11 PM | 15 Mar

EL IRLANDES ERRANTE

Film realizado por Stanley Kubrick, en el que interviene como productor, guionista y director. Se rueda íntegramente en exteriores y escenarios reales de Irlanda, Inglaterra, Escocia y Alemania, durante 8 meses y medio, con un reparto de 170 personas y una inversión de 11 M dólares. Es nominado a 7 Oscar y gana 4 (dir. artística, fotografía, vestuario y banda sonora). Se estrena el 18-XII-1975 (RU y EEUU).

La acción principal tiene lugar en Irlanda, Prusia, Escocia e Inglaterra entre 1740 y 1789. Redmond Barry (Ryan O’Neal) es un joven irlandés que se ve obligado a abandonar el hogar a causa de un duelo. Emprende una vida de aventuras y ascenso social. Al contraer matrimonio con una aristócrata inglesa viuda, adopta el apellido de casada de ésta y pasa a llamarse Barry Lyndon.

El film suma los géneros de drama, romance y guerra. Con su pasión por el detalle y el perfeccionismo, Kubrick recrea la Europa del XVIIII, aburrida, estática, clasista y empobrecida por las guerras. Es la Europa del Viejo Régimen, que se aproxima a la Revolución Francesa, que estalla (1789) poco después de la última escena del film. En este marco se sitúa el protagonista, un personaje arribista, sin principios y sin escrúpulos, que no conoce la lealtad y no busca el amor, sino el interés económico y la posición social. De conducta disoluta y amoral, conecta con otros héroes de Kubrick.

El realizador cuida con atención el estilo visual y sonoro del film, en busca de la perfección de las formas. Crea imágenes inspiradas en telas de la época, de Watteau, Gainsborough, Hogarth, Reynolds, Charlin, Stubbs y otros. Trabaja con rigor el vestuario y la reconstrucción de batallas. Se sirve de escenarios reales que corresponden a los lugares y al tiempo de la acción. Selecciona composiciones de música barroca, clásica y tradicional irlandesa, para la creación de una banda sonora sugerente y de gran belleza. Ordena la orquestación de las mismas para obtener efectos de grandeza y solemnidad. En aras del realismo hace uso de iluminaciones nocturnas con luz de velas, como las de la época. El experimento es innovador: se emplea por primera vez en cine. La narración está salpicada de lances de humor agridulce. Se sirve de un narrador, que introduce y explica la acción. En la versión doblada al español, la voz en off es la de José Luis López Vázquez.

La música, adaptada y dirigida por Leonard Rosenman, ofrece composiciones de Bach, Vivaldi, Schubert, Paisiello (“El barbero de Sevilla”) y Mozart. El tema de amor está tomado de una melodía tradicional irlandesa y el tema central, de una sarabanda de Haendel, que evoca la fatalidad y el destino. La fotografía, de John Alcott (“La naranaja mecánica”), se sirve de la cámara subjetiva, “zooms” de alejamiento que amplían el campo de visión, encuadres de detalle y un cromatismo vibrante. Se apoya en una buena coreografía y en la singularidd de las localizaciones. Película de gran interés.

            MIQUEL

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09 PM | 14 Mar

EL EXILIO INTERIOR DEL PSOE

El PSOE necesita abrir un proceso constituyente que le saque del exilio interior en el que está instalado”. La frase es de Joan Romero, que fue secretario general del partido socialista valenciano en los años noventa. La expresión “exilio interior” explica de modo elocuente el estado de desorientación en que se encuentra el partido socialista, completamente desubicado en un país que hace poco más de un año todavía gobernaba.

Con el ambiente cargado por los desencuentros con los socialistas catalanes y gallegos, ha irrumpido el caso Ponferrada. Y se ha convertido en el icono del desconcierto socialista. Podría parecer un problema demasiado local para adquirir tanta relevancia, pero ha resultado ser una genuina expresión de la empanada mental en que viven los socialistas: sin proyecto, sin ideología, sin autoridad, con la sensibilidad tan obturada como para aliarse con los que lincharon a Nevenka, capaz de perder la dignidad por una mínima cuota de poder e incompetente en la selección de su personal político.

