10 AM | 23 May

PRESENTACIÓN SURCOS

 

 

Surcos de José Antonio Nieves Conde. 1951

El paradójico retrato de la miseria de una época.
Alfonso Peláez
Dirección: José Antonio Nieves Conde
Guion: J. A. Nieves Con

de, Gonzalo Torrente Ballester, Natividad Zaro, sobre un relato
original de Eugenio Montes.
Ya lo ha dicho alguien aquí. No existe la película de mi vida. En todo caso,
existen las películas de nuestra vida. Quien haya seguido mis ciclos sabe que las mías
son las de aventura de Hawks, los westerns poéticos de John Ford, las comedias ácidas
de Wilder, las bélicas de la Gran Guerra, los westerns nihilistas de Peckinpah, o todas
las de un tipo malencarado que llamaban Humphry Bogart.
¿Por qué traigo a colación, entonces, esta de hoy? Pues porque creo que Surcos

es un título imprescindible para gente como nosotros: cinéfilos de mente abierta.
Aunque, también, en segundo lugar, porque, más allá de las características de la
audiencia, estamos ante un film fundamental en la historia del cine español.
Y lo es porque sorprende; porque resulta paradójico, y porque sirve para
contradecir a los papanatas.
Sorprende su categoría técnica y su feroz contenido crítico. De factura
neorrealista, retrata sin contemplaciones la misérrima sociedad de la autarquía, de las

cartillas de racionamiento y del estraperlo, con una crudeza que prohíbe la indiferencia
al espectador. Cuesta trabajo creer que la censura del año 1951 dejara pasar esta
película. Desde luego, la podó parcialmente, sin embargo, consintió su exhibición en
las salas comerciales. Incluso, permitió que concurriera en festivales internacionales.
En parte, porque José María García Escudero, director general de Cinematografía, se
empeñó a título personal en dar visibilidad a la que él consideraba como la primera
película española con nivel suficiente para salir por ahí fuera.
Es paradójico. El relato original es de Eugenio Montes, un intelectual de aires
regionalistas gallegos, próximo a la generación del 27 y a Ortega y Gasset, que terminó
en la órbita del fundador de la Falange. El guion es de Natividad Zaro, esposa de
Montes; de Torrente Ballester, otro falangista de muy primera hora, y del propio
Nieves Conde. Si Montes y Torrente representaban la vena intelectual de la Falange,
Nieves iba sin disfraz: combatió como voluntario en la guerra, donde alcanzó el grado

de alférez provisional. Pues bien, esta gente rodó la película que nos ocupa.
Paradójico, verdaderamente paradójico. Los adalides del imperio, los redactores de la
falacia zarzuelera que arropaba a la dictadura, desnudando, ¡ellos mismos!, la miseria
que habían contribuido a alumbrar. Y lo hacen, la desnudan. Lo van a ver. Y los
premian. Y la película obtiene subvenciones, y es declarada de interés público.
¿Ustedes lo entienden?
También sirve para contradecir a ciertos papanatas, a esos que decían y dicen
“¡otra españolada!” o “¡yo nunca veo cine español!” Les aseguro que yo he utilizado

Surcos, varias veces, para tapar bocas. “¿Has visto Surcos?, les pregunto, luego añado:

Entonces déjate de majaderías hasta que no la hayas visto”
Ahora, si me permiten, voy cerrar este comentario con dos opiniones
completamente subjetivas.

Fundamentadas y razonadas, espero. Pero muy subjetivas.

Allá van:
Primera. En 1940, John Ford realizó Las uvas de la ira, adaptación de la novela
de John Steinbeck de igual título. Veinte años después, Luchino Visconti rodó Rocco y
sus hermanos, otro hito en la historia del cine social. Pues bien, entre ellas dos está
Surcos, donde, con similar propuesta narrativa: la familia, personificada en una madre
batalladora, como cobijo insuficiente para salvar a sus miembros del desarraigo y la
desgracia que supone el éxodo, se especifica la cruel realidad española de la
posguerra. Uno habla de okies americanos; el otro, de italianos del sur; Nieves Conde,
partiendo de nuestros aldeanos mesetarios dispara a la trágica realidad de la
dictadura. Y lo hace con tanta potencia visual y cinematográfica como Ford o Visconti.
Sin desmerecer ni un ápice.
Segunda opinión. Más arriesgada todavía. Esta película es el producto
indeseado del experimento que realizan unos falangistas, metidos a aprendices de
brujo sin dominar la fórmula. Yo creo que ellos jamás pretendieron hacer daño al
régimen. De hecho, nunca más volvieron a intentar algo parecido. Simplemente, para
Surcos tomaron el tópico falangista de la maldad de la urbe frente a la pureza
campesina y trataron de escenificarlo (neorrealismo obliga) en las horrendas y
reconocibles calles del Madrid de la época. Entonces, lo abstracto se hizo concreto y
les salió dinamita: casi un documental, donde quedó reflejada con un vigor inusual la
incompatibilidad entre la decencia y el salir adelante. Curiosamente, la dinamita no les
explotó en la cara. Paradójico. Ya se lo decía.
¡Reflexionen sobre ella!
AP220523

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