones. Es una película biográfica quizá no apta para cualquier paladar, donde el director se ha permitido ciertas licencias experimentales, aunque siempre desde la consideración que exige una reproducción del Rey Sol. No da sorpresas, y tampoco las había prometido: quizá esa falta de presunciónsea el mayor acierto de Serra y por tanto, el punto fuerte de la película.

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01 AM | 27 May

¡QUE OPORTUNIDAD PERDIDA!

(1)

De madrugada, y una vez conocidos los resultados de San Lorenzo, lo primero que se me ocurre es felicitar al partido Vecinos, y recordar la teoría del PP sobre el gobierno de la lista más votada, y lo pernicioso que resulta el pacto de perdedores, y por qué no, también las mofas de “los ágoras” a mí análisis post-electoral de las generales.

A estas horas de la noche, no pretendo que mi memoria sea un pozo de ejemplaridad, sí al menos de libertad. La memoria me extrae del pasado una obstinada manía por la ética política, por las actitudes deleznables, y por las malas vibraciones. Decía Michaux: Memoire n’est plus obstacle.

¿En cuántas ocasiones he explicado que en política no todo vale? ¿En cuántas ocasiones, tanto en los medios de comunicación, como en las asambleas, le he pedido a Hontoria, cabeza de lista del PSOE, que el camino escogido no era el correcto? En muchas, sin duda, y la respuesta ha sido un expediente disciplinario, y la retirada del saludo. A estas horas, lo que me sale de dentro, por el cabreo que me produce haber perdido una oportunidad de obtener un resultado favorable en las elecciones, es que antes de comer, nos presentes tu dimisión. Yo te lo agradecería, no hagas daño al partido.

Tendremos tiempo de hacer conjeturas sobre los posibles pactos, pero el  recalcitrante Iván, que se vaya unos días de vacaciones al rincón de pensar. Siento el resultado de Esteban, me esperaba más.

(1)Foto de la entrada, publicada en la página web del PSOE de San Lorenzo de El Escorial. El autor es  Jose Emilio España, para evitar denuncia en los juzgados. (según me comunica él mismo)

 

 

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