06 PM | 28 Mar

El mal no existe-Alterar el equilibrio

Alterar el equilibrio.
Lo dice el más anciano de la localidad, en la reunión donde esa empresa promotora del glamping trata de persuadir a los asistentes contando las bondades que traerá a la población el desarrollo de esa activida . Pero esa operación urbanística va a romper y desequilibrar la vida que llevan en paz y armonía con la naturaleza desde hace mucho tiempo, y así lo advierte el anciano señor Suruga.
Sin embargo la empresa quiere aprovechar las subvenciones vigentes y no tiene tiempo para considerar las alternativas que los vecinos proponen en cuanto a los vertidos, la canalización, la invasión de espacios protegidos, etc.

 

Las consecuencias de esa prepotente actitud de un capitalismo avaricioso, ignorante, depredador, zafio y gritón (representado por la empresa) son devastadoras y como en una tragedia griega, se cobran a la más inocente de las víctimas, con cuya muerte también muere el futuro y se quiebra el frágil equilibrio basado en el respeto a la naturaleza que les ha permitido vivir en paz y armonía generación tras generación.
Hamaguchi filma esta obra con un especial cuidado y sutileza; la música es bellísima y ligera, los sonidos del bosque, del viento, del agua, de los troncos del leñador partidos caer componen una sinfonía perfecta. Y me llama la atención el trabajo de la cámara cuando al inicio del filme y en otras ocasiones, coloca al espectador como si estuviese tumbado en un cochecito de bebé, vislumbrado las copas de los árboles mientras alguien le pasea por el bosque. Y también los planos desde el automóvil situándonos con la cabeza girada hacia atrás, mirando la carretera que dejamos alejándos e a nuestro paso, al contrario de todas las Road movies donde el espectador ve siempre el camino desde los ojos del conductor.

Los contrastes entre los representantes de la empresa, que viven estresados, fuera de si, acostumbrados al ruido y el estrépito, desconocedores de la vida sencilla y los placeres simples como una buena comida, recoger agua limpia del arroyo y beberla, o cortar un tronco de árbol con un hacha y la vida de los habitantes de ese pueblo que valoran el silencio, la calma, el trabajo bien hecho, y conocen el territorio donde viven, lo cuidan, lo valoran y lo respetan.
El final a mi me parece coherente y desde mi punto de vista no veo otro. No hay otra salida. No se puede contemporizar con las amenazas que están recibiendo y sobre todo con el asesinato de la inocencia y el futuro representados por la niña. Tienen que defenderse y así lo hacen. Con valor, proporcionalidad y equidad. Aunque pague el pato ese pobre lacayo de la empresa….
P.D.-  Creo que no son ciervos sino corzos.

Carmen Andonaegui

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