Análisis de Películas

11 AM | 06 Mar

BLANCO, DÍA 11 CENTRO CULTURAL VILLA DE EL ESCORIAL

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: Tres colores: Blanco

De los tres films que componen la trilogía de KieślowskiBlanco es el único en el que el personaje protagonista es un hombre. No tengo claro que esto convierta la película en más masculina que Azul y Rojo pues las tres exploran valores (los consabidos lemas de la revolución francesa) y sentimientos que son por encima de todo humanos; pero sí es cierto que el hecho de colocar un sentimiento tan pasional como el amor, y más aún un amor platónico, en un personaje masculino otorga una singularidad a Blanco que la diferencia argumental y emocionalmente de las otras dos películas de la serie.

El citado personaje protagonista, Karol, es un peluquero polaco interpretado por Zbigniew Zamachowski que es abandonado por su esposa francesa Dominique (Julie Delpy) que le acusa de no haber consumado el matrimonio. Tras el comienzo de la película con la célebre secuencia de la maleta en la cinta transportadora durante los títulos de crédito, la primera escena se desarrolla en los juzgados de París donde tiene lugar el juicio de divorcio entre ambos. Esta secuencia supondrá el cruce con la película previa Azul, en el momento en que Julie (Juliette Binoche) entra, buscando a la amante de su fallecido marido, en la estancia donde se está celebrando el juicio.

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12 AM | 02 Mar

AZUL-VIERNES 3 CENTRO CULTURAL DE LA VILLA

‘Azul’: Los tres colores de Kieslowski (I)

Silvia Panadero

24 de octubre, 2021

Tres colores: Azul es la primera película de la trilogía de los tres colores de Krzysztof Kieslowski, cineasta polaco afincado en Francia en los 90. Esta trilogía, formada por Azul (1992), Blanco (1993) y Rojo (1994), hace referencia, por un lado, a la bandera de Francia, país que acogió a Kieslowski. Por otro lado, representa el lema de la República francesa: liberté (libertad), égalité (igualdad) y fraternité (fraternidad).

Kieslowski murió tan solo dos años después del estreno de la última parte de esta historia por entregas, en 1996. A pesar de anunciar su retirada del mundo del cine tras finalizar Rojo, estaba escribiendo un guion para adaptar la Divina comedia de Dante y transformarla en otra trilogía que llevaría por título Cielo, Purgatorio e Infierno. Lamentablemente, el mundo se perdió esta última creación del polaco, ya que antes de terminar la escritura falleció de un ataque cardíaco a los 54 años en su Polonia natal.

 Krzysztof Kieslowski. Foto: EAST NEWS/SIPA PRESS. Azul.
Krzysztof Kieslowski. Foto: EAST NEWS/SIPA PRESS

Es considerado el gran autor de la moral europeo. A pesar del éxito que cosechó con estos filmes, y con otros como La doble vida de Verónica, Kieslowski restaba mérito a su trabajo y negaba ser artista, afirmando ser “nada más que un artesano”. Tenía una concepción muy concreta del cine y carecía de pelos en la lengua que le impidieran hablar bien claro. Afirmó que el cine europeo “sólo podrá competir con el cine americano comercial cuando hagan su aparición directores tan grandes como Fellini o Bergman”.

Cuando anunció su retirada en 1994 dijo, “simplemente me voy, nada más. Mi retirada es la mejor forma de no caerme de lo más alto” y añadió: “Tengo muy buenos recuerdos del cine y voy a tener cada vez mejores recuerdos. El abandono es el mejor método para que esos recuerdos sean cada vez más agradables. ¿Que qué voy a hacer ahora? Vivir, voy a vivir”.

En Las Furias no nos da miedo el cine de autor, los directores con nombres impronunciables para el español o la versión original subtitulada. Es por ello por lo que, en las próximas semanas, vamos a estar analizando la trilogía de los tres colores de Kieslowski, su tributo a la bandera francesa y al lema de la República.

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11 PM | 24 Feb

NOMADLAN

La clave del sueño americano es la oferta de oportunidades para vivir mejor. Un país que no ofrece esas posibilidades no es atractivo para nadie. De ahí que Estados Unidos sea una nación de aluvión, con inmigrantes de cada rincón del planeta. El secreto es la libertad, que cualquiera pueda labrarse un futuro halagüeño con trabajo, talento y suerte. Esa libertad de asumir la responsabilidad del propio destino supone la posibilidad de fracasar o no prosperar. “Looser” (perdedor), es un insulto frecuente allí. El éxito es la prosperidad.

Ya contó Thorstein Veblen en 1899 que la base del sistema norteamericano era la distancia entre la clase ociosa que consumía para mostrar su riqueza y los que trabajaban para producir. Era una dicotomía maniquea, pero efectista. En la América de finales del siglo XIX, trabajar con las manos era un signo de pobreza, decía aquel sociólogo en su obra “Teoría de la clase ociosa”. No sé si Scott Fitzgerald leyó aquel libro para su inolvidable “El gran Gatsby”, publicado en 1922, en el que retrata los modos de vida de esos “ociosos” y su contraste con los jornaleros. Eran los “felices años 20”.

No fueron tan felices para todos. La felicidad es un concepto subjetivo y más aún cuando se habla en términos generales. Ya entonces era corriente las migraciones de trabajadores de un lado a otro del país buscando un jornal en labores de temporada. Y no solo pasaba en Estados Unidos, era corriente también en Europa, sobre todo, en labores agrícolas.

Dicha migración provocó que esas personas abandonaran sus raíces y pueblos, y adoptaran costumbres y una mentalidad nuevas. Incluso extendió la prostitución, por la lejanía de la familia en los hombres y lo corto de los salarios en las mujeres. Y el alcoholismo, porque las tabernas se convirtieron en el único lugar de ocio después del trabajo. De ahí “La ley seca” en Estados Unidos, que duró trece años.

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