Alterar el equilibrio.
Lo dice el más anciano de la localidad, en la reunión donde esa empresa promotora del glamping trata de persuadir a los asistentes contando las bondades que traerá a la población el desarrollo de esa activida . Pero esa operación urbanística va a romper y desequilibrar la vida que llevan en paz y armonía con la naturaleza desde hace mucho tiempo, y así lo advierte el anciano señor Suruga.
Sin embargo la empresa quiere aprovechar las subvenciones vigentes y no tiene tiempo para considerar las alternativas que los vecinos proponen en cuanto a los vertidos, la canalización, la invasión de espacios protegidos, etc.
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SOBRE LA PELI: “ À NOUS LA LIBERTÉ” (Viva la Libertad)
Ante todo, “A o Para nosotros la libertad”, título original en francés, no es “Viva la libertad”. Aquella comporta un Nosotros que nos compromete colectivamente con ella, y el Viva la libertad, es un slogan perfectamente individualista, donde se esconde, se enmascara, las condiciones, de la o para la libertad. No es poca cosa. Tenemos ejemplos de esta época neoliberal, hoy, en el mundo y en España, de esa dicotomía. En la Comunidad autónoma de Madrid, con mucha constancia y perseverancia se discursea, sin discernir esa antinomia.
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La última y esperadísima película de Jean Pierre Jeunet no decepciona, pero no es una obra maestra. No es que Amelié lo fuera, pero se quedaba mas cerca de la perfección; su sombra es larga, y es posible que haya malentendidos. Es mejor verla con el chip adecuado y disfrutar de ella como el tremendo dramón que es, con ciertos toques extravagantes que son, sin lugar a dudas, lo peor de la película. Porque Jeunet no se aclara durante la primera hora, y casi lo echa a perder todo.
Porque a ver: en plena I Guerra Mundial cinco soldados franceses son sometidos a un consejo de guerra y condenados a una feliz estancia entre las líneas francesa y alemana, en tierra de nadie. Si no los hacen pedazos los bombardeos germanos, el fuego amigo lo hará. Uno de ellos es Manech (Gaspard Ulliel) el novio de Mathilde (Audrey Tautou, gracias a Dios más contenida que en Amélie), una joven coja que, convencida de que su amor sigue con vida moverá cielo y tierra para refutar los numerosos informes que afirman lo contrario. Y esto gracioso no es.

Los condenados, preparándose para su destino.
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El deseo de amar
Alfonso Peláez
Según la película de ayer no basta el deseo de amar para amar. Con una idea tan simple un fulano ha sido capaz de ganar la Palma de Oro en Cannes. Por mí está bien. Ya hemos visto cosas peores.
El caso es que al director (¿cómo se llama? Tal vez yo debería poner más cuidado con esos detalles), pues eso, que al director le sobra pericia para haber narrado una historia bastante más armada, con más accidentes, más como la vida misma. Contaba, además, con un excelente director de fotografía que bordó el trabajo. Sabía dónde poner la cámara y como moverla. De hecho, lo hace con un admirable virtuosismo. Y seleccionó un compositor musical que también conoce bien su oficio. Pero sin que, a mí al menos, se me alcance la razón decidió convertir el tiempo en una olla de melaza donde se amalgaman las situaciones, privándolas de cualquier atisbo de prelación. ¿No nos había dicho Tarkovsky que hacer cine era esculpir el tiempo? Y no vengan con eso tan prestigioso intelectualmente del “tiempo circular”.
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El coordinador sugiere que plasme el punto que el pasado viernes 2/02/21, con ocasión del comentario sobre la cinta del “El joven Karl Marx” se quedó sin explicitar, que está en relación al principio de “la lucha de clases”.
A lo largo de la cinta se ve que la aspiración del (socialismo-comunismo) es la consecución de la igualdad (entiendo, que para todos los seres humanos = universal); y se cierra explícitamente con el principio de “la lucha de clases” como motor de la historia (se decía al menos antes).
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