12 PM | 17 Nov

HISTORIA MINIMA DE ESPAÑA

La razón histórica es fundamentalmente fruto del azar y los condicionantes de cada tiempo, más que un desarrollo lógico, ordenado y premeditado y se configura a menudo como una sucesión de cruces de destinos e intereses que a la larga producen unas consecuencias. Así, la Reconquista no empezó en Covadonga con don Pelayo sino a partir de los siglos XI y XII -cuando ya es posible hablar de  una España, aunque sean distintos reinos-; Fernando el Católico tejió una serie de alianzas y matrimonios pensando en defender su dinastía de las amenazas geoestratégicas de su momento, no urdiendo un gran estado llamado España, pero de ambos hechos y otros muchos, como la lengua, la literatura y la cultura común  se fue constituyendo la nación española.

Éstas son algunas de las reflexiones de Juan Pablo Fusi, catedrático de Historia de la Universidad Complutense, veterano historiador, con varias obras ya a sus espaldas que inciden especialmente en la cuestión del nacionalismo: el de la propia España y los periféricos surgidos a finales del XIX, donde ha ahondado para poner un poco de luz en el caos identitario, ideológico, en el que se ha sumido España desde hace más de un siglo. Fusi, que ha publicado obras conjuntas con Raymond Carr y Santos Juliá, ha charlado con La Aventura de la Historia sobre su último libro Historia mínima de España, Turner Libros,  una contundente y rigurosa Historia de España, sucinta y concisa, que explica el desarrollo de los primeros moradores de la Península hasta casi nuestros días.  Con ella derriba algunos mitos historiográficos como los de la Reconquista o los Reyes Católicos; ni hubo una voluntad manifiesta y explícita de unidad cristiana para  ganar terreno a los árabes desde los primeros siglos de la invasión, ni los Reyes Católicos tenían en la mente ya un destino unívoco de España, aunque de su unión dinástica irreversible y su organización del nuevo Reino saldría ya indudablemente la semilla de la nación que conocemos como España.

P.- La actualidad manda y nos devuelve una realidad de españoles que no sienten que lo son y otros que sí ¿De dónde arranca esta problemática?

R.- Es indudable que un sentimiento de nación, entendiendo por tal la relación emocional que se tiene con un territorio, al que se considera la patria de uno es muy moderno. Los que nos dedicamos al nacionalismo estamos divididos entre “Primordialistas” que entienden que la nación es algo permanente y además primordial para la identificación del individuo con su entorno o los “Modernistas” que entendemos que el concepto de nación, los sentimientos  nacionales que hacen que un individuo deje de ser un simple campesino para sentirse nacional de alguna región es un sentimiento moderno y que exige además de medios acordes como la prensa, ferrocarriles, telégrafos, fotografía y que sin los cuales, es muy difícil que se desarrollen.

Pero también es evidente que existe un sentimiento protonacionales y prenacionales desde finales del siglo XV y a lo largo del XVI y XVII; ya que  los españoles de la monarquía hispánica de Felipe II van adquiriendo una gran conciencia de que existe algo que se llama España y hay literatura castellana; hay un Cervantes y un Quevedo que hablan de ella y del dolor por su propio país, suavemente e irónicamente en el caso de Cervantes, apasionadamente Quevedo. Ambos son conscientes de una cultura española y escriben sobre ello, por tanto, hay algo de proto y pre nacional, pero no podemos olvidar que desde luego los intereses dinásticos, la geoestrategia, la diplomacia, los intereses defensivos, son primordiales a la hora de diseñar estrategias políticas de las distintas coronas aquí y fuera de aquí, y que de ellas se han derivado consecuencias sumamente importantes e imprevistas previamente.

Por ejemplo, la estrategia dinástica y matrimonial de Fernando el Católico, que responden a problemas puntuales del juego político y territorial, lleva a matrimonios con la casa de Borgoña y con Portugal a tener mucho cuidado con el sur de Francia una vez que ésta entra en Italia, y por lo tanto a ambicionar Navarra, no por una cuestión de una unidad patrótica, sino por tener un aliado o frontera fuerte contra Francia que ha atacado a la corona de Aragón. Me parece eso más real que el supuesto proyecto nacional católico o un destino manifiesto en una nación.

P.- Entonces ¿Cuándo se puede hablar de España?

 

R.- Se debe utilizar a partir de los siglos XI y XII, otra cosa es que eso que se conoce ya como España esté  en ese momento fraccionada en distintos estados y reinos y que además esos estados y reinos en la Alta Edad Media, podían perfectamente haber cristalizado, como en Italia, en distintos estados hasta una etapa muy tardía, no veo una razón especial  para que en España no pudiera haber sido así, pero por distintos avatares se avanzó hacia la unión. Por tanto, si hay una primera España esa es la del Reino de León, el Reino de Castilla, la Corona de Aragón, el Reino de Portugal: España ahí sería un concepto geográfico, lo que queda en ese momento de Al Andalus, que nunca utilizó la palabra España para definirse a sí mismos, -ellos denominan, de hecho, Espaniya a los reinos cristianos del norte y tienen ya entonces un proyecto muy claro de la islamización y arabización-.

España sale de la Edad Media con una unión dinástica irreversible (Reyes Católicos) con muchos de los elementos de lo que llamamos posteriormente nación: continuidad en el poder, una  fuente de soberanía que es la Corona, una cierta institucionalización del estado desde arriba, muy pronto, una lengua y una literatura que es muy común a todos sus territorios y por tanto hay una España, o monarquía hispánica, que dura varios siglos, que tiene una gran entidad como gran poder europeo y que ejerce un hegemonía hasta finales del XVIII.  

Posteriormente, estaría el estado nacional moderno: la España como estado nacional, yo creo que cronológicamente ubicada después de la enorme crisis que padece desde finales del XVIII hasta 1840-50: pérdida de América, Guerra de Indepedencia, Guerra Carlista, nefasto reinado de Fernando VII…creo que se debe de hablar de un estado nacional débil, en el cual precisamente por la debilidad del nacionalismo español que es muy frágil en ese momento como elemento de vertebrador nacional y dadas las identidades particularistas, no necesariamente homogéneas, de determinadas regiones, permite que por ejemplo, que en Cataluña que a lo largo del XIX es una sociedad diferenciada, y en el País Vasco, que es más complejo, vayan  apareciendo movimientos nacionalistas que van adquiriendo progresivamente más fuerza.

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