11 PM | 07 Mar

BLAI BONET

La obra de Blai Bonet (poesía y novela) está muy vinculada a la luz y los colores. La luz como metáfora de Dios, los colores como pasiones de la luz (Goethe): la poesía como color que da carácter a la vida. Bonet afirmó en una ocasión: “Mi intención cuando escribo es iluminar a quien me lee”. La obra de Bonet es también una meditación sobre Dios y sobre el ser humano, con una cierta visión profética dentro de un existencialismo cristiano. El poeta, según Bonet, explica el mundo mediante la síntesis y, como depositario del arte, tiene que iluminar la oscuridad del misterio.

Santanyí, 1926-1997. Poeta y novelista. En 1939 ingresó en el seminario de Palma de Mallorca, donde leyó a Hesiodo, Píndaro y Homero. La tuberculosis pronto marcó su vida y su obra. En 1948 dejó el seminario y alternó las estancias en Santanyí y en el sanatorio de Caubet. En 1950 se reveló como poeta cuando Bernat Vidal i Tomàs leyó Quatre poemes de Setmana Santa en la tertulia de Guillem Colom. Son estampas de la naturaleza interpretada según los rituales cristianos, donde el poeta se invita a disfrutar de la vida y expresa el dolor por no poder unirse con Dios. En Entre el coral i l’espiga (1952) acentúa el tratamiento del paisaje humanizado. Este libro consta de dos partes antitéticas: el coral y la espiga, que son las imágenes de “sangre” y “mística”, de “mar” y “tierra”, de la salud y de la enfermedad, del amante y del amado. La palabra florece en un raudal de símbolos y metáforas amorosas, donde el poeta se queja de la ausencia del amado.

En Cant espiritual (1953; Premio Óssa Menor 1952) une religiosidad y sensualidad; alterna la oración densa y la plegaria ligera. Estos poemarios reflejan la huella de los clásicos, del Càntic de los càntics, de Ausiàs March, de San Juan de la Cruz, de Joan Maragall y de la Generación del 27: Lorca, Alberti y Guillén. Entre 1953 y 1968 residió en Barcelona. Con Comèdia (1960, Premio de la Crítica) se acerca al realismo social. Este libro es una recopilación de diecinueve poemas, donde traza su biografía hasta la entrada en el seminario. Trata la relación de Cataluña con España, con resonancias de Espriu, Sagarra, Blas de Otero y Goytisolo. Comèdia cierra el ciclo de poesía reunida en el libro El Color (1986), bajo el epígrafe de Goethe que dice “Los colores son las pasiones de la luz”. Para Bonet, la poesía es el color que da el carácter a la vida.

L’Evangeli segons un de tants [El Evangelio según uno de tantos](1967, Premio Carles Riba 1962) señala un nuevo ciclo que seguirá con Els fets [Los hechos] (1974), cuyo título evoca los Hechos de los Apóstoles. Es un largo canto narrativo y descriptivo, donde reflexiona sobre el ser humano, con una visión profética.

Has vist, algun cop, Jordi Bonet, Ca n’ Amat a l’ombra? [¿Has visto alguna vez, Jordi Bonet, Ca n’Amat a la sombra?] (1976) es un largo poema con ecos lulianos, que mezcla la reflexión metafísica y el discurso popular, en un intento de introducir diversos niveles del lenguaje: el monólogo, la técnica cinematográfica y el collage. En Cant de l’arc (1979) afianza la idea de la disolución de las cosas e, influido por la teología moderna, afirma que el único ateísmo posible es “Deus Absconditus”. El título procede de la Complanta de David [Lamento de David](2S1:15-27). El poder i la verdor (1981) y Teatre del gran verd [Teatro del gran verde] (1983) son sus libros más crípticos. Los términos “poder y verdor” del primero aluden a un combate real entre estado y naturaleza, represión y espontaneidad, censura y libertad. En Teatre del gran verd flota el antibelicismo, empapado de humor. Aquí el poeta potencia los recursos del lenguaje.

