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02 PM | 02 Mar

PROUDHON Y LA “DEMOCRACIA”

                                                                                              

Hay aniversarios que no tienen quien les escriba. Darwin, el sabio que facilitó la base teórica para romper amarras con el creacionismo, está siendo justamente celebrado en su doscientos cumpleaños. También Lincoln, el presidente norteamericano que desde la política acabó con la segregación racial, tiene su merecida cuota de reconocimiento. Pero apenas ha tenido eco el bicentenario de otro coloso de la emancipación, Pierre Josep Proudhon (1809-1865), el tipógrafo francés que acuñara el término anarquía como sinónimo de no-autoridad para identificar una escuela de pensamiento que pretendía pasar por la izquierda al liberalismo y al socialismo mediante la acción directa y el autogobierno de la sociedad civil. A los liberales, por su solipsismo de mercado, y a los socialistas, por su enrocamiento estatista. Y sin embargo, a pesar de ese desdén, la historia le reivindica. El suicidio del socialismo de Estado, tras su holocausto económico y vital; el no menos trágico derrumbe del neoliberalismo de mercado; y la búsqueda de una salida de urgencia refundando un poscapitalismo subvencionado deberían suscitar una renovada atención intelectual sobre el hombre que desbrozó caminos para que la sociedad industrial cambiara de base sin sacrificar la libertad ni renunciar a la conquista de la felicidad. Una utopía está para cuantos, desde Thomas Hobbes a Carl Schmitt, creyeron imposible un imaginario colectivo sin representación política exclusiva, que empezó a dejar de ser ucrónica cuando, primero en el mayo del 68, y ahora en la Grecia del siglo XXI, los movimientos populares irrumpieron enarbolando proclamas demoacráticas.

Autodidacta, hombre de acción, obrero orgulloso, político desengañado, agitador de muchedumbres, periodista, escritor, revolucionario romántico y misógino confeso, todo eso fue Proudhon. Pero, igual que Carlos Marx decía respecto a sus seguidores, el padre del anarquismo nunca fue anarquista, sino simplemente proudhoniano. En esta lábil distinción se esconde en buena medida la aún insuficientemente reconocida actualidad de su pensamiento. Porque Proudhon, precursor de la dialéctica y del socialismo científico, no edificó su proyecto transformador desde la “nada teórica”. Inmerso en la realidad de su tiempo, soportando por experiencia propia las contingencias de la clase trabajadora, jamás dejó que sus convicciones, incluso las más arraigadas sobre la negatividad del autoritarismo y el decisionismo, le llevaran a erigirse en un doctrinario ni en un líder. Proudhon era “revolucionario, pero no atropellador”.
Universalmente reconocido en la frase “la propiedad es un robo”, que tantas lecturas merecería hoy ante vorágine depredadora de banca y gobiernos, Proudhon sigue siendo un gran desconocido. Aunque, por su trayectoria personal y por su obra, se trata de uno de los más importantes renovadores de la democracia que ha existido y quizás el primero que supo ver que la emancipación política y la lucha contra la explotación económica eran inseparables. El propio Marx, amistoso rival primero y luego su principal increpador, le dedicó 60 elogiosas páginas en su Sagrada Familia y saludó la edición de Qué es la propiedad afirmando que “la obra de Proudhon tiene para la economía social moderna la misma importancia que la obra de Sieyés Qué es el tercer estado tiene para la política moderna”, y que “su libro es el manifiesto científico del proletariado francés”.

El desprestigio de la política profesional y el déficit de legitimidad que su sistemática corrupción acarrea fue anticipado en su día por el autor del Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria, quien entendía que la única respuesta sostenible ante la barbarie capitalista radicaba en la democracia económica, una iniciativa transformadora que sólo podía promover un proletariado “fuera de toda legalidad, actuando por sí mismo, sin intermediarios”. Lejos del pretendido ingenuismo con el que se le ha querido fosilizar, en Proudhon hay un pensador honesto, vigoroso y comprometido que vio en la humanidad de los productores, el federalismo y el mutualismo los factores para el auténtico progreso social. Un librepensador radical que diferenció entre la injusta y usurpadora propiedad de los medios de producción y la necesidad de la posesión como atributo de la dignidad individual; que criticó la mitificación de las huelgas en situación de desigualdad de fuerzas respecto al capital porque podían debilitar al proletariado al aumentar su miseria, y que, consecuente con su activismo, creó un banco del pueblo para facilitar el crédito gratuito. Todo para desarrollar el proyecto de su vida, “la idea de la nueva democracia”, como dejó dicho en el prólogo de La capacidad política de la clase obrera, libro escrito un año antes de su muerte y editado póstumamente.

Por ello no se entiende su solapamiento a nivel académico e histórico y la obstinación por desmerecerlo. La pretendida caducidad del legado de Proudhon queda desmentida por la frecuencia de las expresiones de acción directa en calles y pueblos, hoy Lebrija, ayer Atenas. Porque el mapa no es el territorio. La insistencia en calificar de desregulación a la causa del crac en ciernes, juzgando anomía lo que en realidad ha sido una acción Estatal unilateral en toda regla, y la contumacia en explorar alternativas en una vuelta al Estado-patrón (regulación), podrían estar en la raíz de ese prejuicio hacia Proudhon y lo que significa. Se olvida que la crisis sistémica actual no es una perturbación económica más, sino una crisis civilizatoria, y que cualquier remedio que no implique salirse del sistema puede resultar baldío. Proudhon lo previó. Por eso la centralidad de la ética anarquista como compromiso de responsabilidad y su llamamiento a la acción directa solidaria para organizar la convivencia de abajo arriba en base al trabajo productivo. Esa es la vigencia de Proudhon y su demoacracia. Porque cuando todos gobiernan (democracia) nadie manda (anarquía).

Rafael Cid Estarellas es Jefe de la unidad de comunicación de ANECA

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08 PM | 17 Feb

CINE VARIEDADES


 EL ARTICULO QUE PODEIS LEER SOBRE EL CINE VARIEDADES LO HA ESCRITO NUESTRO AMIGO ANTONIO HERRANZ.
  TENEMOS QUE HACER  LO POSIBLE PARA QUE EL EDIFICIO NO SE DECLARE EN RUINAS, y ANTONIO NOS TOCA A TODOS UN POCO EL CORAZON PARA SEGUIR TRABAJANDO.(foto Pedro Rubio)


       

                            
                           
                          

 

LA ESQUINA DE LOS SUEÑOS
    
   ANTONIO HERRANZ

Estoy frente al “Variedades”. Hoy no pude asistir a la proyección. No importa, me gusta ver a la gente cuando sale del cine, observar en sus rostros las emociones de las imágenes vistas, escuchar el murmullo de los comentarios en grupo, las luces encendidas del hall de entrada, las puertas abiertas de par en par y la música final que envuelve el lento tránsito hacia la realidad desde este emblemático edificio. Suenan los cierres estrepitosamente, se rompe mi ensoñación; me ha parecido que el ruido hoy era distinto. ¿Una despedida? ¿Un adiós definitivo? Me empeño, no quiero perder tantos buenos recuerdos. Ya sé, es mi propia película. Pero no quiero. Aprieto con fuerza mis párpados, contraigo el rostro. Esto fue real, es real ahora para mí sumergido en la intemporalidad y frente a un lugar donde había vida. Me niego a abrir los ojos. Sigo viendo las imágenes que quiero ver, más fuertes que esta otra realidad de ojos abiertos: los oxidados cierres metálicos que ya no se levantan, las paredes desconchadas, la suciedad del abandono. Veo el nombre: TEATRO VARIEDADES. Letras macizas de un rojo desvaído que aún permanecen sobre el dintel de la puerta de entrada. Los nombres son quizá lo último que se pierde por su capacidad de evocar y acotar territorios imprescindibles. Sí, muy cerca de la esquina está la taquilla donde se vendían las entradas al mundo de los sueños, la ansiedad en la cola de espera y las carreras escaleras arriba para coger sitio. Toda una actitud ante la vida, con olor a ambientador, y la peculiaridad de que con tal comportamiento, aquí siempre encontraríamos recompensa. ¿Desaparecerá esta quimera? ¿Se esfumará este lugar donde tantos se dejaron seducir por imágenes fantásticas de aventuras, de pasiones, de amor, de encuentros…? ¿Dónde se albergarán ahora las ilusiones? Cuando un cine se cierra se rompe un vínculo vital: un primer beso, un sollozo, una risa sincera, el miedo y la ternura, cerrándose además una puerta a lo desconocido. Aprender, soñar, deslumbrarse en una sala oscura; conjurar la realidad y el deseo por un instante que acaba siendo eterno. Tiempo inconmensurable, acumuladamente íntimo y colectivo. La memoria, para muchos, de una educación sentimental. No quiero perderme en la nostalgia, no quiero que mi voz acabe ahogada en su légamo inútil. Quiero que siga en pie ese lugar donde se comparten las emociones. Hay un recorrido desde el esplendor a la decrepitud que va dejando cicatrices, avisos de no proyectar la película si no había más de tres personas. La soledad de las salas sin gente, sin milagro y el vacío que deja lo que no tiene continuidad. Sólo imágenes fantasmales que conviven proyectándose por sí mismas en una pantalla total: paredes, techos, suelos. Imágenes de las miles de películas exhibidas durante tanto tiempo. Un caos de sentimientos, una narración de experiencias que convoca a los vivos y a los muertos. Un mundo de oscuridad más allá de la oscuridad, un foco de espíritus rebeldes que jamás dejarán de existir. Un mundo donde los humanos ya no podrán entrar. En la esquina de dos calles: Pozas y Calvario, está el “Variedades”, ya sólo frecuentado por sus mayores enemigos: el tiempo y la especulación. En diagonal a él, la iglesia del pueblo. Un cruce de caminos donde a un lado espera dios y a otro el diablo. Recuerda, hipócrita cinéfilo, mi semejante, mi hermano, hay un tiempo para la destrucción y otro para la recuperación. Un tiempo donde confluyen lo antiguo y lo nuevo, que está ahí, a la vuelta de la esquina

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05 PM | 02 Feb

PROBLEMAS DEL SECTOR FINANCIERO Y 4 PROPUESTAS PARA POLITICOS


  NUESTRO AMIGO ECONOMISTA ALEJANDRO BROCATO CARDOSO NOS REMITE PARA SU PUBLICACIÓN EL TRABAJO ADJUNTO.


