10 PM | 05 Abr

HASTA LA LUZ SE APAGA

 (FELAS)
En el cuadro de Van Gogh: “Los comedores de patatas”, se presenta una pobre estancia, iluminada por una lámpara de petróleo, en donde los campesinos se ponen a la tarea de comer su ración. En la película de Tarr no hay tetera, todo es más tétrico, pero sus imágenes las podemos considerar inspiradoras del cuadro. Un árbol solitario en mitad de un valle, una casa de piedra con establos, una tormenta de aire interminable, y la música de órgano de Vig, son suficientes para que en seis días, de forma inversa a la creación, lleguemos a la muerte, de forma tranquila y silenciosa, cada vez más débiles. Y en medio una perorata sobre la inexistencia de Dios, perdiendo cada día algo, hasta que la luz se apaga definitivamente.
Cine de la condenación, contrario al trascendental de Tarkovski, pero admirable los dos por ser creadores de lenguajes propios y claramente identificables. Película no apta para los que disfrutan del cine con el plano-contra plano. Aquí nos quedamos sobrecogidos con las secuencias del caballo, del padre y la hija, que sólo nos dan un respiro con la presencia de los gitanos.
          MONOLOGO CENTRAL 
Todo ha sido degradado, pero puedo decir que ellos han arruinado y degradado todo. Porque esto no es algún tipo de cataclismo, que cae sobre los humanos. Por el contrario se trata del propio juicio del hombre, su propio juicio en sí mismo, con, por supuesto, la ayuda de Dios, o me atrevo a decir: con Dios formando parte… o con lo que sea que ha tomado parte… de la más espantosa creación que puedas imaginar. Porque como verás, el mundo ha sido degradado. Así que no importa lo que diga porque todo ha sido degradado por lo que han adquirido como lo han conseguido de una forma deshonesta y artera, lo han degradado todo. Porque sea lo que sea que toquen, y ellos lo tocan todo, lo degradan. Este es el camino hasta la victoria final. Hasta el triunfante fin. Adquirir, degradar. Degradar, adquirir. O de forma diferente si quieres: Tocar, degradar y así adquirir, o tocando, adquiriendo y entonces degradando. Ha sido así durante siglos. Sigue y sigue y sigue. A veces a escondidas o groseramente, a veces discretamente, a veces brutalmente. Pero ha sido así y sigue siendo. Así, solo de una manera, como ratas atacando en una emboscada. Porque para esta perfecta victoria era esencial que el otro lado pensase que todo eso es excelente, grande y de alguna manera noble. No debería lleva a ninguna clase de lucha. No debería haber ninguna clase de pelea, solo la repentina desaparición de un lado, significa la desaparición de la excelencia, lo grande, lo noble. Así que  los ganadores son quienes atacan y emboscan las reglas de la tierra, y no hay ningún pequeño recoveco donde uno pueda esconderse de ellos, porque todo lo que ponen sobre sus manos es suyo. Incluso cosas que pensamos que no podemos alcanzar – ellos si pueden – también son suyas. Porque el cielo ya es suyo y todos nuestros sueños. Suyo es el momento, la naturaleza, el silencio infinito. Hasta la inmortalidad es suya. ¿Me entiendes? ¡Todo, todo está perdido para siempre! Y las nobles, grandes y excelentes personas se pararon aquí, si puedo decirlo así. Se detuvieron a esta altura, y tuvieron que entender y aceptar que no hay Dios o Dioses. Y el excelente, el grande y el noble tuvieron que entender y aceptar esto, desde el principio. Pero, por supuesto, eran bastante incapaces de entender esto. Ellos lo creían y aceptaban pero no lo entendían. Ellos solo se pararon aquí, desconcertados, pero no resignados. Hasta que algo – que despertó en sus cerebros – finalmente los iluminó. Y todos a la vez se dieron cuenta que no hay ni Dios o Dioses. Todos a la vez vieron que no hay ni bien ni mal. ¡Entonces todos vieron y entendieron que si esto era así, entonces ellos mismos ni siquiera existían! Verás, creo que éste fue el momento en que podemos decir que fueron extinguidos, que se quemaron. Extinguidos y quemados como el fuego que arde en el prado. Uno era un constante perdedor, el otro era un constante ganador. Derrota, victoria, derrota, victoria. Y un día – aquí en esta zona- tuve que darme cuenta, y me di cuenta, que estaba equivocado, estaba realmente equivocado cuando pensé que nunca hubo y nunca pudo haber algún cambio aquí en la tierra. Porque, créeme, ahora sé que este cambio ya es una realidad.

Monólogo central, extraído de los subtítulos, de A Torinói ló,

 

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