El pensamiento poético de Blai Bonet

Antoni Vidal Ferrando

Es evidente que, a la mayoría de los que estamos aquí, nos une, al menos, una cosa: la fascinación por Blai Bonet. Una fascinación que difícilmente sabríamos precisar hasta qué punto proviene de su calidad humana o literaria. Pero que creo que estaríamos de acuerdo en relacionarla con su extraordinario prestigio. A partir de aquí, tal vez, lo mejor que podríamos hacer sería dejar que él mismo nos ayudara a aclararnos. Según Blai Bonet, el prestigio de un escritor viene de su presencia humana, independientemente de la calidad de sus escritos. Él pensaba que lo que realmente da categoría es tener una presencia humana que convierta en poético el entorno, que haga pensar a la gente, que nos ayude a enamorarnos del arte y a ser, cada día, más nuevos. Y, al margen, los escritores tienen una obra, una obra que nadie nunca desligará del prestigio humano. Blai Bonet pensaba que lo que importa de un artista es la imagen que deja de sí mismo, y que el prestigio sólo viene cuando la obra y la persona van juntos. Por eso él tenía tanto; y por eso, se nos hace tan difícil hablar de él sin tener presentes sus libros. De la misma manera que sus libros nos lo hacen presente a diario, y nunca nos acostumbraremos a pensar que ya no espera que llamemos al timbre de su apartamento de Cala Figuera, o que marquemos su número de teléfono, para ofrecernos aquellos tres dones proféticos que tenía: el don de la presencia, el don de la palabra y el don de la genialidad. Si ahora nos pudiera decir lo que piensa de este homenaje, seguramente se pondría irónico, le brillarían las niñas eternamente adolescentes de aquellos ojos picassianos, y nos enviaría a ocuparnos de alguna cosa más sustantiva. Como, por ejemplo, a leer veinte minutos en las páginas existenciales de la vida diaria, o a tocar una piel. Entonces, le tendríamos que explicar que, en realidad, el homenaje de hoy no lo rendimos exactamente a Blai Bonet (que siempre estuvo muy por encima de estas cosas y, como llevaba un rey dentro del cuerpo, no las necesitaba); que el homenaje de hoy, nos lo rendimos a nosotros mismos, para felicitarnos de haber tenido acceso a la herencia de los textos superlativos, de fuego en su núcleo, inimitables con que nos quiso obsequiar. A nosotros mismos, y a la lengua catalana. Sólo las culturas punteras pueden permitirse el lujo de agrandar el patrimonio de la humanidad con una obra de las dimensiones de la de Blai Bonet. Desde que existen los Quatre poemes de Setmana Santa, El Evangeli segons un de tants, Nova York, El mar o Mister Evasió nadie puede afirmar ya que no tiene motivos para aprender catalán. Si la civilización no es una broma física, `tal como decía en Blai que son las vanguardias`, si todavía quedan intelectuales como aquel Unamuno, que aprendió danés para saborear mucho mejor Kierkegaard, no es posible que no se quieran leer todos estos títulos en su versión original, la que conserva el hierro y las dalias del talento del autor. Un talento que era el anuncio de una disponibilidad ante el cosmos. Pero también el efecto de un pensamiento poético, al cual me gustaría referirme, aunque sea de una manera muy esquemática, la única que me permite el tiempo de que dispongo. Para hacerlo, me valdré de una larga charla que tuvimos, hará cosa de un año, a partir de un bloque de preguntas que había preparado expresamente para entrevistarlo. A pesar de que Blai Bonet improvisaba sus respuestas, se expresó de una manera tan brillante que me parecería una irreverencia no utilizar textualmente lo que me dijo. Por eso, y porque lamentaría mucho manipularlo, lo dejaré hablar a él:

“Mi intención cuando escribo es la de dar luz al que me lee. Quiero iluminar un poco la realidad, darle un poco más de claridad de la que tiene, hacer que resalte. Uno de los elementos básicos de la poesía de todos los tiempos es hacer resaltar la realidad (…) Cuando escriben un poema es para aclararse a sí mismos. No a sí mismos, en cierto sentido, sino en el sentido de aclararse el mundo. Sin embargo, como no puedes estar por todo el mundo, te tienes que limitar al espacio que tienes. Tienes un espacio que es pequeño y lo recompones. De esta manera recompones el mundo, haces una síntesis. Una cosa que un ensayista necesita explicar con ciento cincuenta páginas, un poeta lo resume con un verso y medio. Por ejemplo, hay un momento de Hölderlin que dice: “Quien aspira a lo sublime se tiene que decantar por la vitalidad”. Este hombre, con un verso, aclaró lo que no habían aclarado todos los filósofos juntos. Para hacer una síntesis tan rápida, tuvo que recurrir a una experiencia suya de aspiración a lo sublime, y ver que lo tenía que encontrar a través de las cosas que tocaba. No puedes aspirar a lo sublime mirando las estrellas. Aspiras a lo sublime acariciando a una persona o comiendo una manzana (…) Otra cosa que deseas hacer es sacar las telarañas del cerebro. La humanidad lleva muchas telarañas: de tradiciones, de religiones, de tabúes… Entonces, con un poema de ésos tan bien hechos, que, en diez versos, dicen lo que no dice santo Tomás, lo que haces es sacar una cantidad de telarañas del cerebro del que lo lee (…) Con la poesía también consigues abolir el misterio. El misterio es la decadencia. En cambio, las cosas tienen tendencia a ser claras. Cuando la poesía lo es de verdad, aclara el misterio, lo abole. Me refiero al misterio en el sentido que yo lo considero; es decir, en el sentido negativo. Es una pereza mental decir: ‘Eso es un misterio’. Es miedo de entrar. Cuando has entrado, ves que era una trampa maquinada por los poderosos, alguna vileza o lo que sea… Pero abolir el misterio creo que es una de las misiones mayores del artista (…) La poesía no existe de la misma manera que existe un pino. Es la aspiración a todas las cosas. Aquel “sonno di una cosa”, el querer ser más. Nuestra aspiración es querer ser más.

