03 PM | 03 Nov

ARSENI TARKOSKI

Primeros encuentros                                               ARSENI TARKOVSKI

Cada momento de nuestros encuentros
celebrábamos como la Epifanía,
solos en este planeta. Fuiste
más valiente y más ligera que el ala de un pájaro
bajando la escalera de dos en dos,
como vértigo, llevándome a través
de lilas mojadas a sus predios,
al más allá del espejo cristalino.

Cuando llegó la noche tuve la gracia,
se abrieron las puertas del altar,
en la oscuridad resplandecía
y se reclinaba lentamente la desnudez.
Y yo, al despertar, decía: “¡Sé bendita!”
porque sabía que era audaz mi bendición.
Tú dormías, pero las lilas de la mesa
se disponían a tocar tus párpados
con el azul del universo circundante,
los párpados, tocados por el color azul,
estaban muy tranquilos, tu mano cálida también.

En el cristal pulsaban tantos ríos,
montañas humeaban y mares despuntaban,
tenías en tu palma un globo cristalino,
estabas durmiendo en el trono.
¡Dios justo! Tu eras mía.
Te despertaste para transformar
el vocabulario humano, usado cada día,
y el lenguaje se llenó hasta el tope
de fuerza sonora, y la palabra tú abrió su acepción nueva, que era el zar.

En el mundo se ha transformado todo,
incluso cosas tan sencillas como el jarro y la palangana,
y el agua dura y laminada
estaba de guardia entre nosotros.

Algo me llevaba no sé adonde.
Nos cedían paso, como espejismos,
ciudades construidas por milagro,
la menta, cual alfombra, se acostaba bajo nuestros pies,
los pájaros nos acompañaban haciendo el mismo camino,
los peces subían el río
y el cielo se abrió ante nuestros ojos…
El destino seguía nuestra pista
como un loco con navaja afilada.

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02 PM | 03 Nov

ARSENI TARKOVSKI

Primeros encuentros

Cada momento de nuestros encuentros
celebrábamos como la Epifanía,
solos en este planeta. Fuiste
más valiente y más ligera que el ala de un pájaro
bajando la escalera de dos en dos,
como vértigo, llevándome a través
de lilas mojadas a sus predios,
al más allá del espejo cristalino.

Cuando llegó la noche tuve la gracia,
se abrieron las puertas del altar,
en la oscuridad resplandecía
y se reclinaba lentamente la desnudez.
Y yo, al despertar, decía: “¡Sé bendita!”
porque sabía que era audaz mi bendición.
Tú dormías, pero las lilas de la mesa
se disponían a tocar tus párpados
con el azul del universo circundante,
los párpados, tocados por el color azul,
estaban muy tranquilos, tu mano cálida también.

En el cristal pulsaban tantos ríos,
montañas humeaban y mares despuntaban,
tenías en tu palma un globo cristalino,
estabas durmiendo en el trono.
¡Dios justo! Tu eras mía.
Te despertaste para transformar
el vocabulario humano, usado cada día,
y el lenguaje se llenó hasta el tope
de fuerza sonora, y la palabra tú abrió su acepción nueva, que era el zar.

En el mundo se ha transformado todo,
incluso cosas tan sencillas como el jarro y la palangana,
y el agua dura y laminada
estaba de guardia entre nosotros.

Algo me llevaba no sé adonde.
Nos cedían paso, como espejismos,
ciudades construidas por milagro,
la menta, cual alfombra, se acostaba bajo nuestros pies,
los pájaros nos acompañaban haciendo el mismo camino,
los peces subían el río
y el cielo se abrió ante nuestros ojos…
El destino seguía nuestra pista
como un loco con navaja afilada.

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12 PM | 03 Nov

SURREALISMO Y VANGUARDIAS

HOMENAJE A EUGENIO FERNÁNDEZ GRANELL

Surrealismo y vanguardias artísticas PEPE GUTIÉRREZ-ÁLVAREZ

Miércoles 30 de octubre de 2013

 

 

La Fundación Andreu Nin (FAN) tenía una deuda con el centenario de Eugenio Fernández Granell (La Coruña, 1912), poumista, surrealista y uno de los fundadores de la FAN. Entendimos que la mejor manera de hacerle un homenaje, era hablando del surrealismo, de la conexión entre las vanguardias y la izquierda revolucionaria. La Biblioteca Andreu Nin del barrio Gótico de Barcelona, era el lugar ideal. Se trata de un espacio que estamos empeñados en convertir en referente de una continuada serie de actividades, encaminadas a recuperar memorias de otros mundos. Anteriormente tuvieron lugar otras jornadas sobre la literatura antiestaliniana de y sobre la URSS en oposición al “canon Soljenitsin” (Panait Istrati, Victor Serge, Vasili Grossman, Eugenia Ginzburg y Varlam Salámov)

En la presentación del ciclo sobre Eugenio Granell (3/10/13) hablamos de su militancia en la ICE y en el POUM (Pelai Pagès), del activismo cultural del POUM (PG-A), y Natalia Segarra, presidenta de la Fundación Granell, nos obsequió con la ayuda de diapositivas, con un análisis detallado del cuadro de su padre, Elegía de Andrés Nin, que figura como estandarte de la FAN desde su creación.

