07 PM | 30 Ene

ADIOS, ANGELOPOULOS

  

    

Hoy me he desayunado con la noticia del fallecimiento de Theo Angelopoulos, director de cine, claramente identificado con la izquierda, arrollado por una moto en un suburbio de Atenas cuando realizaba localizaciones para su película El otro mar, cuyo tema de fondo era la actual crisis económica y social de Grecia. Como Tarkovski o Antonioni, utilizaba su cine para explorar la historia y la identidad de su cultura. Escribió poemas de vena romántica influido por Byron y posteriormente por George Seferis y Kavafis. En 1961, después de licenciarse en Derecho en Atenas se marchó a París para estudiar con Levi-Straus en la Sorbona; más tarde ingresó en el IDHEC, la Escuela de Cine francesa, de la que fue expulsado por discutir con uno de sus profesores. Pasó muchas horas en la cinemateca de Langlois, donde se había formado la generación anterior, desde Truffaut a Godard, y trabajó en el periódico de izquierdas Poder Democrático.

Hay sobre todo dos películas emblemáticas que abordan el tema de la historia interior y que nosotros no hemos sido capaces de hacer. Una es el Viaje a Citera, en donde comprendimos a la perfección el tópico de la vuelta a casa después de una amnistía. La película nos muestra de manera soberbia el regreso desde el Este y los lugares más remotos de la Unión Soviética, especialmente Kazakstán y Uzbekistán, de los comunistas griegos. Muchos fueron los que no soportaron una Grecia que ya no podían reconocer y a la que no se podían adaptar. El actor principal de ésta película, viejo y demacrado, adquiere en la pantalla un profundo significado y una gran intensidad cuando empieza a bailar y cantar la canción Cuarenta manzanas rojas. Su cuerpo lleva todas las huellas del hombre perdido en el exilio, es un Ulises contemporáneo, derrotado como lo está ahora la socialdemocracia en manos de los “mercados internacionales”. Angelopoulos hace desembarcar en el puerto de Salónica con la maestría y lentitud que le caracterizaban el fracaso de una generación.

La otra es El viaje de los comediantes, un recorrido épico de cuatro horas por la historia de Grecia, una película que nos hace más conscientes del flujo histórico de las fuerzas, ideas y acontecimientos en conflicto y no la mera recreación dramática a través de destinos individuales .Una visión dialéctica consistente en la multiplicidad de realidades que existen dentro de cada imagen y cada personaje. Es claramente su película más marxista, y la que echamos de menos aquí donde parece que hay que pasar todos los días la página de la historia, pero sin leerla.

Disfrutamos con las proyecciones de otras películas como La mirada de Ulises, un viaje histórico y geográfico por los Balcanes en pos de regeneración de la mirada; o como La eternidad y un día, donde Alexander, escritor griego habitante de Tesalónica, tiene unos cuantos días de vida y enfrenta el dilema de morir como un extraño a sí mismo, o bien aprender a amar, a comprometerse y a expresarse con la gente que le es cercana. Paisaje en la niebla, donde dos niños en busca de un padre hipotético inician una fuga, toman un tren y reencuentran, en el transcurso de su iniciático viaje, el bien y el mal, la verdad y la mentira, con la violación más dura que jamás hayamos contemplado. O Eleni, primera parte de su trilogía sobre la guerra… En fin, muchas emociones las que pudimos pasar en la Sala Juan Negrín, hoy desaprovechada.

Angelopoulos hace una obra alejada completamente de la forma dominante del cine de Hollywood. Nos fuerza a volver al punto cero para ver imágenes con largas tomas, panorámicas lentas, planos secuencia que nos llevan a nuestro propio viaje interior. Vemos no sólo las imágenes, sino a través de las imágenes. Hace un cine de meditación que nos gustaría poder compartir. Lo hicimos durante el tiempo que nos duró la permanencia en la Sala Juan Negrín. Me consta que el grupo de concejales socialistas de la anterior legislatura, con cuyo esfuerzo económico se pudo poner en marcha el proyecto de rehabilitación de la sala, ha solicitado al presidente de la Agrupación de San Lorenzo de El Escorial que inicie conversaciones con la Junta Directiva del Colectivo Rousseau para reiniciar las actividades de cine de autor y poder hacer el merecido homenaje a Angelopoulos durante este fin de semana. Hasta entonces sólo nos queda recomendar la música de Eleni Karaindrou en Elegy of the Uprooting (Elegía del Desarraigo), donde aparece la banda sonora de todas sus películas.
  24 DE ENERO 2012

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