A 28 de enero del año 2009, los problemas del sector financiero se mantienen vigentes y amenazan, crecientemente al sector real, productivo, de la economía. La factura fiscal que los ciudadanos deberán pagar para sostener a este sector se acrecienta día a día y por hoy parece que no hay una fácil salida del embrollo. Probablemente esta dificultad esta provocado porque los mismos que nos han metido en el problema son parte de las distintas fuerzas que  lo quieren solucionar. El lenguaje a veces juega a favor de la claridad y de la explicación y otras veces juega en contra. En este sentido, en este escrito hemos dejado de lado la idea de sistema. Hoy todavía la mayoría de técnicos y políticos que hablan de la situación económica y financiera lo hacen en términos de sistema, especialmente sistema financiero. Una carácteristica fundamental de los sistemas es la retroalimentación, lo cual le permite una continuidad en el tiempo, siempre y cuando las condiciones externas no lleven a un cambio en el propio sistema. Lo que ha acaecido en el último año parece más un problema interno, endógeno al mundo del “dinero”, y que lo ha llevado a cierta implosión.En este sentido, habría que estudiar si las explicaciones pretéritas dadas sobre el sistema financiero también incluían las posibilidades de esta “destrucción”.  O si se quería dar, bajo la idea de sistema, una idea de un falso control, que siguiendo al doctor Pangloss diese tranquilidad antes de la tormenta. Parecería que los problemas son y han sido, en todo caso, del propio sistema. Por esta razón, para escapar de esta posible incongruencia se ha elegido hablar de sector financiero: todos aquellos que tienen por cometido principal trabajar, comerciar con dinero (desde la definición de M1, monedas y billetes en manos del público más cuentas corrientes bancarias a M5, constituido por M1 más los plazos fijos más los créditos derivados) o por finalidad principal su control.
Hemos de hacer el recordatorio, antes de empezar a ver los problemas y las propuestas, que tipos de interés bajos suponen que hay un mayor número de proyectos de inversión susceptibles de ser seleccionados por los inversores que cuando el tipo de interés es alto. Un problema de mala asignación de precios.El primer problema es de carácter político, de  relación entre el sector financiero  y la sociedad. Es el problema que consiste en que cuando una persona concurre a un Banco o Caja de Ahorro con más dinero que otra, recibe un pago mayor . Esto es normal, en el sentido estadístico del término, es lo que más ocurre, Pero, ¿esto es correcto?El fundamento de una sociedad democrática, en relación a la retribución de los factores que intervienen en la producción es de carácter de libre elección y meritocrático (tanto cobras por lo que aportas). Ahora bien, nos encontramos  que hay un bien, el dinero, en que tener más del mismo supone que el precio del mismo sube. Y para las personas, el orden de tenencia del mismo define una inmovilidad en el orden entre los poseedores del mismo (el sujeto X tiene más que Z y dado el incremento el precio de su dinero, la diferencia ¡se agranda!). Pues bien, esta inmovilidad es más de sociedades estamentales o medievales que democráticas y capitalistas.Veamos un ejemplo numérico de este fenómeno. El dinero para inversión (resultado del ahorro y con una inmovilización mínima de un año) suponemos que proviene de dos sectores, pobres y ricos. El criterio para saber si ese dinero es tratado como pobre o rico es que en el caso de los ricos, estos cobran siempre un 2% más que los pobres (porque aportan más por unidad familiar de ahorro).  

Hemos hecho el ejemplo para tasas de interés del 2% y 6%. Suponemos que se hacen los depósitos para 10 o para 28 años (los efectos de la inflación serán los mismos para cada depósito y dado que los rendimientos del capital en España pagan lo mismo , el 18%, no debemos corregir los números finales  . Suponemos que en el año de salida, ambas partes disponen de una misma cantidad, 50. Veamos los resultados: 

Tipo de interés
Cantidad a recibir 10 años
Cantidad a recibir 28 años
Diferencia % a 10 y 28 años
Dinero para invertir de los pobres
50
2%
60,95
87,05 

Dinero para invertir de los ricos
50
4%
74,01
149,94
26,12
Dinero para invertir de los pobres
50
6%
89,54
255,58 

Dinero para invertir de los ricos
50
8%
107,95
431,36
36,81 

La sociedad se ha vuelto más desigual. El sector rico ha mejorado su distribución en un 26% más sobre el sector pobre a 10 años y un 37% más a 28 años como efecto del comportamiento del sector financiero. Este es el resultado de la diferencia de trato, ese 2% más de interés, que reciben los que presentan una concentración (pocas manos) en los recursos para inversión. 

Un lector podría, ante lo dicho hasta ahora argumentar: “esto es trivial, el que tiene dinero es como un monopolista, impone el precio que quiere frente a un bien escaso que controla”. Hemos de ver que la cantidad de dinero es definida por el Banco Central (en todo caso este es el monopolista, y de hecho define el precio de salida), pero hay un elemento anterior e importante todavía:¿es verdad que el dinero en los últimos años ha sido un bien escaso? No, de ningún modo, los últimos años con el tipo de interés bajo  han sido los años de abundancia del dinero. Jamas ha habido tanto dinero en el mundo como en los últimos años, y esto también incluye el presente. 

Ahora veamos este mismo problema desde un punto de vista de una organización de servicios: un banco (a ejemplo práctico, piense en un restaurante). Esta organización toma recursos de la sociedad que transforma y vende finalmente como producto o servicio.  En un restaurante, quienes proveen los distintos bienes a transformar son los proveedores (por ejemplo del pan). Si se acuerda un contrato de suministro con un proveedor dominante, ¿el precio por unidad será mayor o menor que si se hace con varios proveedores? Las compras al por mayor suponen una reducción en el precio unitario del bien que se adquiere. Establezcamos lo siguiente como postulado fundamental: 

Quienes llevan dinero al banco son los proveedores, no los clientes (esto es contrario a toda la publicidad e idea general al respecto). De los proveedores lo que se busca es que el precio sea mínimo, no un precio máximo, para permitir  que cuando se haga la venta se obtenga un beneficio también máximo. ¿Quienes son los clientes de verdad de los bancos (y de nuestro restaurante)? Los que se llevan nuestros productos o servicios ( y deben pagar por ellos). En el caso de los bancos, los que se llevan  un dinero bajo la forma de un proyecto de inversión que ha sido aprobado . El pago de la disponibilidad del dinero que se recibe tiene dos partes: una devolución de lo recibido (el dinero que tiene el nombre del capital) más otro dinero en concepto de precio de ese uso que es el interés. Este último precio debe ser mayor que el que se pago al proveedor, para que la empresa sea viable. En resumen, y es el segundo postulado: los verdaderos clientes del sector financiero son los que se llevan el dinero, por que de ellos proviene la posibilidad de obtener una ganancia. 

Lo que se esta planteando aquí es al revés de como funciona el sector financiero en la realidad. Si usted va a pedir dinero, con un buen proyecto de inversión lo van a tratar como un pedigüeño. Si usted lleva dinero, lo trataran como un señor, a más dinero más señorío (no abundaré en ejemplos descriptivos que todos hemos visto o sufrido). 

¿Qué hipótesis pueden explicar la diferencia entre el comportamiento real y lo que debería ser la forma de trato consecuencia de querer tener una organización eficiente? Vamos a hacer tres hipótesis:de historia, de valores institucionales y de colusión monopolística. 

La primer hipótesis, es que el sector financiero ha quedado lastrado mentalmente de cuando el dinero era un bien escaso (hoy es abundante, otra cuestión es que un banco determinado haya pedido prestado un dinero que no puede devolver, esto se denomina mala gestión, como en cualquier negocio). Es cierto que en otras épocas la cantidad de dinero ajustaba mejor con la producción y las inflaciones de los países eran más pequeñas. Que cada lector ponga el año que  prefiera  como punto de ruptura que relaja la contención en la cantidad de dinero, pero el año 1971 cuando el presidente Nixon declara que el dólar no es más convertible en oro, después de años de déficits norteamericanos y la primera crisis del petroleo (17 de octubre de 1973) es un entorno razonable para entender que ha empezado la era de la gran emisión de dinero. 

La segunda hipótesis es de valores institucionales. Pensemos en una sucursal bancaria en un pueblo pequeño . Viene a depositar a dos años un empleado que ha recibido una pequeña participación en la herencia de su padre. Por otra parte, en ese mismo momento entra por la puerta el propietario de la principal industria del lugar:¿el gerente de la sucursal a quien va a recibir en su despacho, con una esplendida sonrisa? Pues bien, el gerente tenderá a hacer más lazos, a dar un mejor trato, incluyendo un mayor tipo de interés en el depósito al importante propietario local. Resumamos: hay un interés personal del gerente en este trato (recomendar a alguien en algún momento, un posible trabajo para él mismo, una información económica de utilidad, etc.). Como todos los gerentes en su específico nivel reproducen este comportamiento, no crea disonancias dentro de la organización.

Veamos ahora la hipótesis de colusión monopolística (o el capitalismo de amiguetes, en la feliz categoría de R. Krugman) es que los pagos de mayores tasas de interés a los grandes proveedores son traspasadas en su conjunto a toda la sociedad como tasas de interés mayores a los clientes, por un acuerdo tácito o expreso entre los grandes bancos. Si algún lector tiene dudas de esta colusión, puede tomar como referencia el precio del dinero que define el euribor, ayer 2,318%, y concurrir a algunos bancos para solicitar un pequeño crédito para la compra de un vehículo, por ejemplo. Si todos los bancos venden su producto al mismo precio, ¿donde quedan las aparentes diferencias de estilos de gestión, criterios de inversión, historia, etc.? Todas esas diferencias no son significativas para impedir que el conjunto del sector financiero venda sus productos a precios altos y similares.
Pueden estas hipótesis, una vez contrastadas, ser suficientes, o no, como explicación de la diferencia de procedimiento entre lo que supone un mundo con abundancia de dinero que otro, pretérito, de escasez del mismo.
 
¿Han cumplido los bancos con su función económica? 

Veamos ahora si los bancos, como corazón del sector financiero,  en los últimos años han cumplido con criterios de eficiencia para la gestión de sus negocios.El cliente del banco es quien lleva un proyecto que necesita financiación. Siguiendo nuestra metáfora del restaurante, es como que el comensal hace un pedido con muchas especificaciones, que son escuchadas por el cocinero, el cual a la vez le hace rectificaciones a ese pedido. Se “negocia” el servicio que se va a recibir, y si hay acuerdo, finalmente el comensal recibirá un plato que se puede ajustar mucho o poco al pedido inicial (lo cual puede ser de provecho o no, pero a priori solo queremos describir el proceso). 

