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07 PM | 03 Mar

HISTORIA Y MITO

Continúa la batalla por la historia. Y continuará, porque, como ha escrito Richard Rorty, la lucha por el relato del pasado es la lucha por el liderazgo político. Me atrevería a matizarlo: es la lucha por la legitimidad, tanto de líderes como de instituciones. Cuando la Biblia narra la creación del hombre en primer lugar y de la mujer a partir de la extracción de una costilla suya —porque “no es bueno que el hombre esté solo”—, está legitimando la postergación y sumisión del género femenino; como cuando relata el pecado original está justificando la obligación de trabajar.

Me objetarán: pero la Biblia no es un libro de historia; es una narración legendaria, es puro mito; son hechos que no están avalados por evidencia alguna; aceptarlos o no es un acto de fe. De acuerdo. Pero es que el mito, no lo olvidemos, fue el origen de la historia y ha seguido estando íntimamente unido a ella hasta hoy mismo —y en dosis nada despreciables—.

Llamamos mito a un relato fundacional (M. Eliade), que describe “la actuación ejemplar de unos personajes extraordinarios en un tiempo memorable y lejano” (García Gual). El mito versa sobre las hazañas y penalidades de unos héroes y mártires que son los padres de nuestro linaje. Su conducta encarna los valores que deben regir de manera imperecedera nuestra comunidad. No es historia, claro, porque no se basa en hechos documentados. Pero de ningún modo es un mero relato de ficción, al servicio del entretenimiento, pese a que su belleza formal también pueda hacerle cumplir esa función. Responde, por el contrario, a una pregunta existencial (Lévi-Strauss): narra la creación del mundo, el origen de la vida o la explicación de la muerte. Está basado en oposiciones binarias: bien/mal, dioses/hombres, vida/muerte. Expresa deseos —que el héroe intenta llevar a la práctica—, perversiones y temores —encarnados en monstruos—, e intenta reconciliar esos polos opuestos para paliar nuestra angustia. El mito es, en términos del psicólogo Rollo May, un “asidero existencial”, algo que explica el sentido de la vida y de la muerte. No es, en modo alguno, inocuo. Está cargado de símbolos, de palabras y acciones llenas de significado. Y tiene gran interés, como cualquier antropólogo sabe, para entender las sociedades humanas.

La Historia —con mayúscula, es decir, como rama del conocimiento, no como mera sucesión de hechos— es un género radicalmente diferente. Porque es un saber sobre el pasado; quiere estar regida por la objetividad, alcanzar el status de ciencia, como otros campos del conocimiento humano. Nunca será una ciencia dura, desde luego, comparable a la Biología o a la Química, ni tendrá el rigor lógico de las Matemáticas; ante todo, porque se basa en datos interpretables, de origen subjetivo normalmente; pero, además, porque en su confección misma tiene mucho de narrativa, de artificio literario (Hayden White). Quiere ser, sin embargo, una narrativa veraz, basada en pruebas documentales que se interpretan a la luz de un esquema racional. No es pura literatura de ficción (pese a los intentos de S. Schama).

Los Estados hoy existentes se consideran encarnación de esa nación o comunidad ideal

El mito, en cambio, no busca, ni aparenta buscar, un conocimiento contrastado de los hechos pretéritos. Su objetivo es dar lecciones morales, ser vehículo portador de los valores que vertebran la comunidad. Desde el punto de vista político, su importancia se deriva, por tanto, de que crea identidad, de que proporciona autoestima. Los individuos que sufren una amnesia total carecen de identidad. Y las comunidades humanas, cuando aceptan o interiorizan un relato sobre su pasado común —un relato cargado de símbolos, como el mito—, construyen a partir de él todo un marco referencial, al que se llama cultura, en el que consiste su identidad colectiva y que proporciona estabilidad y seguridad a sus miembros.

Historia y mito son, por tanto, dos formas radicalmente distintas de acercarse al conocimiento del pasado. Y, sin embargo, pese a ello, hay que reconocer, para empezar, que la historia tuvo su origen en el mito; y que, además, tampoco puede evitar desempeñar la función de crear identidad y proporcionar autoestima. Porque, al relatar nuestro pasado, legitima ciertas propuestas políticas, bien como retorno a situaciones pretéritas idealizadas o como derecho a alcanzar antiguas promesas.

En el mundo contemporáneo, el posterior a las revoluciones liberal-democráticas, el sujeto de la soberanía por excelencia ha sido la nación. Consecuentemente, los libros de Historia se han reorientado para hacerlos girar en torno al sujeto nacional. Porque los Estados hoy existentes se consideran encarnación de esa nación o comunidad ideal y, para legitimarse, proyectan hacia atrás la existencia de aquella mucho más de lo que una mente crítica aceptaría. En el caso español, en los manuales escolares de Historia que se usaban cuando la gente de mi edad éramos niños enseñaban que Viriato había luchado por la “independencia de España” frente a las legiones romanas, en el siglo II antes de Cristo, o que, por esa misma causa y en época cercana, los habitantes de Sagunto y Numancia habían preferido suicidarse colectivamente a rendirse, ante la aplastante superioridad de los sitiadores cartagineses o romanos, los cuales, al entrar, solo encontraron cadáveres y cenizas. No importaba que Sagunto fuera una colonia griega ni que ninguna fuente histórica directa testimonie la muerte de todos sus habitantes; Tito Livio, al revés, consigna que Aníbal tomó la ciudad al asalto y Polibio dice que consiguió en ella “un gran botín de dinero, esclavos y riquezas”. En cuanto a los numantinos, resistieron, según Estrabón, heroicamente, “a excepción de unos pocos que, no pudiendo más, entregaron la muralla al enemigo”. Tampoco suele dedicarse un instante a reflexionar sobre si Viriato, “pastor lusitano”, podría comprender el significado del concepto de “independencia”, ni aun el de la palabra “España”, porque, en sus montañas de la hoy frontera portuguesa, difícilmente habría visto un mapa global ni tenido idea de que vivía en una península.

Nadie reflexiona sobre si Viriato comprendía términos como “España” e “independencia”

El historiador nacionalista —dan ganas de poner comillas al primero de estos dos términos— deja de lado todos esos datos porque lo único que le importa es demostrar la existencia de un “carácter español”, marcado por un valor indomable y una invencibilidad derivada de su predisposición a morir antes que rendirse, persistente a lo largo de milenios. Y digo bien milenios, porque el salto habitual, desde Numancia y Sagunto, suele darse hasta Zaragoza y Gerona frente a las tropas napoleónicas; y vade retro a aquel que se atreva a objetar, por ejemplo, que todo el territorio “español” —godo— se abrió sin ofrecer una resistencia digna de mención ante los musulmanes, tras una única batalla junto al Estrecho. Al historiador nacionalista le importa, en definitiva, dejar sentado, por usar términos que gustan al actual presidente del Gobierno, que España es “la nación más antigua de Europa”; o del mundo.

Como la imaginación de la que estamos dotados los humanos es, desgraciadamente, bastante limitada (pobres de nosotros de haberse hecho realidad aquello de “la imaginación al poder”), los topoi mitológicos son relativamente pocos; y se repiten. Volviendo a Sagunto y Numancia, hay que recordar que el caso canónico, mucho más conocido que el español, sobre una ciudad sitiada que decide inmolarse ante el imparable ataque enemigo, es el de la fortaleza judía de Masada, cuyos defensores se dieron muerte antes que rendirse a los romanos. El relato de Josefo, única fuente directa sobre el tema, menciona, de todos modos, algunas excepciones a aquel suicidio colectivo; y la evidencia arqueológica no ha aportado prueba alguna de la hecatombe. Pero no terminan aquí las imitaciones. Dos Historias de Galicia de mediados del XIX, las de José Verea y Aguiar y Benito Vicetto, incluyeron el episodio del Monte Medulio, donde los celta-galaicos, tras resistir heroicamente frente a la abrumadora superioridad romana, acabaron entregándose también a la orgía suicida. Eran los mártires que el galleguismo necesitaba en su despertar nacionalista.

Pero las otras versiones ibéricas de la mitología nacionalista que se disfraza de historia, tantas veces mimetizadas de la españolista, pueden dejarse para otra ocasión.

José Álvarez Junco es catedrático de Historia en la Universidad Complutense de Madrid. Su último libro es Las historias de España (Pons/Crítica).