Una cosa que me gustó mucho escribir es lo de “el sant voler”, el santo querer . Estaríamos en una época prodigiosa si todo el mundo escribiera a ese “sant voler”, esa aspiración. La vida está llena de ejemplos. Tú mira a esas mujeres que parecen neurasténicas y que empiezan a frotar y a frotar un latón para que quede brillante. Hace media hora que el latón resplandece y todavía frotan. Eso es la poesía al más alto nivel. Porque aquello que pulen ya no es el latón, pulen su espíritu. La poesía es exactamente eso, ese frenesí para hacerlo todo más brillante (…) en principio, lo que se parece más a un poema es la música. La música también es una aspiración. Tú cierras los ojos y oyes la sinfonía número tres de Brahms y ves que aquello es una aspiración. Aspiras a una cosa y no sabes a qué, porque no hay palabras. Pero tú cierras los ojos y oyes la aspiración de aquella persona …

Gemidos inenarrables, gemidos inenarrables del espíritu son tanto la música como la poesía (…) Entre la razón y la poesía no hay ninguna relación. La poesía, la música, los componentes más importantes de la gente, todo lo que es una gran acción, con lo que tiene que ver es con el inconsciente. De la razón, salen decretos-leyes, salen las academias, salen senados y congresos. Pero al arte, los componentes más geniales salen del insconsciente. De eso que nosotros llamamos el inconsciente y que es, por contra, una realidad enorme. Una realidad que no sabemos expresar más que con esa palabra. La verdadera razón del hombre es ese fondo irracional. El mundo académico o el mundo jurídico están hechos con la razón. Ahora bien, los actores humanos son humanos. Lo que pasa es que, después, a todo eso, le tenemos que dar una forma. Tanto si hablas del componente humano como del arte, se trata de dar forma a ese fondo irracional. Naturalmente, en poesía la forma es esencial”.

Amigos, cuarenta y dos días después de quedarnos huérfanos, nuestro consuelo es saber que Blai Bonet es una realidad más inmensa que nunca. Como creía, sobre todo, en la vida no nos dejó ningún epitafio. Era su manera de decir: “No tengueu por”. No tengáis miedo

 EL MAR LA OBRA EN QUE SE BASA LA PELÍCULA

El mar és una obra bastida sobre un material bàsicament autobiogràfic —tot i les diferències, que el mateix Blai Bonet ha declarat, entre l’experiència pròpia i la que aquí s’observa—, que respon a unes intencions essencialment comunicatives. El món de dolor que es reflecteix als primers volums de poemes es correspon amb les experiències dels diferents personatges d’aquesta obra, els malalts tuberculosos d’un sanatori, que serveixen d’excusa per dur a terme el propòsit de denúncia. Alhora, aquests protagonistes també serveixen per a introduir la problemàtica del jovent, que aquí ha de lluitar en un món dominat per l’omnipresència de la mort. En el panorama en què sorgeix El mar és una obra totalment insòlita, sense cap precedent en la narrativa illenca, només comparable a obres forasteres semblants (Faulkner, Cela, Juan Goytisolo…). De fet, l’assimilació de les tècniques narratives més avançades d’aquest segle serà el que caracteritzarà tota la seva novel·lística. Emperò, tot i la importància de l’aspecte formal, la seva temàtica —carregada de problemàtica existencial— també és una fita importantíssima, car porta un missatge revulsiu i inèdit en la nostra literatura. No és estrany que Joan Triadú, en un balanç sobre la literatura catalana en 1958 on la considerava la millor novel·la de l’any, escrivís: “La repugnància que se’n desprèn és capaç de fer arrugar el nas d’una rata de claveguera”. Efectivament, la seva lectura és un autèntic xoc per al lector. Per tot això, El mar ha estat considerada la primera pedra del redreçament de la novel·la catalana de postguerra, el punt de partida del moviment que culminarà amb la generació de narradors dels anys 70.”

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