Las empresas llevan una solicitud, un proyecto, al banco, el cual tiene que tener capacidad de análisis para entenderlo. En otras palabras, para un proyecto de inversión o empresarial el empleado del banco debe tener, como mínimo, un conocimiento básico de economía. Para un proyecto económico, el empleado debe ser como mínimo un economista. Y para un proyecto novedoso o muy especifico (por ejemplo en la plantación de bosques, o en la industria cerámica la fabricación de un nuevo horno, un nuevo alimento funcional, etc.) se necesitan economistas, ingenieros,etc. con experiencia, tanto en evaluación de proyectos como en sectores específicos. Estos son costos para los bancos, costos necesarios.  

Hoy se critica mucho el modelo norteamericano de bancos comerciales y bancos de inversión (critican los mismos que hace menos de un año pedían nuestro dinero para hacer inversiones en Estados Unidos, la tasa de sinvergüenzas del planeta también es fuertemente creciente). Pero ese modelo tenía una gran racionalidad. Los bancos comerciales captaban el ahorro, de corto o de largo plazo. En este último caso, llevaban los recursos a expertos de inversión que habían estudiado proyectos muy complicados y caros. Por ejemplo, una empresas de electricidad quiere construir una represa hidroeléctrica en un país de África. Toda la evaluación del proyecto lo hace el banco de inversión, posteriormente abre el período de suscripción de aporte de capital para los distintos bancos, que llevan una parte de sus fondos de inversión a ese proyecto (se exponen menos, ya que solo compran una parte). Si no existen los bancos de inversión, esto supone que los bancos comerciales deben tener departamentos bien nutridos de economistas, ingenieros  y abogados para analizar los proyectos (estos son costos de gestión necesarios para estar en el negocio).  Para los bancos, presas de esta avaricia que hoy si se denuncia,¿no seria maravilloso resolver con pocos costos la asignación del dinero a proyectos? 

Veamoslo del siguiente modo: al estar la tasa de interés tan baja a partir del año 2001, la demanda de dinero para inversión se incrementa (recuerden que al bajar la tasa de interés tenemos más proyectos posibles de ser financiados). Las autoridades monetarias, que son las que bajaron previamente la tasa de interés, ahora, en un segundo paso, deben permitir que no haya tensiones en el mercado del crédito y abastecen de dinero, mediante las subastas o re compra de bonos de tesorería, a los bancos privados que piden dinero porque las unidades económicas, al ver el dinero más barato, quieren realizar más proyectos. Este dinero que ingresa en los bancos a su vez es ampliado por los propios multiplicadores de creación de dinero de los bancos (recordemos que un depósito se multiplica por el inverso del coeficiente de caja de los bancos). En épocas de crecimiento económico, los coeficientes tienden a ser reducidos por las autoridades monetarias, con lo cual, mas dinero.  Y más dinero. Pues bien, la vivienda era el objeto ideal, perfecto, para este mundo de una avalancha de dinero que los bancos debían volver a colocar.  Fácil de entender, no se necesitan economistas ni expertos para dar créditos para viviendas. Y una vez creada la espiral ascendente de precios y la presión sobre incauta gente, la demanda de estos créditos de inversión estaba asegurada. Afortundamente la burbuja financiera no se paso plenamente a la burbuja incipiente en las materias primas, especificamente alimentos (una masa de dinero sobre una oferta relativamente fija siempre hace subir el precio, y este es el aviso para los especuladores que ceban la burbuja).Ahora bien, este no era el único camino, ni ha sido el mejor. Hoy, la debacle financiera se esta tragando a la economía real. La opción para los bancos hubiera sido crear grupos de análisis de inversiones que se hubiesen dirigido a nuevos sectores: biotecnológicos, nuevas máquinas herramienta, sector salud, nuevas medicinas (en estados unidos en 2007 solo se aprobaron 17 nuevos medicamentos), nuevas técnicas de producción , etc. La paradoja de esto es que se han desperdiciado 7 años poniendo el dinero donde no se debía poner. Hoy deberíamos tener, en el nivel de ocupación de cada país un 5% más de tecnólogos y empresas en nuevos sectores, en lugar de eso tenemos millones de desempleados. 

En el caso específico de España, el sector financiero cometió otro error. El haber ido a pedir prestado dinero a otros países, principalmente Alemania, para engordar más la inversión en el sector vivienda, tanto en préstamos a promotores y constructores y préstamos al sector familias y especuladores.
¿Qué hacer para salir de la crisis? 

El Gobierno de España, con la oportuna aprobación del Parlamento, ha ido implementando lineas de actuación, las principales orientadas al sector financiero. Ya se han concedido en tiempo récord alrededor de 16.000 millones de euros en la re compra de activos de la Banca. El plan esta contemplado hasta 30.000 millones ampliable hasta 50.000 millones de euros y se ha creado un plan de aval para la banca de hasta 100.000 millones para las emisiones de deuda. 

Para tener una idea de lo que esto significa, el total de dinero que recibirán todos los Ayuntamientos en el contexto del Plan España para obras de inversión no supera los 9.000 millones. 

Lo que hoy esta claro es que la Banca no esta canalizando estos fondos para el crédito de familias y empresas. Y es simple entenderlo: este año se deben devolver de los préstamos tomados en el exterior (algunas informaciones hablan de alrededor de 90.000 millones) y el año 2010 una cifra mucho mayor. La Banca en lugar de prestar domésticamente, intentará juntar  para el pago exterior y también, mientras pasa el tiempo, esperar que los mercados financieros vuelvan a tener excedentes para re financiar sus propios préstamos. 

Una propuesta para las empresas de España. 

Se han dado los recursos a la banca y los resultados esperados no se alcanzan ( se cifra en una reducción del 95% los préstamos del último trimestre del 2008 versus el 2007). Pues bien, si el objetivo es que las pequeñas y medianas empresas del país tengan financiación para su actividad económica, lo propuesta es la siguiente: 

Dotar una línea de crédito finalista para todas las empresas a ser distribuida por las cámaras de Comercio (en el caso de empresas agrícolas se debería buscar instituciones análogas); estos fondos sólo se podrían utilizar, mayormente, en el pago contra otras empresas. 

Veamos algunos datos.Todas las empresas hacen su declaración de impuestos a año fiscal concluido. Todas las pequeñas y medianas empresas (incluidos trabajadores autónomos) están incorporados a las Cámaras de Comercio de su territorio, según el pago del Impuesto de Actividades Económicas.  En España se dispone de una Agencia de Tributos de las más eficientes del mundo. Dicha Agencia dispone de la cifra de ventas de cada empresa. Pues bien, para cada agrupación de empresas que corresponden a cada Cámara de Comercio, se recibirá una  transferencia  agregada con las siguientes características (son a título orientativo):
1. Como se ha apuntado precedentemente, las empresas correspondientes a agricultura, ganadería y pesca, recibirán los fondos por intermedio de otras instituciones asociativas (del 10% de sus cifras de ventas).
2. Las empresas pertenecientes al sector energía, no participarán de este plan, en todo caso se tendrá que estudiar su caso específicamente por parte del Ministerio de Industria.
3. Las empresas de construcción recibirán únicamente un 5% de sus cifras de ventas de 2007.
4. El resto de empresas recibirá un 10% de su cifra de ventas para 2007.
5. Los fondos recibidos por transferencia tienen que hacer mención en cada depósito a la figura legal que le ha dado lugar a su nacimiento. Si es una Ley, por ejemplo, se hará la transferencia indicando expresamente el número y año de la Ley. 

6. Cada uno de los créditos es finalista, en el sentido que es para permitir pagos entre empresas. En este sentido cada empresa que haga pagos, solo mediante transferencias de bancos o cajas sin costos de gestión, volverá a hacer referencia a esta Ley.
7. Estos créditos tienen una carencia de dos años, sin pagos de capital e intereses durante dos años. Inicio de la recepción del crédito, febrero de 2009, inicio de la devolución, febrero de 2011. Interés anual fijo de 5% a devolver en 5 años en pagos mensuales.
8. Este dinero es intangible para bancos, cajas y cualquier acreedor hasta febrero de 2011 (los bancos no pueden apropiarse de los fondos de la empresa Pepito por que su dueño, el Sr. Pepito tiene un descubierto con la tarjeta de crédito. Son personas jurídicas distintas, independientemente de lo firmado en contratos cliente-institución financiera. Este aspecto debe ser expresamente tratado en la Ley de Creación de la línea de crédito). 

9. Sólo se podrá utilizar hasta un 20% de la cantidad del crédito para pagos en conceptos de salario. En este caso, una vez transferido a la cuenta del trabajador, pierde su característica de intangibilidad. La razón de restringir al pago de salarios (el cual podría ser cero) es que muchos empresarios piensan en reducir sus estructuras, no considerando que estos tipos de recesiones no duran más de dos años (y si ustedes quieren, la depresión de los años 30 empezó a ser superada a los 5 años) y siguiendo un criterio a la japonesa, lo que se pierde en despedir más lo que cuesta volver a contratar no compensa el tener soluciones negociadas empresa-trabajadores mientras pasa la crisis. 

10. El listado de las transferencias para cada empresa debe ser presentado en una Asamblea de cada Cámara de Comercio, en un plazo no mayor de una semana desde que se recibe la transferencia. Los órganos rectores de las Cámaras podrán bloquear las transferencias si consideran que hay riesgos de defraudación (por ejemplo la empresa no funciona más, o esta en proceso de liquidación). Las Cámaras y sus autoridades no serán responsables ni legal ni económicamente por las asignaciones transferidas de acuerdo al texto legal de creación de las mimas.

11. Las Cámaras recibirán un 1% más de fondos para considerar la situación de las empresa constituidas durante 2008. Dispondrán de un mes para hacer el respectivo listado de transferencias. 

Este programa se financiará mediante emisión de Deuda Pública. Se propone reducir las ayudas a la Banca, incluidos los avales, para que esta liquidez llegue inmediatamente a las empresas.

Sobre las ayudas mediante re compra de activos  a la Banca si corresponde hacer dos observaciones. Por un lado puede haber un problema de enriquecimiento no contemplado en el ánimo con que instrumento la medida. En España, al contrario que en el resto de países, especialmente la experiencia sueca de rescate de los bancos, se están comprando activos de buena calidad. A pesar de esto, todos los activos están cayendo de valor. Con lo cual, podría ser que una cédula hipotecaría constituida en el año 2008 sobre un bien específico, por ejemplo medio millón de euros, una vez comprada por el Estado, en manos del inversor privado permitiese volver a comprar un activo similar ,por ejemplo el piso de al lado, por un precio menor, reducción en el precio que no sería compensada en el momento de la re compra del activo a pesar del tipo de interés cargado por la operación. A esto se le añade que a la máxima financiera que un euro de hoy vale más que un euro de mañana (porque puedo ponerla a interés un día) tiene su excepción, extraordinaria afortunadamente, en los momentos de deflación de precios como el que estamos viviendo. Un euro hoy vale menos que un euro a fin de año (se podrán comprar más bienes). 