 

 

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01 PM | 14 Feb

LA PUTA LUZ

Me manda Cosme, un amigo, este cruce de “cartas de amor”, a partir de una recibida de ENDESA a un ciudadano canario. Se trata de un caso más de  impotencia de usuarios, clientes, consumidores, contribuyentes, ciudadanos….que en un sistema de dominación capitalista-democrático (esta segunda categoría no se puede, al menos por ahora, separar de la primera, incluso el guión las separa ya demasiado) como éste que nos toca vivir, deberían ser sujetos a atender, valorar, cuidar, respetar, mimar incluso, aunque solo sea porque de ellos reciben los ingresos (desde una perspectiva de pagadores nacionales) que les permiten incrementar sus tasas de ganancia y expandirlo multinacionalmente, compitiendo con otros capitalismos nacionales que hacen lo mismo, desde sus territorios de origen, y con pagadores de ese territorio, desde el que se reproducen multinacionalmente. En otro e-mail que manda Clemence, que habla de Iberdrola, y que os remito después de éste, se ven las connivencias (vasos comunicantes) entre poder político y económico y los sueldos millonarios que se adjudican en la España del consenso democrático.

Por tanto, parece que nosotros somos clientes, consumidores, contribuyentes, usuarios, y ciudadanos de cualquier país, cautivos y obligados, democráticamente, a cumplir todo eso que nos proponen amorosamente ( con la misma ironía del texto), con el único objetivo de que, a cambio de energía en tus lugares de vida y trabajo, pueda nuestro capitalismo nacional, en este caso energético, crecer y multiplicarse por el mundo. La pregunta aquí es, ¿porqué no nos cuidan, valoran, seducen, respetan..etc, si deberíamos ser muy importantes para ellos, para su expansión mundial? La respuesta está dicha antes, porque no tienen necesidad de hacerlodado que somos cautivos y obligados, democráticamente, es decir, con el consentimiento del Estado democrático de consenso, y del gobierno de turno, sea nacional ( España, por ejemplo), o, regional (Europa, por ejemplo). Ahora han decidido un nuevo sistema de fijar las tarifas eléctricas, dado que el sistema de concurso anterior se ha quedado al desnudo ante la población, acusado de oligopolístico y fácilmente manipulable para incrementarnos los precios, tal como han hecho todos estos años atrás. Pues ahora se inventan otro donde, a cambio de hacernos creer (apelación teológica a la fe) que bajan los precios un porcentaje al usuario, no sabemos cuál es el coste del kilowatio/hora, porque este va a oscilar como si fuera un mercado de activos en la Bolsa. Pura economía financiera, de nuevo.

¿Alguien que no sea un ingenuo liberal, contaminado de esa ideología hasta la sangre, puede pensar que la competencia existe,  dentro de este sistema que la tiene por emblema, y baja los precios al usuario final en los productos o servicios que nos interesan de verdad?. ¿Alguien puede poner ejemplos de precios básicos que hayan bajado a lo largo de ciclos económicos, no momentos coyunturales? Otra cosa es que más o menos sectores de la población puedan pagarlos, antes de morirse de frío o de hambre. Se ha  especulado, siempre, en este sistema, con bienes básicos que incrementan los precios que impiden adquirirlos, a la población del tercer mundo, para producir bienes de consumo final o de materias primas, del primer mundo. Es lo que se llamó el intercambio desigual. Una bajada de precios por la competencia no es posible porque la deflación es más temible que la depresión para un sistema, como éste, que tiene su leit motiv fundamental en el desarrollo económico continuo hasta donde pueda y le dejemos. Por eso la tendencia al oligopolio es constante y permanente, aunque la disfracen de competencia, o nos lo hagan creer así.

Y surge otra pregunta, ¿podría haber un Estado, dentro del sistema del que hablamos, que impida tamañas tropelías con la población? En mi opinión, ya no va a ser fácil, sin nuevos episodios terribles para nosotros, ciudadanos subsidiarios, de regiones o países subsidiarios, o subalternos. Quizás, esto pudo parecer posible, después de la 2ª guerra mundial con las políticas keynesianas derivadas de ese desastre, para provocar los mínimos incrementos de producción necesarios, una acumulación de capital original, de tipo financiero ( comienzo de las burbujas futuras), para crear y estimular la demanda agregada, y teniendo en cuenta que había otro modelo que competía por el control mundial, y con las resistencias interiores al modelo capitalista, de tipo sindical y político (socialdemocracia).

Ahora, solo hay un modelo extendido mundialmente que tiende al oligopolio de producción y distribución, en los lugares originales donde produce, y a una competencia, también de tendencia oligopolística, en el resto del mundo. Que esto se haga con guerras económicas, como la que se está produciendo en esta crisis económico-financiera, para reestructurar la dominación, quedando espacios dominantes y otros subsidiarios o subalternos de la misma, o con guerras imperialistas entre naciones, y contra la población, es harina de otro costal. Depende de cómo se toleren los oligopolios, en la competencia mundial por espacios de dominación económica, y de cómo resista la población de cada espacio, país o región. Algunos casos del continente iberoamericano responden a estas resistencias que provocan reestructuraciones obligadas del capitalismo dominante.

Pensemos sobre estas cosas, casi desde lo más básico de la inteligencia, y no demos por bueno lo que parece existir como dato objetivo y neutral de la realidad, cuando es pura ideología al servicio de capas de población minoritarias, pero poderosas, que mantienen su poder porque creen que nos tienen controlados y sometidos a sus dictados y enunciados de significación. Al menos que no nos tomen por imbéciles, como habitualmente creen.

Un saludo amigos, y siga la resistencia, porque al menos no estarán tranquilos, hasta que vayamos descubriendo caminos nuevos de acción y creación, de los que ellos se beneficiarán, también, en un futuro. Algo así como nos ha pasado o está pasando a los hombres, con la lucha de emancipación de las mujeres, que ahora nos empieza a parecer mejor de lo que era antes cuando dominábamos por completo.

Eugenio

I. Primera carta de amor

“Estimado señor:

Endesa Distribución va a proceder próximamente a la sustitución de su contador de electricidad por uno nuevo que dispone de capacidad de Telegestión, en cumplimiento de la normativa vigente (RD 1110/2007 de 24 de agosto y Orden TC/3860/2007 de 28 de diciembre). El nuevo sistema de Telegestión permitirá entre otras funciones la lectura a distancia de su consumo.

A lo largo del próximo trimestre, un operario autorizado por Endesa sustituirá el contador que usted tiene actualmente instalado. Si su contador se encuentra en el cuarto de contadores o es accesible desde el exterior de su vivienda, no será necesario que usted esté presente. En caso contrario, el operario se pondrá en contacto con usted para poder realizar el cambio de contador.

El coste de la sustitución correrá a cargo de Endesa y usted sólo tendrá que abonar una cantidad en concepto de Derechos de Enganche, que según se establece en la legislación actual asciende a 9,04 euros. Por otra parte, el coste mensual de alquiler del contador a aplicar será de 0,81 euros.

Si necesita cualquier aclaración sobre esta sustitución o desea realizar alguna consulta, puede contactar con nosotros dirigiéndose al Teléfono de Atención de Endesa Distribución Eléctrica 902 509 600. Estaremos encantados de atenderle.

Agradeciendo de antemano su colaboración, reciba un cordial saludo”.

II. Respuesta. Segunda carta de amor “Estimados señores de Endesa Distribución:

He recibido su amable carta de fecha indeterminada (porque no la ponen) en la que me comunican una serie de hechos consumados basados, naturalmente, en que ustedes como monopolio hacen siempre lo que les sale de los electrones y a nosotros, como miembros de la honorable manada de borregos forzosamente consumidores, nos queda la única opción gozosa de pagar.

Les dirijo esta carta porque en el texto que me han enviado, como a otros muchos miles de consumidores, supongo, existen algunas cuestiones que me han sumido en un estado de estupor, catatonia y asombro. O dicho de otra forma, que me han fundido ustedes los plomos.

Porque vamos a ver. Me dicen ustedes amablemente que van a proceder a cambiarme “mi” contador de electricidad. Una cuestión bastante curiosa porque resulta que en el desglose de la factura que les pago a ustedes todos los meses les abono una cantidad en concepto de alquiler de contador. Y digo yo, ¿cómo es posible que les haya pagado un alquiler por algo que  era mío? ¿Habrán incurrido ustedes, mi querido monopolio, en un involuntario y pequeño error por el que me han estado cobrando indebidamente una modesta pero significativa cantidad a lo largo de los últimos años?

Sigo adelante con la carta y observo que me cuentan ustedes que el nuevo contador permite la lectura a distancia (es decir, más gente al paro, me temo, maldita tecnología) lo cual, como fácilmente comprenderán, a los usuarios nos la refanfinfla. Dicho de otra manera, que me da igual que lean ustedes el contador a medio metro o desde las quintas chimbambas, a condición de que las lecturas sean las reales.

