Documentación

10 AM | 26 Ene

LA GRECIA FASCISTA DE METAXÁS

El general griego Ioannis Metaxas (Ítaca, 1871 – Atenas, 1941) estableció en 1936 en Grecia un régimen de tipo fascista que en poco tiempo se convirtió en una versión griega del Tercer Reich. La época fascista en Grecia (1936-1941) recibiría el nombre de “Régimen del 4 de Agosto”, por el día de la subida al poder de Metaxas.

Metaxas impuso su régimen en parte para combatir la turbulenta situación social de Grecia en los años 30, en los que se respiraba una atmósfera inestable propiciada por la lucha entre las diferentes facciones políticas, que llegaron a impulsar varias tentativas golpistas, mientras que el Parlamento se hundía en el descrédito.

En marzo de 1935, un levantamiento venizelista fracasó y los comicios de octubre del mismo año reforzaron la mayoría monarquista, lo que permitió el retorno del rey Jorge II al trono y reestablecer la monarquía en el país. Pero el Parlamento, muy dividido en facciones incompatibles, no era capaz de crear una mayoría clara de gobierno y la creciente actividad de los comunistas, que en las elecciones de 1936 obtuvieron 15 escaños, provocaron la alarma entre la burguesía y las clases medias griegas.

En mayo de ese mismo año se dieron grandes huelgas en el norte del país, lo que decidió al jefe del gobierno en funciones, el general Metaxas, a disolver el Parlamento el 4 de Agosto de 1936, a decretar la ley marcial y a implementar un régimen de carácter fascista para reestablecer el orden social y sofocar el crecimiento de los comunistas.

En una de sus primeras alocuciones, Metaxas anunció: “He asumido la totalidad del poder que necesito para salvar a Grecia de las catástrofes que la amenazan”(1).

Precisamente, uno de los logros más importantes de Metaxas fue la estabilización de la turbulenta situación social de Grecia de la época, sobretodo gracias a su formidablemente eficiente ministro de orden público Konstantinos Maniadakis.

El propio Metaxas había dicho que el sentimiento de orden y colectividad era un valor fundamental de una sociedad fascista: “Debemos subordinar nuestros apetitos, nuestras pasiones y nuestro egoísmo a la totalidad del interés nacional… De ese modo seremos un pueblo que es verdaderamente libre. De otro modo, la anarquía y la indisciplina gobernarán sobre nosotros bajo la falsa máscara de la libertad” (2).

El “Nuevo Estado” fascista se inspiraba claramente en la Alemania nazi de la que era contemporánea, como el general Alexander Kondylis dejó claro: “Todo conflicto y todo desacuerdo debe desaparecer en el futuro; nuestro programa de política interna no se diferenciará mucho del programa del gran creador de la nueva Alemania, Adolf Hitler” (3).

Metaxas recogía la tradición de Mussolini (“la tercera Roma“) y de Hitler (“el tercer Reich”) e invocaba “la Tercera Civilización Helénica”, después de la Antigüedad griega y del Imperio Bizantino de la Edad Media. Esta “Tercera Civilización Helénica”, debía “sintetizar los valores paganos de la antigua Grecia, particularmente los de Esparta, con los valores cristianos del imperio medieval de Bizancio” (4).

También en el caso del régimen de Metaxas se puede hablar del característico “culto al líder” del Fascismo: Metaxas se presentó a sí mismo como “el Primer Campesino“, “el Primer Trabajador”, “el Primer Atleta” y como el “Padre Nacional” (5). A imitación del nombre de “Duce” de Mussolini y “Führer” de Hitler, Metaxas adoptó el título de “Arhigos” (“conductor”).

Al igual que sus contemporáneos regímenes fascistas italiano y alemán, el régimen del 4 de Agosto hacía uso del saludo romano o fascista (con el brazo derecho extendido) y tenía sus propios uniformes, saludos,  y rituales. Como símbolo se escogió el pelekys, el hacha de doble filo originario de la civilización minoica y que para Metaxas era el símbolo más antiguo de todas las culturas griegas.

Para asegurar el orden público que Metaxas creó una policía secreta, llamada Asfalia, que vendría a ser el equivalente griego a la Gestapo alemana.

