Vísperas de la fiesta nacional, en un popular barrio parisino. Anna, florista, y Jean, taxista, son dos jóvenes vecinos que se aman. Pero Pola, una antigua novia que se mueve entre malas compañías, visita a Jean en su habitación, y se produce el equívoco. Anna cree que Jean está con esa mujer; la muerte de su madre y los enredos de Pola, hacen que la grieta que se ha abierto en la pareja se agigante, y ambos no vuelven a saber el uno del otro, pues cambian de casa. Hasta que…
Seguimos con mable película de René Clair, que nos demuestra ser un genio a la hora de cambiar el tono de la película. Puede moverse en la comedia bufa -el rico borrachín-, la crítica social -la familia burguesa de padres bien pensantes-, el suspense -toda la tentativa de robo en el café donde Anna empieza a trabajar de camarera- y, por supuesto, el romanticismo. Del reparto destaca la siempre encantadora Annabella, y Paul Ollivier en el divertido rol del borracho, con momentos estelares como el del salón donde amenaza a la gente hasta con dos pistolas.
Me gusta pasear y encontrarme con personas que porque sí, se sientan en un banco. Se permiten detenerse, demorarse y admirarse todavía por las cosas que tienen a su alrededor. Se detienen para detener el mundo o para ponerlo en marcha de otra manera. Para abrirse, si surge, a la confidencia y a la intimidad. Frente a las prisas, las distancias y lo utilitario: la lentitud, lo próximo y gratuito.
En un documental sobre Jim Jarmusch una voz introduce su filmografía así:
Ayer, jueves 7 de octubre de 2021, la alegre muchachada del Colectivo Rousseau, más unas cuantas decenas de queridos allegados, volvimos al cine en una sala extradoméstica. El hecho nada tendría de acontecimiento, si no fuera por la cantidad de meses (¿19?) que llevábamos privados de tal disfrute. Por eso, y por la cara de domingo que gastaba el paisanaje. Una alegría, sí señor. O, sí señora. O, sí señore. Cada cual que elija. Digo una alegría y más bien debería decir una cura. El ciclo que inauguramos en lugar de “Las películas de mi vida” debería llamarse “Las películas que nos dan la vida”.
Las dos películas me han llenado de imágenes entre nubes, humos y plumas objetos surrealistas y rostros singulares , por un lado cero en conducta, seria la nota para los profesores: ladrones, irresponsables sin límites ciegos ante los intereses de los niños, libidinosos, sucios, sebosos, circenses, caricaturas de una sociedad donde finalmente vencen los niños, en esa burda y magnifica procesión angelical donde ya no es inocencia pero si sensación de coraje y libertad, de revelión. Son teatrales artificiosas cuasi surrealistas, entre sueño y vigilia, los gatos al acecho, la noche, la estrechez de la barcaza, y el agua que se vuelve pócima, despertándonos del sueño, la música …que se anhela como bálsamo, la imposibilidad de ver el mundo, creando mundos de fantasía en la rutina del día a día para poder sobrevivir.