Cuando ya la enfermedad le había dado su primer, siniestro zarpazo, Joaquim Jordà nos sorprendió a todos con lo único que jamás esperamos de él: se puso en manos de un chamán mexicano y de una bruja de Toulouse para que intentaran paliar sus males. Así era, así fue: imprevisible, siempre dispuesto a probar; a contramano de todos y de (casi) todo.
Lo cierto es que cuando nació, en el seno de una familia muy pudiente (era hijo de un notario falangista, jefe provincial del Movimiento en la provincia de Girona) a la que quiso poco, nada hacía prever los derroteros que tomó su vida: militante comunista clandestino desde sus tiempos en la universidad, estudiante de cine en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas y principal ideólogo de la autoproclamada Escuela de Barcelona (EdB), Jordà fue un hombre de su tiempo, interrogador, siempre molesto para cualquier poder establecido, incluido el de sus propios amigos convertidos, en democracia, en gestores de lo público.
Debutó en el cine como guionista de oficio, pero su primer trabajo importante fue un filme, rodado al alimón con otro ilustre desaparecido, Jacinto Esteva, Dante no es únicamente severo (1967), verdadero manifiesto de la EdB, hoy prácticamente invisible y tan desconocido como buena parte de su obra de entonces, que incluye desde filmes militantes rodados en el extranjero (Portogallo, paese tranquillo, 1969, en Portugal; Lenin vivo, 1970, en Italia, entre otros) hasta una ingente obra como traductor.
En el año 1979, Joaquín Jordá filmó «Numax Presenta…», un documental que describe la experiencia de autogestión que llevan a acabo los trabajadores de la fábrica de electrodomésticos Numax, como respuesta al intento de cierre irregular por parte de los propietarios.
El documental se llevó a cabo por voluntad de la misma Asamblea de Trabajadores de Numax que, ya casi al final de su existencia, decidió invertir las últimas 600.000 pesetas de la caja de resistencia para registrar el proceso que entre todos habían protagonizado. La película se proyectó por vez primera el Primero de Mayo de aquel año en el local de la Filmoteca de Catalunya, situado entonces en la calle de la Cera. Acudieron todos los protagonistas de la película, los trabajadores y trabajadoras de Numax y público en general. La sesión se prolongó durante horas en un vivo y encendido debate. Las conclusiones que se desprendían del film no gustaban a algunos partidos obreros de aquel momento que interpretaban el documental como la historia de un fracaso.
El director que en mayor número de sus películas ha filmado imágenes de Salamanca ha sido Basilio Martín Patino (Lumbrales, 1930). Ha sido el mejor escenógrafo para la ciudad. En Nueve cartas a Berta, el espacio representado de Salamanca ciudad alcanza nada menos que 56 minutos de los 95 de metraje del film, a lo que hay que añadir las secuencias de la Sierra de Francia y Morille, otros 15 minutos. El film refleja una ciudad estratificada, inmovilista, con el peso de la religiosidad tradicional, un ámbito que desmonta las ansias de cambio del joven universitario, que se reintegrará resignado a la «normalidad» de su entorno. Ese cierre del film, cuando ya las circunstancias eran otras y también se sentía aún más libre para ejercer una reescritura, el cineasta lo modificó en 2007 con su ensayo fílmico Palimpsesto salmantino. Con asiento en un guion de consistencia literaria, el relato fílmico no sigue un desarrollo rectilíneo o plano. El realizador marcó un estilo adecuado para arrastrar el relato mediante una narración fragmentada. Convertida en película emblemática de referencia del denominado Nuevo Cine Español, Nueve cartas a Berta trasladó a imágenes una Salamanca real, cotidiana, reconocible. También figuran imágenes tan atractivas como representativas en la marcha vital del protagonista que se localizaron en la provincia (Valero, San Esteban de la Sierra y Morille). Si el paisaje es identificable, también lo es el paisanaje. Entre los miembros del equipo cinematográfico figuró otro salmantino, José Luis García Sánchez, que comenzó como ayudante de dirección un largo recorrido junto a su pariente Martín Patino. En el rodaje se emplearon cinco semanas – de 12 de abril a 22 de mayo de 1965– y el coste fue de poco más de 3’5 millones de pesetas, con una duración de 95 minutos. Aunque recibió la máxima protección oficial, frases, planos y hasta títulos de capítulos fueron modificados o eludidos con ingenio. Entre la juventud representó una especie de revulsivo. Se estrenó en Madrid el 17 de febrero de 1967[1].
La Berta presente–ausente de la primera película de Basilio M. Patino fue Ella, en Los paraísos perdidos (1985). Rodada fundamentalmente en la localidad zamorana de Toro, está protagonizada por Charo López, que incorpora a la hija del profesor exilado que vuelve desde Alemania. Desde Toro, Ella – Berta viajó a Salamanca para encontrarse con el que se supone que fue Lorenzo – Emilio G. Caba, aquí interpretado por el escritor Juan Cueto. El fotógrafo Pepe Núñez y el escritor Gonzalo Torrente Ballester están entre los ocupantes de la terraza. Y aparece en imagen el propio director de la película, sentado ante uno de los veladores. Los paraísos perdidos supuso la primera vez que Charo López intervino en un rodaje en la ciudad en la que nació, al igual que es la primera película de B. Martín Patino y de la actriz juntos. La filmación en Salamanca correspondió a los días 18 y 19 de febrero de 1985, y esos fueron los días finales de rodaje.
