Debates Filosóficos y Políticos

04 PM | 24 Jun

COMPASIÓN POR LOS POLÍTICOS

COMPASION POR LOS POLÍTICOS        COMPASIÓN POR LOS POLITICOS

                 Hans Magnus Enzensberger
Quizá haya llegado la hora de decir definitivamente adiós a la costumbre de denostar a los políticos. Cuando pasa siempre cuando ya no queda más que desenmascarar, el destape se convierte en una rutina industrial. La única utilidad que tiene es aumentar las tiradas y los índices de audiencia. Pero incluso esa utilidad marginal decrece rápidamente.Esa expresión que se denomina la clase política no proporciona una visión precisamente agradable. Se le atribuye incapacidad de juicio, de pensar a corto plazo, ignorancia de concepción, aferramiento al poder, avidez, mentalidad; de autoabastecimiento, corrupción y arrogancia.

La indignación moral ordinaria oscurece, más que aclara, los verdaderos problemas. No se entiende por ejemplo, porque los políticos habrían de ser más zotes que el resto de los mortales. Sin embargo se ha puesto una y otra vez, de manifiesto que ni las señales más inequívocas ni las derrotas electorales más graves bastan para aleccionar al personal político.

¿De que manera y con que fin se hace un político? Una ojeada al carrera del personal de Bonn, París o Madrid muestra que los políticos profesionales son por lo regular, personas sin oficio. Ya en la adolescencia pasan sus días en una organización escolar o universitaria. Sólo quien desatiende sus estudios universitarios, por tanto, quien aprende lo menos posible, llega a convertirse en portavoz, en delegado en presidente.

Pues una vez que se ha analizado como se forma un político y las criticas y la visión de la sociedad sobre éstos, va siendo por tanto, la hora de hablar de la miseria de los políticos, en lugar de dedicarse a insultarlos. Esa miseria es de naturaleza existencial. Por expresada con un cierto phatos: la entrada a la política supone el adiós a la vida.

Lo primero que llama la atención en la existencia de estos estigmatizadores es el increíble aburrimiento al que se someten. La política como oficio es el reino del retorno del mismo. Quien haya tenido que participar en una de sus reuniones sabe de la paralización que se apodera. Ahora bien, la actividad primordial de un político consiste, sin duda alguna, en participar en tales sesiones. Un político profesional emplea años, posiblemente decenios de su vida en reuniones.

En el segundo lugar basta echar un vistazo a la oficina o incluso al buzón de un diputado para medir en que emplea la mayor parte del tiempo restante: el la lectura de una riada inacabable de documentos, proyectos de ley, planes presupuestarios, textos, etc.

En tercer lugar, no es ya sólo que se le escape mucho, que tampoco le está permitido decir nada. Como mucho puede decir, en un círculo muy íntimo, lo que piensa; cuando piensa. Pero, por otra parte, tampoco puede callarse, más bien se le exige que hable permanentemente, aunque no es el encargado de formular ese torrente de palabras, hay especialistas para ello. La pérdida del lenguaje es una de las muchas mermas que conlleva el oficio.

Pero las humillaciones continuas no solo le vienen al político profesional del exterior También en sus congéneres se ve sometido a humillaciones que no puede evitar. Uno se pregunta qué es lo que le capacita para soportar los rituales del orden jerárquico del gallinero, el penetrante olor a grupo que lo penetra todo, la tan justamente llamada coerción de fracción; en una palabra los gestos de sumisión que el medio exige.
En quinto lugar, al político profesional se le impone otra penitencia: la pérdida total de la soberanía sobre su tiempo. La única percepción que le sigue estando permitida cuando está despierto es cumplir con sus citas. Su calendario está parcelado, total y minuciosamente, para los meses, si no para los años siguientes.

Cuanto más sube, más radicalmente se interrumpen sus contactos sociales. Lo que ocurre “fuera, en el país” le resulta prácticamente desconocido. No tiene idea alguna de lo que cuesta medio kilo de azúcar o una caña de cerveza, cómo se prorroga un pasaporte o se sella un billete de metro.

