Blog de Félix
Lorenzaccio”, la famosa obra de Alfred de Musset, que tuve ocasión de ver recientemente interpretada por el Teatro Nacional de Burdeos, y que refleja el mundo fracturado de la Florencia del siglo XVI, siempre me ha parecido una reflexión dolorosa sobre la vacuidad de la acción política, una tragedia sobre el desencanto de los ideales defraudados y de la manipulación. Un póster de la representación que vi en el barrio de Gracia por el Lliure me acompañó como frontispicio en todos los despachos en los que he tenido ocasión de trabajar, y es que el personaje de Lorenzaccio es un romántico apasionado, una persona que da la vida por las ideas por las que cree o por las personas que ama.

Quise hablar de Lorenzo de Medicis al tiempo que proyectaba unas imágenes de la película “Tres instantes, un grito”, en la charla-diálogo del pasado lunes 20 de junio en la Casa de Cultura, para intentar transmitir que el desencanto y la indignación no son producto de un 15-M recordado con admiración, ya que en el ámbito de las publicaciones del entorno socialista -como son “Letra internacional”, “Leviatán”, “Sistema”, “Cuadernos de Alzate” y otras- el problema se venía analizando con profundidad y ya se teorizó mucho sobre el declive de lo que se venía en llamar democracia constitucional. Y si hasta hacía unos años pocos dudaban del valor moral de la democracia y su alcance político, su funcionamiento empezaba a ser cuestionado precisamente por el comportamiento de algunas instituciones fundamentales del Estado de Derecho; “crisis de observancia”, se decía. Frente a la crisis de la democracia, MÁS DEMOCRACIA era la receta socialista.
A mi juicio, el desencadenante del declive del Estado del Bienestar ha propiciado una frase feliz de Vargas Machuca que sintetiza muy bien un estado de ánimo en las democracias: “YA NO DAN TRIGO”. Son los jóvenes los que han sufrido la herida de la crisis con mayor profundidad, los que miran a otros referentes ante la caída de la confianza social que nos proporcionó la democracia conocida.
Por seguir en Florencia, Maquiavelo nos recuerda que a veces los demócratas practicantes utilizaron una de sus famosas máximas: “Los actos acusan, pero los resultados excusan”. Efectivamente, en ocasiones los resultados dispensaban y compensaban una ejecutoria deficiente de nuestra participación política. ¿Acaso el mal funcionamiento institucional de nuestro Ayuntamiento se ha descubierto después de las mareas? ¿Se ha inventado el año pasado la transparencia o la participación ciudadana?

Las imágenes de la película de Cecilia Barriga que proyectamos en el acto “La democracia cuestionada” nos dejaron un sabor extraño, y sorprendente, al ver cómo se debatía en una asamblea la posibilidad o no de poner un toldo. En un artículo de Miguel Candel, “Querer no es poder ni viceversa”, señala tres razones equivocadas para el 15-M en unas reflexiones pos festum. Destacamos una de ellas: “La noción de clase brilla por su ausencia”. No pude debatir con Unidos Podemos, pero me hubiera gustado poner de manifiesto que lo que inclina la desconfianza hacia ellos de los que nos consideramos herederos del espíritu del 45 (Loach) es la tendencia de los “nuevos” a condenar sin más “lo viejo”, a suplantar la socialdemocracia (también la nueva) por la vieja, como si no supiéramos desde hace tiempo, como dice Candel, que lo de “borrón y cuenta nueva” suele saldarse con una acumulación de borrones sobre los que acaba resultando imposible escribir. Por muy tonto que sea Abel y muy listo Caín, el cainismo siempre será censurable.
a presentación en la Casa de Cultura de la novela “Antaño en Paramollano”, de Alfonso Peláez, y el encuentro casual en las librerías de la reedición “Donde la vieja Castilla se acaba: Soria”, de Avelino Hernández, un admirado personaje por muchos de los amigos de El Escorial, me suscitan dos reflexiones que me sirven como aliento espiritual para afrontar este mes.

