Crítica Literaria

09 PM | 07 Ago

Largo proceso, amargo sueño

El libro de Jordi Amat surge de la certeza de que el concepto de Cataluña ha cambiado tras la erupción del soberanismo

Largo proceso, amargo sueño

Jordi Amat ha dedicado buena parte de su trabajo a las relaciones culturales entre Cataluña y España –la simplificación onomástica es obligada- desde un precoz pero muy importante libro sobre los Congresos de Poesía que, a comienzos de los años cincuenta, organizó el empeñoso equipo ministerial de Joaquín Ruiz-Giménez. Es un profesional independiente pero de sólida formación académica (ha trabajado en la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona y es discípulo de Jordi Gracia), en quien, con notoria precocidad, se ha perfilado una manera personal de indagar: sus textos incluyen la historia de su propia investigación y su método de trabajo se ha hecho un estilo. Se siente heredero de otros historiadores independientes, como Josep Benet (de quien prepara una biografía) o Albert Manent, recientemente desaparecidos; su técnica consiste en leerlo todo, ambientarlo vívidamente, tener el lápiz a punto para subrayar síntomas o cristalizaciones de sentido y luego, hablarlo largamente con los interesados. De ahí dimana la explícita implicación personal que es tan imperativa en este libro, El llarg procés. Cultura i política a la Catalunya contemporània (1937-2014).

Este trabajo, como muchos de los suyos, tuvo su origen en un artículo periodístico y maduró como libro al revelarse un camino transitable. Surgió de una colaboración en La VanguardiaMatar al Cobi, cuando Amat tuvo la certeza de que la erupción del soberanismo significaba el final de un concepto de Cataluña, marcado por la alcaldía de Pasqual Maragall y por la Barcelona triunfal, cosmopolita y esnob de 1992. La urgencia de organizarlo como libro sobrevino cuando contempló los vídeos que siguieron a la Diada de 2012, en que un selecto grupo de universitarios e intelectuales catalanes flanqueaba a un político ambicioso y marrullero, Artur Mas, que regresaba con las manos vacías de Madrid y entregaba la gestión de la franquicia del soberanismo a dos “fuerzas cívicas” de orígenes distintos y programas elementales: la novedosa Assemblea Nacional Catalana y el veterano Òmnium Cultural, aquel que por tantos años los catalanistas de izquierda habían llamado “el Mòmium”. “Ara és l’hora”, se dijo, y nadie sabía muy bien de qué, pero los nacionalismos siempre tienden a la certeza anestésica de las tautologías. Y seguramente tampoco importaba mucho a los recién desembarcados en el carrusel de manifestaciones y banderas, ni a los que sintieron sus esperanzas intelectuales redimidas por la sensación de actuar (la “claudicació”, escribe Amat), ni desdichadamente a la mayoría de los despistados políticos del resto del Estado.

Pero, por si acaso interesaba a alguien más responsable, el joven Jordi Amat ha preparado esta espléndida historia intelectual de lo que comenzó en una derrota moral –la de 1939-, que no fue una bancarrota ni social ni económica, y muy pronto generó una voluntarista y modesta fe de vida: la maniobra a varias bandas que implicó a Francesc Cambó, Raimon d’Abadal, Gaziel y, al fin, Eduardo Aunós que se llevó el santo y la limosna. Luego vinieron oportunamente las fiestas sacras en torno a Montserrat, en 1947, y las maniobras en pro de una “modernidad cauta” que se reconoció en hitos de 1952 –la Revista de Ridruejo; la conversión de Destino- y favoreció el desembarco del “titán” Jaume Vicens Vives y su Notícia de Catalunya. En torno a 1960 lo fundamental –la hegemonía de un sólido catalanismo de fondo- estaba hecho: en 1959 se publicó La pell de brau, de Espriu, y la ruidosa defenestración de Galinsoga, director de La Vanguardia, facilitó la aparición de la revista Serra d’Or, primera en lengua catalana.