La película Paterson, que vimos el pasado jueves, es un homenaje a Willian Carlos Wiliams, pero los poemas son de Ron Padgett, como traté de explicar al inicio de la proyección. Esta poesía americana no está en la línea elegiaca que domina Europa a principio del siglo XIX, y que se volverá aún mas radical con los totalitarismos del XX. Está en casi todos los poetas estadounidenses: en Wallace Steves, cuyo libro de poemas aparece en la librería de Driver, en A.R Ammos, (Basura y otros poemas, editorial Lumen) Marianne Moore (también en Lumen e Hiperion). Todos vienen a decir que el poema es un himno a la posibilidad, una celebración del hecho de que el mundo existe, de que las cosas pueden ocurrir. (1) Cantar sobre un diapasón distinto del elegíaco es, en Padgett, poética deliberada. En una entrevista dice: mi adolescencia me volvió melancólico, introspectivo y angustiado, en parte por leer a Sartre, Camus, Rimbaud y Samuel Becket. La propuesta de Padgett, es hasta cierto punto la consigna de Horacio “Ut pictura poesis” (la pintura, así es la poesía). La propuesta de Jirmuch, y su conductor de autobús, es la de presentar a un hombre razonablemente feliz y hasta indolente, lo contrario a la figura típica del artista atormentado, siempre a un paso de la autoflagelación, de la locura, el alcoholismo o el suicidio. La poesía de Padgett no niega la angustia, pero propone que la vida, mas o menos integrada, de un señor de clase media, pueda también destilar algunos buenos poemas.
Paterson es también una ciudad. Un hombre, decía Williams, es en efecto una ciudad, y para el poeta no hay ideas, solo en las cosas. La primera idea que centra el poema Paterson cobró vida pronto: encontrar una imagen suficientemente amplia como para incorporar el entero mundo conocible a su alrededor. No hablar de viejas categorías, sino escribir de lo particular.
Cuando Driver se sienta en un banco para observar las cataratas del rio Passaic, después de haber perdido su libreta, se le acerca un japonés, con un diálogo que reproduzco en lo esencial:
Le enseña un libro en japones y le pregunta si conoce al gran poeta William Carlos Williams de Paterson, Nueva Jersey, conozco sus poemas, responde Driver, ¿es usted poeta? No, sólo conductor de autobuses. Es muy poético. Yo no estaría tan seguro. Podría ser un poema de William Carlos Williams. ¿Sabe quién es Jean Dubuffett? Era meteorólogo en la torre Eiffel en 1922. Muy poético. Lo aprendí del poeta de Nueva York Frank O’hara, de la escuela de nueva York. (2)) AJA. Veo que le gusta la poesía. Respiro poesía. Y ¿la escribe? Sí, escribo solo en japonés. La poesía traducida es como tomar una ducha con un chubasquero. Puedo preguntar que hace en Paterson. Vengo a ver la ciudad del interesante poeta William Carlos Williams, que vivió y escribió su obra en Paterson. Sí, vivía, aquí era médico. AJA. AJA qué? También Allen Gisgerg creció aquí. Le regala un cuaderno en blanco y se va para Osaka, despidiéndose AJA. Driver se pone a escribir en la libreta en blanco el poema VERSO:
Mi abuelo/cantaba una canción/que preguntaba ¿“O prefieres ser un pez?” /En la misma canción aparece la misma pregunta/pero con una mula y un cerdo, /pero la que yo escucho a veces/en mi cabeza es la del pez/ Sólo ese verso/ ¿preferirías ser un pez? /como si el resto de la canción/no hiciera falta/
(1)- Richard Ford, Siri Hustvedt, John Banville y Lorrie Moore, además de Paul Auster, pudiéramos señalar como los poetas importantes que analizan el crítico momento que atraviesa el país norteamericano
(2) Frank O’Hara fue un poeta, músico, dramaturgo y crítico de arte nacido en Baltimore el 27 de marzo de 1926. Fue cofundador y miembro clave de la primera promoción de la Escuela de Nueva York junto con John Ashbery, James Schuyler, Barbara Guest y Kenneth Koch, grupo que aspiraba a unificar teatro, poesía, pintura y música, en busca de una temática y lenguaje común
El jueves,18 de septiembre, asistimos en la Casa de Cultura a la proyección de «Léolo», de Jean Claude Lauzon. Se ha repuesto en los cines Renoir de Madrid el pasado mes de agosto de 2025, y ahora hemos podido verla aquí, en S.L. De El Escorial.
Esta película estrenada en el año 1992 es un acontecimiento, una manera de disfrutar del cine que va más allá de lo convencional, tanto por el lugar donde la hemos visto, como por la película misma.
Sirva de acompañamiento a lo anterior, unas palabras de nuestro admirado y denostado, por igual, Carlos Boyero. En una entrevista de 2008 dice: «Es de las experiencias más fuertes que he tenido en una sala de cine. «Léolo» no se parece a nada, es la poesía más desgarrada hecha cine».
Conviene saber que el guion de «Léolo» está basado en una libérrima adaptación de la novela «El valle de los avasallados», de Réjean Ducharme, autor quebequés.
La novela trata de “una niña prodigio, disertadora, políglota, actriz, intérprete de diversos instrumentos, bailarina, experta en montar y desmontar armas de un solo vistazo. Desgraciada, lúcida, destinada al suicidio o dispuesta a envejecer… Pero la edición es un puñetero desastre. Un desastre mayúsculo. ¡Un tsunami en la imprenta! ¡El apocalipsis bibliográfico! ¡El Doctor Hyde de Guttemberg! ¡Gadafi revisando galeradas!» Nos dice «alguien» en su crítica de la novela en la revista digital «Un libro al día».
Hay algunos ecos en la descripción de la niña protagonista de «L’avalée des avalés» que se escuchan en el personaje de Léolo.