Añaden que el coste de la sustitución -en cumplimiento de la normativa legal- correrá a cargo de Endesa. Y digo yo que faltaría más que nos cobraran a nosotros por algo que ni hemos pedido ni maldita la falta que nos hace. O sea, que les agradezco la información aunque me resulte irrelevante. Lo que me llena de asombro es que me indiquen que “solo” tendré que abonar “una cantidad en concepto de derechos de enganche que según la legislación actual asciende a 9,04 euros”. Vamos a ver, querido monopolio, ¿cómo nos van a cobrar a los usuarios un reenganche de un desenganche que ni hemos pedido, ni hemos contratado? Porque digo yo que porque a ustedes les salga del flujo de electrones cambiar los contadores, como les podría dar por cambiar esas divertidas torretas eléctricas de colorines con las que generosamente nos han adornado las autopistas para mejorar nuestra imagen turística, ¿a mi que me cuentan? Eso del derecho de enganche, que debe ser un asunto más complejo que el derecho romano, es un devengo que se produce cuando un usuario se da de alta en la red por primera vez o lo vuelve a hacer después de que le hayan cortado la luz por impago. ¿Pero cómo le pueden cobrar enganche a un consumidor que no se ha desenganchado, que está al corriente de sus pagos y que tiene un contrato vigente con ustedes para el suministro en unas condiciones pactadas?

Es que si tenemos en cuenta que tienen ustedes, un suponer,600.000 usuarios en Canariasa casi diez euros por barba, se van a embolsar así como quien no quiere la cosa unos seis millones de euros, que hay meses que no los gana uno, créanme, aunque sea expresidente de Gobierno y además de llevarse 80.000 del ala al año limpios de polvo (aunque no me consta que de paja) cobren por hacer de lobby para algunas de las grandes empresas españolas.

Lo que ya me descalabra completamente es que añadan -supongo que intentando convertir la carta en un relato kafkiano- que el coste mensual del alquiler del contador a aplicar (un lapsus sintáctico porque en todo caso querrán decir ustedes ·el costo mensual a aplicar del alquiler del contador…·) será de 0,81 euros. A veeeeerrr. Si el contador es mío ¿me van a pagar ustedes 0,81 euros mensuales? ¿O será que realmente el contador es de quien es -es decir, de ustedes- y amablemente me comunican que me van a cobrar esa módica cantidad mensual?. Y si es de ustedes, ¿por qué principian hablando de “mi” contador?

Queridos amigos del monopolio. No se líen. El contador es de ustedesLo era antes y lo es ahora. Por eso me cobraban antes el alquiler y me lo van a cobrar ahora. Y lo cambian ustedes por imperativo legalcon lo que esa pretensión de cobrarles diez euros a los usuarios me parece sencillamente que es sacar las patas del tiesto y echarle un poco de morro al asunto. Sobre todo porque lo que realmente se callan en su amable carta -en las cartas, como en la vida,es más importante lo que se calla que lo que se cuenta- es que el nuevo contador tecnológicamente avanzado que nos están cascando por decisión unilateral les va a permitir a sus señorías detectar a aquellos usuarios -viviendas, oficinas, bares, restaurantes y otros- queestán consumiendo ligeramente por encima de la potencia contratada. O dicho de otra manera, que aquellos consumidores que tienen con ustedes un contrato de potencia de 5 kw y resulta que de media están consumiendo un poco por encima -que como bien saben son un porrón- van a tener que pagarles esa energía extra con un sustancioso recargoy, de propina, estarán obligados a realizar un nuevo contrato de mayor potencia. Es decir, que con esos nuevos contadores van a detectar ustedes los pequeños sobreconsumos que ahora se les escapan, van a cobrarlos con banderillas y van a hacer el negocio redondo aumentando el rango de potencia de los contratos. Ustedes lo saben. Yo lo sé. Los usuarios no lo sabían.

Resulta descorazonador que mientras hacen ustedes todo esto, la gente que se supone que representa los intereses de los ciudadanos sigan discutiendo del sexo de los galgos y los podencos. Si esto fuera un libre mercado, allá penas porque estarían ejerciendo con toda legitimidad sus derechos como empresa y los usuarios estarían en condiciones de elegir. Como resulta que tienen ustedes el monopolio real de la distribución no estamos hablando de un mercado libre y las reglas del juego deben ser distintas. Desde luego no deberían pasar porque ustedes hagan lo que les salga del forro de los cajones de los electrones y a los usuarios, forzosos, no les quede otra que tragar.

Les agradezco su amable y distorsionada información en torno a sus planes para apretarnos un poco más los bolsillos, les recomiendo encarecidamente que su grupo de producción compre energías renovables de los nuevos parques eólicos del Cabildo de Tenerife (y de paso quesos, vino, yogures, piensos, vacas… o jugarse incluso unas perritas en los casinos de la casa) y les aseguro que como se les ocurra cobrarme diez euros por un reenganche que no he pedido,pienso acudir a la Organización de Consumidores y Usuarios para que no me hagan ni puñetero caso, perder el tiempo, frustrarme y pensar una vez más que estamos indefensos ante los monopolios, los mercados intervenidos y los ineptos que se suponen que tienen que defendernos.

Reciban un cordial saludo.

III. Y una objeción desesperadaPD. El número de información al que me indican en la carta que debo llamar (el 902 509 600 de Atención al Cliente de Endesa Distribución Eléctrica) es un call center -como dicen los modernos- que está en Madrid (me gustaría que creen puestos de trabajo donde yo pago, no sé si me entienden). Te atiende primero un sistema robotizado y luego una amable persona que solo acierta a repetir el manual de la compañía que viene a ser: “Le entendemos, pero le vamos a cobrar. Esto es lo que hay”. Ah. Y el número es de tarificación especial, de pago, con lo cual además de esperar, preguntar y no tener respuesta, también terminamos pagandoPor cierto, por mucho que me he leído las disposiciones legales que citan en su carta -y otras- sobre el cambio en los equipos de medidas básicos, por ninguna parte he visto otra interpretación que la de que son ustedes los que deben instalarlos y pagar el coste de la instalación.

 

QUE EMPIECE A CIRCULAR AHORA, NO ESPERAR HASTA FEBRERO….(Y apuntar en vuestras agendas en el día del consumidor)

 

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09 PM | 22 Ene

Y SE PROCLAMAN SOCIALISTAS

Y se proclaman socialistas

Miquel Porta Perales
Martes, 21 de enero de 2014 –

Durante demasiado tiempo, el Partit dels Socialistes de Catalunya, en lugar de marcar las diferencias en relación al nacionalismo, ha seguido la política nacionalista inaugurada por Jordi Pujol. En este sentido, el socialismo catalán no ha sido el cambio, sino el recambio. Más: el socialismo catalán ha hecho cosas –en materia de política lingüística o educativa, por ejemplo- que Jordi Pujol no se había atrevido a llevar a la práctica. Los socialistas catalanes se empeñaban en decir que ellos no eran nacionalistas. Pero, el lenguaje, las propuestas y las actuaciones eran de carácter nacionalista. Decían que no eran nacionalistas, pero reivindicaban y defendían aquello que los nacionalistas reivindicaban y defendían al tiempo que criticaban y descalificaban aquello que los nacionalistas criticaban y descalificaban. Cosa que conduce a una cuestión de lógica elemental de primer orden: o los nacionalistas no son nacionalistas o los socialistas catalanes son nacionalistas.

Lo que resulta francamente sorprendente es que esta Santa Alianza entre nacionalismo y socialismo catalán se empaquetara y vendiera como una manifestación del progreso. ¿Cómo es posible que el socialismo catalán abandonara –tanto da que fuera por convicción u oportunismo- el pensamiento ilustrado en favor de la farfolla nacionalista ofreciendo gato por libre? El resultado de tan singular metamorfosis: los derechos individuales y la idea de ciudadanía, pierden; el exclusivismo nacionalista, gana.

Y en eso que el 16 de enero de 2014 –la negativa del PSC a votar “sí” a una consulta sobre “el futuro político colectivo de Cataluña”: una petición planteada para recibir el “no” del Estado y desencadenar así una nueva oleada de victimismo que beneficiará al independentismo- el Partit dels Socialistes de Catalunya dice “basta”.

