Dicebant mihi sodales, si sepulchrum amicae visitarem,
curas meas aliquantulum fore levatas.
-Ebn Zaiat
La desdicha es diversa. La desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste y también tan distintos y tan íntimamente unidos. ¡Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris! ¿Cómo es que de la belleza he derivado un tipo de fealdad; de la alianza y la paz, un símil del dolor? Pero así como en la ética el mal es una consecuencia del bien, así, en realidad, de la alegría nace la pena. O la memoria de la pasada beatitud es la angustia de hoy, o las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido.
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Faces de Cassavetes
Para animar el ambiente de cara al Zoom del viernes de Halloween quiero rescatar una mención oportunísima de Mercedes, a propósito de la película de Valeria. Me refiero al “Malestar en la Cultura”, título de una obra de Freud que alude a la dialéctica entre las pulsiones individuales y la represión de la cultura, a fin de que esta garantice una cierta estabilidad y progreso social. El otro día, el acuerdo general venía a ser que la película checa relataba de forma simbólica, a través de vampiros y núbiles hermosas, la sublimación de tal dialéctica.
Si mi interpretación es incorrecta ruego a cualquiera que viviera el debate me corrija de inmediato.
Pues bien, he visto Faces, de Cassavetes, y aquí sí que encuentro, sin ningún género de duda, a un grupo de personajes, que con su desorientación propia y particular, nos muestran a las claras, y con desgarro, el malestar que les corroe, como un dolor de muelas pertinaz, y les lleva de estupidez en despropósito hacia una nada, que de ningún modo podrán curar sus clubes nocturno ni sus ligues apresurados.
Ahora, en Cassavetes, la trama se articula dentro de un marco geográfico concreto y un momento histórico con fecha de calendario: nada de tiempos circulares ubicados en el hipotálamo. En mi humilde opinión, aquí sí que encontramos un verdadero psicoanálisis a la sociedad contemporánea. Pero con elementos plenamente reconocibles por el espectador: sea quien sea: tú, yo, el de más allá…
Magistral la escena última en la escalera. Representación brillantísima del “…¿y ahora qué?” demoledor, frente al que alguno se ha visto, una o varias veces en la vida.
Seguimos hablando el próximo viernes.
Alfonso Peláez
EL ENORME DESPROPÓSITO DE
MENZEL EN TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS
Hay cosas que uno aprende sin que nadie se las enseñe. Son artificios humanos, pero se incrustan de tal modo en la corteza cultural de nuestro cerebro que terminan por parecernos de índole natural.
¿Quién puede poner en cuestión que el norte en un mapa impreso coincide con la parte superior del papel? Consecuentemente el sur con la inferior, el oeste con el margen izquierdo, y el este con el derecho. Será por asimilación que en la pantalla de cine, cuando hay referencia geográfica al servicio de la trama, ocurre lo mismo. ¿Alguien recuerda algún plano de avión volando de Los Ángeles a Nueva York, de derecha a izquierda? ¿A que no? Y en las mil y una secuencias del desembarco en Normandía los cañones alemanes siempre esperan a la derecha de la pantalla apuntando a los barcos aliados que se aproximan desde la izquierda, o desde arriba. Y así sucesivamente, los ejemplos podrían multiplicarse por cien.
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Divertida, amena, perspicaz, crítica… una joya de película ideada como una forma punzante de desenmascarar algunos vicios de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi y lo hace despertando una simpatía desbordante, bajo un humor natural y la máscara de las primeras experiencias sexuales de un chico con algún problemilla de eyaculación precoz ante las chicas un tanto ‘facilonas’ que se le ponen por delante. Humor grácil, delicioso, sencillo, tierno, que se desparrama en forma de sexo (o intentos del mismo) en el ambiente de un pueblo controlado por el nazismo y que esconde mucho más de lo que aparentan sus juegos con braguitas de risueñas señoritas que se dejan tocar. Leí en una crítica que tal vez la eyaculación precoz sea “la impotencia del pueblo checo” y que mejor forma de expresarlo que a través del sexo “¿Qué mejor que el sexo para romper el himen del silencio?”. Lo cierto es que tras ese desparpajo narrativo, esa aparente frivolidad de coqueteos, nalgas que asoman por debajo de la ropa, y sonrisitas cómplices acolchadas por carnosos labios, se esconde toda una declaración de intenciones, de la lucha por la libertad de un pueblo y de una realidad que se palpa (nunca mejor dicho) con el paso del tren, que descubre las ruinas, los tejados de chapa, los uniformes manchados por las excreciones de palomas, que dejan entrever muy sutilmente las desgracias de la guerra. Pero esto requiere de una segunda lectura porque la película es todo encanto. La utilización de la mordaz ironía también tiene un efecto embaucador en la película y las metáforas visuales (imagínense a una mujer acariciando el largo cuello de un cisne mientras el protagonista intenta buscar a un ‘madurita’ para su primera experiencia sexual) son sorprendentes y poco comunes. Esta cautivadora obra tiene a personajes magníficamente definidos en detalles y soberbiamente interpretados, especialmente el protagonista, torpe , debilucho, ingenuo que empieza a despertar en la vida. El soniquete de la musiquilla en forma de sátira de himno militar es pegadizo y se queda danzando en la cabeza horas después de haber visto la película. Y en este mundo mágico y envolvente que se crea bajo el prisma del humor, la tragedia también viaja soterradamente, los acontecimientos dibujan un futuro peor, pero es imposible escapar de la sonrisa que despiertan estos personajes pintorescos que remolonean por el filme, hasta que, justo antes del The End y de forma inesperada, todo estalla en una tragedia, ni aún así fui capaz de perder la sonrisa.
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Según su etimología, una pandemia es una enfermedad infecciosa que afecta a todos, mientras que una epidemia tendría un área geográficamente limitada. Podríamos decir que nuestros instrumentos de gobierno están diseñados para gestionar epidemias y no pandemias, en tanto que son instituciones locales y no globales. De ahí la primera sensación de impotencia frente a un fenómeno que exige una mayor integración política de la humanidad, en la línea de fortalecer las instituciones transnacionales o la gobernanza global y, en general, una transición hacia formas de inteligencia cooperativa, claramente insuficientes en el mundo en el que vivimos. La definición de democracia apunta a que todos los afectados por una decisión deben poder participar en ella, a que debe coincidir la comunidad de los afectados con la de quienes deciden. En este sentido, la crisis del coronavirus sería un acontecimiento pandemocrático, como todos los riesgos globales. Se da la paradoja de que un riesgo que nos iguala a todos revela al mismo tiempo lo desiguales que somos, provoca otras desigualdades y pone a prueba nuestras democracias. De todo ello se habla en este libro, una reflexión filosófica de urgencia realizada en un momento excepcional de nuestra historia.