08 PM | 17 Oct

EL ENORME DESPROPÓSITO DE MENZEL EN TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS

Alfonso Peláez

EL ENORME DESPROPÓSITO DE MENZEL EN TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS

 

Hay cosas que uno aprende sin que nadie se las enseñe. Son artificios humanos, pero se incrustan de tal modo en la corteza cultural de nuestro cerebro que terminan por parecernos de índole natural.

¿Quién puede poner en cuestión que el norte en un mapa impreso coincide con la parte superior del papel? Consecuentemente el sur con la inferior, el oeste con el margen izquierdo, y el este con el derecho. Será por asimilación que en la pantalla de cine, cuando hay referencia geográfica al servicio de la trama, ocurre lo mismo. ¿Alguien recuerda algún plano de avión volando de Los Ángeles a Nueva York, de derecha a izquierda? ¿A que no? Y en las mil y una secuencias del desembarco en Normandía los cañones alemanes siempre esperan a la derecha de la pantalla apuntando a los barcos aliados que se aproximan desde la izquierda, o desde arriba. Y así sucesivamente, los ejemplos podrían multiplicarse por cien.

Esa misma lógica, más que asumida por el espectador, rige en los trenes de Menzel durante toda la película: los que cargan con vehículos blindados, el de las enfermeras… y hasta las pelotones a pie que avanzan hacia el este para hacer frente al Ejército Rojo de Stalin, y viene presionando en sentido contrario. Con el eje de cámara siempre orientado hacia el edificio de la estación, que marcaría el norte, ellos atraviesan de izquierda a derecha.

Para que no haya la menor duda de por dónde está atacando el enemigo, y por dónde se repliegan los alemanes, el alto funcionario nazi se lo explica sobre un mapa a los apocados ferroviarios checos, que no lo ven claro y no hacer más que repetir “¿para qué?”.

Más aun, ese mismo gerifalte retrocede hacia la retaguardia en una esperpéntica marcha atrás de su automóvil sobre raíles, que inevitablemente atraviesa la pantalla, esta vez, hacia la derecha porque  la cámara apunta, ahora, desde el andén en un contraplano a los anteriores.

Pues bien, en el momento culminante de la película; cuando se trata de volar el gran tren de municiones que aprovisionará el repliegue de las tropas alemanas, Menzel va y nos orienta el convoy en dirección a Berlín. Ni el iconoclasta Godard hubiera osado subvertir de tal modo la gramática del séptimo arte. Cuerda, don José Luis, hubiera dicho en este caso, ¡pero hombre, por Dios, Menzel, con lo que apreciamos aquí las normas!

Dicho todo lo anterior no queda más remedio que reconocer el enorme candor narrativo de la película y la discreta, pero regocijante alegría de vivir que, a pesar de todo, trasmite.

Félix, no dejes de proporcionarnos satisfacciones exquisitas con ese cine invisible que nadie sabe escudriñar como tú.

AP171020

 

 

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