Entre unos y otros, el “catalanismo progresista” hegemonizó la escena política desde 1962: a su conjuro salieron libros como Nosaltres els valencians, de Joan Fuster, o Els altres catalans, de Francisco Candel, como Poesia catalana del segle XX, la antología de Josep Maria Castellet y Joaquim Molas, y Catalanisme i revolució burguesa, el provocativo libro de Jordi Solé-Tura. Truchimán político-económico de todo el periodo fue un hábil gestor, con aura de mártir y nada de progresista: Jordi Pujol. Pero, desde 1980, su arribada al poder desmontó las bases ideológicas de aquel periodo y comenzó la construcción de otro en el que los buenos negocios convivieron con las venerandas tradiciones (incluida la parroquial), la imagen de la Barcelona avanzada se eclipsó frente a una Cataluña “profunda”, más provinciana y doméstica, y la visión de la historia del país como conflicto moderno se abismó en la configuración escolar de la Historia de Cataluña como destino inmutable: ahora importaban la Marca Hispánica y el abolengo carolingio, las instituciones centenarias, el milenario de la nación, la “derrota” de 1714 y la nueva “derrota” de 1939, sin más matices. Fue la confrontación de dos mentalidades y pocas cosas lo hacen tan patente como lo que dijo Pujol a Joaquim Nadal (y que traduzco): “-Tu eres catalanista, pero Maragall, no. Maragall es hijo de la Institución Libre de Enseñanza, como su padre [Jordi Maragall i Noble]. No piensa como un catalanista”. Años despues, el propio Pujol, con motivo del centenario de Espriu, escribiría sin rebozo que el autor de La pell de brau, el soñador de Sefarad, no tenia razón. Tampoco era un verdadero catalanista, sin duda…

Los retratos –comprensivos unos, admirativos otros- que este libro nos ofrece de Guillermo Díaz-Plaja que opta por “hacerse franquista”, de Maurici Serrahima que lucha por salir de la derrota, de Carles Riba y de Jordi Rubió que en 1950 deciden escribir en Revista, de Salvador Espriu que decide tomar la palabra, son imágenes reconfortantes para entender un problema que debiera regresar desde las banderas desplegadas a las palabras y las razones. Jordi Amat ha hecho todo lo posible porque así sea.

Jordi Amat, El llarg procés. Cultura i política a la Catalunya contemporània (1937-2014), Tusquets, Barcelona, 2015 (Colecció L’Ull de Vidre).

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02 PM | 04 Jul

CON PERMISO DE KAFKA. eL PROCÉS

«El proceso resulta aparentemente incomprensible y una inagotable fuente de sorpresas e incredulidad. […] A pesar de estar viviendo en un Estado de derecho, en paz y con todas las leyes en vigor, el proceso se desencadena fatalmente». ¿Estamos hablando de Cataluña y el proceso catalán? ¡No, por favor, no sean suspicaces! Jordi Canal está haciendo una breve glosa de una de las obras maestras de Franz Kafka titulada como ustedes saben ‒¡también es coincidencia!‒ El proceso. Escrita entre agosto de 1914 y enero de 1915, en un mundo que literalmente se desmoronaba –los inicios de la Gran Guerra‒, permaneció inédita hasta la muerte del autor, siendo publicada póstumamente en 1925. Todos hemos sufrido y sentido la angustia de Josef K, no tanto por lo que le pasa como por no entender cabalmente todo aquello que está pasándole. Tanto es así que la dimensión trágica de la obra queda relegada a un segundo plano por la incomprensión y la incredulidad y se convierte en un fresco tragicómico. Llega un momento en el que no podemos reprimir una risa nerviosa. Según indican algunas fuentes, las personas que asistieron a una primera lectura del texto por parte del autor se rieron bastante. No me extraña. Hasta a los acontecimientos más siniestros les exigimos una cierta lógica. Y si no, no podemos evitar reírnos.