Los ciudadanos de Cataluña se merecen una izquierda laica –no un sucedáneo, comparsa, muleta o propagandista del nacionalismo- que huya de la cosmogonía, la concepción del mundo, la teología y los intereses nacionalistas

Y en eso que un grupo de ilustres socialistas reacciona con un manifiesto titulado Crida socialista pel referéndum. Otra vez la Santa Alianza. Otra vez el socialismo catalán –en este caso, una parte del mismo- utiliza el mismo lenguaje que el nacionalismo. Otra vez las mismas propuestas. Otra vez una mercancía averiada vendida –como si el socialismo no tuviera ya suficientes problemas de definición, programa y discurso- bajo la etiqueta del progreso.

Los abajo firmantes hablan de “objetivo nacional más inmediato”, “reto nacional”, de “constantes vitales de la nación catalana”, de “construcción nacional de Cataluña”, de “causa nacional de Cataluña”, de “intereses nacionales de Cataluña”.

Los abajo firmantes afirman que “la opción de la independencia puede ser una salida pero no necesariamente la única posible de la crisis actual”. Uno se tranquiliza al leer que la independencia no es “necesariamente” la salida a la situación.

Los abajo firmantes aseguran que oponerse a la consulta –así, sin más- “para que el pueblo de Cataluña se pueda pronunciar claramente sobre su relación con España” es “una actitud inaceptable y antidemocrática”.

Los abajo firmantes hablan de una “divisoria ineludible”: “la gran mayoría que, en los parámetros del catalanismo político, exige el referéndum” frente “a quienes se oponen desde los parámetros de la política española y, en algunos casos, tratando de hacer de ello un factor de división de la sociedad civil catalana”. Unos “a un lado” y otros “al otro lado”, dicen. La misma topografía construida por el nacionalismo catalán.

Los abajo firmantes proclaman que los “socialistas catalanes hemos de estar donde nos corresponde: en primera fila”. Y añaden que “resquebrajar la unidad de este bloque con aceleraciones injustificadas” puede “servir a los intereses del adversario”. Concluyen: “El socialismo catalán no puede faltar a la actual cita por Cataluña”.

Los abajo firmantes, después de “exigir” sus demandas “en nombre de los intereses nacionales de Cataluña”, después de “invitar” a quienes compartan sus ideas a “no desfallecer”, después de eso, piden que “se dispongan también a trabajar, a medio plazo, a favor de la recuperación del espacio socialista, por la construcción de una alternativa catalana de izquierdas”.

Ese es su lenguaje, esa es su alternativa, esa es su concepción de la democracia, esa es la visión de trinchera que tienen de la sociedad catalana, esa es su opción, esa es su posición, esas son sus prioridades. Y a todo eso lo llaman “poner Cataluña al frente de la lucha por la libertad, la justicia y el progreso”. Y se proclaman socialistas. Y se permiten el lujo de dar lecciones de honestidad, moralidad y bondad. Los ciudadanos de Cataluña se merecen una izquierda laica –no un sucedáneo, comparsa, muleta o propagandista del nacionalismo- que huya de la cosmogonía, la concepción del mundo, la teología y los intereses nacionalistas.

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07 PM | 14 Ene

RESPUESTAS DE DANIEL BENSAÏD

Respuestas de Daniel Bensaïd a las preguntas de jóvenes militantes de la organización política marxista Vpered, tras su congreso llevado a cabo en Moscú en noviembre de 2006.

Vpered ¿Qué partes de la herencia marxista pertenecen claramente al pasado, y cuáles te parece que conservan hoy en día la vigencia de siempre ?

Daniel Bensaid : Me gustaría comenzar por matizar o precisar la idea misma de herencia. No hay una herencia, sino muchas : un marxismo “ortodoxo” (de Estado o de Partido) y marxismos “heterodoxos” ; un marxismo cientificista (o positivista) y un marxismo crítico (o dialéctico) ; o mejor aún, lo que el filósofo Ernst Bloch llamó las “corrientes frías” y las “corrientes cálidas” del marxismo. No se trata de simples diferencias de lecturas o interpretaciones, sino más bien de discursos teóricos que, en ocasiones, sustentan políticas antagónicas. Como a menudo insistía Jacques Derrida, una herencia no es un bien que puede ser transmitido o conservado. Es lo que hacen con ella, así como lo que harán, los herederos.

Entonces, ¿qué está obsoleto en la teoría marxista ?

Para empezar, diría, un cierto tipo de optimismo sociológico : la idea de que el desarrollo del capitalismo entraña de manera casi mecánica el desarrollo de una clase obrera cada vez más numerosa y concentrada, cada vez mejor organizada y cada vez más consciente. Un siglo de experiencias ha mostrado la importancia de las divisiones y las diferenciaciones en las capas del proletariado. La unidad de las clases explotadas no es una naturaleza dada, sino algo por lo que se lucha y que se construye.

Luego, creo que tenemos que retomar un serio examen de las nociones de dictadura del proletariado y de la extinción del Estado. Es una cuestión complicada, porque las palabras no tienen el mismo sentido hoy que el que podrían haber tenido en la pluma de Marx. En su momento, en el léxico de la Ilustración, la dictadura se contraponía a la tiranía. Evocaba una venerable institución romana: un poder de excepción delegado por un tiempo limitado, y no un poder arbitrario ilimitado. Es evidente que tras las dictaduras militares y burocráticas del siglo XX, la palabra ya no conserva su inocencia. Para Marx, sin embargo, designaba algo enteramente nuevo: un poder de excepción, por primera vez mayoritario, del cual la Comuna de París representó –según sus propias palabras– “la forma finalmente descubierta”. Por lo tanto de lo que deberíamos hablar hoy es de esta experiencia de la Comuna (y de todas las formas de democracia “desde abajo”). La noción de dictadura del proletariado no definía entonces, para Marx, un régimen institucional específico. Más bien tenía un significado estratégico: el de destacar la ruptura de continuidad entre un antiguo orden social y jurídico y uno nuevo. “Entre dos derechos opuestos, es la fuerza la que decide”/1, escribió en El Capital. Desde este punto de vista, la dictadura del proletariado sería la forma proletaria del Estado de excepción.

Finalmente, solemos escuchar que Marx podría haber sido (o ha sido) un buen economista, o un buen filósofo, pero sin embargo un político mediocre. Considero que esto es falso. Por el contrario, Marx fue un pensador de la política, pero no como se enseña en las denominadas “ciencias” políticas, no como una tecnología institucional (por otra parte, en el siglo XIX, no había prácticamente regímenes parlamentarios en Europa –aparte de Gran Bretaña– ni partidos políticos del tipo moderno que nosotros conocemos). Marx piensa a la política como acontecimiento (las guerras y las revoluciones) y como invención de formas. Es lo que yo llamo “una política del oprimido”: la política de aquellos que son excluidos de la esfera estatal a la que el pensamiento burgués reduce la política profesional. Si bien esta otra concepción de la política sigue siendo muy importante hoy en día, no menos lo son los puntos ciegos de Marx, que pueden conducir a un cortocircuito entre el momento de excepción (la “dictadura del proletariado”) y la perspectiva de una rápida desaparición del Estado (y del derecho). Me parece que este cortocircuito está presente en Lenin (particularmente en El Estado y la revolución), lo cual no es de gran ayuda para pensar los aspectos institucionales y jurídicos de la transición. Ahora bien, todas las experiencias del siglo XX nos obligan a pensar de fondo la diferencia entre partidos, movimientos sociales e instituciones estatales.

En cuanto a la actualidad de la herencia, esto está muy claro. La actualidad de Marx es la de El Capital y la de la crítica de la economía política, la actualidad de la comprensión de la lógica íntima e impersonal del capital como social killer/2. Es asimismo la de la globalización mercantil. Marx tuvo ante sus ojos la globalización victoriana: el desarrollo de los medios de transporte y de comunicación (los ferrocarriles y el telégrafo), de la urbanización y de la especulación financiera, de la guerra moderna y de la “industria de la masacre”. Nosotros vivimos una época bastante similar, con una revolución tecnológica (Internet y la astronáutica, la especulación y los escándalos, la guerra global, etc.) Pero, allí donde la mayoría de los periodistas se contentan con describir la superficie de las cosas, la crítica marxiana nos ayuda a comprender la lógica, la de la reproducción a gran escala y la acumulación acelerada del capital. Nos ayuda sobre todo a ir a las raíces de la crisis de civilización: una crisis general de la medida, una crisis del funcionamiento del mundo, debida al hecho de que la ley del valor –que reduce toda riqueza a la acumulación de mercancías, y mide a las personas y a las cosas en términos de tiempo de trabajo abstracto – se vuelve cada vez más “miserable” (la palabra es de Marx en los Grundisse). De manera tal que la racionalización parcial del trabajo y la técnica se traduce en una creciente irracionalidad global. La crisis social (la productividad genera exclusión y pobreza, no tiempo libre) y la crisis ecológica (es imposible administrar los recursos naturales a una escala de siglos y milenios con el criterio de los “arbitrajes” instantáneos de la Bolsa o de NASDAQ) lo ilustran de manera flagrante.

