Crítica Cinematográfica

09 PM | 29 Abr

THE RIDER

De entre la inmensa, casi infinita cantidad de virtudes que atesora el séptimo arte, puede que la más sorprendente de todas sea su capacidad de provocar reacciones reales en el espectador; una habilidad para estremecer al respetable surgida de una fusión de elementos entre los que siempre destacará el indispensable trabajo de unos intérpretes que convierten la farsa en la más pura autenticidad.

No obstante, y por muy brillante que sea la labor de un actor o actriz, existe un punto de veracidad que tan sólo puede extraerse del mundo real y que se ve reflejado en esa mirada y ese matiz en el gesto de una persona que ha experimentado previamente el dolor, el ansia o cualquier otra sensación que trate de representar frente a la cámara. Una proyección de la emoción más orgánica que se revela como un camino directo al corazón del público en la maravillosa ‘The Rider’.

Con su segundo largometraje tras el notable y celebrado ‘Songs My Brothers Taught Me’, la cineasta de origen chino Chloé Zhao tiende un puente único en su especie entre la ficción y una realidad casi documental para dar forma a uno de los mejores filmes independientes de los últimos años; explorando la psique de una estrella del rodeo obligado a desmontar la silla y abandonar su pasión tras un accidente.

A pesar de que la premisa de ‘The Rider’ pueda parecer la enésima repetición del esquema arquetípico de buena parte de dramas deportivos, Zhao se las apaña para dotarla de una nueva dimensión a través de su acertado casting compuesto por amateurs. Así, la directora ha decidido retratar en pantalla la historia real de Brady Jandreau convirtiendo personas en personajes; enriqueciendo el conjunto hasta niveles inesperados al transformar al propio Jandreau —Blackburn en la ficción—, a su entorno y a sus familiares en las estrellas de la función.

The Rider Stills 1 1 8

El resultado es, cuanto menos, prodigioso, e invita a pensar en si hubiese sido ya no mejor, sino similar, de haberse contado con un elenco profesional. Y es que el protagónico de ‘The Rider’ —amén de los secundarios que le acompañan— transmite con la languidez de su mirada y con cada pequeño detalle de su impagable actuación ese pesar que sólo una víctima de un sueño roto puede padecer.

Envolviendo la conmovedora sensibilidad de la cinta y a modo de broche de oro, Zhao, sirviéndose de la fantástica dirección de fotografía de Joshua James Richards, captura las Badlands de Dakota del Sur bajo un prisma que evoca al mejor Terrence Malick; combinando una belleza incontestable con una voluntad naturalista que no sólo se limitan a lo visual, sino que trascienden a lo narrativo para redondear una auténtica joya que, por desgracia, está condenada a pasar desapercibida a no ser por las actividades del Colectivo en la Sala Juan Negrín.

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07 PM | 14 Abr

a nuestros amores

¿No cree que se pueda morir de amor? El otro día me dijo que había amado. ¿Pero qué es el mundo? Debe despreciar a las mujeres que le aceptan tal como es y despiden al último amante para atraerle a sus brazos con los besos de otro en los labios”.

La primera imagen de A nos amours nos muestra a Suzanne (deslumbrante debut cinematográfico de una Sandrine Bonnaire con exactamente la misma edad que el personaje que interpreta), leyendo un fragmento de la obra teatral que está ensayando durante las colonias de verano (Con el amor no se juega, tragicomedia romántica escrita en 1834 por Alfred de Musset). Un texto que vaticina el errático deambular de la adolescente protagonista en su precoz incursión en el siempre complejo mundo de las relaciones sentimentales y sexuales, agravado en este caso por el sentimiento de insatisfacción que le provoca su consciente incapacidad de amar (“¡Eres una orgullosa! ¡Ten cuidado! Tienes dieciseis años y no crees en el amor”, se diría que le recrimina en un momento su hermano Robert – Dominique Besnehard – recitando un párrafo del texto de Musset).

De pie, en la proa del barco de su hermano Robert, Suzanne parece buscar en el horizonte el verdadero sentido de aquello que es llamado ‘amor’ ( “la felicidad es una perla escasa en el océano de este mundo”, escribe Musset) pero muy pronto desiste de su empeño para girarse con una sonrisa hacia sus compañeros de travesía. Y así, después de distanciarse de su novio Luc (Cyr Boitard), la protagonista transitará de amante en amante, en una actitud entre fatalista y resignada que acabará convirtiéndose en una dramática huida hacia adelante (“No es muy agradable vivir sin querer a nadie”, le confiesa en un momento a uno de sus amantes; y más tarde, después del enésimo y violento enfrentamiento con su hermano Robert: “A veces estoy harta de vivir. Solo soy feliz cuando estoy con un tío”).

Hay, en la conducta de Suzanne, una reacción de respuesta al asfixiante ambiente familiar: madre frustrada (Evelyne Ker), víctima de cada vez más recurrentes ataques histéricos, hermano reprimido (en su evidente e inconfesada atracción por Suzanne) y padre exhausto (el propio Pialat) después de años de monótona convivencia, tal como le confesará a Suzanne en una de las mejores secuencias de la película (“Llega un día en que ya no puedes más. Creo que a mí me ha llegado”, se sincera el padre ante su hija poco antes de abandonar el hogar familiar ).

Con la ausencia del padre, único referente sentimental de la protagonista (“Cuando conozco a un tío pienso en mi padre. Me pregunto si le gustaría”), indefensa ante la actitud hostil de Robert y la madre, el desamparo de Suzanne es ya absoluto, y el personaje se verá abocado a un exilio (plasmado en la bella y tristísima imagen de la protagonista vagando sin rumbo bajo la lluvia) que únicamente podrá evitar en el último momento cediendo ante lo comúnmente establecido como correcto y aceptando un matrimonio que le ofrezca, sino amor ni felicidad, un estado de aparente y (únicamente transitorio) sosiego.