El segundo aspecto a señalar en relación a la compra de activos por parte del Estado es que los balances de las instituciones bancarias quedan de peor calidad. El Banco A tiene activos de buena y mala calidad. El Estado le compra en subastas los activos de buena calidad a cambio de dinero. El valor total del activo del Banco A no ha cambiado. Ahora tiene activos de mala calidad, dinero liquido y supongamos que en el Pasivo, aparte del capital tiene un crédito solicitado a bancos alemanes. Llegado el día del vencimiento del crédito todo el liquido, a mera simplicidad explicativa, es utilizada en la cancelación del crédito. Ahora queda una estructura de Balance de activos de mala calidad versus el capital del Banco. Es cierto que tiene una re compra a hacer de los activos de buena calidad, pero va a necesitar financiación para esto. Un balance como el descripto no es el mejor para obtener fondos a futuro. Este es un aspecto que se debería contemplar y tal vez adoptar, si se quiere seguir con la compra de activos, el comportamiento general o de compra de los malos activos o de inyectar fondos mediante compras de ampliaciones de capital, por parte del Estado como en Reino Unido, por el lado del pasivo.

El problema de la excesiva volatilidad en el mercado de acciones. 

El mercado de acciones es el instrumento para la captación de capital de las empresas. Es también el instrumento para la inversión de los particulares. Ambas cuestiones están en el mediano y largo plazo. Infinidad de intermediarios financieros intervienen en la compra de acciones en operaciones  de muy corto plazo, creando desplazamientos en los valores de las acciones que no se corresponden con variaciones en las situaciones de las empresas, sino en la denominada teoría de análisis técnico de los valores.

Hace bastante tiempo que se ha demostrado que ese supuesto valor de estas técnicas aplicadas por las gestoras de fondos se ha probado como poco consistente( al respecto el excelente libro de Burton Maikel, Un paseo aleatorio por Wall Street, sigue siendo una preciosa guía): las que en algún año aciertan, en otros fallan estrepitosamente.

En estos momentos de crisis hay países que han prohibido operaciones, por ejemplo jugar a la baja en el precio de las acciones. Realmente si el juego, en un sentido moral cuando es un vicio es condenable, no se termina de entender que solo se prohíba algún tipo de juego. 

La cuestión cierta es que una institución de capital para el largo plazo esta siendo utilizada de una forma similar a las apuestas de un casino, día tras día (por eso le dicen inversión intra día, las acciones se compran por horas). Este es el momento de hacer pagar, que no prohibir, por estas perturbaciones. A titulo de ejemplo podríamos proponer que quien compra acciones por menos de un año pague una tasa, en el momento de la venta, del 10% del valor de dicha operación. Quien tenga las acciones hasta dos años, que pague un 5% de tasa y a partir de un segundo año, sin pago alguno. 

Algunas medidas se deben tomar para que de aquí a pocos años no estemos soportando de nuevo que por falta de control o de regulación, los mercados se vuelvan a desplomar como consecuencia de aquellos que tergiversan lo que es el la función primigenia de la bolsa:financiación para las empresas antes que especulación.

Propuestas para los políticos. 

 Esta situación que estamos viviendo supone un cambio importante en lo que era el mundo según lo conocíamos. No volveremos a una situación similar, cuanto antes tengamos una mente abierta para pensar lo inimaginable, mejor. Esta tarea es para el conjunto de políticos, no es un tema del Gobierno o de los distintos partidos de la oposición. Y esto se conoce como la vieja idea de política de Estado, con mayúscula. Veamos las propuestas. 

1. Los bancos resolverán sus problemas, no permitamos que arrasen al sector productivo de la sociedad. 

Se han hecho cambios y hoy están garantizados los depósitos de los españoles hasta un nivel que cubre al 90% de los depositantes:  100.000 euros por depositante (el resto deberá diversificar si no quiere correr riesgos). Muchos bancos y cajas de ahorro son claramente viables. Las que no, tendrán dos vías principales de solución: absorbidos por otras instituciones; re negociación de sus créditos impagos por participaciones accionarias en sus capitales. Nuestra anomalía hoy día es que ningún banco haya solicitado ayudas públicas para entrar en su capital o  quebrado, como en la mayoría de países de nuestro entorno.

2. Es el momento de impulsar la tasa Tobin a las transferencias financieras internacionales.

 

España puede liderar propuestas modernizadoras y que aseguren eficientemente el ahorro doméstico. Esa pequeña tasa del 0,1% de todas las transferencias financieras internacionales permitirá constituir un fondo suficiente para acometer una de las grandes vergüenzas de nuestros tiempos: el hambre. Pero no se trata de dar de comer, se trata de incorporar a millones de personas que de la situación de hambrientos pasen a la categoría de pobres. Se deben crear millones de puestos de trabajo de agricultores sustentables con los alimentos propios de sus hábitats, redes de transporte, lugares de distribución y venta, controles sanitarios, etc..Estas incorporaciones harán que la cantidad de dinero no sea tan excesiva. ¿Hay mucho dinero o poco? Uno de los factores principales es el nivel del Producto Interior Bruto, en su nivel doméstico o mundial.
En este impulso España debe proponer ser sede de esta nueva institución financiera internacional.

 

3. Las tasas de interés, en el medio plazo deben ser más altas.

 

Las tasas de interés, excesivamente bajas, han alimentado esta crisis. Por un lado desalientan el ahorro, por el otro, cualquier proyecto, por disparatado que sea, financieramente parece viable. La tasa de interés debe retribuir adecuadamente el ahorro. Esto no tiene que ver conque la diferencia en tre las tasas de interés de referencia, el euribor por ejemplo, y las tasas activas de interés de los prestamos sean de escandalo, en este caso debería estudiarse alguna relación cuantitativa (no más de tantos puntos, por ejemplo).
 
4.El sistema político debe defender al sector público.

 

Hoy día parece, principalmente en los medios de comunicación, que el neo liberalismo ha muerto y que Keynes esta más vivo que nunca. Esta crisis esta haciendo dos cosas a la vez, a una velocidad espeluznante: por un lado demanda recursos financieros para cubrir al sector financiero y algo de la economía real, por la otra liquida empleo y empresas. Estas personas que pierden el trabajo y empresas en quiebra eran anteriores aportantes a las arcas públicas.

 

Si esta velocidad continúa, en un año o dos podríamos entrar en un proceso de reducción del Sector Público. Los impuestos recolectados no serán suficientes para cubrir los gastos de estructura de los Estados según los conocemos hoy. Una situación es un déficit público del 3% con un PIB de un billón y otra cosa es ese mismo déficit con un PIB de 900.000 millones y los efectos que esto tiene sobre el multiplicador del gasto público en los años sucesivos.

 

En otras palabras: después de más de 20 años de unas desregulaciones financieras que se fueron llevando selectivamente áreas geográficas enteras, con el subsiguiente golpe al sector productivo y finalmente Estados que sólo podían pagar deuda nos encontramos ahora con un proceso similar. Es muy instructivo leer lo que opinan de la situación actual en medios de finanzas en internet y observar como se hace responsable en España al Sector Público de la actual crisis:exceso de niveles de gobierno y exceso de empleados públicos.

 

Quienes creemos que una sociedad libre consiste tanto en un Sector Público como en un sector privado debemos anticiparnos a una reducción en el nivel de vida de nuestros conciudadanos como consecuencia de una reducción de lo privado hoy y de lo público mañana.

 

Autor: Alejandro Brocato Cardoso. Economista.

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03 PM | 31 Ene

JEAN PAUL SARTRE Y LA INFANCIA DE IVAN

El filósofo francés,JEAN PAUL SARTRE, que al tiempo que La infancia de Iván se estrenaba en Italia, vivía en Roma, envió una carta a la redacción del diario l’Unitá, haciendo un comentario a una crítica aparecido en el diario comunista sobre la película de Tarkovski, porque entendía que los críticos de la izquierda italiana no hacían justicia al, según él, admirable filme de Tarkovski. El director de este diario, Alicata, decidió hacer pública la carta de Sartre, y la publicó en l’Unitá el 9 de octubre de 1963.