Como modelo de esa desnaturalización forzosa puede servir a la vista de Estado. Tras un largo viaje en su avión privado, el jefe, acompañado siempre por la misma cohorte de consejeros, se dirige, atravesando a toda prisa las calles vacías de la ciudad, de la que todo cuanto ve es la escolta policial, hacia el palacio presidencial, que constituye una copia de todos los demás palacios presidenciales. A continuación tienen que oír discursos, hablar, comer, hablar, oír discursos, comer, oír discursos. Al día siguiente lo devuelven al aeropuerto sin que haya adquirido la más mínima impresión de la región que ha visitado. El funcionario de seguridad es, al mismo tiempo su carcelero.

El que recomienda ponerse -aunque sólo sea a modo de prueba- en la situación de un político profesional debe prepararse a recibir dos objeciones, tan evidentes que se aconseja afrontarlas. Por un lado se Objetará que el placer del poder es lo que compensa al político profesional de todas las contrariedades a las que esta expuesto.
Ese juicio que se goza del daño ajeno no tiene en cuenta que la carrera política funciona como una nasa. Tan fácil como resulta entrar en ella, tan escasa es la posibilidad de escaparse de ella. Al que se haya dejado atrapar tiene que parecerle como si sólo tuviera una salida: el camino hacia arriba.

Con seguridad, la mayoría de nosotros cree que seria un lujo exagerado mostrar compasión con personas que se describen, sin ponerse rojos de vergüenza, como lideres políticos. Pero como todos los grupos marginales, como los alcohólicos, los jugadores, los skinheads, también ellos merecen esa compasión analítica que es necesaria para comprender su miseria.

Primeramente, no podemos generalizar la lectura y aplicarla a nuestro país, porque el contexto es muy diferente en Alemania en comparación con México.
Consideramos que no tenemos porque tener compasión por ningún político de cualquier país que sea, porque ellos asumen la responsabilidad de la dirección o el puesto por su propia convicción y decisión. Es como si quisiéramos compadecer a un ingeniero por su trabajo, por ver y estudiar tantas matemáticas. Los trabajos u oficios implican esfuerzo y por lo tanto tienen su remuneración. Creo que el único modo de compadecerlos es que no fueran remunerados por su trabajo, pero la realidad no es así, sino todo lo contrario.

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01 PM | 24 May

CONTROL Y POLÍTICA (alejandro nadal)

POLITICA Y ECONOMIA  La idea de que el mercado libre surge    ‘naturalmente’ (y su corolario que cualquier intervención  estatal sobre las relaciones de mercado es ‘artificial’) es falsa  y peligrosa. La realidad es que el mercado es una criatura del  poder del estado. Los arquitectos de la nueva generación de  acuerdos comerciales lo saben bien.

Hoy se están negociando en secreto los dos acuerdos comerciales más grandes de la historia del neoliberalismo: el Acuerdo transpacífico de asociación económica (ATP) y la Asociación transatlántica para el comercio y la inversión (ATCI). Son acuerdos extraños porque después de la gran orgía de liberalización comercial de los años noventa es difícil concebir qué más se puede hacer para “abrir las puertas del libre comercio”. La retórica sobre “desatar las fuerzas del crecimiento económico” se antoja anacrónica en el contexto de una globalización neoliberal que desembocó en el estancamiento y la crisis. Y es que los nuevos acuerdos no tienen casi nada que ver con el “libre comercio” y casi todo con el objetivo de acrecentar y consolidar el poder de las corporaciones gigantes que dominan la economía del planeta.

La separación entre poder y política es hoy más clara que nunca. El poder de las grandes corporaciones es real, mientras que la política se deja para asuntos más o menos secundarios de la vida pública. Los partidos pueden o no debatir temas triviales, pero las grandes corporaciones son las dueñas del poder y lo hacen sentir a través de su control sobre sus espacios de rentabilidad en materia de salud, alimentación o medio ambiente.