En la novela de Alfonso, el personaje fascinante del alemán tiene relación en Barcelona con la Unión de Hermanos Proletarios, una idea originaria del socialista Amador Fernández. Esa referencia me llevó inmediatamente a mi abuela Jacinta, que durante los largos años no paraba de contar que UHP se llevaba la gasolina del surtidor que tenían en lo que hoy se conoce como “los canapés”, a cambio de unos vales que serían abonados en metálico terminada la contienda. Provocada la ruina, la gasolinera se adjudicó a un vencedor muy parecido a los que pululaban por Paramollano y que son descritos a la perfección en la novela que recomiendo desde esta pequeña tribuna.

La bolsa con los vales fue pasando por todos los domicilios de mi infancia, hasta que un día, y con la gracia que le caracterizaba y cansado de tanto trajín, mi padre hizo desaparecer la misma con el argumento de que la había canjeado por una tumba en el panteón de Infantes. Siempre me sorprendió que no hubiera en mi familia el más mínimo rencor, la más mínima crítica a nada. El silencio y el miedo eran los acompañantes a los cocidos diarios. ¡Hijo no te metas en líos! Por eso, el sábado no pude reprimir la lectura de un párrafo de la novela que presentábamos en un salón prácticamente lleno de amigos: “Después, andando la vida, recapacitas y te preguntas con frecuencia si entonces todo el país -toda la patria, como te decían- no era una cárcel infinita, en la que culpables e inocentes cumplían la misma condena por un único y difuso delito: el de haber nacido donde y cuando lo hicimos”

Como era una novedad, por ser una reedición prologada por Julio Llamazares, el libro de Avelino Hernández estaba en la sección de novedades. Al verlo le comenté a librero que un grupo de amigos con los que compartimos cine todos los viernes le conocía y me habían hablado mucho de él. Compartimos tertulia. Avelino Hernández, un Sagrado Corazón del Escorial, se entregó al compromiso de los desfavorecidos, al activismo social y a la creación de organizaciones proscritas de la España pre-democrática. Al conocer su biografía surgieron los comentarios en torno a la política actual y los partidos emergentes. El librero que había participado activamente en la llegada de la actual democracia, era muy molesto con la descalificación de éste periodo como Régimen, y le encantó compartir la emoción que me albergó al descubrir el libro de Avelino.
Cuando hablemos de memoria en los plenos tenemos que reivindicar a los personajes anónimos. Me viene a la memoria el nombre de Antonio Adanero, de la Agrupación Socialista, que a pesar de irse a vivir a Cudillero, mensualmente remitía las cuotas para cubrir su carnet con sellos; o de Merino, que se llevó el cuadro de Pablo Iglesias que presidia la sede por un enfado. Seguramente están ya muertos, sin homenajes. Está bien, muy bien diría yo, que a Carrizo se le den honores, pero hubiera sido de agradecer que la propuesta llegase promovida por los concejales que en estos momentos representan al PSOE.
Aproveché para comprar el libro del mejicano refundador del PRI Agustín Basave “La cuarta democracia”, y leer el prólogo de Ludolfo Paramio, director de Zona Abierta -y en su día de la Fundación Pablo Iglesias- y que ha servido de inspiración a Podemos en el Círculo de Empresarios de Cataluña. El año pasado, al no ser invitado, Pablo Manuel Iglesias dijo: “A nosotros no nos van a llevar a la reunión esta de Sitges a darnos caviar y vinos muy caros para hablar con nosotros”. Lo dicho, consciencia y memoria.
Félix Alonso
La celebración de Sant Jordi, y un mensaje que he visto en la red con el siguiente contenido: “Felicidades Jordi, perdón Jorge, esta España ya no es la que era”, me hace reflexionar sobre Cataluña, una vez más (ya lo hice en la conferencia “El Dret a Decidir”, cuyos apuntes se pueden encontrar en esta página ww
dentro de los debates filosóficos y políticos)
La cuestión es fácil de describir: una parte importante de la sociedad catalana siente a España no como su nación, sino simplemente como el Estado en que por injustos azares de la historia le ha tocado vivir. Su nación es Cataluña, y quieren convertir ésta en un nuevo Estado distinto de España. No lo logran, porque quienes lo desean no han conseguido formar en esa sociedad una masa crítica suficiente como para decantar la balanza política en contra de la enorme inercia centrípeta que ha creado una larguísima convivencia dentro de España. Pero la cuestión es ésa, un problema, y dura ya siglos (José María Ruiz Soroa).
