09 PM | 08 Abr

AMANECE QUE NO ES POCO

Parece lo de siempre y es lo nunca visto: un joven ingeniero español, profesor de la Universidad de Oklahoma, vuelve a España para disfrutar de su año sabático. Su padre le ha comprado una moto con sidecar para realizar viajes de placer los dos juntos. Padre e hijo llegan a un pueblo de montaña, muy escondido. El pueblo parece vacío, pero no lo está. Lo que ocurre es que todos sus vecinos, menos el negro Ngé Ndomo, han ido a misa. Que todos los habitantes del pueblo vayan a misa todos los días del año es lo habitual. El cura se da tal maña con la liturgia que no hay fiel que quiera perderse el espectáculo.Pero no es esta la única peculiaridad del pueblo. La Guardia Civil, sin ir más lejos, vela por el orden con admirable meticulosidad: los borrachos han de beber su alcohol favorito, de uno en uno y hasta la ebriedad absoluta, los amantes han de gozar en los coitos por igual, los delincuentes deberán confesarse y poner en paz su alma antes de entregarse a las autoridades terrenas…En el pueblo se celebran elecciones generales cada año, y en ellas se eligen, por rigurosa votación, los cargos de alcalde, cura, maestro, puta, marimacho en período de prueba y seis adúlteras.Reunimos, para uso y disfrute de fieles y neófitos, las piezas clave —inéditas— de una de las películas más celebradas del cine español: Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda.

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02 AM | 08 Abr

AGNÉS VARDA

Agnés Varda, entre el documental y la ficción

Por Félix Alonso*.- / Abril 2019

agnesvardaEl pasado viernes día 29 a las 12 de la mañana la agencia Lexprex.fr daba la noticia del fallecimiento de la cineasta de la Nouvell Vague Agnès Varda. El cine-club del Colectivo-Rousseau, con sede en la Sala Juan Negrín, en la Casa del Pueblo de San Lorenzo de El Escorial, tenía programada La Cicatriz de Kieslowski, pero nada más conocer la noticia pusimos un comunicado urgente cambiando la programación para hacer un homenaje a la directora. Nos decidimos, entre sus películas, por Sans toit ni loi (Sin techo ni ley), ganadora del León de Oro del año 85. El argumento narrado entre la ficción y el cine documental, nos incomoda, nos sobrecoge, por dos motivos fundamentales, en primer lugar por la vigencia de la problemática que plantea y en segundo lugar porque su protagonista es una mujer joven.

La actriz que hace de la vagabunda Mona es Sandrine Bonnnaire, recordada por su participación en la película A nuestros Amores de Maurice Pialat. ¿Por qué es una vagabunda? No lo sabemos. Algunos ciudadanos que han coincidido con ella hablan con cierta admiración o incluso con algo de envidia, seguramente porque simboliza a la mujer valiente que opta por la libertad total, con todas las consecuencias. Libertad que es seguramente un mito, un espejismo, como muy bien se lo hace ver el filósofo, en su juventud bohemio, que ahora se dedica a hacer quesos. Le advierte que su forma de vida la irá llevando a la soledad y a la autodestrucción. Película muy recomendable para analizar la situación de los sin techo y los sin ley, que vemos en muchas de las esquinas de nuestras ciudades.

De lo que he podido ver, que no es todo ni mucho menos, recomendaría Cleo de 5 a 7 del año 61, rodada casi en tiempo real, paseos por las calles de París mientras se esperan los resultados de un análisis clínico. Estuvo casada con Jacques Demy, otro importantísimo cineasta de esta ola y autor de títulos como Los paraguas de Cherburgo (1964) y Las señoritas de Rocherfort (1967), tras su muerte en 1990 le dedicaría la película Jacquot de Nantes (1991) y basada en sus diarios y los documentales Les demoiselles ont eu 25 ans (1993) sobre Las señoritas de Rochefort y L’univers de Jacques Demy (1995) acerca de la vida y obra de su marido.

sin techo ni leyDe Todas las notas que he visto ayer, me quedo con la de Iciar Bollaín: ‘Nada me gustaría más que empezar esta breve nota diciendo que Agnès Varda ha sido un referente para mí, pero lamentablemente no puedo, porque la he conocido ‘tarde’. Y digo lamentablemente porque lo tiene todo para ser una figura inspiradora: Varda era directora, productora, guionista (cinescritora, como se llamaba a sí misma) fotógrafa, videoartista’.