Según parece, el personaje del padre moría en el guion original. Sin embargo, durante el rodaje, Pialat cambio de opinión e hizo irrumpir a su personaje en la penúltima secuencia de la película (sin previo aviso y obligando a los actores a improvisar sus reacciones) para dinamitar la aparente normalidad familiar imperante ocho meses después de la boda de Suzanne. Un acto de rebelión con el que Pialat (padre y director) parece querer proporcionar a su protagonista una última y definitiva vía de escapatoria para proseguir su errática búsqueda de la felicidad.

David Vericat
© cinema esencial (enero 2016)

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09 PM | 08 Abr

AMANECE QUE NO ES POCO

Parece lo de siempre y es lo nunca visto: un joven ingeniero español, profesor de la Universidad de Oklahoma, vuelve a España para disfrutar de su año sabático. Su padre le ha comprado una moto con sidecar para realizar viajes de placer los dos juntos. Padre e hijo llegan a un pueblo de montaña, muy escondido. El pueblo parece vacío, pero no lo está. Lo que ocurre es que todos sus vecinos, menos el negro Ngé Ndomo, han ido a misa. Que todos los habitantes del pueblo vayan a misa todos los días del año es lo habitual. El cura se da tal maña con la liturgia que no hay fiel que quiera perderse el espectáculo.Pero no es esta la única peculiaridad del pueblo. La Guardia Civil, sin ir más lejos, vela por el orden con admirable meticulosidad: los borrachos han de beber su alcohol favorito, de uno en uno y hasta la ebriedad absoluta, los amantes han de gozar en los coitos por igual, los delincuentes deberán confesarse y poner en paz su alma antes de entregarse a las autoridades terrenas…En el pueblo se celebran elecciones generales cada año, y en ellas se eligen, por rigurosa votación, los cargos de alcalde, cura, maestro, puta, marimacho en período de prueba y seis adúlteras.Reunimos, para uso y disfrute de fieles y neófitos, las piezas clave —inéditas— de una de las películas más celebradas del cine español: Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda.

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02 AM | 08 Abr

bergman, su gran año

En el año 1957, el cineasta sueco Ingmar Bergman estrena El séptimo sello, dirige cuatro obras de teatro, entre ellas la superproducción con fama de irrepresentable Peer Gynt, rueda su primer telefilme, Llega el señor Sleeman,mantiene cuatro relaciones sentimentales al alimón, con dos amantes, una esposa y una cuarta mujer, con la que acabará casándose años después, tiene una úlcera que le causa terribles dolores, se encierra en un sanatorio pero allí saca tiempo para escribir Fresas salvajes, que acaba rodando a su salida, y pergeña En el umbral de la vida, que estrenará a principios del año siguiente. En esos días, a los 38 años de edad, escribe en su diario: “…Pero, claro, tengo cinco hijos y…”. A pesar de relatar el presente, se equivoca. No tiene cinco hijos: tiene seis, con tres mujeres diferentes.

BERGMAN, SU GRAN AÑO

Dirección: Jane Magnusson.

Intervienen: Liv Ullmann, Lena Endre, Roy Andersson, Thornsten Flinck.

Género: documental. Suecia, 2018.

Duración: 116 minutos.

No es extraño que la documentalista Jane Magnusson haya elegido 1957 para ambientar Bergman, su gran año,película centrada en la vorágine creativa y humana de un tiempo esencial, pero que además se despliega con criterio hacia el pasado y el futuro de aquellos volcánicos 365 días, para así aclarar lo seguramente inexplicable. El genio de un artista soberbio, en la doble extensión de la palabra, capaz de enamorar y de humillar, de estar rodeado y de sentirse aislado.

Magnusson entra a todas: política, sociedad, religión, familia, psicología, arte, salud, alimentación, amor, sexo y, sobre todo, cine. E incluso aporta exclusivas, como una antigua entrevista de los años ochenta con el hermano de Ingmar, nunca emitida por el veto del ser todopoderoso que todo lo dominaba, que abre posibles nuevas interpretaciones sobre sus infancias y, claro, sobre Fanny y Alexander. Y lo hace con un gran sentido de la didáctica en lo cinematográfico y una formidable capacidad para el retrato humano complejo del ser más contradictorio. A veces, incluso parece una tesis ilustrada (con convicción y estilo), conformada a partir de material de archivo y de entrevistas actuales, en la que Magnusson va virando por cada uno de los temas sin que se noten los volantazos y sin resultar esquemática.

Hablan sus amigos, pero también, si no sus enemigos, sí sus críticos y detractores, a los que destrozó o intentó destrozar, que destapan el lado oscuro del genio. Y, por encima de todo, en el documental, respetuoso pero fiscalizador, está presente su cine, apoyado, cómo no, en su vida: un brillante legado de sensibilidad, pureza, trascendencia y estética, que se entiende mucho mejor a partir del complejo retrato del hombre.

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10 AM | 26 Mar

LA CICRATIZ

Polonia, años 70. En pleno régimen comunista, Bernard es un empresario cuyas convicciones entran en contradicción con las pautas laborales y estructurales impuestas por unos gobernantes que han vivido la esencia del sistema al que representan: obligado por el gobierno a dirigir una empresa en medio del bosque, debe alejarse de su mujer y su hija generando en é una cicatriz interior la cual le lleva a un malestar en su vida laboral. Kieslowski nos muestra en esta película los problemas del protagonista por conciliar su vida familiar y profesional, y la agobiante burocracia del régimen comunista.

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