12 PM | 01 Feb

RECUERDOS

 

 

     

                                                    RECUERDOS

Esta semana que se nos va, he tenido algunas emociones juntas .En primer lugar la muerte de mi amigo “chiquitín”, no pude contener el llanto cuando me abracé a Mari Cruz. Me queda el recuerdo de la cara que puso cuando uno de mis hijos conducía un seiscientos con cinco años y aquello que me repetía constantemente en un viaje a París: “yo llego a Madrid sin mear”. Ya se lo decía yo, hay que parar de vez en cuando. Ciao Miguel.

Otra pérdida importante ha sido la de Angelopoulos, el único director de izquierdas que nos quedaba, hice una referencia en Arco Europeo, y me vi dos de sus mejores películas el fin de semana, “La mirada de Ulises”, un viaje por los Balcanes en busca de unas películas perdidas, y otra sobre el poeta Alexandros, que cuando le preguntan que es el mañana responde rápidamente “La eternidad y un día”.

 La hermana de Godard, Véronique, nos ha desvelado que la primera parte del rodaje de FILM SOCIALISME se realizó en el barco “Costa Concordia”. El viaje de este crucero por diferentes puertos de Europa, es una reflexión sobre las causas y los efectos de la crisis cultural y económica del continente. Godard tuvo una premonición y el hundimiento del barco es la expresión visual de lo que él nos quería trasladar.

 

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08 PM | 31 Ene

MARIE-JO Y SUS DOS AMORES, de Robert Guédiguian

Para Robert Guédiguian la ciudad sigue estando tranquila. Su Marsella, tan espinosa cómo amada, tan tosida cómo esperanzada, sigue siendo el retrato de un realizador que parece haber nacido para mostrarnos el interior de una sociedad errante y confundida, debatida entre la dureza del amar y la esperanza del no perder. A medio camino entre el Woody Allen más clásico y el más acertado Ken Loach, la trayectoria del realizador de Marius y Jeannette ha discurrido siempre entre el retrato de una sociedad injusta y el dibujo de las relaciones intempestivas de sus personajes. Con aspecto de grupo de teatro ambulante, que, cuando les apetece, se juntan y nos regalan una obra, el realizador, su mujer, Ariane Ascaride, y sus amigos, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan, han ido compartiendo película a película prácticamente toda la filmografía del director francés. Su última obra, presentada en los pasados festivales de Cannes y Valladolid, es esta desgarradora historia de amor trágico llamada Marie-Jo y sus dos amores, donde Guédiguian ha reducido al máximo el habitual contexto social destructivo de sus historias, para intentar desnudarse tanto física cómo psicológicamente, y contarnos este melodrama con una historia de amor a tres bandas, cómo si nunca nos hubieran contado ninguno antes.

 

En Marie-Jo y sus dos amores, su mejor film desde la excelente De todo corazón, contiene el equilibrio necesario de los excesos que no poseían ni la divertida ¡Al ataque! ni la trágica La ciudad está tranquila. El realismo de Guédiguian, algo alejado de las historias de coetáneos suyos cómo André Téchiné o Erick Zonka, y más cercano a las obras de Jacques Rivette o de Eric Rohmer, no ha conseguido en ocasiones desprenderse de ese realismo Loach, que a veces ni el propio director de Mi nombre es Joe ha sido capaz de controlar. Las puntas dramáticas de sus films han vagado muchas veces entre la belleza dramática y el tropiezo del efecto, pues lo polimórfico de sus historias, le llevaba a bordar tanto algunas, que deslucían a las colaterales. En este último film, todo es más sencillo, en apariencia. Guédiguian se desnuda, sí, y con ello desnuda a sus protagonistas en una película bellamente impúdica, donde lo más bello -al amor correspondido- se convierte en lo más doloroso -la incapacidad de tomar una decisión-. Esta vía íntima le sienta muy bien a Guédiguian que maneja a sus protagonistas con la suficiente delicadeza para que los mazazos de la historia no la melodramatizen en exceso y acaba controlando de principio a fin una de sus más personales obras. Realmente la cita en la sala de cine con Guédiguian, empieza a ser el reencuentro con un viejo amigo, del que te mueres por escuchar sus nuevas historias. Y es que aunque mueva poco las piezas del tablero -cosa que a cierta gente le disgusta- la partida siempre acaba por sorprender y apasionarte.