Samuel Folgueral, el alcalde expulsado del PSOE por haber pactado la alcaldía con un concejal condenado por acoso sexual, ha dicho que no tenía nada que reprocharse porque su actuación había sido completamente legal. Es la excusa que dan siempre los impostores: lo que es legal es moral. A Samuel Folgueral lo había seleccionado el PSOE como cabeza de cartel. Y el PSOE permitió que llegara a la alcaldía. Solo cuando el escándalo estalló en los medios se emprendió una vergonzante marcha atrás. Es grave el hecho en sí: haber dado reconocimiento a un acosador de una mujer que tuvo que irse de la ciudad por haberle denunciado. Pero es muy grave también que todo el proceso de la moción de censura transcurriera sin que nadie en el PSOE levantara la voz. Da la medida del estado catatónico en que esta el partido. Militantes y dirigentes parecen dormidos. El partido totalmente desconectado. Y es muy grave que nadie asuma responsabilidades después de un patinazo tan monumental. Oscar López, el número tres, ha cargado con el papel de chivo expiatorio, pero se escuda en el patético argumento de que no le han aceptado la dimisión. Nadie puede impedir que dimita una persona que realmente quiera hacerlo.

Un caso local se ha convertido en símbolo de una debacle general. Las señales de alarma son constantes: que el PP se hunda en todas las encuestas y el PSOE apenas remonte indica que la enfermedad es grave y que los ciudadanos no le ven como recambio de una derecha desprestigiada día a día. El PSOE ha dejado pasar el tiempo con la excusa de que el recuerdo de la catastrófica última etapa de gobierno está demasiado fresco en la ciudadanía. Pero el caso Ponferrada demuestra que el problema es estructural, no coyuntural: el organismo del PSOE carece de energía para reaccionar. Y, sin embargo, es urgente la recuperación del PSOE, porque el país no puede vivir sin alternativa a un PP arrogante y autoritario. Se necesita al PSOE para reequilibrar el sistema y por la urgencia de reformar el gripado régimen político de la transición. Por eso, es imperativo que dé el paso a su profunda renovación. Y, dado el estado del PSOE en cualquier lugar de España por el que se pase, no hay otra salida que un proceso realmente constituyente, que permita refundar de arriba abajo a una organización burocratizada, secuestrada por pequeños grupos de poder en cada uno de los niveles y que opera como una máquina de excluir.

Precisamente porque la situación de los socialistas es tan desesperada la refundación es posible. El sueño de los vasos comunicantes del bipartidismo, tú bajas, yo subo, está finiquitado. Para volver a subir hay que tener alma y el PSOE está en el último aliento. De modo que o vuelve a empezar o entra en vía secundaria. Esperemos que al intelectual orgánico anestesiado que es hoy el PSOE le quede por lo menos el instinto de supervivencia y prefiera refundarse antes que sucumbir definitivamente. Pero el cambio no se puede demorar más, si se quiere que la reconstrucción de la izquierda se haga desde el que fue el partido socialdemócrata genuino de este país. De lo contrario, otros ocuparán su espacio. El desafío es reinventarse. Para ello es necesario abrir puertas y ventanas. Renovar a fondo el personal, dar oportunidad a la política sin miedo, arbitrando procedimientos abiertos a la ciudadanía, y construir un discurso alternativo para volver a conectar con la sociedad. Es una tarea ingente, pero mucho peor es seguir instalado en el exilio interior, es decir, en la irrelevancia creciente.

      RAMONEDA EN EL DIARIO EL PAIS

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08 PM | 14 Mar

TRUFERIA

Hoy, a pesar de los pesares he tenido amigos y he tenido amor, y además he tenido la suerte de pasar por la Trufería de la calle Manuela Malasaña con unas trufas y un chocolate belga de impresión. He comprado un paquetito para las nueras.

Si Juan hubiera sentido la emoción de meterse en un cuarto oscuro oliendo a ácido acético glacial, encender la ampliadora y meter por la rejilla un negativo revelado con una fórmula secreta, y al proyectar sobre un papel al bromuro, salir una imagen lentamente, como si fuera una peli de Bela Tarr, una imagen soñada que conseguiste  retorciendo la luz, entonces le parecería una gilipollez eso del photoshop. Ahora hace fotos cualquiera (bueno tampoco es eso)