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03 PM | 04 Mar

TANGO SATÁNICO

 

En una remota región rural de Hungría azotada por el viento y la incesante lluvia,unos pocos miembros de una fallida cooperativa agrícola llevan una vida anodina en un pueblo ya casi fantasmal mientras aguardan impotentes a que un milagro les devuelva el futuro. Hasta que un día reciben la noticia de que, en la carretera que conduce a la aldea, se ha avistado al astuto y carismático Irimiás, desaparecido años atrás y al que daban por muerto. Su simple reaparición infundirá esperanzas en la pequeña comunidad de vecinos, pero también desencadenará acontecimientos desconcertantes y les revelará aspectos que tal vez habrían preferido ignorar. Paródica y mordaz, esta magnífica novela sobre los avatares de la esperanza y el valor de las promesas inspiró la película de culto de Béla Tarr y ya es hoy un clásico contemporáneo.

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06 PM | 25 Dic

Melancolía de la Izquierda


Melancolía de izquierda
24/05/2017 | Michael Löwy

Este brillante ensayo* es un intento de recuperar una tradición ocultada y discreta: la de la “melancolía de izquierda”, un estado de ánimo que no forma parte del relato canónico de la izquierda, más propensa a celebrar los triunfos gloriosos que las derrotas trágicas. Sin embargo, el recuerdo de esas derrotas –junio de 1848, mayo de 1871, enero de 1919, septiembre de 1973– y la solidaridad con los vencidos irrigan la historia revolucionaria como un río subterráneo, invisible. En las antípodas de la resignación, esta melancolía de izquierda es un hilo rojo que cruza la cultura revolucionaria desde Auguste Blanqui hasta Walter Benjamin, pasando por Gustave Courbet y Rosa Luxemburgo, como también el cine crítico. Traverso revela con vigor y de modo contraintuitivo toda la carga subversiva y liberadora del duelo revolucionario.

La historia del socialismo a lo largo de dos siglos ha sido una constelación de derrotas, trágicas, a menudo sangrantes; pero esto no induce a la aceptación del orden establecido, sino todo lo contrario. En su último artículo, de enero de 1919, Rosa Luxemburgo escribió: “La vía al socialismo está pavimentada de derrotas… En ellas hemos fundado nuestra experiencia, nuestros conocimientos, la fuerza y el idealismo que nos animan.” El mismo espíritu anima a Che Guevara cuando, en octubre de 1967, dice a sus asesinos: “Hemos fracasado, pero la revolución es inmortal.” Sin embargo, esta dialéctica de la derrota podía conducir, señala Traverso, a una especie de teodicea seglar, con una fe casi religiosa en la victoria final. Es mejor reconocer, como hizo la propia Rosa Luxemburgo en 1915, que el futuro sigue siendo incierto: “socialismo o barbarie”.

Contrariamente a las derrotas gloriosas del pasado –1848, 1871, 1919–, la de 1989 (la caída del Muro de Berlín, seguida de la restauración del capitalismo) es una derrota oscura que genera desencanto. De ahí el desarrollo, a partir de esos años, de un marxismo melancólico, del que Daniel Bensaid es uno de los representantes más eminentes. Su arte reside, según Enzo Traverso, en la organización del pesimismo (fórmula de Walter Benjamin): asumir un fracaso sin capitular ante el enemigo, sabiendo que un nuevo comienzo adoptará formas inéditas.

La melancolía de izquierda se expresa mejor en las creaciones del imaginario revolucionario que en las controversias teóricas. El libro explorará por tanto esta sensibilidad en el cine, a través de las obras de Chris Marker, Gillo Pontecorvo y Ken Loach. Contrariamente a la historiografía, el cine no aspira a la exactitud, pero muestra la dimensión subjetiva de los acontecimientos, lo que lo convierte en un barómetro de la experiencia revolucionaria. Marxista anticolonialista, Pontecorvo es el realizador por excelencia de las derrotas gloriosas que preparan el futuro, como en La batalla de Argel (1966) o en Queimada (1969), que Edward Said consideraba “una obra maestra”. El mismo juicio puede aplicarse, en cierta medida, a Tierra y libertad, de Ken Loach, que proyecta una mirada melancólica, pero “todo menos resignada”, sobre la revolución española de 1936-1937. Su película quiere ser un monumento a las revoluciones del siglo XX, un monumento épico, pero ni dogmático ni lirico, impregnado de duelo.