Discusión sobre la crítica acerca de
La infancia de Iván

por Jean-Paul Sartre



Mi querido Alicata:
Le he dicho en varias ocasiones toda la estima que tengo por sus colaboradores que se ocupan de literatura, de artes plásticas o de cine. Encuentro que en ellos coexisten el rigor y la libertad, lo cual hace que puedan, en general, ir al fondo de los problemas y, al mismo tiempo, captar la obra en lo que tiene de singular y de concreto. Puedo hacer los mismos elogios a Il Paese y a Paese Sera: ningún esquematismo de izquierdas, ni nadie que sea esquemático.
Es la razón por la cual querría expresarle una queja. ¿Por qué hacen, por primera vez, que yo sepa, que la acusación de esquematismo pueda ser lanzada contra los artículos que Unitá y los otros periódicos de izquierda han consagrado a La infancia de Iván, una de las películas más bellas que he visto durante el curso de estos últimos años? El jurado del León de Oro le ha atribuido la más alta recompensa; pero esto se convierte en una extraña patente de «occidentalismo» y contribuye a hacer de Tarkovski un pequeño burgués sospechoso si, al mismo tiempo, la izquierda italiana le mira con malos ojos. En verdad, tales juicios desconfiados abandonan, sin justificación real, a nuestras clases medias, una película profundamente rusa y revolucionaria, que expresa de modo típico la sensibilidad de las jóvenes generaciones soviéticas. Por mi parte, la vi en Moscú, en proyección privada, luego en público, en medio de los jóvenes, y he comprendido lo que representaba para aquellos niños de veinte años, herederos de la revolución, que no la ponían en duda un instante, y se proponían orgullosamente el continuarla: en su aprobación, se lo aseguro, no había nada que se pudiera definir como una reacción de «pequeños burgueses». No hay que decir que un crítico es libre de hacer todas las reservas acerca de una obra que debe juzgar. ¿Pero es justo el mostrar tanta desconfianza respecto a una película que ha sido —y es siempre— objeto de apasionadas discusiones en la URSS? ¿Es justo el criticar sin tener en cuenta esas discusiones, ni su profundo significado, como si La infancia de Iván sólo fuera un ejemplo de la producción corriente en la URSS? Le conozco lo suficiente, mi querido Alicata, para saber que usted no comparte la visión simplista de sus críticos. Y como la estima que siento por ellos es realmente sincera, le pido que les haga conocer esta carta que —por lo menos— tendrá quizá la oportunidad de reanudar la discusión antes de que sea demasiado tarde.
Se ha hablado de tradicionalismo y, al mismo tiempo, de que esos criterios formalistas están superados también. Es cierto que en Fellini, en Antonioni, el simbolismo tiende a ocultarse. Pero con el solo resultado de que es todavía más manifiesto. Y el neorrealismo italiano tampoco lo evitaba. Habría que hablar aquí de la función simbólica de cualquier obra, incluso la más realista. No tenemos tiempo de ello. Por otra parte, es más bien la naturaleza de su simbolismo la que se ha querido reprochar a Tarkovski: ¡sus símbolos serían expresionistas o suprarrealistas! Esto es lo que no puedo aceptar. Primero, porque aquí se halla de nuevo la acusación que un cierto académico hace, incluso en la URSS, contra el joven director de escena. Para ciertos críticos de allí, y para los mejores críticos de aquí, parecería que Tarkovski hubiera asimilado apresuradamente los procedimientos superados en Occidente y que los aplica sin discernimiento. Se le reprochan los sueños de Iván: «¡Sueños! En Occidente nosotros hace mucho que hemos dejado de utilizar los sueños. ¡Tarkovski está atrasado!; eso era bueno entre las dos guerras!» He aquí lo que escriben las plumas autorizadas.
Pero Tarkovski tiene veintiocho años (él me lo ha dicho, y no treinta como escriben ciertos periódicos), y hay que estar seguros de ello, conoce muy mal el cine occidental. Su cultura es necesaria y esencialmente soviética. No se gana nada, y se pierde todo, queriendo derivar de los procedimientos burgueses un «tratamiento» que se desprende de la misma película y de la materia tratada. Iván está loco, es un monstruo; es un pequeño héroe; en verdad es la más inocente y conmovedora victima de la guerra: ese muchacho, al que no es posible dejar de amar, ha sido forjado por la violencia, la ha interiorizado. Los nazis lo han matado cuando han matado a su padre y aniquilado a los habitantes de su pueblo. No obstante, vive. Pero, en otro lado, en ese instante irremediable donde ha visto caer a su prójimo. Yo mismo he visto a ciertos jóvenes argelinos alucinados, modelados por las matanzas. Para ellos, no había ninguna diferencia entre la pesadilla de la vigilia y las pesadillas nocturnas. Los habían matado, querían matar y hacerse matar. Su encarnizamiento heroico era, ante todo, odio y fuga ante una angustia insoportable. Si se batían, huían del horror en el combate; si la noche los desarmaba, si volvían, en el suelo, a la ternura de su edad, el horror renacía, revivía el recuerdo que querían olvidar. Así le ocurre a Iván. Y pienso que hay que celebrar a Tarkovski por haber mostrado tan bien cómo, para este niño tendido hacia el suicidio, no hay diferencia entre el día y la noche. En todo caso, no vive con nosotros. Acciones y alucinaciones están en estrecha correspondencia. Véase las relaciones que conserva con los adultos; vive en medio de las tropas: los oficiales —buenas gentes, valientes, pero «normales», que no han sufrido una infancia trágica— le acogen, se ocupan de él, le quieren, quieren a toda costa «normalizarlo», enviarlo a retaguardia, a la escuela. Aparentemente, el niño podría, como en la novela de Shólojov, hallar entre ellos un padre que reemplazase al que ha perdido. Demasiado tarde: ya no necesita padres; más profundo aún que esta privación es el horror indecible de la matanza vista que le reduce a la soledad. Los oficiales terminan por considerar al niño con una mezcla de ternura, de estupor y ven en él ese monstruo perfecto, tan bello y casi odioso, que el enemigo ha radicalizado, que se afirma mediante impulsos asesinos (por ejemplo, el cuchillo), y que no puede cortar los lazos de la guerra y de la muerte; que tiene ahora necesidad de ese universo siniestro para vivir; que se ha liberado del miedo en mitad de la batalla y que, en la retaguardia, será vencido por la angustia. La pequeña víctima sabe lo que necesita: la guerra —que lo ha creado—, la sangre, la venganza. No obstante, los dos oficiales lo aman; en cuanto a él, todo cuanto puede decirse, es que no los odia. El amor es, para él, un camino cerrado para siempre. Sus pesadillas, sus alucinaciones, no son en nada gratuitas. No se trata de trozos de bravura, ni siquiera de sondeos en la «subjetividad» del niño; son perfectamente objetivas, se continúa viendo a Iván desde el exterior, igual que en las escenas «realistas»; la verdad es que para este niño el mundo entero es una alucinación, y que este mismo niño, monstruo y mártir, es, en este universo, una alucinación para los otros. Por esta razón, la primera secuencia nos introduce hábilmente en el mundo verdadero y falso del niño y de la guerra, describiéndonos todo a partir de la carrera real del niño a través de los bosques, hasta la falsa muerte de su madre (ha muerto realmente, pero el acontecimiento —que no conoceremos nunca, porque está enterrado demasiado profundamente— era distinto; no vuelve nunca a la superficie, sino a través de descripciones que le quitan un poco de su horrible desnudez). ¿Locura? ¿Realidad? Lo uno y lo otro: en la guerra, todos los soldados son locos; ese niño monstruo es un testimonio objetivo de su locura, porque es el más loco. No se trata, pues, ni de expresionismo ni de simbolismo, sino de un modo de narrar exigido por el mismo tema, que el joven poeta Vosnessenky llamó «suprarrealismo socialista».
Habría sido necesario penetrar más profundamente en las intenciones del autor para comprender el sentido mismo del tema: la guerra mata, incluso a los que sobreviven. Y en un sentido más profundo aún: la historia, en un solo y único movimiento, reclama sus héroes, los crea y los destruye al hacerlos incapaces de vivir sin sufrir en la sociedad que han contribuido a forjar.