Me gustó Cosí Fan Tute, pero siempre discuto con mis amigos sobre los directores de escena, no van nunca al teatro y claro lo de las luces no me lo captan, como tampoco me captaron la elegancia en los movimientos de Fiordigili y Dorabella. Yo escucho en casa una versión de René Jacobs y salvo los recitativos que si es cierto que fueron más  lentos en la función no he sido capaz de percibir grandes cambios en la música .Lo siento, me gustó “La Scuola degli amanti “

 A una joven estudiante de arte italiana la hizo gracia que no tomara el ascensor para ver la exposición  LUCES DE BOHEMIA  de la Fundación MAPFRE, y se “me pegó” durante todo el recorrido. Me acordé precisamente de William Shimel (el que interpreta a Don Alfonso en Cosí) y su interpretación en la peli junto a Juliette Binoche, en COPIA CERTIFICADA de Abbas Kiarostami.Me puse igual de interesante, hasta que nos pusimos delante de un cuadro de CÉZANNE cuya reproducción  tengo en casa .Nos despedimos, ella a su Universidad y yo a la mía.

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09 PM | 11 Mar

EL FUEGO FATUO

Escrita y dirigida por Louis Malle, se basa en una novela corta (1931) de Drieu La Rochelle. Se rodó en exteriores de París y Versalles y en estudio. Obtuvo el premio especial del Jurado y el premio de los Críticos Italianos de Venecia. Fue nominada el León de oro de Venecia. Se estrenó el 15-X-1963.

La acción tiene lugar en París y Versalles a lo largo de 48 horas, en 1962/63. Narra la historia de Alain Leroy (Maurice Ronet), de 28 años, escritor, sin afinidades políticas, casado con una norteamericana (Dorothy) desde hace 3 años, vivió con ella en NY hasta hace medio año. No se adaptó a la vida de NY y cayó en el alcoholismo. Regresó a Francia para curar su adicción. Lleva 4 meses sin beber, pero se siente presa de angustias y miedos. Decide visitar a sus antiguos amigos y conocidos en busca de calor humano, apoyo y amistad.

La película expone el proceso interior de un hombre débil, ex-alcohólico, interno en una clínica privada que le ha llevado a la abstinencia, sin investigar las causas de su adicción y sin curarla. Las adicciones son una enfermedad que exterioriza carencias profundas que se han de investigar y tratar hasta la reinserción social y laboral del enfermo. Es excelente el crudo realismo con que la película describe la patología de Alain, olvidando tentaciones románticas, idealistas o surrealistas. Tampoco busca culpables o responsables de los hechos. Para Malle la realidad es tan compleja que no permite entrar en este tipo de cuestiones. No explica, pero indica las causas del problema. En este sentido resulta desolador el panorama de desinterés, frialdad, egoismo y rechazo contenido que Alain encuentra entre sus antiguas amistades. Nadie está dispuesto a darle el apoyo que necesita, busca y pide. Dos imágenes muestran con elocuencia la desesperación interior del protagonista: su curce a pie de una calzada saturada de coches en una tarde lluviosa y el paso inesperado frente a la clínica de Versalles de una carrera ciclista (tal vez la última etapa del Tour) que atrae mucho público e impide la circulación. Malle incluye un breve homenaje a Scott Fritzgeral: Alain lee un ejemplar de “El Gran Gatsby”.

La música para piano solo, de Erik Satie, aporta el apoyo sonoro más brillante y adecuado que se podía esperar. La fotografía, de Ghislain Cloquet (“Las señoritas de Rochefort”, 1967) ofrece largos travellings, junto a una cámara que busca y acaricia a los personajes y destaca detalles relevantes (teléfono, pistola, mano temblorosa). El guión se centra en la exploración del proceso interior de Alain en su itinerario desolador de 48 horas. El narrador es uno de los elementos de trasmisión de los pensamientos y sentimientos ocultos de Alain. La interpretación de Maurice Ronet es extraordinaria. La dirección construye un drama psicológico, complejo y realista, de gran profundidad.

Película realizada por Malle a los 31 años. Confirma sus grandes aptitudes y muestra su pasión por el drama humano.

                                  MIQUEL
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07 PM | 04 Mar

LOUIS MALLE

A Louis Malle, como a Bergman o Von Trier, uno lo aborrece porque es uno de esos directores que muestran al ser humano tan desnudo e indefenso ante su destino que nos incomoda y nos entran ganas de apartar la mirada y dirigirla hacia otras películas más amables y complacientes. No obstante, Malle es tan necesario como el pan, y solo después de habernos enfrentado con él y haber asumido su mundo seremos capaces de afrontar el nuestro con lucidez.