Datos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) revelan que el 80 por ciento de las importaciones de Japón no tiene ningún gravamen arancelario. Para países como Malasia o Chile, Francia o Perú, los datos arrojan un cuadro similar: los aranceles se encuentran en niveles históricamente bajos. Es más, muchas barreras no tradicionales también se eliminaron desde la Ronda Uruguay (1986-1994) y nadie puede afirmar hoy que constituyen un obstáculo para el libre comercio.

Si la apertura comercial ya es un hecho en los países de la cuenca del Pacífico y de Europa, ¿cuál es la finalidad de estos nuevos tratados comerciales?

El objetivo debe verse no en términos de eliminar obstáculos, sino en función de acrecentar el poderío de las grandes corporaciones y empresas transnacionales que hoy son responsables de una buena parte del flujo de intercambios comerciales internacionales. Esas entidades no tienen raíces y no son responsables ante nadie. Son ejes de concentración de un poder que les permite orientar y manipular espacios legislativos, así como servirse de organismos regulatorios en el ejecutivo en muchos, por no decir todos los países del mundo, e incluso a nivel multilateral.

Es importante recordar que la crisis global no sólo afecta al sector financiero. La crisis afecta tasas de rentabilidad y cubre con una nube de incertidumbre el futuro de cualquier inversión en los sectores extractivos, manufacturas y servicios. Por eso los nuevos acuerdos comerciales se concentran en capítulos relacionados con la posibilidad de extender las rentas cuasi-monopólicas que les dan los altos coeficientes de concentración en los mercados mundiales de todo tipo de productos. Lo que realmente interesa a las empresas transnacionales que promueven la nueva agenda de la liberalización comercial es permitir el despliegue de su comportamiento estratégico.

El capítulo sobre patentes del acuerdo del ATP permitirá extender la duración de patentes (más allá de los veinte años que hoy se han acordado en casi todos los países) y ampliar el ámbito de los objetos patentables. Esta extensión de los poderes monopólicos que confieren las patentes tiene repercusiones graves sobre la regulación en el sector salud, la alimentación y el medio ambiente. Además, los abusos de las corporaciones se multiplicarán en materia laboral y en todo lo que tenga que ver con su capacidad para mantener y extender sus rentas monopólicas. Los nuevos acuerdos abrirán el camino a los cultivos transgénicos, eliminarán regulaciones que estorban elfracking y quitarán obstáculos a la especulación financiera.

Lo más importante en los nuevos acuerdos tiene que ver con el espacio extra judicial que se abre a las corporaciones. Éstas podrán demandar a gobiernos cuando sientan que alguna medida o regulación afecta negativamente la rentabilidad de sus inversiones. Esto recordará a los gobiernos quien manda. Definitivamente la democracia y el mercado nacional no sólo no son aliados, sino que son enemigos.

La disociación entre poder y política es una tendencia robusta que no hemos podido contener. En este contexto es especialmente interesante el análisis de sociólogos como Zygmunt Bauman y especialmente su interés en aquél célebre pasaje de los Cuadernos de la cárcel de Gramsci: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: en este interregno aparece una gran variedad de síntomas mórbidos”. Nuestro análisis hace pensar que al final del interregno no habrá lugar para eso que llamamos democracia. Estamos viendo ya nacer un nuevo tipo de estado diseñado para, entre otras cosas, mejor servir a las grandes corporaciones transnacionales.

Alejandro Nadal es miembro del Consejo Editorial de Sinpermiso

 

 

 

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10 PM | 28 Abr

POPULISMO: ¿ESPEJO DE LA DEMOCRACIA?

evo morales

 

 

Recientemente, en el programa de TV, SALVADOS, el periodista JordiÉvole entrevistaba al dirigente boliviano Evo Morales, inaugurando un Polideportivo en una zona pobre de Bolivia. En la imagen siguiente 2 niños bebían agua contaminada cercana al lugar. El periodista le preguntaba cómo era posible, en Europa o EEUU no se entendería, que se diera prioridad a un Polideportivo frente a la red de saneamiento o la de asfaltado del pueblo. El Presidente Evo le respondió que así lo habían querido los lugareños. Como el periodista, incrédulo, volvía a insistir, el Presidente repetía:” lo han querido así…..”. Es de suponer que alguna forma de consulta a los ciudadanos ha tenido lugar.