Se ha celebrado el Uomo da bruciare al mismo tiempo que se miraba con desconfianza La infancia de Iván. Se han hecho elogios a los autores de la primera película, por otra parte muy honorable, porque habían introducido de nuevo la complejidad en el héroe positivo. Es verdad: le han dado defectos: por ejemplo, la mitomanía. Han indicado al mismo tiempo la abnegación del personaje a la causa que defiende y su auténtico egocentrismo. Pero, por mi parte, no encuentro en esto nada nuevo. En definitiva, las mejores producciones del realismo socialista han presentado siempre, a pesar de todo, héroes complejos, matizados, han exaltado su mérito, teniendo cuidado de subrayar algunas de sus debilidades. En verdad, el problema no es dosificar los vicios y las virtudes del héroe, sino el discutir el propio heroísmo.
No para rechazarlo, sino para comprenderlo. De ese heroísmo, La infancia de Iván saca a la luz a la vez la necesidad y la ambigüedad. El niño no tiene pequeñas virtudes ni pequeñas debilidades: es radicalmente lo que la historia ha hecho de él. Proyectado a su pesar en la guerra, la guerra no lo ha hecho enteramente. Pero si asusta a los soldados que lo rodean, es porque no podrá vivir nunca en la paz. La violencia que hay en él, nacida de la angustia y del horror, le sostiene, le ayuda a vivir y le impulsa a pedir misiones peligrosas de exploración. Pero ¿qué va a ser de él después de la guerra? Si sobrevive, la lava incandescente que hay en él no se enfriará jamás. ¿No hay aquí, en el sentido más estricto del término, una importante crítica del héroe positivo? Se le muestra como es, doloroso y magnífico, se hace ver las fuentes trágicas o fúnebres de su fuerza, se revela que ese producto de la guerra, perfectamente adaptado a la sociedad guerrera, está por eso mismo condenado a convertirse en asocial en el universo de la paz. Así, la historia hace a los hombres: los elige, los cabalga y los hace morir bajo ella. En medio de los hombres de la paz, que aceptan morir por la paz y hacen la guerra por la paz, ese niño marcial y loco hace la guerra por la guerra. Precisamente por eso, vive, en medio de los soldados que lo aman, en una soledad insoportable.
De todos modos, es un niño. Esta alma desolada conserva la ternura de la infancia, pero no puede experimentarla y, menos aún, expresarla. O bien, si se abandona a ella en sus sueños, si se pone a soñar en la dulce distracción de los trabajos cotidianos, se puede estar seguro de que esos sueños se metamorfosean inevitablemente en pesadillas. Las imágenes de la dicha más elemental acaban por asustarnos: conocemos el fin. Y, sin embargo, esta ternura reprimida, rota, vive en cada instante; Tarkovski se ha cuidado de rodear de ella a Iván: es el mundo, el mundo a pesar de la guerra e incluso, a veces, a causa de la guerra (pienso en esos cielos admirables atravesados por bolas de fuego). En realidad, el lirismo de la película, su cielo surcado, sus aguas tranquilas, sus bosques innumerables, son la vida misma de Iván, el amor y las raíces que se le han negado, lo que él era, lo que es aún, sin poder jamás acordarse de ello, lo que los otros ven en él, en torno de él, lo que él no puede ver. No conozco nada tan conmovedor como esta larga secuencia: la travesía del río, larga, lenta, desgarradora; a pesar de su angustia y de su incertidumbre (¿era justo hacer correr todos estos riesgos a un niño?), los oficiales que lo acompañan están penetrados de esta dulzura desolada, terrible. Pero el niño, obseso por la muerte, no advierte nada, salta a tierra, desaparece; va hacia el enemigo. La barca vuelve hacia la otra orilla; el silencio reina en medio del río; el cañón se calla. Uno de los militares dice al otro: «Ese silencio, es la guerra…»
En aquel mismo instante el silencio estalla: gritos, aullidos, es la paz. Locos de alegría, los soldados soviéticos han invadido la cancillería de Berlín, suben corriendo las escaleras. Uno de los oficiales —¿el otro está muerto?— ha hallado en un cuartucho varios libritos: el Tercer Reich era burocrático; por cada ahorcado una foto, un nombre en una lista. El joven oficial ve en uno de ellos la foto de Iván. Ahorcado a los doce años. En medio de la alegría de una nación, que ha pagado duramente el derecho de proseguir la construcción del socialismo, hay —entre otros tantos— ese agujero negro, un pinchazo irremediable: la muerte de un niño en medio del odio y de la desesperación. Nada, ni siquiera el comunismo futuro, redimirá eso. Nada: aquí se nos muestra, sin intermediarios, la alegría colectiva y ese modesto desastre personal. No hay siquiera una madre para confundir en sí misma dolor y orgullo: una pérdida árida. La sociedad de los hombres progresa hacia sus fines, los vivos realizarán sus metas con sus propias fuerzas, y no obstante, ese pequeño muerto, minúscula brizna de paja barrida por la historia, queda como una pregunta sin respuesta, que no compromete nada, pero que hace ver todo a una luz nueva: la historia es trágica. Hegel lo dijo. Y Marx también, añadiendo que progresaba siempre por sus lados peores. Pero nosotros no lo decimos casi nunca, en estos últimos tiempos, insistimos sobre el progreso, olvidando las pérdidas que nada puede compensar. La infancia de Iván nos recuerda todo eso del modo más insinuante, más dulce, más explosivo. Un niño muere. Y es casi un happy end, desde el momento en que no podía sobrevivir. En un cierto sentido, pienso que el autor, ese joven, ha querido hablar de él y de su generación. No es que estén muertos, todo lo contrario, esos jóvenes pioneros orgullosos y duros, pero su infancia ha sido rota por la guerra y sus consecuencias. Casi querría decir: he aquí Los cuatrocientos golpes soviéticos, pero para destacar mejor las diferencias. Un niño destrozado por sus padres; he aquí la tragicomedia burguesa. Millares de niños destrozados, vivos, por la guerra, he ahí una de las tragedias soviéticas.
En ese sentido, la película nos parece específicamente rusa. La técnica es ciertamente rusa, aun siendo en sí original. Nosotros, en Occidente, sabemos apreciar el ritmo rápido y elíptico de Godard, la lentitud protoplásmica de Antonioni. Pero la novedad es ver estas velocidades en un director de escena que no se inspira en ninguno de esos dos autores, pero que ha querido vivir el tiempo de la guerra en su insoportable lentitud y, en la misma película, saltar de una época a la otra con la rapidez elíptica de la historia (pienso en particular en el admirable contraste entre esas dos secuencias: el río, el Reichtag), sin desarrollar la intriga, abandonando los personajes en un cierto momento de su vida, para hallarlos de nuevo en otro, o en el de su muerte. Pero no es la oposición de los ritmos la que da a la película su carácter específico desde el punto de vista social. Esos momentos de desesperación que destruyen una persona, los hemos conocido —menos numerosos— en la misma época. (Recuerdo a un niño judío de la edad de Iván que, al saber en 1945 la muerte de su padre y de su madre en la cámara de gas y su incineración, roció de gasolina su colchón, se acostó sobre él, le pegó fuego y se dejó quemar vivo.) Pero nosotros, nosotros no hemos tenido ni el mérito ni la oportunidad de poder lanzarnos a una construcción grandiosa. Con frecuencia, hemos conocido el mal. Pero nunca el mal radical en el seno del bien, en el momento en que entra en lucha con el propio bien. Eso es lo que nos sorprende aquí: naturalmente, ningún soviético puede decirse responsable de la muerte de Iván; los únicos culpables son los nazis. Pero el problema no está ahí: venga de donde venga, el mal, cuando atraviesa el bien con sus innumerables alfilerazos, revela la trágica verdad del hombre y del progreso histórico. ¿Y dónde podría decirse eso mejor que en la URSS, el único gran país donde la palabra progreso tiene un sentido? Y naturalmente no hay lugar para sacar de ello no sé qué pesimismo. Igual que un optimismo fácil. Sino sólo la voluntad de combatir sin perder jamás de vista el precio que hay que pagar. Sé que conoce mejor que yo, mi querido Alicata, el dolor, el sudor y con frecuencia la sangre que cuesta el menor cambio que quiere introducirse en la sociedad; estoy seguro de que apreciará igual que yo esa película acerca de las pérdidas áridas de la historia. Y la estima que siento por los críticos de Unitá me persuade para que le pida que les muestre esta carta. Me sentiría dichoso si estas pocas observaciones pudieran darles la ocasión de responderme y de abrir de nuevo la discusión acerca de Iván. No es el León de Oro lo que debería ser la verdadera recompensa de Tarkovski, sino el interés, aunque fuese polémico, suscitado por su película entre los que luchan juntos por la liberación del hombre y contra la guerra.