Detrás de esta crisis histórica –que amenaza el futuro del planeta y de la humanidad en tanto especie– están los límites inherentes a las relaciones de propiedad capitalistas. Aunque la socialización del trabajo está más desarrollada que nunca, la privatización del mundo (no sólo de las industrias, sino también de los servicios, del espacio, de la vida y del conocimiento) se ha convertido en un freno al desarrollo y a la satisfacción de las necesidades. En contraste, la demanda de servicios públicos de calidad, el desarrollo de la gratuidad de ciertos bienes y servicios, la reivindicación de un “patrimonio común de la humanidad” (en materia de energía, acceso a la tierra, al agua, al aire y al saber), expresan la exigencia de nuevas relaciones sociales.

Vpered¿Cuáles son los principales problemas teóricos que los marxistas tendrían que resolver hoy?

Daniel Bensaïd : Hablaré de problemas que tienen que ser elaborados más que resueltos. Porque la solución no es puramente teórica, sino también práctica. Si existe, será el resultado de la imaginación y la experiencia de millones de personas. Por otro lado, hay cuestiones que deben ser re-abiertas y elaboradas a la luz de un siglo de experiencias que ni Marx ni Engels ni ninguno de los padres fundadores podían imaginar.

En primer lugar, la cuestión ecológica. Ciertamente hay en Marx una crítica a la concepción abstracta de un progreso unidireccional (en las primeras páginas de los Grundisse), y la idea de que cualquier progreso alcanzado dentro del marco de las relaciones sociales capitalistas tiene su costado de devastación y retroceso (a propósito de la agricultura en El Capital). Pero ni él, ni Engels, ni Lenin, ni Trotsky, incorporaron verdaderamente nociones de umbrales y límites. La lógica de sus polémicas contra las corrientes malthusianas reaccionarias los condujo a apostar a la abundancia para resolver las dificultades. Ahora bien, el desarrollo del conocimiento científico nos ha hecho tomar conciencia de los riesgos de la irreversibilidad y de las diferencias de escala. Nadie puede saber hoy si los daños infligidos sobre el ecosistema, la biodiversidad y el equilibrio climático serán reparables. Por lo tanto, hace falta corregir cierto tipo de soberbia prometeica y acordarnos de que –tal como Marx observó en los Manuscritos de París de 1844– mientras que el hombre es un “ser humano natural”, es ante todo un ser natural, por tanto dependiente de su nicho ecológico. Así como hoy en día la crítica marxista puede nutrirse de la elaboración en otros campos de investigación (tales como los de Georgescu-Rötgen), en los últimos años hemos visto también desarrollarse una importante “ecología social” inspirada en la crítica marxista (Bellamy-Foster en EE.UU., Jean-Marie Harribey o Michael Husson en Francia, y muchos otros).

Después, parece importante considerar las consecuencias estratégicas de los cambios en curso en las condiciones espaciales y temporales de la política. Existe una abundante literatura teórica acerca de la cuestión del tiempo, tanto a propósito de los ritmos económicos (ciclos, rotación del capital, indicadores sociales, etc.) como de la discordancia de los tiempos sociales (o de lo que ya Marx llamó “contratiempo” y Bloch “no-contemporaneidad”), entre un tiempo político, un tiempo jurídico y un tiempo estético (a los cuales hoy habría que agregar un tiempo largo de la ecología). Por otro lado, al margen de la obra pionera de Henri Lefebvre, la producción social de espacios sociales ha suscitado muy poca atención teórica. Sin embargo, la globalización produce hoy en día una reorganización de las escalas espaciales, una redistribución de los lugares de poder, de nuevos modos de desarrollo desigual y combinado. David Harvey ha mostrado que hay en Marx pistas interesantes en este sentido, y ha desarrollado su relevancia respecto de las formas contemporáneas de la dominación imperialista que, lejos de desembocar en un “espacio liso” y homogéneo del Imperio (como lo sugiriera Toni Negri), perpetúan y utilizan el desarrollo desigual en provecho de la acumulación del capital.

Un tercer gran tema sería el del trabajo y su metamorfosis, tanto desde el punto de vista de las técnicas de gestión de la fuerza de trabajo en los procedimientos de control mecánico, así como en la recomposición de la relación entre trabajo intelectual y trabajo manual. Las experiencias del siglo XX, en efecto, han mostrado que la transformación formal de las relaciones de propiedad no bastaba para poner fin a la alienación en y por el trabajo. Algunos han deducido de esto que la solución consistiría en el “fin del trabajo”, o en la salida (¿o fuga ?) fuera de la esfera de la necesidad. Hay en Marx una doble comprensión del concepto de trabajo : en sentido amplio, una comprensión antropológica, que designa la relación de transformación (o el “metabolismo”) entre la naturaleza y la especie humana, y una comprensión específica o restringida, que concibe por trabajo el trabajo involuntario, y específicamente la forma del trabajo asalariado en una formación social capitalista. En relación a este significado restringido, podemos y debemos fijar el objetivo en liberar al trabajo y en ser liberados del trabajo, en socializar los ingresos para desembocar en la desaparición de la forma-salario. Pero no podemos, sin embargo, eliminar el “trabajo” (aun si le damos otro nombre) en el sentido general de actividad de apropiación y transformación de un medio natural dado. Se trata por tanto de imaginar las formas bajo las cuales esta actividad podría volverse creativa, dado que es altamente dudoso que pueda existir una vida libre y plena si el trabajo en sí mismo permanece alienado.

Una cuarta cuestión mayor sería la de la (o las) estrategia(s) para cambiar el mundo. En efecto, tras un breve momento de euforia o ebriedad que siguió a la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, la gran promesa liberal perdió pronto su credibilidad. Cada día se revelan en toda su amplitud los estragos sociales y ecológicos de la competencia de mercado “sin distorsiones”. El estado permanente de guerra y excepción no son más que el reverso lógico de esta crisis histórica. El nacimiento de los movimientos alter mundialistas constata ese fracaso : el mundo no está en venta, el mundo no es una mercancía… Ahora, apenas a 15 años del pretendido triunfo definitivo del capitalismo, el famoso “fin de la historia” de Fukuyama, la idea de que este capitalismo realmente existente es inhumano e inaceptable está ampliamente extendida. Por otra parte, existe una fuerte incertidumbre acerca de las maneras de transformarlo sin reproducir los fracasos y las caricaturas de socialismo del siglo XX. Por lo tanto, sin renunciar a la centralidad de la lucha de clases en las contradicciones del sistema, hace falta pensar la pluralidad de estas contradicciones, de estos movimientos, de estos actores, pensar sus alianzas, pensar la complementariedad de lo social y lo político aunque sin confundirlos, retomar la problemática de la hegemonía y el frente único abierta por los debates de la Tercera Internacional y los Cuadernos de la cárcelde Gramsci, profundizar en las relaciones entre ciudadanía política y ciudadanía social… Vasto programa, que no puede avanzar sino con el aporte de nuevas experiencias de lucha y organización.

Seguramente, ésto –que ya está implícito en el punto precedente–, implique dimensionar en toda su extensión el fenómeno de la burocracia en las sociedades modernas y sus profundas raíces en la división social del trabajo. Una idea superficial es creer que el fenómeno burocrático sería el resultado exclusivo de las sociedades culturalmente atrasadas, o el producto de formas organizativas (tales como la organización en “partidos” políticos). De hecho, cuanto más se desarrollan las sociedades, son mayores y más variadas las formas burocráticas que producen : burocracias de Estado, burocracias administrativas y burocracias del saber y de la acreditación. Las organizaciones sociales (sindicatos, organizaciones no gubernamentales) están tan burocratizadas como los partidos. Por el contrario, los partidos (llámeseles partidos, movimientos u agrupaciones, poco importa) pueden ser un medio de resistencia colectiva a la corrupción financiera y a la cooptación mediática (dado que la burocracia mediática es también una nueva forma de burocratización). Por ello, se ha vuelto crucial pensar los medios para desprofesionalizar el poder y la política, para limitar la acumulación de cargos electivos, para eliminar los privilegios materiales y morales, para garantizar la rotación de las responsabilidades. Aquí no hay armas o antídotos infalibles. Se trata de medidas para el control y la limitación de tendencias burocráticas, pero, a largo plazo, las soluciones genuinas dependen de una transformación radical de la división del trabajo y de una drástica reducción del tiempo de trabajo involuntario.