Se me ocurren dos pequeñas iniciativas o mociones (como ahora están de moda en los plenos…) para encuentros en positivo. La celebración del Día del Libro, por coincidir con la fecha en que fallecían Cervantes, Shekespeare y Garcilaso de la Vega, pero también porque murieron o nacieron en esa fecha escritores como Maurice Druom, Haldor Laxness (premio Nobel en el 55), Nabokov o Josep Pla, entre otros, se celebra en nuestro pueblo, San Lorenzo de El Escorial, gracias a iniciativas particulares, este año entre la librería Azorín y Manolo Míguez, pero, a mi juicio, se debería poner en valor por la cultura y educación de las políticas municipales, el hecho de que el origen del día del libro se remonta a 1926, en una idea que partió de Cataluña de la mano del valenciano Vicente Clavel Andrés, quien lo propuso a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona en 1923 y aprobada por el rey Alfonso XIII de España en 1926. El 7 de Octubre de 1926 fue el primer Día del Libro; poco después, en 1930, se instaura definitivamente la fecha del 23 de abril como Día del Libro, y además con la aprobación de la UNESCO. Barcelona como referente, así de sencillo.
Este día coincide con San Jorge, patrón (dicen) de Alemania, Aragón, Bulgaria, Etiopía, Georgia, Grecia, Inglaterra, Líbano, Lituania, Países Bajos, Portugal, Eslovenia y México. Pero donde toma cuerpo importante es en Cataluña, que con el nombre de Sant Jordi adquiere una significación muy especial y de la que nos deberíamos sentirnos todos orgullosos. La unión de Sant Jordi con el Día del Libro es inolvidable para los que hemos tenido la suerte de vivir unos años en Barcelona. Intercambiar un libro con una rosa siempre es emocionante en un lugar tan peculiar como las Ramblas, y si estás enamorado ni te cuento.
La leyenda de la lucha con el dragón la recogió el costumbrista catalán Joan Amades, que situó el evento en las murallas del pueblo Montblanc. Este año, coincidiendo con el 125 aniversario de su nacimiento, la asociación cultural que lleva su nombre impulsó una actividad para el día de Sant Jordi consistente en lectura abierta de textos tradicionales que la asociación seleccionaba, a modo de ejemplo: “M’ han dit que tu has dit un dit que jo no he dit, i el dit que tu has dit, jo no l’ he dit perquè si jo hagués dit que tu l’ has dit, fóra ben dit per haver-lo dit jo.” La traducción es fácil, un pequeño trabalenguas que hace que el idioma se perfeccione. Fer país, que diría Pujol.

Nosotros en Castilla tenemos también nuestros dragones, pero sucede que nuestros niños (y algunos mayores) no los conocen. El Poema de Fernán González, poema épico del mester de clerecía cuyo contenido es el de un cantar de gesta que narra diferentes hechos históricos de la vida de este personaje, relevante para la historia de España y de Castilla, está custodiado en nuestro Monasterio. En una edición de mi profesor de literatura medieval, Juan Victorio, se relata (estrofas 467-486) que la noche antes de que comenzara la batalla de Hacina , legendaria lucha que duraría tres días, algo espantoso les ocurrió a las tropas del conde castellano Fernán González: un monstruoso dragón se apareció en el cielo. Estaba completamente ensangrentado y daba unos enormes y estruendosos alaridos mientras que echaba fuego por las fauces iluminando a los atemorizados ejércitos: “Vieron aquella noche una muy fiera cosa. Venia por el aire una sierpe rabiosa, dando muy fuertes gritos…”.
Imaginemos un intercambio de dragones: unos niños catalanes ven el de Fernán González y les ponemos a leer las estrofas del poema en castellano antiguo, y encima se lo enseñamos en el Monasterio, y a los del Antoniorrobles (es un decir) les llevamos a Montblac a ver su dragón, y a que oigan hablar en otro idioma español. ¿No sería eso mejor que lo que estamos viviendo hoy? A los independentistas, o si preferís separatistas, no hay que oponerles separadores. Hagamos un esfuerzo y amemos ambos dragones.