El trío Ascaride- Darroussin-Meylan resuelve con su habitual acierto la composición, en especial, una Ariane Ascaride que nunca había aparecido tan brillante en una pantalla cómo en esta ocasión. Su mirada, la de la mujer superada por su propio amor, tal y cómo se demuestra en el film, totalmente incondicional hacia sus dos amantes, se acaba convirtiendo en la mirada de un espectador desbocado a la confusión, a la indecisión. Y es que si lo fácil hubiera sido sentir compasión del marido abandonado, la tortura que arrastra tanto la mujer infiel cómo el amante torturado por la soledad que deja ella al marcharse, hacen del triángulo amoroso un explosivo combinado, cuya resolución al dilema sólo puede pasar por la tragedia o la inmolación. A Guédiguian le ha quedado una película redonda, más carnal que poética, más humana que idílica. El cariño que deposita en sus personajes impide tomar partido por nada ni por nadie, pues no estamos hablando de poligamia -aunque esta se de- estamos hablando del esclavismo del amor, que cómo motor de la vida, no podemos ni queremos compartirlo. Eso nos dejaría partidos por la mitad, cómo un muñeco despedazado, cómo un aparato con la mitad de las pilas necesarias para funcionar, cómo Marie-Jo, atrapada en una encrucijada que no quiere por que tener que tomar, ante esta vida que Guédiguian siempre nos recuerda cómo injusta, descompensada e inevitable.

 

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07 PM | 30 Ene

ADIOS, ANGELOPOULOS

  

    

Hoy me he desayunado con la noticia del fallecimiento de Theo Angelopoulos, director de cine, claramente identificado con la izquierda, arrollado por una moto en un suburbio de Atenas cuando realizaba localizaciones para su película El otro mar, cuyo tema de fondo era la actual crisis económica y social de Grecia. Como Tarkovski o Antonioni, utilizaba su cine para explorar la historia y la identidad de su cultura. Escribió poemas de vena romántica influido por Byron y posteriormente por George Seferis y Kavafis. En 1961, después de licenciarse en Derecho en Atenas se marchó a París para estudiar con Levi-Straus en la Sorbona; más tarde ingresó en el IDHEC, la Escuela de Cine francesa, de la que fue expulsado por discutir con uno de sus profesores. Pasó muchas horas en la cinemateca de Langlois, donde se había formado la generación anterior, desde Truffaut a Godard, y trabajó en el periódico de izquierdas Poder Democrático.

Hay sobre todo dos películas emblemáticas que abordan el tema de la historia interior y que nosotros no hemos sido capaces de hacer. Una es el Viaje a Citera, en donde comprendimos a la perfección el tópico de la vuelta a casa después de una amnistía. La película nos muestra de manera soberbia el regreso desde el Este y los lugares más remotos de la Unión Soviética, especialmente Kazakstán y Uzbekistán, de los comunistas griegos. Muchos fueron los que no soportaron una Grecia que ya no podían reconocer y a la que no se podían adaptar. El actor principal de ésta película, viejo y demacrado, adquiere en la pantalla un profundo significado y una gran intensidad cuando empieza a bailar y cantar la canción Cuarenta manzanas rojas. Su cuerpo lleva todas las huellas del hombre perdido en el exilio, es un Ulises contemporáneo, derrotado como lo está ahora la socialdemocracia en manos de los “mercados internacionales”. Angelopoulos hace desembarcar en el puerto de Salónica con la maestría y lentitud que le caracterizaban el fracaso de una generación.

La otra es El viaje de los comediantes, un recorrido épico de cuatro horas por la historia de Grecia, una película que nos hace más conscientes del flujo histórico de las fuerzas, ideas y acontecimientos en conflicto y no la mera recreación dramática a través de destinos individuales .Una visión dialéctica consistente en la multiplicidad de realidades que existen dentro de cada imagen y cada personaje. Es claramente su película más marxista, y la que echamos de menos aquí donde parece que hay que pasar todos los días la página de la historia, pero sin leerla.

Disfrutamos con las proyecciones de otras películas como La mirada de Ulises, un viaje histórico y geográfico por los Balcanes en pos de regeneración de la mirada; o como La eternidad y un día, donde Alexander, escritor griego habitante de Tesalónica, tiene unos cuantos días de vida y enfrenta el dilema de morir como un extraño a sí mismo, o bien aprender a amar, a comprometerse y a expresarse con la gente que le es cercana. Paisaje en la niebla, donde dos niños en busca de un padre hipotético inician una fuga, toman un tren y reencuentran, en el transcurso de su iniciático viaje, el bien y el mal, la verdad y la mentira, con la violación más dura que jamás hayamos contemplado. O Eleni, primera parte de su trilogía sobre la guerra… En fin, muchas emociones las que pudimos pasar en la Sala Juan Negrín, hoy desaprovechada.