Para elaborar estas cuestiones, existen importantes recursos –a menudo desconocidos u olvidados– en Marx y en la tradición marxista. Pero también hay importantes herramientas conceptuales provenientes de otras corrientes de pensamiento, sea en la economía, la sociología, la ecología críticas, los estudios de género, los estudios post-coloniales o el psicoanálisis. No avanzaremos sin dialogar con Freud, Foucault, Bourdieu y muchos otros.

Vpered En tu opinión, ¿quiénes han sido los pensadores marxistas más destacables de las décadas recientes y cuál es la importancia de su contribución al desarrollo del marxismo ?

Daniel Bensaid : El ejercicio de establecer una lista de honor o un top ten de los estudios marxistas sería bastante estéril. Por un lado, gracias a la socialización del trabajo intelectual y a la elevación general del nivel cultural, ya no existe propiamente la figura de los “maitres penseurs”/3 o “gigantes intelectuales” (como lo fueron Sartre, Lukács…) Y esto es algo más bien positivo, un signo de la democratización de la vida intelectual y del debate teórico. Esto vuelve difícil y arbitrario enumerar las grandes figuras de la actualidad. Por otro lado, hay un conjunto mucho más extenso de trabajos e investigaciones inspirados en Marx y los marxismos, en los campos y disciplinas más variados: desde la lingüística hasta la economía, pasando por la psicología, la historia, la geografía… Uno debería enumerar decenas de nombres, en muchos casos precisando el área de competencia del autor, puesto que el sueño del “intelectual total” probablemente se ha vuelto una ilusión, pero el “intelectual colectivo” ha ganado en el proceso.

Hay otra razón que vuelve más difícil todavía una respuesta detallada a su pregunta. Basta con enumerar algunos grandes nombres de la historia del movimiento socialista y comunista para dar cuenta de ello : Marx, Engels, Kautsky, Pannekoek, Jaurès, Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky, Bujarin, Gramsci… Todos ellos han sido “intelectuales orgánicos” del movimiento socialista, militantes que unían teoría y práctica. Ahora bien, la reacción estalinista a escala internacional y las derrotas del movimiento obrero tuvieron como resultado un divorcio perdurable entre teoría y práctica. Esta es la cuestión que está en el centro del breve libro de Perry Anderson sobre “el marxismo occidental”, publicado en los años 1970. Para preservar su libertad de pensamiento y actividad teórica, los intelectuales –salvo unas pocas honrosas excepciones– mantuvieron en su mayoría una distancia prudente respecto del compromiso militante, y cuando escogieron el camino de tal compromiso, muchas veces tuvieron que sacrificar su conciencia y su trabajo teórico. La historia de la relación entre los intelectuales franceses y el movimiento comunista es la historia de esta tragedia: la de Paul Nizan, Henri Lefebvre, los surrealistas, Pierre Naville, Aragon y muchos “compañeros de ruta”. En los años 1960, para liberar a la investigación teórica del tutelaje y la ortodoxia partidarios, Althusser llegó a teorizar una estricta división del trabajo entre teoría y práctica.

Hoy podemos esperar emerger de este período oscuro. El movimiento alter mundialista es una oportunidad para una nueva conjunción de movimientos sociales revitalizados y una investigación teórica viva, sin complejos ni censuras. Es sin dudas una nueva oportunidad a no desaprovechar.

Vpered : ¿Puedes hablarnos acerca de tu posición sobre la cuestión del lugar de la dialéctica en la teoría marxista ?

Daniel Bensaid : La cuestión es demasiado vasta y ha hecho correr demasiada tinta ya, para abordarla en una breve respuesta a una breve pregunta. Me contentaré, por tanto, con algunos comentarios generales. Por más que, en el siglo XIX, los alemanes, los italianos, y más aún los rusos necesitaban, para alcanzar su emancipación nacional y social, de la crítica dialéctica, la ideología conservadora francesa, después de junio de 1848 y de la Comuna, hizo todo lo que pudo para deshacerse de ella. El “materialismo subterráneo del encuentro”/4, admirablemente evocado por Althusser en sus últimos escritos, estaba derrotado en Francia incluso antes de la llegada de Marx. Y el “marxismo inhallable” de Guesde y Lafargue estaba desde su origen teñido de positivismo. Les era difícil pasar de una lógica clasificatoria de las definiciones a una lógica dinámica (dialéctica) de las determinaciones, del tipo que Marx puso magistralmente en juego en El Capital. En sus formas más rígidas, el estructuralismo en boga en los años 1960 efectivamente prolongó este rechazo, tomando estructuras petrificadas como objeto de estudio, sin acontecimientos ni subjetividad, y sistemas tanto más vacios de historia cuanto más dolorosa de pensar se volvió la historia real del siglo.

El marxismo ortodoxo, erigido en razón de Estado en los años 30 por parten de la burocracia estalinista triunfante, se aprovechó de este estado de cosas para imponer la influencia de su “diamat/5, dogmatizado y canonizado. Este fue el segundo sacrificio de la dialéctica, una suerte de Thermidor en el campo de la teoría, cuyas premisas fueron evidentes tras la condena del psicoanálisis y del surrealismo en el siniestro Congreso de Járkov, y cuya doctrina estableció el inmortal panfleto de Stalin Materialismo histórico y materialismo dialéctico. La “dialéctica” devino entonces una meta-lógica formal, una sofistería de Estado buena para todo, y especialmente para quebrar a los hombres. La dialéctica de la conciencia crítica (la de Lukács y Korsch) retrocede entonces ante el imperativo de la Razón de Estado.

Esta reacción en el interior de la teoría se combina con otro proceso, especialmente en Francia. Bajo el pretexto de la defensa –legítima en cierta medida y justa hasta cierto punto– del racionalismo y la Ilustración frente las mitologías oscurantistas, una especie de Frente Popular en la filosofía completó el Frente Popular de la política, sellando una alianza anti-fascista bajo la hegemonía de la burguesía. Esta apología de la razón no-dialéctica fue asimismo la victoria póstuma del santo Método cartesiano sobre el dialéctico Pascal. El propio Lukács, que hasta su texto –recientemente descubierto– de 1926 Una defensa de Historia y conciencia de clase, se había enfrentado al tribunal de sus detractores, reivindicando sus ideas sobre la espontaneidad y la conciencia, escribió entonces un libro que no es de sus mejores: La destrucción de la razón (inédito hasta después de la guerra). La victoria de la contrarrevolución burocrática exigió una lógica binaria (“el que no está conmigo…”) del tercero excluido : ninguna lucha posible, siquiera asimétrica, en dos frentes. Está lógica de intimidación y culpabilización hizo un enorme daño político (en tiempo de las intervenciones en Hungría, Checoslovaquia, Polonia y, más recientemente, otra vez en Afganistan).

Puede que estemos asistiendo a un renacimiento del pensamiento dialéctico. Sería un buen signo. Un signo de que los vientos cambian, y que el trabajo de lo negativo recobra vigor contra la comunicación publicitaria que nos conmina a “pensar positivo” a cualquier costo, contra las retóricas del consenso y la reconciliación general. Habría buenas y fuertes razones para creerlo : una urgente necesidad de pensamiento crítico y dialéctico, traída por el espíritu de la época.

Una razón histórica, para empezar. Tras las tragedias del siglo pasado, ya no podemos nadar en las tranquilas aguas del progreso unidireccional e ignorar la formidable dialéctica benjaminiana de progreso y catástrofe. Con más razónaún, ante la incierta transformación del mundo que se perfila desde hace una veintena de años. Y esta necesidad de la dialéctica también se expresa en la necesidad de una ecología crítica capaz de intervenir en dos frentes : contra las bienaventuranzas de la mundialización mercantil y, también, contra las tentaciones oscurantistas de la ecología profunda/6.

La renovación de las categorías dialécticas a la luz de controversias científicas en torno al caos determinista, la teoría de sistemas, las causalidades holísticas o complejas, las lógicas de lo viviente y del orden emergente (a condición de proceder con precaución de un dominio al otro), ponen a la orden del día un diálogo renovado entre diferentes campos de investigación y una renovada puesta a prueba de las lógicas dialécticas.

Una necesidad acuciante de pensar la mundialización y la globalización desde el punto de vista de la totalidad (de una totalización abierta), para comprender las nuevas figuras del imperialismo tardío e intervenir políticamente en el más desigual y peor combinado desarrollo que jamás existiera en el planeta.