Tenía previsto escribir de cómo un nacionalismo subido de tono celebraba las “semanasantas” en mi infancia, y la
imposibilidad hoy día de que el protocolo en las procesiones tenga el contenido laico que se merece el principio de la separación Estado-Iglesia, pero al visualizar el último Pleno de San Lorenzo no puedo por menos que dejar aparcado el tema inicial que me motivaba y pasar a la actualidad municipal.
Y empezamos constatando que fue un Pleno eminentemente político, donde el PP nuevamente ha vuelto a demostrar que ha llevado la iniciativa. Revocar las competencias delegadas a la Junta de Gobierno tiene una carga de profundidad de gran calado, pues si se mantiene la mayoría que tomó esa decisión difícilmente el equipo de Gobierno podrá sacar adelante proyectos de propia iniciativa. La incongruencia del grupo Ciudadanos ha sido grande, ya que estos forman parte de la Junta de Gobierno. La respuesta de la alcaldesa no se debería hacer esperar, y tendría que apartar a C’s de compartir mesa en las decisiones en este órgano.
Carlos III, ese sí, recibió el apoyo de todos, pero el PP sacó adelante una comisión de investigación para un tema un poco oscuro, con la abstención de quien debería buscar la entrada en el gobierno, dar estabilidad y dejarse del pastoreo mensual. El sufrido jurídico del PP, que repite hasta la saciedad la ley de régimen local por sus siglas, fue interpelado “in voce” por su portavoz, para que en el caso de que no saliera su propuest,a “ir a la Fiscalía”, en un intento de judicializar la política que tanto gusta, sin que se oyeran argumentos contundentes por parte del equipo de Gobierno.
Uno de los temas estrella fue la moción para conceder la medalla de plata al bibliotecario del Monasterio, que tuvo la originalidad de presentarse como iniciativa del tándem Vara- Justo, anteriores responsables de Cultura (es un decir), y aquí se reproduce la misma historia de cada año: cuando no es un cura es una monja, eso sí, de mucho mérito, nadie lo duda.
Realizar un trabajo cultural todos los viernes, desde hace más de diez años, en la sala Juan Negrín, me ha dado ocasión de conocer la fundación que lleva su nombre, ubicada en las Canarias. Ángeles Arencibia, su responsable de prensa, me ha confirmado que el gran amor de Negrín, que hay que recordar fue presidente del Gobierno de España, era Feli López de Dom Pablo, vecina de nuestro pueblo, que le acompañó hasta el final, cuidando posteriormente de sus nietos Juan y Carmen, ésta última presidenta de honor de la fundación, y que me ha comunicado que gustosamente vendría a San Lorenzo para hablar de su abuelo.
Ser suscriptor de las ediciones de intervención cultural me ha dado también ocasión de leer el libro “El valor del socialismo”, de Adolfo Sánchez Vázquez, hombre de poesía y compromiso. Asumió la dirección de la revista “Octubre”, que había fundado Rafael Alberti, y un año después dirigió “Ahora”, órgano de expresión de las Juventudes Socialistas Unificadas. Como tantos españole,s tuvo que marcharse a México, pero lo significativo, para lo que quiero expresar, es que este gran personaje también pasó un gran tiempo en nuestro pueblo.
¿El tándem Vara-Justo se preocupó alguna vez de que San Lorenzo conociera a estos personajes ilustres? ¿No sería una buena cosa para la recuperación de la memoria histórica? ¿No se merece el nombre de una calle Juan Negrín?
Ayer se cerró la programación del Festival de Teatro de Almagro y hace unos días el Festival de Música de Santander, mientras en nuestro Pleno se cambia la responsabilidad de Festejos y se nos hace un relato detallado de los turnos de trabajo de la Policía Municipal, cuando lo realmente de interés es debatir cuánto nos cuesta la BESCAM, el invento de la señora Aguirre. La sesión terminó con los porcentajes de actividad, como si la actividad política fuera al tanto por ciento y no a tiempo total y dedicación plena y altruista.
Félix Alonso