Hacía cine mezclando la narrativa de ficción con la realidad. Los directores que tratan de hacer eso citan a menudo a Godard o a Loach entre otros muchos, como maestros y referentes, casi todos se olvidan de Varda de la misma manera que se produce olvido en las poetas el 27. Ahora mismo sería imperdonable que no fuera citada en el documental antibelicista titulado Loin du Viet-Nam. Varda participó en él, pero los críticos rara vez la mencionaban. Jill Forbes, colaborador de la prestigiosa Sight and Sound, comentaba, como nos recuerda Iciar: ‘El silencio es tan sistemático que la exclusión de Varda solo puede estar relacionada con el hecho de que es una mujer’.

Una de las películas que podemos ver, se encuentra fácil en la sección de documentales, es la conocida Los espigadores y la espigadora. Magnífico, Agnès Varda participa en su propio universo fílmico, y espiga todo lo que se mueve en una realidad que muchas veces no somos capaces de percibir. Buscar y rebuscar los pedacitos que están por ahí y no le damos importancia

No puedo terminar mejor que lo hace Bollain: ‘Ojalá todos los recientes homenajes y los que vengan sirvan para que las cineastas que estén tratando de encontrar su propia voz descubran fácilmente a esta mujer única, y que su cine, su libertad, su curiosidad, su radicalidad y su alegría de vivir y de crear les sirva de referente y de inspiración para ser, como Varda, ellas mismas.’

PUBLICADO EN LA REVISTA ENTRELETRAS

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02 AM | 08 Abr

bergman, su gran año

En el año 1957, el cineasta sueco Ingmar Bergman estrena El séptimo sello, dirige cuatro obras de teatro, entre ellas la superproducción con fama de irrepresentable Peer Gynt, rueda su primer telefilme, Llega el señor Sleeman,mantiene cuatro relaciones sentimentales al alimón, con dos amantes, una esposa y una cuarta mujer, con la que acabará casándose años después, tiene una úlcera que le causa terribles dolores, se encierra en un sanatorio pero allí saca tiempo para escribir Fresas salvajes, que acaba rodando a su salida, y pergeña En el umbral de la vida, que estrenará a principios del año siguiente. En esos días, a los 38 años de edad, escribe en su diario: “…Pero, claro, tengo cinco hijos y…”. A pesar de relatar el presente, se equivoca. No tiene cinco hijos: tiene seis, con tres mujeres diferentes.

BERGMAN, SU GRAN AÑO

Dirección: Jane Magnusson.

Intervienen: Liv Ullmann, Lena Endre, Roy Andersson, Thornsten Flinck.

Género: documental. Suecia, 2018.

Duración: 116 minutos.

No es extraño que la documentalista Jane Magnusson haya elegido 1957 para ambientar Bergman, su gran año,película centrada en la vorágine creativa y humana de un tiempo esencial, pero que además se despliega con criterio hacia el pasado y el futuro de aquellos volcánicos 365 días, para así aclarar lo seguramente inexplicable. El genio de un artista soberbio, en la doble extensión de la palabra, capaz de enamorar y de humillar, de estar rodeado y de sentirse aislado.

Magnusson entra a todas: política, sociedad, religión, familia, psicología, arte, salud, alimentación, amor, sexo y, sobre todo, cine. E incluso aporta exclusivas, como una antigua entrevista de los años ochenta con el hermano de Ingmar, nunca emitida por el veto del ser todopoderoso que todo lo dominaba, que abre posibles nuevas interpretaciones sobre sus infancias y, claro, sobre Fanny y Alexander. Y lo hace con un gran sentido de la didáctica en lo cinematográfico y una formidable capacidad para el retrato humano complejo del ser más contradictorio. A veces, incluso parece una tesis ilustrada (con convicción y estilo), conformada a partir de material de archivo y de entrevistas actuales, en la que Magnusson va virando por cada uno de los temas sin que se noten los volantazos y sin resultar esquemática.