La policía política griega se convirtió en todopoderosa, y los comunistas y los izquierdistas sufrieron una represión brutal. Más de 30.000 personas fueron arrestadas y encarceladas, o exiliadas por motivos políticos, y las torturas se hicieron habituales para extraer confesiones o acusaciones contra aquellos que se oponían al régimen. Con tales políticas, Metaxas ahogó las actividades de los comunistas y suproyecto político. Pero no sólo desarmó a los izquierdistas; también consiguió desmantelar el viejo sistema de patronazgo basado en las lealtades de los partidos monárquico y venizelista.

Metaxas también creó a finales de 1936, poco después de haber llegado al poder, la Ethniki Organosi Neolaias (Organización Nacional de Juventudes, EON), que venía ser una versión griega de las Juventudes Hitlerianas Hitlerjugend, y que debía prorrogar los valores del régimen en el futuro. La juventud debía tener nuevos ideales, nuevas ambiciones y nuevas esperanzas, y liberarse “de las avariciosas manos de los plutócratas, los comunistas y de todos aquellos que querrían abusar de las capacidades de la juventud”.

El objetivo de la EON era la unión de la juventud, una unión fundamentada en el amor a la patria, en el valor y en la creencia en la “continuidad de la sangre helénica”. La EON unía a la juventud griega de todos los niveles económicos y sociales en un único cuerpo, y educaba a los chicos en la disciplina y el entrenamiento militar y a las chicas en las labores domésticas. La EON tenía como himno el Giovinezza (“Juventud”) de la Italia de Mussolini, y publicaba una revista quincenal llamada E Neolaia (“La Juventud”), que tenía mucha resonancia tanto en las escuelas como en las universidades.

El régimen de Metaxas intentó fortalecer los valores de la patria, la lealtad, la familia, la religión, la estabilidad y el orden social y político. Por encima de todo, sin embargo, estaba el Helenismo, que debía sacar a Grecia de siglos de decadencia. Por ello, Metaxas reivindicaba la grandeza del pasado de Grecia y anunció que “por tanto, tenemos la obligación de regresar al pasado a fin de redescubrirnos” (6).

Metaxas veía en los griegos una “comunidad de sangre”, un conjunto de individuos emparentados unos con otros a través del sagrado vínculo de la sangre y de unos antepasados comunes, y fundamentaba su creencia en la superioridad de la raza helénica en teorías tanto culturales como biológicas, pero sin caer en los desvaríos racistas de Hitler o Himmler. Aún así, el régimen de Metaxas insistió en las virtudes raciales del pueblo helénico, virtudes que residían en la sangre helénica y no dudaba en hablar de una “raza griega” que se había mantenido pura desde tiempos inmemoriales.

La raza griega era referida frecuentemente como “la raza elegida de los dioses”, una raza “inmortal” que “vivirá para siempre” (7).

Es verdad que el régimen de Metaxas magnificó el peligro comunista para justificar sus excesos represivos, pero también es verdad que bajo su gobierno Metaxas se ganó el respaldo del pueblo griego con el desarrollo de una política que introdujo abundantes y avanzadas medidas de protección social por las que hoy aún es recordado: fundó el Insituto Nacional de la Seguridad Social (IKA), estableció las dos semanas mínimas de vacaciones al año, los seguros médicos y salariales para los trabajadores, la protección a la maternidad de la mujer trabajadora, etc…

Muchas de estas medidas, muy avanzadas a su tiempo y sobretodo a su entorno geográfico, siguen aún hoy vigentes de una u otra manera en Grecia.

Metaxas, además, mejoró mucho las condiciones de los trabajadores helenos: fijó un salario mínimo para los trabajadores y los seguros laborales, implantó la semana laboral de 5 días laborales y 40 horas semanales, subió los salarios, mejoró drásticamente las condiciones laborales en la industria aplicando severas medidas para hacer de los lugares de trabajo sitios seguros, absorbió las deudas de los granjeros e incrementó los precios de la agricultura para mejorar la vida en el campo.

Ya en 1938, sólo 2 años después de convertirse en el líder de la nación, la renta per cápita de los griegos había subido de una manera notable, a la vez que se conseguía rebajar el paro a un fuerte ritmo, aunque fuera mediante el desarrollo de una potente industria armamentística.

Metaxas también inició un gran plan de infraestructuras y de obras públicas, incluyendo proyectos de drenaje de tierras. Además, el régimen de Metaxas consiguió eficiencia administrativa y una sólida circulación monetaria.

El régimen de Metaxas, aunque autoritario, logró efectuar una gran mejora en muy pocos años en prácticamente todos los campos de la sociedad griega, aunque fuera a costa de negar muchos de los derechos individuales y colectivos obtenidos durante la democracia anterior.