La siguiente conferencia (14-10-13), combinó el análisis de las vanguardias y su desarrollo en Cataluña, que fue uno de los epicentros del surrealismo, con una exposición sobre el significado de éstas. La primera parte corrió a cargo de Ferran Aïsa, sin duda el más minucioso conocedor de la cultura obrera, anarquista y revolucionaria en general, de Cataluña, autor de una extensa obra en la que se incluye Les avantguardes. Surrealisme i revolució (Ed. Base, Barcelona, 2008). Ferran explicó que fue el BLOC el que mostró el mayor interés en conectar con las vanguardias; y también ofreció detalles de la fase izquierdista de Dalí. Marc Casanovas desarrolló un análisis de las lógicas socioculturales del capitalismo y del lugar que ocupa la literatura y el arte en su seno: una actividad escindida y encapsulada por la división del trabajo y la mercantilización del mundo

En las próximas conferencias, se ofrecerán varios “platos fuertes”. Primero (7/11/13), el que escribe tratará de ofrecer un cuadro del encuentro en México entre León Trotsky y André Breton, con Diego Rivera en el papel de anfitrión y firmante del Manifiesto por un arte revolucionario e independiente, sin duda el documento más importante de esta intersección entre las vanguardias artísticas y la política revolucionaria. El encuentro dio lugar a un proyecto que se podría haber llamado “las conversaciones de Patzcuaro”, pero no hubo tiempo para mucho más. Del encuentro entre “el águila y el león” que evoca Gerard Roche en una erudita reconstrucción, hay partes muy reseñables. Trotsky encargó el texto a Breton del que apenas si había leído alguna cosa, pero éste se encontraba sometido a lo que él mismo llamó “el complejo de Cordelia” (la hija devota del Rey Lear shakesperiano), y no le salía ningún texto. Finalmente lo redactaron entre los dos, aunque Rivera suplió a Trotsky en la firma. El complejo llevó a Breton a exceptuar la revolución proletaria de la libertad ilimitada del arte, pero Trotsky, ya de vuelta de amargas excepciones, le corrigió. Este encuentro tuvo un epílogo en la Federación Internacional del Arte Revolucionario Independiente (FIARI), pero el estallido de la II Guerra Mundial se lo llevó todo por delante.

Más adelante, Josep Casals nos hablará de Walter Benjamín y el surrealismo (14/11/13). Los que conocemos el dominio de Josep sobre estas cuestiones, nos frotamos las manos porque tenemos garantizada una sesión de aquellas en las que la sirena de la biblioteca nos obliga a marchar. Seguro que nos detallará sus propias lecturas y nos informará del estudio introductorio de Michael Löwy, a la edición deBenjamín y el surrealismo.

Estamos hablando de actos normalmente reservados a ámbitos universitarios, pero aquí se trata de tender puentes a la gente más variada. Gente que a veces llena los espacios, pero que en otras, deja el acto, y éste no pasa de minoritario. Pero incluso en estos casos vale la pena aprovechar las dos horas permitidas. Un par de detalles para confirmarlo.

 

Primero, en las últimas décadas se había hecho ritual en muchos de los trabajos periodísticos dedicados a personajes como George Bataille o André Breton pasar por alto sus pasiones y militancias políticas. O se mencionaban como excentricidad o les daban un sesgo “anticomunista” (así, por ejemplo, calificaba a Breton alguien con la cultura de Joan de Sagarra).

Segundo, también parecía que las vanguardias ya tenían la estaca en el corazón, y no había más sangre que la del mercado. Así, por citar un ejemplo, una de las “grandes noticias” pictóricas mediática fue el encargo de retrato que Álvarez del Casco hizo al pintor Antonio López. Parece que esto está cambiando, incluso López, un hombre prudente donde los haya, hizo no hace mucho unas declaraciones rotundamente anticapitalistas. La idea de que el capitalismo había reservado un pesebre para cada artista parece que no es cierta, y que, por lo tanto, los artistas tendrán de nuevo que salir a la calle y mojarse el culo.

30/10/2013

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07 PM | 09 Oct

LA HONESTIDAD DE UN GRANDE

La vida que he vivido hasta ahora me ha llevado a conocer a algunos artistas de los que llamamos “grandes”. Probablemente de todos los grandes que he tenido la suerte de cruzarme en el camino, el más descarnadamente honesto ha sido Patrice Chéreau.