Otra obra maestra, Rua Santa-Fé (2007), de Carmen Castillo, es un epitafio dedicado a la memoria de su compañero Miguel Enríquez y de las revoluciones latinoamericanas de la década de 1970. Distinta de la película de Ken Loach, esta es ante todo un documento sensible: Carmen Castillo no indaga en las razones de la derrota, sino en las emociones que esta ha generado, así como en las reacciones de la juventud chilena actual, que “se apropia la memoria de los vencidos”. Las páginas que consagra Enzo Traverso a esta película figuran entre las más logradas del libro.

Las películas de estos tres cineastas, como también las de Theo Angelopoulos o Patricio Guzmán, describen el siglo XX como una edad trágica de revoluciones quebradas y utopías derrotadas. Su melancolía de izquierda expresa el duelo colectivo de una generación.

Traverso dedica un capítulo a lo que denomina “melancolía poscolonial”, que adopta dos formas: l) desencanto ante las descolonizaciones fallidas y 2) decepción ante el desencuentro entre marxismo y anticolonialismo. Analiza con mucha finura los escritos de Marx, destacando tanto su visión eurocéntrica inicial como su progresiva superación a partir de la década de 1860. En el transcurso del siglo XX, la historia del marxismo es indisociable de los movimientos de liberación nacional, por mucho que los marxistas occidentales (Lukács, la Escuela de Fráncfort) hayan ignorado la lucha de los pueblos colonizados. A mi juicio, esta limitación es innegable, pero no creo que haya generado una “melancolía de izquierda”, contrariamente a la primera forma de la “melancolía poscolonial” –la de las independencias fallidas–, de la que Enzo Traverso habla muy poco, pero que ha pesado mucho sobre una generación de militantes anticolonialistas.

El último capítulo del libro está dedicado a nuestro amigo Daniel Bensaid. En la nueva coyuntura creada por los años noventa (restauración del capitalismo en la URSS y Europa del Este), Daniel tratará de repensar la historia a partir de Marx y Trotsky, aunque también de la “galaxia melancólica” –Baudelaire-Blanqui-Péguy-Walter Benjamin–, como el terreno de lo incierto y lo posible, de las arborescencias y las bifurcaciones. Se puede criticar la lectura que hace Bensaid de los escritos de Benjamin –en particular de sus Tesis sobre el concepto de la historia–, porque deja de lado la dimensión teológica y la relación con la utopía. Sin embargo, esta lectura atípica, no convencional, fue una de las primeras en destacar la dimensión política de Benjamin. Más que una interpretación erudita del texto, el ensayo de Bensaid, Walter Benjamin, sentinelle messianique(1990), es una reflexión a partir de Benjamin, a quien utiliza como una brújula para los revolucionarios en la tempestad de 1989-1990. La revolución ya no puede plantearse como “inevitable”: hipótesis estratégica y horizonte regulador, solo puede ser objeto de una apuesta melancólica (la apuesta de Pascal revisada y corregida por el marxista Lucien Goldmann).

En conclusión, Enzo Traverso critica el discurso normativo actual, que presenta el régimen liberal y la economía de mercado como el orden natural del mundo, estigmatizando las utopías del siglo XX. Para este discurso dominante, la melancolía de izquierda es culpable debido a sus vínculos con los compromisos subversivos del pasado. Sin embargo, la propia izquierda ha rechazado a menudo la melancolía para “no desesperar a Billancourt” 1/. Es hora de descubrir esta melancolía rebelde que se diferencia tanto de la resignación como de la “compasión” por las víctimas. Es uno de los atributos de la acción revolucionaria y está inscrita en la historia de todos los movimientos que, desde hace dos siglos, han intentado cambiar el mundo. Porque “es con las derrotas como se transmite la experiencia revolucionaria de una generación a otra”. Creo que el autor de Le Pari mélancolique 2/ (1997) estaría de acuerdo con esta conclusión…

* Mélancolie de gauche : La force d’une tradition cachée (XIXe-XXIe siècle). Enzo Traverso. La Découverte, Paris, 2016

11/04/2017

Artículo publicado originalmente en www.contretemps.eu

Traducción: viento sur

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