Angelopoulos hace una obra alejada completamente de la forma dominante del cine de Hollywood. Nos fuerza a volver al punto cero para ver imágenes con largas tomas, panorámicas lentas, planos secuencia que nos llevan a nuestro propio viaje interior. Vemos no sólo las imágenes, sino a través de las imágenes. Hace un cine de meditación que nos gustaría poder compartir. Lo hicimos durante el tiempo que nos duró la permanencia en la Sala Juan Negrín. Me consta que el grupo de concejales socialistas de la anterior legislatura, con cuyo esfuerzo económico se pudo poner en marcha el proyecto de rehabilitación de la sala, ha solicitado al presidente de la Agrupación de San Lorenzo de El Escorial que inicie conversaciones con la Junta Directiva del Colectivo Rousseau para reiniciar las actividades de cine de autor y poder hacer el merecido homenaje a Angelopoulos durante este fin de semana. Hasta entonces sólo nos queda recomendar la música de Eleni Karaindrou en Elegy of the Uprooting (Elegía del Desarraigo), donde aparece la banda sonora de todas sus películas.
  24 DE ENERO 2012

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10 PM | 26 Ene

ANGELOPOULOS

Theo Angelopoulos nace en Atenas en 1935. Tras estudiar en el IDHEC (la Escuela Francesa de Cine) y codearse con toda la efervescencia parisina de los años sesenta, regresa a Grecia, donde es contratado como crítico de cine para el diario Allagi, hasta que la Junta Militar fuerza su cierre. En 1970 completa su primer largometraje, Reconstrucción, con el que gana un premio en el Festival d’Hyeres y acude también a Berlín, llamando la atención de los críticos de todo el mundo. Sus próximas tres películas forman una trilogía sobre la historia contemporánea de Grecia, donde se aprecia ya un discurso que recorrerá parte de su cinematografía basado en una lectura del pasado con ribetes brechtianos: Días del ’36, El viaje de los comediantes y Los cazadores. Con la segunda logra el Premio Internacional de la Crítica en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes de 1975 y es, desde entonces, considerada una obra maestra del cine moderno.

El poder es una vez más protagonista en Alejandro Magno (1980), el relato de un tirano nacido del pueblo que es, en última instancia, destruido por ese mismo pueblo. En la década de los ochenta Angelopoulos comienza su colaboración con el guionista y poeta Tonino Guerra en lo que se ha definido como Trilogía del silencio: Viaje a Citera, El apicultor y Paisaje en la niebla, con la que gana el León de Plata en la Mostra de Venecia. En la pasada década el cineasta ateniense se consolida como una de las referencias del séptimo arte europeo gracias a tres títulos emblemáticos: El Paso suspendido de la cigüeña, La mirada de Ulises y La eternidad y un día (con este último cosechó la Palma de Oro de Cannes). En la actualidad, tras Eleni, Theo Angelopoulos se encuentra terminando de montar su último trabajo, The Dust of Time.

 

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10 PM | 26 Ene

la eternidad y un dia

La eternidad y un día

La cámara avanza lentamente hacia una casa del siglo diecinueve, en sobreimpresión aparecen los créditos mientras la grúa se eleva y encuadra el balcón de la mansión… —Esta película es insoportable— me dice Sally con expresión de aburrimiento. Desde hace un tiempo, Sally se ha decidido a acompañarme a ver los films que más me apasionan. Hoy estamos en un cine de reestreno viendo La eternidad y un día de Theo Angelopoulos. Ya la he visto en varias ocasiones, pero siempre que la vuelven a proyectar tengo el impulso irracional de acudir a verla.

—Sólo llevamos diez minutos de película— le respondo yo totalmente indignado.   —Sí, diez minutos y aún no ha cambiado el plano replica ella. Sally, desde hace dos años es mi compañera sentimental, una realizadora de videoclips cuya costumbre a no dejar un plano más largo de dos segundos en el montaje, la ha hecho algo incompatible conmigo en el terreno visual. Cuando la conocí era una joven realizadora de actuaciones en discotecas y cápsulas televisivas. En los últimos años se ha convertido en la realizadora de los videoclips más importantes del pop español. Toda ella es diferente a mí, no sólo en la indumentaria y la altura, que es un palmo superior a la mía, sino también en los gustos e ideas. A pesar de todo ello creo que algo pasional y a la vez romántico nos hace estar incondicionalmente unidos.