Aún así, hay que decir que a diferencia del fascismo italiano y alemán, el fascismo griego no fue nunca un movimiento de masas. Sin embargo, sí se puede afirmar que gozó de la creciente simpatía del pueblo helénico, incluso entre los círculos izquierdistas, incapaces de negar los evidentes logros de la política del régimen del 4 de Agosto.

A pesar de ser un régimen fuertemente nacionalista, el fascismo griego no se lanzó a aventuras expansionistas, a pesar de que apoyaba el concepto de la Megali Idea, la idea de una Gran Grecia que incluyera, además del territorio griego, las comunidades étnicas griegas del Sur de Albania, de la Macedonia yugoslava, de la Tracia oriental y de la Anatolia occidental. Metaxas prefirió, sin embargo, concentrarse militarmente en la defensa del país frente a la guerra que se avecinaba. Metaxas, como presidente del consejo de la Entente Balcánica, también intentó reforzar los vínculos entre los países balcánicos y acordó un pacto de amistad y no agresión con la vecina Bulgaria en julio de 1938.

Una de las dedicaciones más importantes del régimen de Metaxas fue la mejora de las defensas del país, como por ejemplo la construcción de la llamada “Línea Metaxas”, una línea defensiva en el Noroeste. El ejército también fue objeto de grandes inversiones, para aumentarlo en términos cuantitativos a la vez que mejorarlo tecnológicamente mediante la compra de nuevas armas para los tres ejércitos, e incluso con la adquisición de submarinos para la Marina. Asimismo, también se reservaron grandes cantidades de recursos alimenticios para afrontar una eventual situación de guerra.

Todos estos esfuerzos se revelaron proverbiales para que Grecia estuviera preparada para resistir con éxito el ataque italiano con un ejército mucho más pequeño que el italiano, y, como veremos después, acabar venciendo a Mussolini en su intento de invadir Grecia.

Uno de los grandes quebraderos de cabeza del régimen fue, desde luego, la política exterior. Si bien Metaxas veía en la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini sus correligionarios naturales, la seguridad de Grecia dependía en gran medida de Gran Bretaña, que dominaba con su  el Mediterráneo oriental. Además, los planes de Mussolini de crear un nuevo Imperio Romano chocaban obviamente con las pretensiones griegas de controlar el Mar Egeo y las islas del Dodecaneso y de ejercer influencia en Albania. El expansionismo italiano enfrentó a Mussolini y Metaxas, y cuánto más fuerte sonaban los tambores de guerra en Europa, más cerca se sentía Metaxas de Gran Bretaña y de los Aliados. De nuevo, Metaxas acertaría, puesto que Grecia, como miembro de los Aliados, acabaría así en el bando de los ganadores, recibiendo, precisamente de Italia, las susodichas islas del Dodecaneso.

Todo ello se desencadenó después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, de la cuál Metaxas procuró mantener a Grecia alejada. El 28 de octubre de 1940, no obstante, el ministro italiano en Atenas Gratzi le comunicó al Arhigos un inaceptable ultimátum de Mussolini, que había concentrado a sus tropas en Albania, a la espera de atacar Grecia.

Metaxas supo sintonizar con los sentimientos de su pueblo, y la historia cuenta que su única respuesta al ultimátum fue un tajante y enérgico “Okhi!” (“No!”, en griego), respuesta con la que ha pasado a la historia. Metaxas se dirigió poco después a la nación con estas palabras: “Ha llegado el momento de que Grecia luche por su independencia. Griegos, ahora debemos demostrar si somos dignos de nuestros antepasados y de la libertad que nuestros Padres nos dieron. Luchad por la Patria, por vuestras esposas, por vuestros hijos y por las sagradas tradiciones. Ahora, sobre todas las cosas, luchad!” (8).

Uno de los mayores éxitos de Metaxas en esas dificilísimas circunstancias fue el conseguir unir a toda la nación contra el enemigo, olvidando temporalmente las diferentes ideologías políticas. Así consiguió que militares de todo tipo político (realistas, venizelistas, nacionalistas, moderados e incluso comunistas) se unieran a la causa y, lo que es más, aceptaran someterse a su mando. Metaxas, que tenía una larga experiencia militar (había estudiado Ciencias Militares en Alemania, había combatido en la Guerra Greco-Turca de 1897 y se había convertido en héroe de guerra en las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913), decidió así contestar las provocaciones de la Italia mussoliniana entrando en guerra.