El asunto viene a colación de un artículo publicado en El Pais, en la Cuarta Página, el 9 de Abril, titulado “Populismo contra democracia”, del profesor de Derecho Constitucional Francesc de Carreras, en el que contrapone la democracia liberal y pluralista, vigente en España y Europa, aunque reconoce de pasada que no funciona bien, al populismo,que identifica como “degeneración progresiva de la democracia misma y,si llega a ganar unas elecciones, siempre intenta hacerse con todo el poder del Estado y cambiar las reglas del juego político para instaurar un sistema distinto que, probablemente, ya no pueda ser denominado democrático”. Por cierto, la candidata a la Alcaldía de Madrid, Esperanza Aguirre, dijo algo similar a esto último, con mayor dramatismo verbal, en versión reelectoral, referido a si ganara PODEMOS.

Dejo al margen las apelaciones al populismo entendido de forma negativa, constantes en los medios, resumidas en que todos los populismos “dicen lo que la gente quiere oir”, o, sea, diagnóstico de los problemas de pobreza creciente de las clases medias endeudadas, de paro y precariado en los trabajadores, injusticia fiscal, desigualdad social, explotación diversa, emigración obligada, prevalencia de los mercados financieros sobre la política…., y que practicarían todas las fuerzas políticas en algún momento, aunque solo se diga de los populismos.

Es como si los ciudadanos fueran menores de edad o de inteligencia, y no quisieran oir lo que les pasa, sus causas, oyeran la descripción de su vida real por los políticos, y fuera suficiente para votarles, sin propuestas para comprometerles a que las acometan, y a que puedan ellos participar, con alguna asiduidad, para decir cómo resolverlo, con debates y portacionesas a los mismos, antes y después de las elecciones legislativas, regionales o municipales.

El populismo, en el artículo referido se presume, sin profundizar, en un sentido distinto, no negativo, es decir, como una identidad política, un constructo político y social, antagónico con la democracia liberal, que parte de su seno, eso sí, con el objetivo de destruirla

Pero, entonces ¿qué caracteriza al populismo distinto de la democracia liberal y que, para el profesor, es antagónico con ella?. No se sabe. Solo se supone que es distinto y se afirma, sin mas argumentos, que su sentido es totalitario. La vieja dialéctica, democracia, entendida como liberal, frente al totalitarismo. Solo existe, para esa forma de pensar, una democracia que se llama liberal. Todo lo demás es totalitarismo, fascista o comunista.

Los teóricos del populismo, Ernest Laclau y Chandal Mouffe a la cabeza, definen el populismo como una construcción o una identidad política, en la que se muestran las demandas insatisfechas, siempre presentes en cualquier sistema institucional que se construya como hegemónico, y se estabilice, incluido el propio populista, si llegara a hacerlo, y los antagonismos sociales, presentes y necesarios para hacer contrahegemonía. O sea, siempre hay demandas insatisfechas y siempre hay antagonismo que, como significantes vacíos o flotantes, tratan de llenarse, sin conseguirlo, de manera performativa, a través del discurso, del lenguaje, con los nombres del pueblo. Esa es la garantía democrática del populismo, que implica las libertades. Y es fundamental entender esto: sin aceptar antagonismo no hay democracia, sin expresión de demandas insatisfechas, tampoco. Por tanto, tampoco hay populismo.

No hay hegemonía totalitaria, como sí que ocurrió con el comunismo real, de las repúblicas del Este, en el siglo pasado, es decir, que totalice el sistema social y sus relaciones de fuerzas, quedando estas apagadas o reprimidas, subsumidas en una, el partido y su burocracia corrupta, en el Estado totalitario.

Por cierto, en el comunismo y en las democracias liberales de hoy, la economía determina la política, y los grupos económico-financieros determinan, con el capitalismo, el poder real. En algo se parecen. En el populismo no, al menos desde la teoría, es imperativo el dominio de la política sobre los otros sectores, incluido el económico, que se ve subordinado. No hay “determinaciones en última instancia de la economía”, ni ” democracia de los mercados “.