Hablan sus amigos, pero también, si no sus enemigos, sí sus críticos y detractores, a los que destrozó o intentó destrozar, que destapan el lado oscuro del genio. Y, por encima de todo, en el documental, respetuoso pero fiscalizador, está presente su cine, apoyado, cómo no, en su vida: un brillante legado de sensibilidad, pureza, trascendencia y estética, que se entiende mucho mejor a partir del complejo retrato del hombre.

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10 AM | 26 Mar

LA CICRATIZ

Polonia, años 70. En pleno régimen comunista, Bernard es un empresario cuyas convicciones entran en contradicción con las pautas laborales y estructurales impuestas por unos gobernantes que han vivido la esencia del sistema al que representan: obligado por el gobierno a dirigir una empresa en medio del bosque, debe alejarse de su mujer y su hija generando en é una cicatriz interior la cual le lleva a un malestar en su vida laboral. Kieslowski nos muestra en esta película los problemas del protagonista por conciliar su vida familiar y profesional, y la agobiante burocracia del régimen comunista.

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12 PM | 23 Mar

Los delitos de la dictadura, 50 años después

Los delitos de la dictadura, 50 años después

En 1969, la dictadura franquista reprimió con dureza la protesta en la Universidad de Madrid por el asesinato de Enrique Ruano. Hubo apaleamientos, torturas, maltratos, detenciones y expulsiones

Los delitos de la dictadura, 50 años después
ENRIQUE FLORES

Quizá seamos todavía una sociedad herida por un pasado traumático con dos fases, una brutal y breve, la Guerra Civil, y otra brutalmente disfrazada de interminable paz, la dictadura franquista. ¿Está todo curado? Solo está en vías de curación, con mucho trecho andado, sí, pero con claras recaídas peligrosas, como les sucedía a los viejos estalinistas. Estas recaídas de la derecha desorbitada de hoy son peores, y tienen antecedentes democráticos funestos, como las dos legislaturas de Aznar y su venenosa renacionalización de la derecha atávica con nostalgias de tiempos mejores.

Una persistente idea de Javier Pradera sostenía que una sociedad necesita en torno a cien años para quedar liberada de traumas de la magnitud de los que vivió España. Nos queda aún un buen tramo, entre otras cosas porque la dictadura engendró una segunda tipología de víctimas que no fueron abatidas en guerra sino en una paz hipócrita: encarceladas, secuestradas, perseguidas, intimidadas, avasalladas, amenazadas, rapadas, apaleadas, multadas, maltratadas y, por supuesto, torturadas y asesinadas con la impunidad de un Estado terrorista.

Pero parece que esto es pura exageración de yonquis del rencor antifranquista, ese viejo marxismo que no dio una, o esos nostálgicos de la utopía castrista. No es verdad: esta es una versión veraz y limpia, historiográficamente irreprochable, de la práctica real de una dictadura sostenida por el Ejército, con un jefe militar al frente, y objeto de admiración apasionada de dos generales golpistas y asesinos probados, como Pinochet en Chile y Videla en Argentina. Por eso quizá uno de los cánceres subterráneos más corrosivos de la actualidad consiste en el coqueteo o incluso el compromiso activo con una versión lightdel franquismo, esas formas que eluden tocar la momia de Franco por parte de Pablo Casado, el postureo retórico de algunos dirigentes de las derechas o, por supuesto, el facherío neofranquista que antes votaba al PP como partido único de la derecha, y ahora puede votar sin complejos a Vox. Todo son formas locales del nacional-populismo digitalizado que abandera Trump con el fin geopolítico de reproducir su discurso en Italia, en Francia o en España. Se hacen sus cómplices activos al echar mano del pasado para activar un sustrato social de lealtades dormidas.

Pero su condición estructural es otra. Para que suceda lo que sucede hoy han necesitado no solo la desfachatez unilateralista del independentismo catalán sino también una subterránea operación de blanqueo activo del franquismo, la trivialización de una dictadura militar y homicida, la banalización de sus mecanismos corruptos como vía de relegitimación histórica. No exime a los líderes de la derecha la probable ignorancia sobre ese pasado real ni les excusa el interés partidista del presente: precisamente por no saber demasiado bien quién y para qué daba el golpe de Estado de 1981, o por no tener demasiado clara la maquinaria represiva y asesina de la dictadura, están obligados a no empantanarse en usar el pasado de forma instrumental. La frivolidad es casi peor que la trivialización porque en esa estrategia subyace la semilla para neofascismos populistas con representación parlamentaria, o posfascismos democráticos en pleno capitalismo globalizado.