En medio de un exacerbado sentimiento nacionalista que poseyó a todos los griegos, Grecia entraba así en el conflicto, de lado de los Aliados.

La resistencia griega fue formidable: “En pocos días, las fuerzas de ocupación italianas fueron devueltas a Albania en una cruzada por la liberación de lo que los griegos llaman Epiro del Norte, una área en el sur de Albania con una importante minoría griega. El espectáculo de David derrotando a Goliat levantó admiración en todo el mundo, y durante esta época Grecia e Inglaterra fueron los únicos países de Europa que resistían activamente a los poderes del Eje Fascista” (9).

Charles De Gaulle fue una voz más de las que por todo el mundo se deshicieron en elogios por la bravura del pueblo griego. En un comunicado coincidiendo con la fiesta nacional griega del Dia de la Independencia (25 de marzo), De Gaulle expresó su admiración por la heroica resistencia griega: “En nombre del atrapado aunque vivo pueblo francés, la Francia libre comunica sus saludos al pueblo griego, que lucha por la libertad. El 25 de marzo de 1941 encuentra a Grecia en la cúspide de sus heroicos esfuerzos y en la cima de su gloria. Desde la batalla de Salamina [la batalla de Salamina es la histórica batalla de la Antigüedad en que unos pocos miles de griegos derrotaron al inmensamente más numeroso ejército persa] Grecia no había conseguido la grandeza y la gloria que hoy tiene”. El propio Hitler se desharía más tarde en elogios hacia el pueblo griego y su bravura, y llegaría a conceder a los militares griegos distinciones y privilegios que a ningún otro pueblo conquistado otorgó.

Aún hoy, el 28 de octubre, día de la invasión italiana, es una fiesta nacional en Grecia, y recibe el nombre de “Okhi Mera” (Dia del No), en referencia a la heroica y decidida respuesta de Metaxas al dictador fascista italiano.

Durante tres días, en las casas, las oficinas, las fábricas, las escuelas y los edificios públicos de toda Grecia cuelgan y ondean banderas griegas en recuerdo a esta gesta. Durante estos días, las emisoras de radio emiten  patrióticas griegas, especialmente las de Sophia Vembo, que dieron fuerzas a los jóvenes griegos al luchar durante la guerra.

Fue precisamente durante la defensa del suelo griego contra el ejército de Mussolini que Metaxas murió. Su muerte fue un episodio muy misterioso, y ha levantado no pocas suspicacias y teorías entre los historiadores. Oficialmente, Metaxas murió de una manera natural. Pero lo cierto es que Gran Bretaña le presionaba para poder tomar tierra en Grecia y luchar contra Hitler, a lo que Metaxas se oponía una y otra vez, en su voluntad de mantener a Grecia como país estrictamente neutral. Su muerte supuso que heredara el poder Alexandros Koryzis, un hombre de personalidad débil al que los ingleses pronto doblegaron, consiguiendo que autorizara la entrada del ejército británico.

Evidentemente, las teorías que apuntan que Metaxas fue en realidad asesinado por el servicio de inteligencia británico para poder conseguir así entrar en Grecia no son pocas, y no mal fundamentadas. Más aún si tenemos en cuenta que, poco después de haber autorizado la entrada de los ingleses en Grecia, Koryzis se suicidó (oficialmente), también en extrañas circunstancias (10).

La etapa fascista en Grecia no acabó ni con la misteriosa muerte de Metaxas ni con el suicidio de Koryzis: el régimen siguió vivo combatiendo a los alemanes hasta Abril de 1941, cuando el general Tsolakoglou firmó la rendición de Grecia frente a la Wehrmacht. Hitler estableció un gobierno títere colaboracionista que obtuvo las riendas del poder hasta finales de 1944, cuando finaliza la ocupación alemana.

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07 PM | 25 Ene

DIAS DEL 36 (ANÁLISIS)

