11 PM | 14 Feb

ADIOS TIERRA FIRME

Seguramente muchos cinéfilos conocen el cine de otra Iosseliani de oídas o mejor de leídas, puesto que en informaciones de revistas sabían de la obra de este cineasta casi siempre presente en los festivales. Pero en nuestro país nada se había estrenado. Hace un tiempo se pudo ver en un pase-sorpresa por La 2 un filme suyo, Los favoritos de la luna. También en algunos de nuestros pequeños festivales se exhibió alguno que otro de sus filmes. Parece ser que en la próxima edición de San Sebastián se le va a realizar un retrospectiva de toda su obra.

En esta película francesa firmada por este cineasta nacido en Tbilisi-Georgia (la misma ciudad donde Stalin fue seminarista) de fuertes ideas marxistas, pero después desencantado, exiliado adoptado galo, se presenta una vez más un tema muy querido por el cine de nuestro país vecino: el fustigamiento de la familia burguesa y el elogio de la vida natural, de la vida de la gente corriente de la calle y la exaltación (¿anarquista?) de los “clochards” de los mendigos profesionales. Es una película de interpretación coral, de múltiples personajes, con un sentido del humor muy francés,  que a veces se escapa al espectador y que incide sobre todo en la vida de los adolescentes y los jóvenes. El título ¡Adiós, tierra firme! (expresión tomada de la conversación común de los marineros que se sienten felices al abandonar el puerto y luego echan de menos las comodidades y los placerse de la tierra firme) se refiere a esos deseos de ruptura de los adolescentes hacia la vida fácil que le ofrece su familia protectora, pero cuyas amarras nunca llegan del todo a romper y que a la postre se convierten en seguro salvavidas cuando las cosas se ponen feas o cuando el cansancio de la novedad les hacen regresar al vilipendiado pero calentito hogar paterno.

Narra la historia de un muchacho de diecinueve años que vive en una lujosa mansión con sus padres. Su madre es una ostentosa y poderosa mujer de negocios, mientras que su padre es un pobre hombre relegado a los deberes de la procreación y a los placeres de la caza y la bebida. En su hogar no se hacen más que fiestas y saraos presididos por una extraña ave –ñandú- de majestuosos movimientos. A escondidas, el joven se va todos los días a vivir con sus amigos los jóvenes pobres, mendigos y gamberros de la calle. Trabaja de friegaplatos en un restaurantes y escribe rótulos a los pedigüeños de las esquinas. Pero un día un robo mal ejecutado con sus amigotes en un supermercado da con sus hueso en la cárcel. Tiempo después, un lujosos coche mandado por su madre, le espera al puerta de ésta. Cuando se pasea por los calles por donde antes trotaba, ya nada es igual.

¡Adios, tierra firme! vienen a ser una especie de reflexión entre ácida y humorística sobre la lucha de clases después de la estrepitosa caída del marxismo, del funeral de las ideologías y del triunfo del capitalismo liberal. Un filme que no aporta nada nuevo, sino más desencanto y pesimismo hacia un mundo visto por los ojos de este director, otrora ferviente marxista, desengañado de todo y de todos. Si la utopía soñada  por el socialismo se hundió, ahora ni siquiera los naturales depositarios de los ideales, los jóvenes, son capaces de levantar nuevos sueños sobre un mundo nuevo. Es por ello que precisamente, el padre de la familia, interpretado por el mismo director, sea la propuesta más cínica y lucida que se presenta en el filme: alienado de un mundo que le margina y a la vez le disgusta, permite que sea su esposa quien lleve los pantalones y él se dedica a beber, a la caza y a jugar con toda la indeferencia del mundo con sus trenes.

REVISTA ENCADENADOS José Luis Barrera

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