            Uno de los temas recurrentes de Malle es el de la muerte, como vemos en dos de sus cintas más demoledoras, El fuego fatuo (Le feu follet, 1963), y Herida (Damage, 1992). En ambas hay un personaje (Alain en El fuego fatuo y Hanna en Herida) incapaz de reconciliarse con su pasado y de cambiar su fututo. Alain acaba de superar su adicción al alcohol en una clínica, aunque sabe que nunca podrá librarse de la angustia, y que, una vez fuera del sanatorio, volverá a beber (Lydia, una de sus amantes, le dice: Ya sé que te dejo con tu peor enemigo, tú mismo”).

            Hay dos secuencias en El fuego fatuo sin diálogo, en las que Alain observa su habitación, las fotografías, los espejos, los objetos cotidianos, y reflexiona sobre su absurda vida. Las miradas del protagonista, sus reflexiones (“Miseria, tristeza”) desembocan en un último ritual, coger la pistola y, en la última escena, suicidarse.

            El espectador (y también los personajes que en la película observan a los protagonistas “desde afuera”) sabe que los caracteres están atrapados en una burbuja que al estallar los llevará a la muerte. En efecto, se adivina que Alain cumplirá su promesa cuando dice: “Mañana me mataré”. De la misma forma, también tenemos la certeza de que el primer encuentro, la intensa mirada entre Binoche y Jeremy Irons en Herida, desencadenará una pasión destructiva y sin embargo inevitable.

            Hay en ambas películas una visión pesimista no solo de la vida, sino del amor, incapaz de solucionar la soledad y la angustia vital. Alain intenta encontrar un sentido a su vida a través de sus relaciones con las mujeres, incluso se ha engañado al suponer que el matrimonio con Dorothy le traería la salvación. Cuando al final comprende que tampoco las mujeres mitigan sus heridas, expresa una terrible verdad: “ya no puedo querer. No puedo desear”. Y lo peor, añade, es que “cuando toco las cosas no siento nada”.

            En Herida, los protagonistas son incapaces de sustraerse de la atracción sexual desde el momento en que se miran. El brillante ejecutivo sucumbe ante una misteriosa e inquietante mujer (“¿Quién eres?” le pregunta mientras dan rienda suelta a su pasión) de la que no se sabe casi nada y con la que tiene encuentros sexuales mediante ritos cercanos a la muerte (sexo y muerte se confunden). Pero el destino es imposible de cambiar: Hanna ha condenado a muerte a su hermano en el pasado tras una relación incestuosa, y el círculo se cierra ahora y se repite con Martin, que también muere de forma trágica y absurda, como absurda es la vida y el destino. Martin se cae por las escaleras mientras su padre lo llora, desnudo y desvalido.

            Nadie es culpable de lo sucedido, ni en El fuego fatuo ni en Herida. En todo caso, habría que culpar a la condición humana, que le hace repetir los mismos errores y no es capaz de tener paciencia porque, como dice Alain, “He esperado toda mi vida que algún día pasara algo. No son angustias. Es una angustia perpetua”.

            La única solución es el suicidio o, como hace el protagonista de Herida, la muerte en vida; al final se retira a un pueblo deshabitado, tan vacío como él, se aleja de un mundo que lo ha transformado en un vegetal y a que nunca podrá enfrentarse. Es significativo el contraste entre los dos fundidos encadenados de la película, uno al principio y otro en el desenlace. Así, la cinta se abre con una breve secuencia del brillante triunfador social, que encadena con la cara enigmática y atractiva de Hanna. Al final se invierte el orden: del rostro inerte de la joven (que sigue vistiendo de negro, ahora comprendemos el porqué), un fundido nos lleva a otro rostro aún más inerte, el de un hombre abatido que afirma mientras mira la enorme fotografía en la que aparece con Hanna y su hijo: “Cedemos ante el amor porque nos proporciona un sentido de lo desconocido. Lo demás no importa. El final no importa”.

            En una secuencia de la película alguien sugiere que ojalá nunca se hubieran conocido. Eso, según Louis Malle, es imposible, porque el destino es un lazo férreo y a la vez sutil que el hombre no controla y que le arrastra de manera implacable hacia el abismo.

 

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