Desde los mismos créditos iniciales, a través de una sucesión de fotos de época Angelopoulos nos traslada al clima de efervescencia social y política imperante en la Grecia de la primera mitad de 1936, señalando con particular hincapié la creciente movilización obrera y la omnipresencia del ejército en las calles. De hecho, el asesinato de un líder sindical en las primeras escenas durante lo que parece un paro fabril trata de poner en contexto al espectador, señalando los intentos del estado por desestabilizar y sabotear las organizaciones revolucionarias desde dentro. A lo largo de la película se nos muestran las formas de acción colectiva de los militantes obreros del Frente Popular griego, con un partido comunista muy consolidado, y la situación de clandestinidad en que se

encontraban ya antes de la dictadura dado el control que los militares ejercían sobre el espacio público (7). Por otro lado, el director señala a través de los planos centrados en la inauguración de las obras del nuevo estadio olímpico la progresiva fascistización del discurso, la puesta en escena del poder y el modus operandi del estado en el periodo inmediatamente anterior al 4 de agosto, que es en el que se enmarca el film. Cabe señalar que Metaxas actuaba como primer ministro interino designado por el rey y confirmado por el parlamento griego desde abril de 1936, cuando empiezan a imponerse ya algunas de las dinámicas que marcarán la futura dictadura: el culto palingenésico al pasado glorioso de Grecia, el anticomunismo, la estética clásica, el papel clave de la Iglesia ortodoxa en la legitimación del régimen o el culto a la acción y a la juventud como garantías de futuro y pureza. De hecho, Metaxas creía estar inaugurando la Tercera Civilización Helénica [Tritos Hellinikos Politismos], heredera palingenésica de la Grecia Clásica y el Imperio Bizantino, un nuevo orden orgánico basado en sus propias formas de representación popular, en la unidad y la superación del Cisma Nacional [Ethnikos Dikhasmos]

Paralelamente, Angelopoulos nos muestra la connivencia del establishment político tradicional –el partido liberal y el conservador–, con la deriva que están tomando los acontecimientos en la vida política y la realidad social del país, a lo cual se une el tibio “rechazo” paternalista de la diplomacia británica frente a los métodos expeditivos empleados por el estado en el control de la amenaza comunista. En este sentido, resulta particularmente significativa una conversación entre políticos griegos y diplomáticos británicos, que reflejaría la defensa de unos intereses bien concretos:

– Estoy preocupado, el momento actual parece crucial en toda Europa –señala uno de los británicos.
– ¿Qué dirías si estuvieras en España en pleno caos de la guerra civil? –le contesta uno de los políticos griegos.
La escena es muy interesante por cuanto pone de manifiesto el lugar central de la guerra civil española en las conversaciones y los cálculos políticos de la época. En este caso concreto, actuó como el factor disuasorio que empujaría a Metaxas a mantener el ejército en las calles y, finalmente, a declarar el estado de excepción –aunque de facto ya existiera antes– el 4 de agosto de 1936, anticipándose a la amenaza de huelga general por parte de los sindicatos tras varias semanas de inestabilidad en las fábricas. Claramente, todo apunta a que nos encontramos en los días finales de julio y la dictadura se plantea como la única salida posible para evitar un daño mayor, de forma que se está buscando el beneplácito de los británicos para poder actuar en ese sentido. Por tanto, en medio de esta escena pretendidamente frívola atravesada por los usos y costumbres de la cultura liberal-burguesa, se nos muestra el modo en que las clases dirigentes europeas buscan la forma de contemporizar y encontrar puntos de confluencia para sus diversos intereses, negociando y mercadeando con el futuro de todo el continente. Esto sirve a Angelopoulos para presentar su visión de las cosas: “El argumento es la detención y luego la ejecución final [del protagonista].” Sin embargo, esto no es más que la excusa para enseñar cómo “El camino muestra un poder burgués, un gobierno y una situación completamente inestable, sin voluntad, sin fuerza, que permitió el paso a la dictadura. Para mí era muy importante”(8). Se trata de un análisis eminentemente marxista sobre el modo en que se forjan las bases sociales, políticas y económicas que permiten la implantación de una dictadura, en este caso la del Régimen del 4 de Agosto en Grecia, que no se aleja para nada de lo señalado y aceptado por buena parte de la historiografía para los casos paradigmáticos de la época, como el italiano o el alemán (9). Esto nos lleva inevitablemente a señalar que las peculiaridades y, por extensión, la naturaleza de la dictadura de Metaxas no han estado exentas de debate, donde algunos historiadores señalan cada vez con mayor fuerza su carácter fascista que, sin embargo, no estaría respaldado por elementos comunes a los fascismos paradigmáticos, como la existencia de un partido de masas o el acercamiento al Eje en política exterior, sin ir más lejos  Quizás, estos debates deberían invitarnos a revisar nuestra visión del fascismo genérico, sus orígenes y el proceso seguido en su llegada al poder, que no tuvo por qué ser

unidireccional, si bien en estos casos podría funcionar la tesis sobre los régimenes fascistizados, que es la que hoy en día se aplica de forma casi indiscutible para el caso de España