Ese sistema, o construcción social, que siempre tiende a la hegemonía de unas fuerzas sobre otras, ¿es obligadamente totalitario, absorbente de todos los antagonismos y negador de las demandas que no pueden sino estar satisfechas, una vez estabilizada dicha relación de fuerzas hegemónica?.

Para los teóricos del populismo, no es así, de forma clara. Al contrario, lleva inherente la democracia, es decir, que el nombre del pueblo sea plural, en distintas fuerzas sociales que lo expresan, en diferentes demandas que buscan, sin conseguirlo definitivamente, una que haga el discurso quivalencial, donde todas se vean reflejadas discursivamente, a pesar de las otras diferencias, que permanecen, y que arrive a la hegemonía, frente a otras, minoritarias.

Ahora bien, como señalaba Anton Costas en las páginas rosas de El Pais, existen populismos buenos y malos, el de Roosewelt, y el del canciller alemán Brunning, por citar 2 ejemplos respectivos, que él citaba.El primero, que identificó los problemas del pueblo americano en la crisis de la Gran Depresión, y con el New Deal se dió una solución, alejada de las politicas deflacionistas, y el de Brunning, que con sus políticas de austeridad, fue la antesala del nazismo. Ahora, también, parece que le damos soluciones políticas diferentes a la crisis del capitalismo, y sus recurrentes burbujas financieras especulativas, en América y en Europa.

¿Qué es lo que hace que los defensores de la llamada democracia liberal, tal como la conocemos, piensen que cualquier construcción teórica y práctica, en su seno, y con sus medios, que busque profundizar esa democracia, hacerla real, más igualitaria, mas participativa con los ciudadanos, se considere antagónica y se la adjudique el cliché totalitario? Pues, en mi opinión, que la igualdad formal en la que se basa, esconde los antagonismos, los conflictos, bajo la apariencia de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley y con los mismos derechos. No hay antagonismos, y si los hay, son menores, analizados, amortiguados y silentes, en las instituciones liberales, sobredeterminándolos.La uniformidad ideológica y de propuestas políticas de los partidos, en la democracia liberal, se ve hoy de manera clara, y es su inevitable consecuencia. Los mas importantes, tienden a garantizar y reproducir el poder económico-financiero, en las fases de crecimiento, y, en las crisis, como una catarsis para su dominación sobre los sectores populares.

No se acepta, que se pueda descubrir, bajo la igualdad de derechos que proclama, en sus Constituciones y en sus leyes, unas relaciones de dominación y explotación, entre grupos y personas, tan graves, que todo el sistema queda en evidencia, por las relaciones reales que el sistema económico capitalista, hoy y ayer, de distinta manera, ha impuesto bajo su manto, y que se manifiestan cristalinamente a los ciudadanos, en los momentos de crisis, cuando unas fuerzas, mayoritarias, son afectadas negativamente en sus vidas diarias, por otras, minoritarias, manteniendo su dominación sobre el conjunto.

La democracia liberal, tal como la conocemos, con los grupos de poder oligárquicos enquistados en los aparatos del Estado, en los partidos, y en la economía financiarizada, gestionan su dominación con la igualdad de derechos como emblema, constituyen su discurso performativo. Esos grupos minoritarios performan la realidad de manera que se pueda evitar su identificación dominadora bajo la apariencia de la igualdad y la libertad, en las que todos los ciudadanos creen hoy. Es una manera como otras en la historia de las dominaciones, es su ensamblaje jurídico y político.

