Cuento de otoño
Magali (Béatrice Romand), aquella jovencita de La rodilla de Clara (Le genou de Claire,1970), es una mujer solitaria que vive en el campo ocupándose de sus viñedos, vive en una soledad impuesta por la muerte de su marido y porque sus hijos ya se han hecho mayores y han hecho sus propias vidas. Su mejor amiga desde la infancia, Isabelle (Marie Rivière) la visita a menudo y mantiene una estrecha relación con la novia de su hijo, Rosine, (Alexia Portal), estas dos mujeres serán las “conspiradoras” de los planes para emparejar a Magali. El filme gira en torno a todas estas maniobras de sus amigas que van dando lugar a situaciones en las que los personajes de Rohmer irán profundizando en su propio interior, en sus sentimientos, con magníficos diálogos en los que muestran todas sus contradicciones, deseos, anhelos, imperfecciones.
Isabelle pone un anuncio en un periódico local y se hará pasar por su amiga en un principio ante Gérald, un estupendo Alain Libolt, que también es viudo y después de viajar bastante ha decidido regresar al campo y le gustaría encontrar una mujer para compartir su vida, se siente atraído por Isabelle pero creyendo que su vida es la de Magali y aunque por un momento sentirá que Isabelle se ha burlado de él cuando le confiesa la verdad enseguida y haciendo gala de la generosidad y serenidad que caracterizan a su personaje aceptará los planes de Isabelle de que acuda a la boda de su hija y conozca a Magali “por casualidad”.
En la boda se produce el encuentro y desde un primer momento surgirá la química entre ellos, después, por una serie de contradicciones, malentendidos e inseguridades de Magali se irán produciendo una serie de acontecimientos que finalmente desencadenarán el desenlace de la película.
Paralelamente a esta historia, Rosine, tratará de emparejar a Magali con su antiguo profesor, Étienne (Didier Sandre) con el que ella tuvo una relación y del que ahora sólo quiere ser su amiga. Él se suele sentir atraído por sus jóvenes alumnas aunque acepta los planes de Rosine porque también desea encontrar una mujer. El encuentro también se producirá en la boda aunque en este caso no habrá conexión entre Magali y Étienne.
Todas estas situaciones que podrían resultar para algún lector tal vez un poco banales o frívolas, aunque la búsqueda del amor nada tiene de ambas, son tratadas admirablemente por Rohmer, con una naturalidad extraordinaria que llevará al espectador a sentirse identificado con alguno de sus personajes y de las situaciones planteadas en Cuento de otoño.
Mediante divagaciones acerca del amor, la filosofía, la vida nos iremos introduciendo en este universo rohmeriano en el que tanto los personajes más jóvenes como los más adultos tienen fe en el amor aunque desde distintas perspectivas debido a su edad y experiencia. Magali llega a señalar, resignada, que a ella ya no le espera ninguna sorpresa más en la vida pero veremos como mostrará esa ilusión de que tal vez las cosas puedan funcionar con Gerald y que aún espera lo extraordinario, el amor auténtico, aunque el realizador francés no nos hará olvidar al final de la historia que sucederá si tiene que suceder, recordándonos ese destino siempre presente en su obra.
La película está impregnada de otoño, de sus colores, del viento, de su luz, de un poso de melancolía. Rohmer siempre ha otorgado una enorme importancia a la naturaleza haciéndola partícipe en todo momento de sus filmes, consciente de como influye ésta en las personas la manejaba magistralmente como un elemento más de la propia historia. Sigue esa tradición artístico-filosófica que presupone la existencia de analogías importantes entre el hombre y el mundo o el medio físico que lo rodea.
Es singular esta predilección de Rohmer por la meteorología y por las señales naturales de las horas del día o de las estaciones del año si lo comparamos con el tratamiento de la naturaleza en otros cineastas
Cuento de otoño desprende poesía (esa “poesía intrínseca” a la que aludía Rohmer en uno de sus ensayos), en sus escenarios, en sus miradas, en sus palabras; en una de las secuencias iniciales Magali le muestra a Isabelle su viñedo, comparado con el de sus vecinos es mucho más pequeño y está repleto de hierbas salvajes y le explica a su amiga que ella se considera más una artesana que una comerciante, que no explota la tierra, la honra; una frase que dibujará muy bien la personalidad de Magali a lo largo de toda la historia y que podríamos extrapolar al cine que realizó Rohmer durante toda su carrera cinematográfica porque por encima de cualquier otra cosa y aunque muchos no hayan sabido (o querido) entender su cine, Eric Rohmer ha sido uno de los directores más coherentes, vitales e inteligentes que ha dado el séptimo arte.
Por Laura del Moral, acotaciones de cinedivergente