Así pues, las diferentes escenas de violencia política que se suceden a lo largo de la película, como la paliza propinada por dos hombres desconocidos al abogado del protagonista, un militante comunista y soplón de la policía encarcelado, ponen de relieve el estado de excepción reinante y el uso del terrorismo de estado como instrumento coactivo y, también, generador de consensos. Bajo la connivencia de Metaxas y su régimen, todavía en estado de gestación, tendrá lugar la detención y el asesinato del protagonista de la película, algo que queda simbolizado en las escenas donde el director de la prisión debate con diferentes expertos políticos, científicos y militares una posible salida al problema planteado por éste. El retrato del general Metaxas, con expresión muda, contempla desde lo alto de la estancia todo lo que ocurre, sancionando y legitimando la violencia practicada en nombre de los intereses del estado y la nación. Así pues, frente al clamor de libertad de una parte sustancial de la sociedad griega el estado respondería con la intimidación y el terror, lo cual concuerda con esas escenas donde el ejército griego lleva a cabo pruebas de tiro con fuego real, por si fuera necesario, se entiende, dirigirlo contra sus propios conciudadanos, como en el caso de España, donde una huelga general paró el golpe de estado del 18 de julio de 1936. En este sentido, la prisión donde transcurre buena parte de la película se convierte en la metáfora de todo un pueblo en manos de una minoría elitista y connivente entre sí.

 

 

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03 PM | 17 Ene

ANIMAL KINGDOM

Animal Kingdom 

David Michôd, Australia, 2010

Por Manu Argüelles

La savia nueva que lleva consigo un director debutante puede propiciar el encuentro de auténticos goces fílmicos dado que en ese Animal kingdompunto de partida hay mucho en juego. Quien empieza, desea que su obra se convierta en una zona de despegue para consolidar una posterior carrera. Y por ello, suele haber un extremo cuidado para que todos los elementos puestos en escena den su fruto. Es el caso de Animal Kingdom, fascinante e hipnótico largometraje de un realizador al que le auguramos todo un futuro esperanzador. Contiene algo intangible pero que se percibe desde sus primeros acordes. Aquello que no se ve en el guión: atmósfera. El santo grial del cine negro y que puede anegar en la más profundas de las miserias a aquellos que tratan de conseguirla y fracasan en el intento. Hasta un experimentado Brian de Palma puede perecer intentando aprehender algo que resultaba postizo y artificioso. Vean sino La dalia negra (The Black Dahlia, 2006).

Vamos a adentrarnos en las fauces de lobo. J (James Frecheville), tras la muerte de su madre heroinómana, acaba trasladándose a la casa de su abuela materna, donde convive con sus tíos entregados a hechos delictivos. El cerco, cada vez más asfixiante que la brigada policial instaura a dicho entorno, hace que se encuentre atrapado en una tierra fronteriza, donde el cervatillo debe convertirse en gacela si quiere asegurar su supervivencia en un reino de depredadores.

Animal kingdomMichôd, para dar cuerpo a este melodrama de connotaciones criminales, opta por un sinuoso desarrollo, del que se desprende un estado de ánimo de desasosiego y desvanecimiento de las fronteras morales. No esperen un mundo de buenos y malos, de policías y ladrones. En el reino animal, las leyes se rigen por otros principios. Cierto olor a azufre recorre esta poesía mórbida, mediante una caliginosa y difusa ambivalencia moral, de la que quizás se salve únicamente el personaje del detective Leckie (Guy Pearce), sin que por ello también acabe manchado de la viciada corrupción moral que se respira en todo el film. Al fin y al cabo él trata de imponer sus reglas, pero el avezado corderillo acabará imponiendo sus propias normas. No se trata más que de sobrevivir entre una jauría de bestias.