En la economía dominan los mercados financieros y de deuda, concentrados en pocos que deciden las políticas para los ciudadanos y los colectivos, biopolíticamente, y con graves consecuencias para ellos, y para las soberanias nacionales, supuestamente democráticas, (¡atentos al ITTP que nos quieren imponer, sin debate, en el comercio y la inversión, poderes no democráticos, americanos y europeos), pero somos iguales ante la ley, por lo menos hay que hacerlo parecer.¡Si al menos, como especulaba Baudrillard, lo virtual estuviera separado de lo real, sin ninguna relación, sería un puro juego, y no afectaría a nuestras vidas!. Pura ilusión

Todo ello, contra lo que se viene luchando, en el 15-M, las diversas mareas verde, blanca.., marchas por la dignidad, contra los recortes, ERES…., ahora con Podemos y otras fuerzas, ¿quiere decir que el buen populismo tenga que suprimir las libertades de los ciudadanos, las elecciones al Parlamento, a la Jefatura del Estado, si las hubiera, a los municipios, a las regiones…a las instituciones, cada 4 0 5 años?. Para nada. Al contrario, debe ser su caldo de cultivo, sin ellas jamás conseguiría revertir la dominación que ejercen unos pocos sobre los sectores populares, ni mantendría las resistencias y las posibilidades de estos, en caso de desviación minoritaria, no democrática. Es más, deben llevarla en su práctica diaria como emblema y prueba de que su construcción hegemónica es legítima y legitimadora de las instituciones, que deben estar al servicio de los ciudadanos, y no utilizadas por unos pocos (la denominada casta u oligarquía), para sus intereses personales y minoritarios.

Muchas veces es lo contrario, cuando los sectores y capas populares consiguen afianzar su poder y construir una relación de fuerzas social y política que sea un problema para los sectores minoritarios que la ejercen sobre ellas, son estos los que se quitan la careta de la igualdad ante la ley, y de la libertad, y subvierten el orden liberal para perpetuar su dominación de otra manera menos formal y mas real. Lo performativo deja de jugar su papel. Los ejércitos y las fuerzas represivas, mediante la violencia física, son llamados a jugar un papel distinto, a su servicio. Hay casos en la historia de la modernidad liberal que así lo atestiguan. Los de mas edad recordarán el Chile de Allende, y otros antes, la República española. Pero no son únicas.

¿Cómo explican los defensores del liberalismo, tal como lo conocemos, insisto, que algunos partidos populistas desde su nacimiento, hagan elecciones primarias abiertas a todos los ciudadanos, para todos los puestos internos y de representación institucional, con votaciones por listas plancha, o por sistemas de voto ponderado, con correcciones de género en listas cremallera, como si llevaran haciéndolo una eternidad, utilizando los medios técnicos a nuestra disposición, hoy, y los partidos liberales del sistema, que tenían que practicarlas desde su nacimiento, porque se llaman liberales y demócratas, ni siquiera lo hagan ahora, que ven peligrar su hegemonía política parlamentaria, incluso, uno mayoritario, hoy, practique el dedo cooptador, desde la cúspide, sin ningún escrúpulo democrático?

¿Como explican los defensores del liberalismo político, que quieran ser independientes de poderes no democráticos, los financieros, calificados como sistémicos, como coartada para que la política atienda sus requerimientos económicos, sobre todo en momentos de crisis financiera, que previamente han creado, y, convertida en crisis de la Deuda, es decir, a pagar por todos, y financiarse con campañas de microcréditos, o de Crowfunding, entre los ciudadanos simpatizantes con sus ideas.?

El populismo bueno, afirmativo, sin complejos, retorno al título de este escrito, ¿espejo democrático en el que tendremos que mirarnos a partir de ahora, para cambiar la forma de hacer política desde la ciudadanía, y construir una hegemonía popular que mantenga y amplíe las libertades y los derechos individuales y sociales?  Y ello, ¿a pesar del desprestigio del nombre que las oligarquías y sus medios estan consiguiendo demonizar para que no cale en la población?

La antinomia, hoy, querido profesor, ya no es democracia contra totalitarismo, sino democracia frente a oligarquía, dentro de la democracia liberal, casi única y general, al menos en Europa, y que nadie pretende subvertir. Salvando todas las distancias, que son impresionantes para nosotros, se entiende mejor la perplejidad de Jordi Évole cuando los ciudadanos de una localidad de Bolivia decidieron el Polideportivo frente al saneamiento de las aguas y el asfaltado de las calles. Decidieron ellos, no las élites dominantes, aunque no fuera la mejor decisión desde nuestra perspectiva.

Eugenio

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