 

—¡Es increíble!, un tío andando todo el rato en plano general… No me vuelvas a traer a un peñazo así nunca más. Sally no se caracteriza por ser una persona muy paciente, eso ha supuesto que yo haya tenido que ejercitar mi sentido de la calma al máximo nivel durante este tiempo. Los últimos años con ella han sido geniales. A pesar de las dificultades y las diferencias, que supongo nos unen, ha sido maravilloso. Estoy seguro que la nuestra es una relación que nunca se romperá.

—¡Ahora el tío camina hacia la casa! Nos esperan otros diez minutos del viejo andando— interrumpe ella. —Ese viejo es Bruno Ganz, un genio le respondo yo. Sally está algo nerviosa y molesta, y no sólo porque sea una persona ansiosa, que lo es ¡y mucho!. Antes de entrar en el cine hemos ido a tomar una copa a un bar y yo me he puesto algo pesado para que pruebe el zumo de tomate. Ella, que es hija de sicilianos, me ha dicho que mi zumo preferido es asqueroso, que al beberlo siente que está tragando una salsa napolitana fría. —Este director es un farsante, esta película se hace en una semana de rodaje— insiste Sally.

La cámara persigue a la protagonista en un travelling dorsal durante un flashback. Ella avanza hacia la orilla de una playa griega recordando en off sus sentimientos por Bruno Ganz: «Tardaste en despertarte, aún sentía tu calor, no me atrevía a soñar que soñabas conmigo… ¡Alexandrós!» Sally, que empieza a moverse demasiado en la butaca, se muestra indiferente ante la secuencia. Sólo cruza y descruza las piernas continuamente —Salomón, tenemos que hablar— No me lo puedo creer. —¿Ahora?… Ahora no— le respondo yo. —Ahora sí—, insiste de manera taxativa. Creo que quiere hablar de nuestra relación, o eso parece, y desde hace dos años siempre se hace lo que ella quiere. Mi sumisión forma parte de nuestra vida, debe ser porque siempre he necesitado ser galvanizado.

El niño albanés que comparte protagonismo con Ganz en el film dice: «Sonríes pero estás triste«. Bien, pues a mí se me están empezando a acabar las ganas de sonreír  por esta tarde. Sally me intenta explicar algo nerviosa su desencanto sobre nuestra pareja. Yo, iluso, que creía que todo funcionaba de manera excelente, ahora tengo que escuchar estas cosas. Es cierto que no todo ha sido perfecto, pero suponía que ella me entendía, que era la persona que mejor me comprendía, o al menos eso dijo.

—¡No te entiendo!—, me dice Sally sin pestañear mientras resopla al ver la imagen de la pantalla… «¡Alexandrós, Alexandrós!» grita la voz de una vieja a Bruno Ganz que permanece inmóvil durante más de tres minutos. Sally intenta explicarme, mientras los personajes del film caminan a paso de tortuga, que ya no siente la misma pasión, que cree que se ha enamorado de otro. —¿Cómo que te has enamorado de otro?… ¡¿Cuando?!—, le pregunto yo totalmente desencajado. —No te pongas nervioso Salomón, mira, ahora hay unos músicos albaneses tocando dentro de un autobús desde hace cinco minutos—. Siempre le ha gustado burlarse de mis directores preferidos.

En realidad Sally no se ha enamorado de otro. Es peor, me va a dejar por su ex novio. El individuo en cuestión es un disc-jockey con la cabeza afeitada y el tabique nasal de platino, un «pinchadiscos» que trabaja con unos enormes cascos y rayos láser.  —Supongo que a un personaje con esta descripción lo habrás conocido en la nave Enterprise—, le respondo yo. Me empiezo a sentir mareado, no paro de sudar ¿Qué quiere decir eso de que me deja por su ex? ¿Significa que nunca lo olvidó? —Le olvidé, después volví a pensar en él, después dejé de hacerlo y ahora vuelvo a sentir algo, dice ella. ¡Vaya!, primero no, luego sí, luego no, ahora otra vez sí… Todavía está a tiempo de cambiar de opinión antes de irnos del cine. ¿Por qué vivirá la vida a ritmo de sus videoclips?