En ese sentido, Animal Kingdom muestra un sentido perfecto de la cadencia, impresionando una cierta sensación de ralentí y de Animal kingdomefluvios narcotizados, mediantes sigilosos movimientos de cámara que parecen reptar por las sombras, en unas texturas aceradas marcadas por el azul metalizado y sombrío de una cartografía que remite a espacios urbanos neutros y habitáculos impersonales, en su cortante realismo. Tiene algo de fantasmagórico, de tétrico decorado existencial. Gracias también al excelente uso de la música no diegética que se constituye como una sonoridad de anticipación, más pendiente de ilustrar estados anímicos antes que servir de refuerzo a la acción. Sirve, por ello, como batuta de conducción para que el espectador vaya inconscientemente preparándose para lo que verá a continuación. Ello provoca que vayamos aguardando en cada momento la explosión de violencia, la cual, cuando se produce siempre se establece de forma incisiva, concisa y breve (véase la muerte de Baz o la de la vendetta). De esta manera, los movimientos deslizantes y casi imperceptibles y el uso expresivo de bosquejos orquestales de perímetros tenebrosos y nebulosos, llenos de tonalidades susurrantes, se constituyen en un auténtico corpus sensorial, porque te embarga en una premonición lóbrega totalmente apesumbrada, que  fija como una especie de canal furtivo que nos hace atestiguar de la difícil relación conflictiva del hombre con el mundo, dado que el horizonte visual siempre va a remolque de las inclinaciones del musical. Por tanto, nos tememos que estamos ante una aporía irresoluble de la que J no va a salir indemne. Porque aunque nuestro joven protagonista pone en clara muestra su vulnerabilidad, la voice over en primera persona del inicio nos advierte de que todos estaban Animal kingdomasustados. De hecho, el trinomio de hermanos se comporta como animales acorralados, llegando a extremos de desequilibrio mental agudo en el caso de Papa (Ben Mendelsohn), el más feroz de los lobos y el más escalofriante. Por ello, Michôd utiliza el encuadre como clausura implacable, constituyéndose así como vector esencial de los recursos gráficos. Porque son unos seres que no dominan el espacio que ocupan. En el hampa a ras de suelo, todo es una constante amenaza. Se certifica así la estrechez de los personajes, de la que sobresale por derecho propio una inmensa Jacki Weaver encarnando a Janine Cody, la madre leona, tremenda cuando saca sus colmillos. ¿Recuerdan a Laura Linney como esposa de Sean Penn en Mystic River (2003)? Para que se hagan una idea, aunque aquí Jacki Weaver ostenta un rol más contundente y con mayor peso narrativo. Es esa aparente amenaza en la sombra que emerge de las tinieblas colocándose en primera línea de frente cuando sus cachorros se encuentran en serio peligro. Al fin y al cabo, como en la naturaleza, es la leona la que va a cazar mientras el rey león aguarda plácidamente en su trono. 

Llegados a este punto es imposible que Animal Kingdom, drama telúrico ambientado en barrios suburbiales de Melbourne, decrete en su epílogo ningún mundo armónico. Ya que como hemos podido comprobar debajo del orden aparente existe otro alienante, profundo y desgarrador, donde hemos podido certificar la abisal descripción de aislamiento  que sufre J, un joven dislocado y fragmentado en un microcosmos de monstruos salvajes. Magnética, poderosa, imprescindible. No se la pierdan.

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06 PM | 11 Ene

UZAK (LEJANO)

Nuri Bilge Ceylan antes de empezar a contar historias en el cine, capturaba instantáneas fotográficas, congelaba efímeras fracciones del tiempo. Y lo hacía, al parecer, por una razón fundamental: dar una oportunidad y, paradójicamente, más tiempo a la mirada para que, de esta forma, pudiera comprender, aprehender y ordenar lo que tenía ante sus ojos. Y es que este Nuri Bilge Ceylan ha sido forjado con la materia ingrávida que alimenta a unos pocos cineastas, aquellos que practican un cine íntimo, cine de silencios estridentes, cine de gritos mudos. No hay muchos ni tampoco se les permite sobrevivir en esta época. Son gentes como Dreyer, como Ozu, como Sokurov, como Angelopoulos o como ese Tarkovski al que en algún modo homenajea este filme, si por tal se entiende nombrar, es decir señalar, distinguir, invocar a quien supo arañar un camino propio.

En cuanto a UZAK (Lejano) pasó por Cannes y brilló en una edición extraña en la que naufragaron algunos viejos maestros. Premiaron a sus actores, pero igualmente pudieron haber premiado su fotografía, su dirección o todo su contenido. Nada hubiera cambiado. Ni para la película lógicamente ni, especialmente, para el cineasta salvo que, sin premios, es seguro que muchos espectadores jamás la hubieran visto.