Mi querido Alicata:Le he dicho en varias ocasiones toda la estima que tengo por sus colaboradores que se ocupan de literatura, de artes plásticas o de cine. Encuentro que en ellos coexisten el rigor y la libertad, lo cual hace que puedan, en general, ir al fondo de los problemas y, al mismo tiempo, captar la obra en lo que tiene de singular y de concreto. Puedo hacer los mismos elogios a y a ningún esquematismo de izquierdas, ni nadie que sea esquemático.Es la razón por la cual querría expresarle una queja. ¿Por qué hacen, por primera vez, que yo sepa, que la acusación de esquematismo pueda ser lanzada contra los artículos que y los otros periódicos de izquierda han consagrado a una de las películas más bellas que he visto durante el curso de estos últimos años? El jurado del León de Oro le ha atribuido la más alta recompensa; pero esto se convierte en una extraña patente de «occidentalismo» y contribuye a hacer de Tarkovski un pequeño burgués sospechoso si, al mismo tiempo, la izquierda italiana le mira con malos ojos. En verdad, tales juicios desconfiados abandonan, sin justificación real, a nuestras clases medias, una película profundamente rusa y revolucionaria, que expresa de modo típico la sensibilidad de las jóvenes generaciones soviéticas. Por mi parte, la vi en Moscú, en proyección privada, luego en público, en medio de los jóvenes, y he comprendido lo que representaba para aquellos niños de veinte años, herederos de la revolución, que no la ponían en duda un instante, y se proponían orgullosamente el continuarla: en su aprobación, se lo aseguro, no había nada que se pudiera definir como una reacción de «pequeños burgueses». No hay que decir que un crítico es libre de hacer todas las reservas acerca de una obra que debe juzgar. ¿Pero es justo el mostrar tanta desconfianza respecto a una película que ha sido —y es siempre— objeto de apasionadas discusiones en la URSS? ¿Es justo el criticar esas discusiones, ni su profundo significado, como si sólo fuera un ejemplo de la producción corriente en la URSS? Le conozco lo suficiente, mi querido Alicata, para saber que usted no comparte la visión simplista de sus críticos. Y como la estima que siento por ellos es realmente sincera, le pido que les haga conocer esta carta que —por lo menos— tendrá quizá la oportunidad de reanudar la discusión antes de que sea demasiado tarde.Se ha hablado de tradicionalismo y, al mismo tiempo, de que esos criterios formalistas están superados también. Es cierto que en Fellini, en Antonioni, el simbolismo tiende a ocultarse. Pero con el solo resultado de que es todavía más manifiesto. Y el neorrealismo italiano tampoco lo evitaba. Habría que hablar aquí de la función simbólica de cualquier obra, incluso la más realista. No tenemos tiempo de ello. Por otra parte, es más bien la de su simbolismo la que se ha querido reprochar a Tarkovski: ¡sus símbolos serían expresionistas o suprarrealistas! Esto es lo que no puedo aceptar. Primero, porque aquí se halla de nuevo la acusación que un cierto académico hace, incluso en la URSS, contra el joven director de escena. Para ciertos críticos de allí, y para los mejores críticos de aquí, parecería que Tarkovski hubiera asimilado apresuradamente los procedimientos superados en Occidente y que los aplica sin discernimiento. Se le reprochan los sueños de Iván: «¡Sueños! En Occidente nosotros hace mucho que hemos dejado de utilizar los sueños. ¡Tarkovski está atrasado!; eso era bueno entre las dos guerras!» He aquí lo que escriben las plumas autorizadas.Pero Tarkovski tiene veintiocho años (él me lo ha dicho, y no treinta como escriben ciertos periódicos), y hay que estar seguros de ello, conoce muy mal el cine occidental. Su cultura es necesaria y esencialmente soviética. No se gana nada, y se pierde todo, queriendo derivar de los procedimientos burgueses un «tratamiento» que se desprende de la misma película y de la materia tratada. Iván está loco, es un monstruo; es un pequeño héroe; en verdad es la más inocente y conmovedora victima de la guerra: ese muchacho, al que no es posible dejar de amar, ha sido forjado por la violencia, la ha interiorizado. Los nazis lo han matado cuando han matado a su padre y aniquilado a los habitantes de su pueblo. No obstante, vive. Pero, en otro lado, en ese instante irremediable donde ha visto caer a su prójimo. Yo mismo he visto a ciertos jóvenes argelinos alucinados, modelados por las matanzas. Para ellos, no había ninguna diferencia entre la pesadilla de la vigilia y las pesadillas nocturnas. Los habían matado, querían matar y hacerse matar. Su encarnizamiento heroico era, ante todo, odio y fuga ante una angustia insoportable. Si se batían, huían del horror en el combate; si la noche los desarmaba, si volvían, en el suelo, a la ternura de su edad, el horror renacía, revivía el recuerdo que querían olvidar. Así le ocurre a Iván. Y pienso que hay que celebrar a Tarkovski por haber mostrado tan bien cómo, para este niño tendido hacia el suicidio, no hay diferencia entre el día y la noche. En todo caso, no vive con nosotros. Acciones y alucinaciones están en estrecha correspondencia. Véase las relaciones que conserva con los adultos; vive en medio de las tropas: los oficiales —buenas gentes, valientes, pero «normales», que no han sufrido una infancia trágica— le acogen, se ocupan de él, le quieren, quieren a toda costa «normalizarlo», enviarlo a retaguardia, a la escuela. Aparentemente, el niño podría, como en la novela de Shólojov, hallar entre ellos un padre que reemplazase al que ha perdido. Demasiado tarde: ya no necesita padres; más profundo aún que esta privación es el horror indecible de la matanza que le reduce a la soledad. Los oficiales terminan por considerar al niño con una mezcla de ternura, de estupor y ven en él ese monstruo perfecto, tan bello y casi odioso, que el enemigo ha que se afirma mediante impulsos asesinos (por ejemplo, el cuchillo), y que no puede cortar los lazos de la guerra y de la muerte; que tiene ahora necesidad de ese universo siniestro para vivir; que se ha liberado del miedo en mitad de la batalla y que, en la retaguardia, será vencido por la angustia. La pequeña víctima sabe lo que necesita: la guerra —que lo ha creado—, la sangre, la venganza. No obstante, los dos oficiales lo aman; en cuanto a él, todo cuanto puede decirse, es que no los odia. El amor es, para él, un camino cerrado para siempre. Sus pesadillas, sus alucinaciones, no son en nada gratuitas. No se trata de trozos de bravura, ni siquiera de sondeos en la «subjetividad» del niño; son perfectamente objetivas, se continúa viendo a Iván desde el exterior, igual que en las escenas «realistas»; la verdad es que para este niño el mundo entero es una alucinación, y que este mismo niño, monstruo y mártir, es, en este universo, Por esta razón, la primera secuencia nos introduce hábilmente en el mundo verdadero y falso del niño y de la guerra, describiéndonos todo a partir de la carrera real del niño a través de los bosques, hasta la falsa muerte de su madre (ha muerto realmente, pero el acontecimiento —que no conoceremos nunca, porque está enterrado demasiado profundamente— era distinto; no vuelve nunca a la superficie, sino a través de descripciones que le quitan un poco de su horrible desnudez). ¿Locura? ¿Realidad? Lo uno y lo otro: en la guerra, todos los soldados son locos; ese niño monstruo es un testimonio objetivo de su locura, porque es el más loco. No se trata, pues, ni de expresionismo ni de simbolismo, sino de un modo de narrar exigido por el mismo tema, que el joven poeta Vosnessenky llamó «suprarrealismo socialista».Habría sido necesario penetrar más profundamente en las intenciones del autor para comprender el sentido mismo del tema: la guerra mata, incluso a los que sobreviven. Y en un sentido más profundo aún: la historia, en un solo y único movimiento, reclama sus héroes, los crea y los destruye al hacerlos incapaces de vivir sin sufrir en la sociedad que han contribuido a forjar.Se ha celebrado el al mismo tiempo que se miraba con desconfianza Se han hecho elogios a los autores de la primera película, por otra parte muy honorable, porque habían introducido de nuevo la complejidad en el héroe positivo. Es verdad: le han dado defectos: por ejemplo, la mitomanía. Han indicado al mismo tiempo la abnegación del personaje a la causa que defiende y su auténtico egocentrismo. Pero, por mi parte, no encuentro en esto nada nuevo. En definitiva, las mejores producciones del realismo socialista han presentado siempre, a pesar de todo, héroes complejos, matizados, han exaltado su mérito, teniendo cuidado de subrayar algunas de sus debilidades. En verdad, el problema no es dosificar los vicios y las virtudes del héroe, sino el discutir el propio heroísmo.No para rechazarlo, sino para comprenderlo. De ese heroísmo, saca a la luz a la vez la necesidad y la ambigüedad. El niño no tiene pequeñas virtudes ni pequeñas debilidades: es radicalmente lo que la historia ha hecho de él. Proyectado a su pesar en la guerra, la guerra no lo ha hecho enteramente. Pero si asusta a los soldados que lo rodean, es porque no podrá vivir nunca en la paz. La violencia que hay en él, nacida de la angustia y del horror, le sostiene, le ayuda a vivir y le impulsa a pedir misiones peligrosas de exploración. Pero ¿qué va a ser de él después de la guerra? Si sobrevive, la lava incandescente que hay en él no se enfriará jamás. ¿No hay aquí, en el sentido más estricto del término, una importante crítica del héroe positivo? Se le muestra como es, doloroso y magnífico, se hace ver las fuentes trágicas o fúnebres de su fuerza, se revela que ese producto de la guerra, perfectamente adaptado a la sociedad guerrera, está por eso mismo condenado a convertirse en asocial en el universo de la paz. Así, la historia hace a los hombres: los elige, los cabalga y los hace morir bajo ella. En medio de los hombres de la paz, que aceptan morir por la paz y hacen la guerra por la paz, ese niño marcial y loco hace la guerra por la guerra. Precisamente por eso, vive, en medio de los soldados que lo aman, en una soledad insoportable.De todos modos, es un niño. Esta alma desolada conserva la ternura de la infancia, pero no puede experimentarla y, menos aún, expresarla. O bien, si se abandona a ella en sus sueños, si se pone a soñar en la dulce distracción de los trabajos cotidianos, se puede estar seguro de que esos sueños se metamorfosean inevitablemente en pesadillas. Las imágenes de la dicha más elemental acaban por asustarnos: conocemos el fin. Y, sin embargo, esta ternura reprimida, rota, vive en cada instante; Tarkovski se ha cuidado de rodear de ella a Iván: es el mundo, el mundo a pesar de la guerra e incluso, a veces, a causa de la guerra (pienso en esos cielos admirables atravesados por bolas de fuego). En realidad, el lirismo de la película, su cielo surcado, sus aguas tranquilas, sus bosques innumerables, son la vida misma de Iván, el amor y las raíces que se le han negado, lo que él era, lo que es aún, sin poder jamás acordarse de ello, lo que los otros ven en él, en torno de él, lo que él no puede ver. No conozco nada tan conmovedor como esta larga secuencia: la travesía del río, larga, lenta, desgarradora; a pesar de su angustia y de su incertidumbre (¿era justo hacer correr todos estos riesgos a un niño?), los oficiales que lo acompañan están penetrados de esta dulzura desolada, terrible. Pero el niño, obseso por la muerte, no advierte nada, salta a tierra, desaparece; va hacia el enemigo. La barca vuelve hacia la otra orilla; el silencio reina en medio del río; el cañón se calla. Uno de los militares dice al otro: «Ese silencio, es la guerra…»En aquel mismo instante el silencio estalla: gritos, aullidos, es la paz. Locos de alegría, los soldados soviéticos han invadido la cancillería de Berlín, suben corriendo las escaleras. Uno de los oficiales —¿el otro está muerto?— ha hallado en un cuartucho varios libritos: el Tercer Reich era burocrático; por cada ahorcado una foto, un nombre en una lista. El joven oficial ve en uno de ellos la foto de Iván. Ahorcado a los doce años. En medio de la alegría de una nación, que ha pagado duramente el derecho de proseguir la construcción del socialismo, hay —entre otros tantos— ese agujero negro, un pinchazo irremediable: la muerte de un niño en medio del odio y de la desesperación. Nada, ni siquiera el comunismo futuro, redimirá eso. Nada: aquí se nos muestra, sin intermediarios, la alegría colectiva y ese modesto desastre personal. No hay siquiera una madre para confundir en sí misma dolor y orgullo: una pérdida árida. La sociedad de los hombres progresa hacia sus fines, los vivos realizarán sus metas con sus propias fuerzas, y no obstante, ese pequeño muerto, minúscula brizna de paja barrida por la historia, queda como una pregunta sin respuesta, que no compromete nada, pero que hace ver todo a una luz nueva: la historia es trágica. Hegel lo dijo. Y Marx también, añadiendo que progresaba siempre por sus lados peores. Pero nosotros no lo decimos casi nunca, en estos últimos tiempos, insistimos sobre el progreso, olvidando las pérdidas que nada puede compensar. nos recuerda todo eso del modo más insinuante, más dulce, más explosivo. Un niño muere. Y es casi un desde el momento en que no podía sobrevivir. En un cierto sentido, pienso que el autor, ese joven, ha querido hablar de él y de su generación. No es que estén muertos, todo lo contrario, esos jóvenes pioneros orgullosos y duros, pero su infancia ha sido rota por la guerra y sus consecuencias. Casi querría decir: he aquí soviéticos, pero para destacar mejor las diferencias. Un niño destrozado por sus padres; he aquí la tragicomedia burguesa. Millares de niños destrozados, vivos, por la guerra, he ahí una de las tragedias soviéticas.En ese sentido, la película nos parece específicamente rusa. La técnica es ciertamente rusa, aun siendo en sí original. Nosotros, en Occidente, sabemos apreciar el ritmo rápido y elíptico de Godard, la lentitud protoplásmica de Antonioni. Pero la novedad es ver estas velocidades en un director de escena que no se inspira en ninguno de esos dos autores, pero que ha querido vivir el tiempo de la guerra en su insoportable lentitud y, en la misma película, saltar de una época a la otra con la rapidez elíptica de la historia (pienso en particular en el admirable contraste entre esas dos secuencias: el río, el Reichtag), sin desarrollar la intriga, abandonando los personajes en un cierto momento de su vida, para hallarlos de nuevo en otro, o en el de su muerte. Pero no es la oposición de los ritmos la que da a la película su carácter específico desde el punto de vista social. Esos momentos de desesperación que destruyen una persona, los hemos conocido —menos numerosos— en la misma época. (Recuerdo a un niño judío de la edad de Iván que, al saber en 1945 la muerte de su padre y de su madre en la cámara de gas y su incineración, roció de gasolina su colchón, se acostó sobre él, le pegó fuego y se dejó quemar vivo.) Pero nosotros, nosotros no hemos tenido ni el mérito ni la oportunidad de poder lanzarnos a una construcción grandiosa. Con frecuencia, hemos conocido el mal. Pero nunca el mal radical en el seno del bien, en el momento en que entra en lucha con el propio bien. Eso es lo que nos sorprende aquí: naturalmente, ningún soviético puede decirse responsable de la muerte de Iván; los únicos culpables son los nazis. Pero el problema no está ahí: venga de donde venga, el mal, cuando atraviesa el bien con sus innumerables alfilerazos, revela la trágica verdad del hombre y del progreso histórico. ¿Y dónde podría decirse eso mejor que en la URSS, el único gran país donde la palabra progreso tiene un sentido? Y naturalmente no hay lugar para sacar de ello no sé qué pesimismo. Igual que un optimismo fácil. Sino sólo la voluntad de combatir sin perder jamás de vista el precio que hay que pagar. Sé que conoce mejor que yo, mi querido Alicata, el dolor, el sudor y con frecuencia la sangre que cuesta el menor cambio que quiere introducirse en la sociedad; estoy seguro de que apreciará igual que yo esa película acerca de las pérdidas áridas de la historia. Y la estima que siento por los críticos de me persuade para que le pida que les muestre esta carta. Me sentiría dichoso si estas pocas observaciones pudieran darles la ocasión de responderme y de abrir de nuevo la discusión acerca de No es el León de Oro lo que debería ser la verdadera recompensa de Tarkovski, sino el interés, aunque fuese polémico, suscitado por su película entre los que luchan juntos por la liberación del hombre y contra la guerra.