Creo que fue en el año 1993 —no tengo tiempo de cerciorarme y tampoco importa demasiado—, aprovechando la tregua bélica de Navidades. Patrice y yo nos fuimos a Sarajevo un 29 de diciembre. Queríamos conocer de cerca esa guerra salvaje que parecía surgir de tiempos arcanos. Queríamos comprender y estar con los habitantes de esa ciudad tan humillada. Habíamos llevado una copia de una película de Disney subtitulada en serbocroata y salíamos de un cine, que se tenía en pie casi por milagro, hasta donde los cascos azules habían llevado grupos de niños que durante un rato, el que duraba la luz del generador militar, podían ser felices y sacarse de encima la inmensa tristeza que respiraban a todas horas. Era casi oscuro, caminábamos cerca de la pared y en zig-zag para evitar el riesgo los francotiradores cuando Patrice se paró, sacó una libreta del bolsillo y empezó a tomar notas. Yo también debería escribir un diario, pensé. Hay cosas, como las caras de felicidad de esos niños, que uno debería no olvidar nunca. Se lo dije. Me miró entre perplejo y culpable: “No tiene nada que ver con esto”, me contestó. “Se me acaba de ocurrir una solución para una escena del Don Giovanni que tengo que reponer este año en Salzburgo. Lo que se me ha ocurrido es más liviano que lo que hice el año pasado, es una solución más ligera y creo que es más mía”.

Seguramente en esa frase, que he recordado y le he recordado muchas veces, hay una síntesis del gran artista que era Patrice Chéreau y de su búsqueda incansable en el momento de contar una historia en el teatro, en la ópera o en el cine, tres disciplinas en las que fue un grande. Búsqueda dolorosa para él y luminosa para todos sus espectadores. Chéreau persiguió toda su vida esa liviandad. Nacido bajo el signo de Tauro, se sabía agarrado a la tierra y buscaba el aire para volar, para que las ideas que surgieran de su extraordinaria inteligencia pudieran circular sin peso, con la libertad que le alejaría de la pedantería y del sectarismo. Hijo de pintores, amaba el aire limpio de Velázquez y de Vermeer, la elegancia y la aparente sencillez de una naturaleza muerta de Juan Gris.

C’est plus léger”, había dicho esa noche en Sarajevo, pero también “je crois que celà m’appartient plus”. Chéreau, como todos los grandes intérpretes, no explicó nunca nada que no le perteneciera, que no pudiera hacerse íntimamente suyo. Tal vez porque, como decía, “me parece que no sé mentir

”.Patrice y yo fuimos a Sarajevo un 29 de diciembre para conocer la guerra

En cualquier caso sabía desde el principio, porque empezó y brilló desde muy joven, que uno elige este oficio para acercarse un poco más a la verdad y poder contarla. Transitó por todos los caminos por los que transitaron sus personajes. Les acompañó buscando en su propia carne los repliegues más escondidos del ser humano, sus miserias y sus grandezas, iluminando esas zonas ocultas del alma donde todos nos sentimos inseguros, frágiles, pero que forman parte de la raíz de nuestra naturaleza. Se acercó con conocimiento, profundidad y amor a los grandes creadores, Shakespeare, Mozart, Wagner, Genet, Koltès… A todos ellos sirvió de espejo con su carne y con su espíritu. Su timidez, casi enfermiza, la transformó durante toda su vida en coraje y en desafío vehemente cuando se trataba de usar la ficción, es decir la mentira inteligente y consensuada para explicar una verdad más grande, la verdad de cada poeta, de cada creador, esas verdades que casi siempre duelen pero cuyo conocimiento nos hace más ricos y más grandes.

Tuve la suerte de llevarle a Sevilla por primera vez. Se enamoró de la ciudad y de sus gentes y en los últimos tiempos allí pasaba gran parte del año. “Là bas je me sents plus léger”, repetía como un mantra. La última vez que estuvo en Barcelona fue con motivo de las representaciones de La nuit juste avant les forets, de su amigo y cómplice Koltès en el Lliure. Estuvimos juntos unas pocas horas hablando con la paz que proporciona un sentimiento de amistad mutua no empañada ni siquiera por el tiempo.

Me contó su enfermedad. Por la noche, en el ensayo, me di cuenta de que el protagonista de Koltès no estaba en unos baños públicos, lugar donde parece transcurrir la acción, sino en la cama de un hospital. La obra estaba llena de la poesía de Koltès y de la de Patrice, ambas se sumaban para ofrecerle al espectador un pedazo de verdad más verdadero que la propia vida. Le miré con una profunda admiración. Me sonrió con sus hermosos ojos azules y me dijo muy bajito. “No podía mentir, lo entiendes, ¿no? Mientras se me hacía un nudo en la garganta traté de reprimir una lágrima inconveniente acordándome de los versos de otro gran poeta: “Hablo de la muerte, y además me estoy muriendo”. No se puede ser más honesto.