También la dictadura usó el fomento de la desinformación. Por eso en mayo de 1969, hace cincuenta años, un puñado de valientes acudieron a la máquina de escribir analógica y redactaron 16 páginas a un solo espacio plagadas de agravios reales, con testigos, frustraciones y muchas lágrimas invisibles. O lo hacían las víctimas o nadie iba a hacerlo porque la ocupación de la Universidad de Madrid por parte de la Policía Armada y los agentes de paisano de la Brigada Político-Social fue amplia, masiva y olímpicamente ignorada por la inmensa mayoría de la población en “un vergonzoso y desolador silencio de lo que ocurre realmente en la Universidad”: vivían bajo el estado de excepción firmado por Franco el 25 de enero.

El documento del Sindicato Democrático no pedía nada más que el desalojo policial de las instalaciones y el fin de los cacheos, los apaleamientos, las detenciones, las deportaciones, los maltratos y las vejaciones de estudiantes. El estado de excepción se había dictado a los dos días de que el régimen mercadease con el cadáver de un estudiante recién ingresado en el Frente de Liberación Popular, Enrique Ruano. Lo había asesinado la policía fabulando que se había precipitado por una ventana y el Abc difundió disciplinadamente la versión promovida por el ministro Manuel Fraga Iribarne. Se sucedieron desde entonces deportaciones de los profesores Elías Díaz, Gregorio Peces-Barba, Javier Muguerza, Raúl Morodo o Paulino Garagorri y detenciones instantáneas de estudiantes, suspensiones de matrículas, procesamientos arbitrarios y amañados, condenas sin juicio previo, inhabilitaciones para exámenes, expulsiones de la universidad de por vida. Algunos pasaron de “uno a cuatro meses” en la cárcel a la espera de “que se ultimasen los trámites de inhibición del Tribunal Militar”.

Para no pecar de imprecisos ocupan hasta diez páginas en el pormenor con nombres y apellidos como el de Arturo Mora, “golpeado y torturado, siendo obligado a permanecer varias horas en cuclillas con los brazos esposados entre las piernas”, o José María Igual, forzado a permanecer durante “dos y tres horas boca arriba sobre una mesa con la mitad inferior del cuerpo fuera de la misma”, o Miguel Ángel García Montero, “torturado y golpeado en los testículos”. La lista de “detenidos y deportados” incluye a Manuel de Lope, a Carlos Elordi, que también es torturado y sigue en mayo detenido en Carabanchel, como tantos otros siguen encarcelados mientras redactan el informe, o Ángel S. Harguindey, golpeado en la Dirección General de Seguridad, o Javier Valero, “tres veces detenido, deportado”, como el mismo Enrique Camacho (que es mi generoso proveedor de esta denuncia ciclostilada).

A otros solo les prohíben entrar en la Facultad, como a Enrique Curiel y a Joaquín Arango; a Fernando Savater lo detienen también, y a Manolo Rodríguez Rivero lo mandan además al Tribunal de Orden Público. La peor delincuencia del Estado recayó sobre Ruano, “detenido por miembros de la Brigada Político-Social, objeto de malos tratos y, por último, asesinado por miembros de la social”; a José María Mohedano le cae “orden de caza [SIC]y captura” con “petición de 12 años de prisión”, mientras otros, como Jaime Pastor o Ramón Uría, con peticiones militares similares, optan por el exilio.

Pasaron muchas más cosas en esa primavera de 1969, y entre ellas la fabricación del nombramiento de Juan Carlos como sucesor a título de Rey de Franco, a 22 de julio. Algunas de esas cosas las conmemoramos hoy con la efusiva alegría de la gratitud histórica por hacernos la vida más alta y más feliz. La fundación de las editoriales Anagrama y Tusquets, Visor y Kairós es otra de esas cosas. Sucedía todo exactamente ahora, mientras a los chavales se les hacía oscuro de golpe en plena primavera de 1969 y la vida se iba a pique.

Jordi Gracia es profesor y ensayista.

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