Una necesidad acuciante de pensar el siglo desde el punto de vista de un espacio/tiempo discontinuo, socialmente producido, y de conceptualizar una temporalidad política específica, de la no-contemporaneidad y del contratiempo, en lugar de pensar indolentemente la historia según las categorías cronológicas lineales de “post” y “pre” (post-capitalismo, post-comunismo, etc.)

Una necesidad acuciante de pensar el progreso efectivo desde el punto de vista del desarrollo (o del transcrecimiento/7 en la terminología de Trotsky), y no de la acumulación o del “crecimiento sin desarrollo” que ya Lefebvre criticaba acertadamente.

Finalmente, el deshielo de la guerra fría y la interferencia compleja de múltiples conflictos obliga a salirse de la lógica binaria de los “campos” bajo hegemonía estatal de una madre patria (incluso aquella del socialismo realmente inexistente), y de reintroducir el tercero excluido para orientarse estratégicamente en conflictos como los de los Balcanes o el Golfo.

Si esta actualidad del pensamiento dialéctico se confirma, deberíamos esperar –y alegrarnos por ello– la publicación, más temprano que tarde, después del Libro negro del comunismo y el Libro negro del psicoanálisis, de un “Libro negro de la dialéctica”. Significaría que la contradicción antagónica no ha sido neutralizada, ni disuelta en una “oposición no de contradicción, sino de correlación”. Significaría también la puesta en jaque del fetichismo del hecho consumado, de la exclusión de lo posible en provecho de una realidad empobrecida. Y que la “filosofía del no”, el trabajo de lo negativo, el punto de vista de la totalidad, los “saltos” imprevisibles celebrados por Lenin en sus notas marginales a la Ciencia de la lógica de Hegel, no han sido definitivamente sometidos.

Porque más allá de la dialéctica, es la revolución el verdadero objetivo. El Lukács de Historia y conciencia de claseEl pensamiento de Lenin lo comprendió bien. Es cierto que, durante años de crisis, que son lógicamente años de intensidad dialéctica, se hallaba en el ojo del huracán.

VperedEn los años 1990, se extendió ampliamente la opinión de que la contradicción entre el trabajo y el capital no era ya el conflicto principal de las sociedades contemporáneas ¿Estás de acuerdo con esta idea ?

Daniel Bensaïd : Hay muchas maneras de abordar esta cuestión. La opinión extendida a menudo partía del argumento de una evolución sociológica y de la constatación, en los países desarrollados, de un retroceso relativo del proletariado industrial en la población activa. Este retroceso es real (en Francia se pasa de 33 a 25%), pero se trata aún de un cuarto de la población activa y, a nivel internacional, ha habido más bien un desarrollo global del proletariado urbano.

La impresión de una decadencia, o aun de una desaparición del proletariado, suele basarse en una definición restrictiva, incluso obrerista, de las clases sociales a partir de categorías sociológicas clasificatorias. Para Marx, sin embargo, no se trata de una sociología positivista de las clases, sino de una relación social dinámica, las clases no existen sino en su lucha. Si se considera la relación de propiedad de los medios de producción, la forma y el nivel de ingreso salarial del empleo, el lugar en la división social del trabajo, la gran mayoría de los asalariados del denominado sector terciario (entre ellos, cada vez más mujeres) son proletarios en el sentido inicial que Marx daba a la palabra : en 1848, el proletariado parisino tematizado enLa lucha de clases en Francia no era tan industrial, sino más bien ligado al artesanado. A menudo se confunde, pues, un debilitamiento de la organización y de la conciencia de clase (como consecuencia de derrotas políticas y sociales) con un irreversible declive de la lucha de clases. Dicho eso, es necesario prestar la mayor atención a los obstáculos que existen en adelante para esa organización y esa conciencia: privatización e individualización de la vida social, flexibilidad del trabajo, individualización de los tiempos de trabajo y de las formas de remuneración, presión de la desocupación y de la precariedad, desconcentración industrial y cambios en la organización de la producción…

La relación capital-trabajo, sin embargo, persiste como central en las sociedades contemporáneas. Por otro lado, yo no utilizaría el término “conflicto principal”, puesto que tiende a reducir las otras contradicciones a un lugar “secundario”. Hay más bien una serie de contradicciones que no responden a la misma temporalidad (a la misma escala histórica), pero que están estrechamente imbricadas (o “sobredeterminadas”, para retomar el léxico de Althusser) por la lógica dominante del capital: las relaciones de género (o sexo), las relaciones entre naturaleza y sociedad humana, las relaciones entre lo individual y lo colectivo. El verdadero problema es articular estas contradicciones.

¿Por qué los sindicatos, los movimientos feministas, las agrupaciones ecologistas, los movimientos culturales, convergen tan espontáneamente en los foros sociales ? Porque el gran unificador de esas diversas contradicciones es el capital mismo, y la mercantilización generalizada que impregna la totalidad de las relaciones sociales. Pero esta convergencia debe hacerse con respeto de la especificidad de los diferentes movimientos.

Por otra parte, hay una dimensión de lucha ideológica en esta cuestión. Si aceptamos la idea de sociólogos como Bourdieu, según la cual las relaciones sociales no son solamente captadas en su estado natural, sino construidas mediante representaciones, aun así es necesario que esas representaciones tengan un fundamento real. La representación de lo social en términos de clases posee argumentos sólidos, tanto teóricos como prácticos. Es por otra parte asombroso que se interrogue frecuentemente sobre la existencia del proletariado, pero jamás sobre la de la burguesía o la patronal : en efecto, ¡basta estudiar la distribución de las ganancias y las rentas para verificar su existencia!

Enfatizar la actualidad de la lucha de clases implica una apuesta evidente : la de construir la solidaridad más allá de las diferencias de raza, nación, religión, etc. Quienes ya no quieren oír hablar más de lucha de clases tendrán a cambio las luchas de las tribus y etnias, las guerras religiosas, los conflictos comunitarios. Y sería un extraordinario retroceso, que desgraciadamente está ya en curso en el mundo actual. La internacionalización de la lucha de clases es en verdad el fundamento material (y no puramente moral) del internacionalismo en tanto respuesta de los oprimidos a la mundialización mercantil.

Vpered¿Qué puntos de encuentro ves hoy en día entre la teoría marxista y los movimientos sociales de masas ?

Daniel Bensaïd : Yo creo que en su núcleo duro (la “crítica de la economía política” y de la acumulación del capital), la teoría marxista sigue siendo el instrumento más productivo para abordar la mundialización liberal y sus consecuencias. Su actualidad, ya lo he dicho, es la del El Capital mismo. Además, la mayoría de los movimientos sociales están inspirados en ella, lo quieran o no. El historiador Fernand Braudel señaló ya hasta qué punto las categorías críticas del marxismo han impregnado nuestra comprensión del mundo contemporáneo, incluso entre sus detractores. Y el filósofo Jacques Derrida resumió su actualidad en 1993 (¡en una fecha poco favorable a la teoría marxista !) con la fórmula : “No hay futuro sin Marx”. Con, contra, más allá… ¡pero no sin ! El marxismo no es la verdad última para la comprensión de las sociedades contemporáneas, pero continúa siendo un pasaje obligado para eso. La paradoja es que los ideólogos liberales que pretenden tratar a Marx como a “un perro muerto”, pasado de moda, obsoleto, caduco, no tienen para oponerle más que el retorno a los economistas clásicos, o a la filosofía política del siglo XVII, o a Tocqueville. Marx perteneció, desde luego, a su tiempo. Compartió ciertas ilusiones sobre la ciencia y el progreso. Pero, en cuanto a la naturaleza del objeto cuya crítica abordó –a saber, la acumulación del capital y su lógica–, desbordó su tiempo y se anticipó al nuestro. Es en esto que sigue siendo un contemporáneo nuestro, mucho más joven y estimulante que todas esas pseudo-innovaciones que se vuelven obsoletas al día siguiente de su aparición.

Vpered¿Cómo percibes los actuales movimientos sociales amplios y el hecho de que, a diferencia de los partidos políticos, parecen en mejores condiciones para desarrollar luchas contra el capitalismo ? ¿Qué piensas acerca del futuro de los partidos como tales, y como elementos para la construcción de una organización internacional ?