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03 PM | 18 Ene

POR QUE SE EQUIVOCAN LOS CINICOS


El filósofo Slavoj Zizek analiza una lectura recurrente (“cínica”, la llama) del triunfo de Obama. La que sostiene que será “un Bush con rostro humano”. A partir de Kant y de su reflexión sobre la Revolución Francesa, Zizek explica, en lo que sigue.


La lectura cínica del éxito de Obama culminó con la sarcástica afirmación de Noam Chomsky de que Obama es un blanco ennegrecido por un par de horas de sol. Chomsky instó a votar a Obama, pero sin ilusiones… Comparto plenamente las dudas de Chomsky respecto de las verdaderas consecuencias de la victoria de Obama: desde una perspectiva de un realismo pragmático, es muy posible que Obama se limite a hacer algunas mejoras cosméticas menores y que resulte ser “Bush con un rostro humano”. Instrumentará las mismas políticas pero de manera más atractiva y así terminará hasta por fortalecer de forma eficaz la hegemonía estadounidense que tanto afectó la catástrofe de los años de Bush.

De todos modos, hay un profundo error en esa reacción, a la que le falta una dimensión clave. Es debido a esa dimensión que la victoria de Obama no es un mero desplazamiento más en las eternas luchas parlamentarias por la mayoría, llenas de manipulaciones y cálculos pragmáticos. Es un indicio de algo más. Es por eso que un amigo estadounidense, un izquierdista experimentado y nada propenso a engañarse, lloró durante horas cuando se proclamó la victoria de Obama. Cualesquiera fueran nuestros temores y dudas, en ese instante de entusiasmo cada uno de nosotros fue libre y participó en la libertad universal de la humanidad.

¿De qué tipo de indicio hablamos? En este punto deberíamos volver al gran filósofo idealista alemán Immanuel Kant, que en el último de sus libros publicados, El conflicto de las facultades (1795), abordó una pregunta simple pero difícil: ¿hay un verdadero progreso en la historia? (Se refería a progreso ético en la libertad, no sólo a desarrollo material.) Admitía que la historia es confusa y no brinda pruebas claras: basta con pensar en la forma en que el siglo XX dio lugar a una democracia y un bienestar sin precedentes, pero también al holocausto y al gulag… A pesar de ello, concluyó que, si bien el progreso no puede demostrarse, podemos discernir indicios que indican que el progreso es posible. Kant interpretó la Revolución Francesa como un indicio que apuntaba hacia la posibilidad de libertad: había sucedido lo que hasta entonces resultaba impensable; todo un pueblo afirmaba sin temor su libertad e igualdad. Para Kant, más importante que la realidad –a menudo cruenta– de lo que pasaba en las calles de París era el entusiasmo que los acontecimientos franceses despertaban en los observadores de toda Europa: “La reciente revolución de un pueblo rico de espíritu puede fracasar o triunfar, acumular sufrimiento y atrocidades, pese a lo cual despierta en el corazón de todos los espectadores (que no participan en la misma) una toma de partido según deseos que rayan en el entusiasmo y que, dado que su expresión no carece de peligro, sólo pueden ser producto de una disposición moral del género humano.”

Hay que destacar que la Revolución Francesa no sólo generó entusiasmo en Europa sino también en lugares tan remotos como Haití, donde desencadenó otro acontecimiento histórico: la primera revuelta de esclavos negros que lucharon por la plena participación en el proyecto emancipador de la Revolución Francesa. Sin duda el momento más sublime de la Revolución Francesa tuvo lugar cuando la delegación de Haití, que encabezaba Toussaint l’Ouverture, visitó París y fue recibida con entusiasmo en la Asamblea Popular. La victoria de Obama se inscribe en esa línea, no en la oscura búsqueda de raíces premodernas “auténticas”. En ese sentido, es un indicio de la historia en el triple sentido kantiano de signum rememorativum, demonstrativum, prognosticum, un indicio en el que resuena la memoria del largo PASADO de esclavitud y la lucha por su abolición; un hecho que AHORA demuestra un cambio; una esperanza de logros FUTUROS. No es extraño que Hegel, el último gran idealista alemán, compartiera el entusiasmo de Kant en su descripción del impacto de la Revolución Francesa: “Era un glorioso amanecer mental. Todo el pensamiento se compartía en el júbilo de esa época. En ese momento la mente de los hombres estaba llena de emociones excelsas; un entusiasmo espiritual recorría el mundo, como si la reconciliación entre lo divino y lo secular se concretara por primera vez.”

¿Acaso la victoria de Obama no generó el mismo entusiasmo universal en el mundo entero? ¿La gente no bailó en las calles desde Berlín hasta Río de Janeiro? El escepticismo del que daban muestras a puertas cerradas incluso muchos progresistas preocupados (¿y si en la privacidad del cuarto oscuro reaparecía el racismo que se negaba en público?) quedó desmentido. Hay algo de Henry Kissinger, el Realpolitiko cínico por antonomasia, que no puede sino llamar la atención de todos los observadores: qué errada estaba la mayor parte de sus predicciones. Cuando llegaron a Occidente las noticias sobre el golpe militar anti Gorbachov de 1991, Kissinger aceptó de inmediato el nuevo régimen (que se desplomó de manera ignominiosa tres días después) como un hecho, etc., etc.: en resumen, cuando los regímenes socialistas ya eran muertos en vida, él apostó a un pacto a largo plazo con los mismos. La posición del cinismo es de sabiduría. El cínico paradigmático nos dice en privado, en tono confidencial: “¿Pero no entiende por dónde pasa todo? Dinero, poder, sexo. Todos los principios y valores elevados no son más que frases vacías que no tienen importancia alguna.” Lo que los cínicos no ven es su propia ingenuidad, la ingenuidad de su sapiencia cínica que ignora el poder de las ilusiones.

La razón por la que la victoria de Obama generó tal entusiasmo no es sólo el hecho de que, contra todo lo esperado, se produjo, sino que se demostró la posibilidad de que algo así pase. Lo mismo vale para todas las grandes rupturas históricas, y no hace falta más que recordar la caída del Muro de Berlín. Aunque todos éramos conscientes de la ineficiencia de los regímenes comunistas, de algún modo no “creíamos del todo” que se iban a desintegrar. Como Kissinger, todos fuimos víctimas del pragmatismo cínico. Nada ilustra mejor esa actitud que la expresión francesa je sais bien, mais quand même… sé muy bien que puede pasar, pero igual… (no puedo aceptar que en serio pueda pasar). Por eso, si bien la victoria de Obama era predecible por lo menos desde dos semanas antes de las elecciones, su victoria se vivió como una sorpresa. En cierto sentido, sucedió lo impensable, algo que en verdad no creíamos que PUDIERA pasar. (Hay que destacar que también hay una versión trágica de lo impensable que sucede: el holocausto, el gulag… ¿cómo se puede aceptar que algo así pudo pasar?)

Eso mismo habría que contestarles, también, a quienes destacan todas las concesiones que Obama tuvo que hacer para convertirse en elegible. Cuando hace dos meses los Estados Unidos recordaban la trágica muerte de Martin Luther King, Henry Louis Taylor señaló con amargura: “Todo lo que sabemos es que ese tipo tenía un sueño. No sabemos en qué consistía ese sueño.” Ese borramiento de la memoria histórica abarca sobre todo el período posterior a la marcha sobre Washington de 1963, cuando se proclamó a King “el líder moral de nuestro país”. Más adelante King se concentró en los temas de la pobreza y el militarismo porque consideró que eran esos, y no sólo el fantasma de la hermandad racial, los temas cruciales para que la igualdad fuera algo real. El precio que pagó por ello fue que se convirtió en un paria.

El peligro que rondaba a Barack Obama en la campaña es que ya se estaba infligiendo a sí mismo lo que la censura histórica posterior le hizo a King: limpiar su programa de temas conflictivos a los efectos de asegurarse la elegibilidad. En la sátira religiosa de los Monty Python La vida de Brian hay un diálogo famoso que tiene lugar en Palestina en tiempos de Cristo: el dirigente de una organización de la resistencia revolucionaria judía sostiene con vehemencia que los romanos sólo llevaron sufrimiento a los judíos. Cuando sus seguidores contestan que también llevaron educación, carreteras, irrigación, etc., éste concluye: “De acuerdo, pero aparte de sanidad, educación, vino, orden público, irrigación, caminos, el sistema de agua y la salud pública, ¿qué hicieron los romanos por nosotros? ¡Sólo nos trajeron sufrimiento!” ¿Las últimas afirmaciones de Obama no siguen la misma línea? “¡Propongo una ruptura drástica con la política de Bush! De acuerdo, me comprometí a brindar pleno apoyo a Israel y a mantener el boicot contra Cuba… ¡pero sigo proponiendo la ruptura drástica con la política de Bush!”

La sospecha, entonces, era que, cuando Obama habla de la “audacia de desear”, de un cambio en el que podemos creer, usa la retórica del cambio que carece de contenido específico: ¿desear qué? ¿Cambiar qué? No hay que acusar a Obama de hipócrita. Estamos aquí ante una limitación de nuestra propia realidad social. Dada la compleja situación de los Estados Unidos en el mundo actual, ¿qué puede hacer un nuevo presidente? ¿Cuánto puede avanzar en lo relativo a imponer cambios sin desencadenar una crisis económica o una reacción política?

Esa posición pesimista, sin embargo, es insuficiente. Nuestra situación global no sólo es una dura realidad, sino que también está definida por sus contornos ideológicos, por lo que tiene de visible e invisible, de expresable y de inexpresable. Hay que tener en cuenta la respuesta que hace más de diez años dio Ehud Barak a la pregunta de Gideon Levy de qué habría hecho de haber nacido palestino: “Me habría incorporado a una organización terrorista.” La declaración no constituye un apoyo al terrorismo, pero supone la apertura de un espacio para un verdadero diálogo con los palestinos. Recordemos los lemas de glasnost y perestroika de Gorbachov: no importa a qué “se refería en realidad” con esos términos, pero desencadenó una avalancha que cambió el mundo. Recordemos también un ejemplo negativo: en la actualidad, hasta quienes se oponen a la tortura la aceptan como tema de debate público, lo que implica un gran retroceso en nuestras costumbres. Las palabras nunca son “sólo palabras”, sino que tienen peso, definen los límites de lo que podemos hacer.

Obama ya dio muestras de una extraordinaria capacidad para cambiar los límites de lo que puede decirse en público. Su mayor logro hasta ahora es que, con su estilo refinado y suave, introdujo en el discurso público temas de los que no se hablaba: la persistente importancia de la raza en la política, el papel positivo de los ateos en la vida pública, la necesidad de dialogar con “enemigos” como Irán o Hamas, etc. Eso es lo que la política estadounidense necesita hoy para salir del estancamiento: palabras nuevas que cambien la forma en que pensamos y actuamos. El viejo proverbio “¡Hechos, no palabras!” es una de las cosas más estúpidas que se pueden decir, incluso según los bajos parámetros del lugar común.

La verdadera batalla empieza ahora, DESPUES de la victoria: la batalla para la que esta victoria tendrá importancia efectiva, sobre todo en el contexto de otros indicios más ominosos de la historia: el 11 de septiembre y la crisis financiera. La victoria de Obama no decidió nada, pero su triunfo amplía nuestra libertad y, por lo tanto, el alcance de las decisiones. No importa lo que pase, la victoria de Obama seguirá siendo una señal de esperanza en esta época oscura, un indicio de que no son los cínicos realistas –de izquierda o de derecha– los que tienen la última palabra.

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