LLUIS PASCUAL

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05 PM | 07 Oct

DE LA COMUNA AL URINARIO

De la comuna al urinario

Xavier Pericay
Lunes, 7 de octubre de 2013 – 07:55

El pasado martes estuve allí. A eso de la una de la tarde pisé por primera vez -y me temo que por última- lo que el comisario Torra denominó hace un año, con manifiesta amoralidad, “la nostra zona zero”. Estuve, sí, en el Borne Centro Cultural (BCC). Acaso porque era día laborable, acaso porque la hora no invitaba ya a la visita escolar, en el recinto del viejo mercado barcelonés reconvertido ahora en fireta nacional no había más que jubilados y turistas, aparte de un pequeño grupo de funcionarios o parafuncionarios -entre los que destacaba, por cierto, el propio comisario Torra, que no paraba de dar órdenes a sus hombres, quién sabe si en previsión de un nuevo ataque de las tropas de Felipe V-.

Nada más penetrar en el BCC, un austracista disfrazado de agente de seguridad me indicó amablemente dónde estaba el puesto de venta de entradas. Se lo agradecí, pero, como buen catalán que soy y dado que sólo se requería entrada para las visitas guiadas y un par de exposiciones y el resto podía recorrerse a pie sin gasto alguno, decidí ahorrármela. Al fin y al cabo, si tal era mi entusiasmo al final del recorrido, siempre estaría a tiempo de reconsiderar mi decisión.

El yacimiento tiene un interés indiscutible. Y hasta una cierta belleza. Para entendernos: como la neocueva de Altamira, pero con la ventaja de que aquí las piedras son de verdad y encima uno no debe andar todo el rato torciendo el cuello para contemplar las pinturas del techo. Lástima que lo contenido en los paneles con que el visitante puede orientarse a medida que va circunvalando los restos de la vieja ciudad bombardeada sea, por lo general, tan poco científico.

Lo que no es de recibo es simplificar las cosas hasta el extremo de presentar la Barcelona de comienzos del XVIII como una suerte de Arcadia, de comuna armoniosa que unos villanos -castellanos, para más señas- redujeron a escombros

Comprendo las necesidades de la propaganda -uno, con los años, se hace cargo de todo-. Pero lo que no es de recibo es simplificar las cosas hasta el extremo de presentar la Barcelona de comienzos del XVIII como una suerte de Arcadia, de comuna armoniosa que unos villanos -castellanos, para más señas- redujeron a escombros. En palabras del propio BCC: “La Barcelona de 1700 era una ciudad llena de jardines y huertos, con norias, fuentes, árboles frutales y gran diversidad de flores provenientes de distintas partes del mundo”, con una “sociedad conectada con medio mundo gracias a una fuerte actividad comercial, bien alimentada y apasionada por los dulces”, pero “los derribos ordenados por Felipe V” convirtieron esa comuna llena de amor y felicidad en una “ciudad mutilada”; “esta es la trágica lección”. O sea, tomen nota y aplíquenselo, queridos visitantes y compatriotas todos -o casi todos-, no vayan a tropezar dos veces con la misma piedra, monumental o no.

Por supuesto, después de la experiencia desistí de comprar la entrada. ¿Para qué, si las exposiciones programadas iban a ser más de lo mismo? Eso sí, me acerqué al bar restaurante del recinto a ver qué ofrecían. Algo había leído ya sobre los nombres de los platos y los comentarios del reverso de la carta. No sé si hay que atribuirlos a la inventiva del comisario Torra o si el autor intelectual -perdonen ustedes el adjetivo- es otro, pero no cabe duda de que se trata de una muestra bastante zafia de agitprop. Lo cual no rebaja para nada la calidad de los manjares, por más que los vuelva, para un estómago letrado y no especialmente patriota, un punto indigestos­. En todo caso, me lo tenía merecido. ¿Quién me mandaba meterme allí?

Para terminar, y con el firme propósito de no dejar ningún cabo suelto, me pareció obligado ir al servicio. No sólo por necesidades fisiológicas; también periodísticas. Si el bar restaurante se recreaba en la historia y de qué modo, ¿qué no podía esperarse del retrete? Pues no. O, al menos, no el de caballeros. Y hasta diría que ese fue el único espacio de todo el recinto en que descubrí una novedad, un signo de los tiempos, una aportación al conocimiento y al progreso de la humanidad. Los urinarios, allí donde los varones realizan sus necesidades menores de pie, estaban compartimentados. Quiero decir que cada uno estaba separado del vecino, a derecha e izquierda, mediante un tabique. Como debería ser. Eso sí, junto al urinario no había papel higiénico. Pero todo se andará. Y no descarto, visto lo visto, que ese papel lleve impreso el odiado rostro de Felipe V.

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