Daniel Bensaïd: Debemos pasar en limpio qué queremos decir por “movimientos sociales amplios”. Probablemente estemos en los comienzos de una reconstrucción teórica y práctica de movimientos emancipatorios, tras un siglo de terribles tragedias y derrotas. En cierta medida, se tiene a veces la impresión de estar recomenzando desde cero. Un partido como el Partido de los Trabajadores en Brasil (PT), nacido en los comienzos de los años 1980, en la época de la caída de la dictadura militar, y producto de la rápida industrialización de los años 1970, podía asemejarse a la gran socialdemocracia alemana antes de la guerra de 1914 : tenía un mismo carácter de masas y un pluralismo ideológico comparable. Pero nosotros estamos en los albores del siglo XXI, y el XX ha pasado, no lo disimularemos. Así, el PT ha atravesado en menos de un cuarto de siglo un proceso de burocratización acelerada y se ha visto atrapado en el juego de las contradicciones contemporáneas, de las relaciones de poder, del lugar de América Latina en la reorganización de la dominación imperialista, etc.

En un primer momento, para las luchas de resistencia y de oposición, los movimientos sociales parecen más eficaces y más concretos que las organizaciones partidarias. Su aparición marca el comienzo de un nuevo ciclo de experiencias sin las cuales nada sería posible. Pero, así como Marx reprochó a sus contemporáneos una “ilusión política”, consistente en la creencia ende que la conquista de libertades civiles y democráticas eran la verdad última de la emancipación humana, nosotros podemos constatar en nuestros días una “ilusión social”, según la cuál la resistencia social al liberalismo sería, en ausencia de una alternativa política, nuestro horizonte infranqueable. Es la versión “de izquierda” del “fin de la historia”. La crisis del capitalismo es sin embargo tal, las amenazas que hace pesar sobre el futuro de la humanidad y del planeta son tales, que una alternativa a la altura de las circunstancias resulta urgente.

Aquí se trata de un problema de estrategia y proyecto político, encarnados por fuerzas determinadas. O bien peleamos seriamente por una alternativa determinada, o bien nos conformamos con hacer presión sobre las fuerzas social-liberales existentes, con “rebalancear” a las izquierdas cada vez menos de izquierda, y entonces acumularemos desmoralización tras desmoralización. Para construir una alternativa verdadera –y la tarea será larga, porque la pendiente a remontar es hostil– se precisa de paciencia, convicciones, firmeza sin sectarismos, de lo contrario seremos destruidos por aventuras sin futuro, bajo pretexto de realismo, y por la acumulación de decepciones.

Respecto a la reconstrucción de un movimiento internacional, ésta es una cuestión aún más vasta. Algunos comparan el movimiento alter mundialista actual, sus foros sociales mundiales o continentales, con los comienzos de la Primera Internacional : un encuentro amplio de sindicatos, movimientos sociales y corrientes políticas. Hay, en efecto, algo de eso. Y la globalización capitalista –es su aspecto positivo– da impulso a una convergencia internacional de movimientos (como las exposiciones universales del siglo XIX habían dado la oportunidad para reuniones que terminarían en la Primera Internacional). Pero hay una diferencia: el siglo XX ya ha pasado pero las divisiones y las corrientes políticas surgidas de esa experiencia no desaparecerán de la noche a la mañana. No se puede volver a poner los contadores en cero. Por esto es que las convergencias y encuentros como los foros son positivos y necesarios. Nadie puede predecir hoy en día qué saldrá de ahí. Dependerá de las luchas y las experiencias políticas actualmente en curso, como en América Latina o el Medio Oriente. Esta etapa inicial de reconstrucción está lejos de haber culminado. Hay posibilidades de extensión en Asia y África. Pero la condición y la prueba de madurez del movimiento estará en su capacidad para mantener una unidad de acción, incluso para ampliarla, sin limitar o censurar los debates políticos necesarios. Es claro que una primera fase de resistencia –lo que llamo “momento utópico” por analogía con el movimiento socialista naciente de las décadas de 1830 y 1840– está consumada.

La fórmula de “cambiar el mundo sin tomar el poder” ha envejecido pronto, después de haber encontrado un cierto eco (notablemente en América Latina, pero no sólo). Hoy en día se trata de tomar el poder para cambiar el mundo. En América Latina, cuesta imaginar un foro social que evite las cuestiones de orientación política y se abstenga de trazar un balance comparativo de las experiencias brasileña, venezolana, boliviana… ¡y cubana ! Y cuesta imaginar un foro europeo que no discutiera sobre una alternativa europea a la Unión Europea liberal e imperialista.

Desde esta perspectiva, es perfectamente compatible y complementario contribuir a estos amplios espacios de convergencia, y mantener una memoria y un proyecto desde una corriente política con su propia historia y sus propias estructuras organizativas. Es incluso una condición para la claridad y el respeto hacia los movimientos unitarios. Las corrientes que no asumen públicamente su propia identidad política son las más manipuladoras. Si es cierto que, como insistía un filósofo francés, no existe en política la tabla rasa, y que “siempre se recomienza por el medio”/8 entonces deberíamos poder estar abiertos a la novedad sin perder el hilo de las experiencias adquiridas.

Vpered ¿Puede existir una filosofía marxista dentro del marco de la universidad burguesa ? ¿Puedes contarnos tu experiencia al respecto ? ¿Cómo puede la burguesía tolerar una presencia marxista dentro del marco de uno de sus aparatos ideológicos, como es la universidad ?

Daniel Bensaïd : Es una cuestión de relaciones de fuerzas en la sociedad. El campo escolar y universitario no es un campo cerrado, separado de las contradicciones sociales. Este es, por otra parte, el peligro de la fórmula de los “aparatos ideológicos del estado”: dar la impresión de que se trata de simples engranajes estáticos de la dominación burguesa. En realidad la escuela (y la universidad) cumplen una doble función: de reproducción del orden social dominante, está claro, pero también de transmisión y de elaboración de saberes. Porr lo tanto, está atravesada por relaciones de fuerzas. Antes y después del 68 en Francia, hubo una influencia significativa (aunque no hay que exagerar una imagen de “edad de oro”) del marxismo en la universidad francesa. Hubo importantes espacios de libertad de enseñanza y de experimentación pedagógica. Esas conquistas parciales no son irreversibles. Está claro que con la contra-ofensiva liberal de los años 1980, la normalidad académica y el orden pedagógico fueron ampliamente restablecidos. Eso se observa en los programas, en las modalidades de examen o en la gestión presupuestaria de las universidades. Pero quedan algunas cosas. Por ejemplo, yo soy totalmente libre de decidir mis programas de enseñanza cada año. Este año, volví a dar (no lo había dado desde hace una quincena de años) un curso sobre las lecturas de El Capital, otro sobre la guerra global y el Estado de excepción permanente, otro sobre las filosofías de la mundialización y el derecho internacional… El problema es que “la generación marxista” de los años 1960 (es una simplificación, porque siempre se ha tratado de una minoría significativa) está en vías de salir de escena, y que las nuevas generaciones se forman en el pensamiento crítico a través de Foucault, Bourdieu o Deleuze, lo cual está bien, sólo que la transmisión del legado marxista se hace cada vez más rara.

Es evidente que las relativas libertades universitarias dependen directamente de las relaciones de fuerzas sociales existentes más allá de los muros de la escuela o de la universidad. En cuanto estas relaciones se degradan, en cuanto el movimiento social sufre derrotas, se sienten las consecuencias en el orden universitario. Pero éste es un combate a dar, dentro y fuera de la universidad, puesto que también está la posibilidad de desarrollar canales no oficiales de educación popular y organizada.

29/12/2006

Publicado en SolidaritéS n° 100

Traducción: Tomás Callegari para el N° 0 de Contra-Tiempos

Notas

1/ En inglés en el original : “asesino social”.

2/ En inglés en el original : “asesino social”.

3/Maitres” en francés, presenta un juego de palabras, dado su doble significado de “maestro” y “amo”.

4/ El autor se refiere al concepto que el último Althusser trata, ante la inminente “crisis del marxismo”, en textos como “La corriente subterránea del materialismo”, donde recupera el valor de la contingencia y el lugar de la coyuntura en cierta tradición materialista que va desde Epicuro hasta Maquiavello y Rousseau, y redefine la relación entre historia y política, donde el acontecimiento político se sobrepone al aplastamiento del proceso histórico.

5/“Diamat” es la expresión abreviada de la interpretación del “materialismo dialéctico” canonizada por el estalinismo.

6/Deep ecology” en el original : corriente ecologista holística y espiritualista que promueve la integración plenamente armónica entre el ser humano y la naturaleza.

7/ El término lo usa Trotsky en La Revolución Permanente, para referirse a la la estrategia trazada por Lenin en sus Tesis de abril de transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista en Rusia.

8/ El autor se refiere a Gilles Deleuze, quien se opone a la vana búsqueda del origen absoluto. VerDiálogos, capítulo segundo.

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