PHOENIX
Después de la última guerra, en Alemania no se produjeron ficciones que tuvieran como protagonistas a los que volvieron de los campos de concentración, a las personas que sobrevivieron ese infierno. La razón es nítida: se trataba de un tema sobre el que los alemanes no querían hablar, al que le daban claramente la espalda, porque, por omisión o complicidad, se sentían culpables de lo que había ocurrido. Christian Petzold, el realizador más destacado de la llamada Escuela de Berlín, había manifestado hace ya varios años su preferencia por abordar en el cine este asunto y buscaba darle concreción fílmica. Y se decidió a hacerlo cuando su maestro, colega y coguionista de varias de sus películas, Harun Farocki, le alcanzó la novela francesa Le retour de cendres y tuvo tiempo de ayudarlo a elaborar el guión antes de fallecer.
Petzold es un director que se formó admirando a la industria de Hollywood, de la que sacó suficiente enseñanza técnica y temática para abordar sus películas, aunque siempre en un envase inconfundiblemente alemán y con su inconfundible sello personal. Ave Fénix, cuyo nombre copia el de un cabaret de la Alemania inmediatamente posterior a la guerra, es un largometraje que mezcla el melodrama con el film noir, con dosis adecuadamente equilibradas y siempre utilizadas con sabiduría. Hay dos obras del cine norteamericano que Petzold toma como referencia: la francesa Los ojos sin rostro (de G. Franju, 1960) y Vértigo, de Alfred Hitchcock, aunque como alusiones circunstanciales a la génesis del guion, que por lo demás adapta libremente la novela de Hubert Monteilhet que le sirve de base.
La historia comienza cuando dos mujeres se desplazan en automóvil en dirección a Berlín y son interceptadas por un control militar de los norteamericanos. Allí viajan Nelly Lenz, una mujer que sobrevivió a los campos de concentración pero al precio de ser desfigurada por un balazo en el rostro, y su amiga, que la ha ido a buscar y desea ayudarla a rehacer su vida. Nelly busca al amor de su vida, su esposo Johnny, cuyo recuerdo, según dice, le ha ayudado a sobrevivir. La amiga le dice que él es una mala persona, que la delató y traicionó. Y que ahora solo buscar quedarse con su fortuna. Nelly llega a Berlín y se somete a una cirugía plástica en el rostro y luego comienza a buscar a su ex marido. Y lo encuentra. Allí comenzará su odisea para averiguar si lo que le dijo su amiga es verdad o mentira.
La protagonista de la película es la estupenda actriz Nina Hoss, artista fetiche de Petzold y figura central de su película anterior, Barbara, que encabezó con Ronald Zehrfeld, quien la acompaña también acá. Ambos descuellan, pero también habrá que destacar la labor de Nina Kunzendorf como la amiga. El cineasta alemán había filmado ya Seguridad interior (2000), Triángulo (2008) y la mencionada Barbara (2012). Este nuevo producto, el más logrado según todos los críticos, es una buena oportunidad de acercarse a su producción, no solo por lo que vale en lo estético y narrativo (tiene composiciones además de Cole Porter y Kurt Weill), sino por la valentía con que aborda un espinoso tópico que la sociedad alemana es reacia a tocar.
El director cuenta en un reportaje que hay un libro no tan conocido de Bertolt Brecht, ABC de la guerra, donde evoca a quienes volvieron de ambas guerras mundiales con heridas en el rostro. De hecho la cirugía plástica tuvo un gran desarrollo después de la primera y segunda guerra mundial. No solo en el caso de las víctimas sino de los victimarios que modificaron sus facciones para no ser reconocidos. Otra manera, como se ve, de falsificar la memoria.