«¡Alexandrós, Alexandrós!» un nuevo flashback de Angelopoulos con Ganz mirando una playa. —¿Y tu padre que dirá?—, le pregunto. Sally me contó una vez que su padre pagó al disc-jockey para que la dejase porque no se fiaba de él. Yo me quedaré sin pareja y tampoco veré ni un euro. —¿Lo ves? Ese es tu problema, te tomas la vida con tanta ironía que no te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor—, responde ella ofendida. Supongo que eso es cierto, quizá la única forma de protegerme emocionalmente ante un mundo tan austero y previsible sea verlo con sentido del humor. ¿Por qué la vida no es como las películas que veíamos de niños y es como las que vemos de adultos? De lo que estoy seguro es que si el guión de nuestras vidas lo escribe Dios, es un guionista aburrido y con poca imaginación. Tal vez Dios sea el guionista de las películas de Theo Angelopoulos. Tal vez Tonino Guerra sea Dios.

Llevamos una hora y cuarto de película y, entre momentos de auténtica tensión que por primera vez están a punto de acabar con mi paciencia, me ha dicho todo lo que necesitaba decir. Sally me ha dejado muy claro que nuestra relación ha llegado a un momento en el que ella ya no siente las cosas con la misma intensidad que antes. Parece tener bastante claro que entre esta semana y la que viene recogerá sus cosas y se irá a casa de su ex novio. ¡No puede pensárselo dos veces, no! De todos modos, a eso ya estoy acostumbrado, siempre ha sido una mujer muy impulsiva y si quiere algo tiene que hacerlo en ese mismo instante.

Sally me coge la mano con complicidad mientras Bruno Ganz baila un vals surrealista en una playa abandonada y , mirándome a los ojos, me dice que lo deja, lo siente mucho pero según ella debo asumirlo, dice que siempre me querrá pero tal vez ya no me ama ¿Se supone que debo asumir eso? ¿Que se cree, que soy una persona equilibrada y madura? Estoy totalmente helado, frío, aturdido, soy incapaz de reaccionar y creo que seguiré así hasta mañana. Antes de levantarse me da un beso en la mejilla a modo de despedida y desaparece entre la oscuridad del cine. ¡No ha esperado a que Alexandrós termine su baile, ni siquiera respeta eso! Mientras veo los últimos segundos del film pienso que es una lástima que esta película, la película de mi relación con Sally no sea como Love Story, que el final de nuestra historia no sea tan justo como el del film, donde ella muere. Ese sería el mejor The End.

Acaban los títulos de crédito (en griego) y, desconcertado, me levanto para dirigirme a la salida del cine. Mientras recorro el vestíbulo pienso que, aunque sea bella, la vida es muy compleja. Una película titulada La eternidad y un día debía ser el presagio de algo malo esta tarde, tendría que haber intuido que si en las condenas de prisión se dictan veinte años y un día, la eternidad y un día no iba a ser una condena muy benevolente. Así que, es posible que el amor entre Sally y yo dure hasta la eternidad, pero en un día, sólo en un día, todo puede cambiar.

Ya en la calle, me prometo a mí mismo que no voy a derramar ni una sola lágrima, enciendo un cigarrillo y conecto mi reproductor de mp3. Empieza a sonar Stand by Me de Ben E. King. Es curioso porque, a pesar de todo, como dice la canción que escucho, ella podrá seguir contando conmigo. Soy así… Qué le voy a hacer. Obviamente lo de Sally con el extraterrestre durará poco, creo que nunca llegará  a irse a vivir con él, me imagino que volverá conmigo, o eso espero. Conozco muy bien sus altibajos. Estoy seguro que yo también puedo contar con ella.

El clima ha empezado a cambiar en Barcelona, se acaba el frío y llega la primavera. Es maravilloso caminar por mi ciudad con esta temperatura. Mientras deambulo por las amplias aceras del Eixample, me vienen a la mente recuerdos de mis días con Sally: los momentos de felicidad, cómo éramos capaces de reírnos juntos, nuestras primeras conversaciones y lo mucho que aprendimos el uno del otro. Eso me anima, aunque derramo una lágrima. Y es que en el fondo, pase lo que pase, haga ella lo que haga durante estas semanas… un día, dos o diez no significan nada en comparación con la eternidad.

A todos aquellos que alguna vez han estado enamorados

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