Cuando era fotógrafo, Nuri Bilge Ceylan dirigía sus cámaras hacia objetivos hechos de mar y nubes, hacia personajes anónimos y paisajes sin historia. Tras convertirse en cineasta Bilge Ceylan filma películas a las que titula, y no por casualidad, KASABA (El pequeño pueblo, 1997), MAYIS SIKINTISI (Nubes de Mayo, 1999) o este UZAK (Lejano)que habla más de una actitud que de un espacio. No se ha dicho todavía pero tanto como fotógrafo o como cineasta Nuri Bilge Ceylan se mueve en un territorio cotidiano, evita el tremendismo y cultiva esos sutiles detalles apenas relevantes pero sin duda realmente decisivos. Su cine emite vibraciones de baja frecuencia, de esas que casi no son perceptibles pero que, si se detectan, conmocionan y perturban de un modo hondo.

Aunque en Cannes se premió a sus dos principales actores -sin duda merecidamente- y aunque a veces se explica la sinopsis argumental del filme como la historia de dos personajes, un encuentro entre dos hombres de caracteres opuestos, entiendo que UZAK (Lejano) responde mucho más al deseo de radiografiar a un cadáver. UZAK (Lejano) corresponde a la autopsia de un náufrago que corta con desesperación las últimas amarras que le podrían haber mantenido con esperanza. Mas allá de las semejanzas anecdóticas de sabor autobiográfico Nuri Bilge Ceylan proyecta en su personaje principal, un fotógrafo como lo fue él, heridas y cicatrices de sí mismo para mostrar el hundimiento de un individuo corroído por la angustia de la existencia, podrido por la frustración y el egoísmo.

En un momento del filme, el único en el que se asiste a una desenfadada reunión de amigos, Mahmut afirma que la fotografía ha muerto. En realidad lo que está gritando es que quien ha muerto ha sido él que ha renunciado a sus sueños y ha vendido su técnica para trabajar para una empresa de cerámicas a las que fotografía sin emoción alguna, recluído en un triste cuarto de su espaciosa e inhabitada vivienda.

No deja de ser significativa que la primera voz que oímos en el filme, provenga de la llamada telefónica de su madre a la que Mahmut no responde. Luego comprenderemos que salvo su madre, es decir su origen, ya no le queda nada a Mahmut pero es que su madre empieza a descender por el camino de la enfermedad y la muerte. Por eso mismo es desde su origen, su pequeño pueblo, desde donde arranca el filme. Allí, con el plano sostenido de un amanecer, con el canto de un gallo, se pone en marcha su última oportunidad. Es entonces cuando vemos avanzar, a través de un paisaje nevado, a Yusuf -probablemente un reflejo de Mahmut que, con el tiempo, será como él-. Aunque Mahmut no lo acepte, Yusuf representa la última oportunidad, el último tren para escapar de esa ratonera en la que vive obsesionado por un ridículo ruido que por las noches provoca un insignificante ratoncillo. Pero para quien se ha anclado en el silencio de la soledad ese roer quedo alcanza el valor del estruendo y tras él ya no se escucha, ya no se puede oir otra cosa que eso. Paradójicamente el filme se cierra con un acercamiento en primer plano a Mahmut, un Mahmut liberado de su obsesión que mira y espera, probablemente en vano, a que vuelva a cantar un gallo y todo comience de nuevo.

Por todo ello y detrás de ese aparente hieratismo, Bilge Ceylan construye un filme de poderosa escritura, de reposada digestión. Todo en él rebosa intencionalidad, todo en él está alumbrado por el significante consciente de quien ha reflexionado sobre lo que está narrando. Esos planos a veces casi inmóviles desbordan tanta tensión como las obras de Hitchcock. Esa aparente sobriedad monocromática de grises fríos ofrece tantos matices como el más colorista filme de Minnelli. Pocas veces con tan pocos planos se ha dicho tanto. Porque si bien es cierto que todo el filme gira en torno a Mahmut, no lo es menos que los escasos personajes que le circundan quedan perfectamente retratados.

La cuestión de fondo es percibir que UZAK (Lejano) duele en esos personajes sin esperanza. En ese Estambul blanqueado por la nieve. En ese barco encallado de medio lado arruinando la esperanza del turco que sueña con recorrer el mundo. En esa mujer furtiva que comparte lecho pero no derecho. En la multitud de pequeñas mezquindades de ese patético fotógrafo prepotente y maniático incapaz de ser generoso con quien se muestra desesperado. En ese gesto de piedad consistente en golpear hasta matar a un pequeño ratón para evitarle el horror de ser comido vivo… Por todo eso y por mucho más escuece este UZAK (Lejano) que parece hablar desde los recovecos más profundos del propio cineasta al mismo tiempo que verbaliza la angustia de un mundo en retirada hacia ningún lado.

Juan Zapate

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