02 PM | 16 Mar

Copia certificada

Para esta forma de hacer y ver cine al que nos están acostumbrando, basada en un ritmo endiablado de imágenes, que apenas nos permiten prestar debida atención a lo que sucede en la pantalla, y diálogos cortantes y telegráficos, una cortesía del imperialismo americano agónico que tiene armas culturales de destrucción masiva, una película como Copia certificada puede resultar una rareza exótica, como lo podía ser, en una dimensión totalmente distinta, La cinta blanca de Michael Haneke, por poner un ejemplo cercano. ¡Vaya antigualla supone rodar cine para el intelecto en plena eclosión de los efectos visuales y el 3D!

Hay directores errantes que no tienen más patria que el celuloide, universales ? Polanski, el judío polaco casi apátrida, podría ser un perfecto paradigma ?, un club de artistas que ruedan en cualquier idioma y geografía porque sus imágenes son universales. El cineasta iraní Abbas Kiarostami parece que se ha convertido en uno de ellos, aunque no sabemos si por convicción o por obligación. Tras una carrera de enorme prestigio internacional, iniciada en su país de origen (A través de los olivosEl sabor de las cerezas), cuna de sensibles cineastas que tienen que hilar muy fino para no irritar a la censura, su brújula creativa le lleva a Italia, a la Toscana, para localizar su última y bellísima historia. ¿Exilio cultural huyendo de la insoportable y brutal dictadura teocrática que rige su país?

El argumento de Copia certificada no puede ser más simple: un distinguido escritor inglés presenta su último ensayo titulado Copia certificada, mirada irónica sobre el excesivo valor que se otorga a los originales en el arte, por su valor único, frente a la fidedignas copias que, a veces, lo son de forma obsesiva. Entre los asistentes a su erudita charla, una galerista francesa, en  compañía de su inquieto hijo, que invita al autor del libro a un recorrido turístico por algunos bellos paisajes de la Toscana antes de que tome el último tren de las 9 y desaparezca. A las discusiones entre ambos sobre el valor de las obras de arte originales y sus copias, que discurren dentro de una exquisita cordialidad,  se suceden las disquisiciones sobre el matrimonio cuando ella se hace pasar por su esposa en una cafetería para complacer a su dueña y no hacerla salir de su equívoco. Y como pareja impostada, o no ? y ahí está el mérito de la película, su prodigiosa ambigüedad, el que en un momento determinado el espectador crea esa ficción fabricada por ella y que él sigue, o piense que ambos dramatizan las experiencias de sus fracasados matrimonios? discuten de forma agria y apasionada sobre la viabilidad de la pareja y la duración e intensidad del amor que se desgasta con el tiempo.

Abbas Kiarostami construye un drama intenso con la única presencia de dos actores excepcionales, Juliette Binoche (premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes) y el desconocido William Shimell, ambos espléndidos en su recital, y una puesta en escena minimalista. Copia certificada se aproxima más al ensayo  cinematográfico, no en la aceptación de experimento fílmico sino a lo que se entiende en literatura, que a la ficción narrativa. Es una película totalmente discursiva, que fluye con la misma suavidad que el paisaje toscano en la que está rodada y obliga al espectador a tomar parte en ese duelo sobre los sentimientos amorosos que centra las tres terceras partes de la película.

La sombra de Antonioni, puesto que Kiarostami puede muy bien considerarse un seguidor del realizador milanés, es alargada y el Festival de Cine de Valladolid demuestra ser uno de los más rigurosos al conceder a esta película extraordinaria, con todo merecimiento, La Espiga de Oro.

 

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