Críticas

10 PM | 25 Feb

ELEGIA DEL VIAJE (Karlés Llor)

Con una sorprendente economía de medios y un sorprendente despliegue de imaginación y sensibilidad artística, Alexander Sokurov nos presenta en ese film la narración, indecisa, tierna, monologante, de un viaje en sueños, desde el invierno ruso hasta la intimidad de un oscuro museo de Rotterdam, donde el autor se encontrará con un cuadro de Pieter Saenredam, en cuyo interior continúa el viaje subjetivo del narrador.

En verdad la película, de apenas 46 minutos, es una joya inclasificable que pondría al lado de La Jetée, de Chris Marker, como esos ‘chispazos’ que, de cuando en cuando, se salen de los rieles convencionales del cine para hacernos ver horizontes ocultos entre las brumas de la historia del arte.

La voz en off del narrador (Sokurov mismo) nos va sumergiendo con breves pinceladas, en un mundo de sombras, de aguaceros, de esperas, de bautizos, de alegrías y terrores, de autos rodando en la noche caótica, para finalmente detenerse en esa inmensa tela de Saenredam, de la cual va explicando sus diversos detalles, hasta convencernos de que él mismo participó en la escena que registra el cuadro, conoció al autor, y ahora se concentra en comentar las deliciosas ‘imprecisiones’ en que el pintor ha incurrido.

El protagonista pasa la mano extendida a escasos centímetros de la tela, como si quisiera hallar una entrada en el cuadro, fusionarse con él. “La tela está tibia…” dice, con voz trémula.

He ahí la clave del sueño, de la sensación de estar en un universo paralelo donde todas esas cosas extrañas están ocurriendo, pues, además, el cuadro de Pieter Saenredam está fechado (en la película) en el año 1765, cuando en la realidad ese pintor falleció más de un siglo antes.

El eterno retorno, los anhelos perdidos, la intuición de mundos maravillosos y terribles que están ahí mismo, al alcance de la mano, la disponibilidad de todas las escenas y situaciones en una región cualquiera de la Noosfera (pues el cine es esencialmente el arte de la Noosfera), se presentan en esta intensa pieza con una delicadeza y una fuerza que sólo de un gran artista pueden emerger.

Una película imprescindible para todo aquel que guste de explorar las conexiones ocultas entre el arte y la vida.

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01 PM | 20 Feb

PSICOLOGÍA DE NEGRO (FELAS)

El maestro de la fragmentación y el fuera de campo, con la simplicidad aparente que le caracteriza, nos adentra en las vicisitudes del primer trabajo como párroco en un pueblo de Francia, no precisamente creyente. Siguiendo al pie de la letra sus “notas sobre el cinematógrafo” las tomas nos muestran sólo lo exclusivamente necesario, pero aportando a la historia una gran emoción. La película destila una gran sobriedad, y la actuación del cura de Antricourt es el prototipo del actor-modelo al que aspiraba Bresson.

              Una de las principales preguntas que nos hacemos al ver hoy la película es si siguen vigentes autores como Berganos, Claudel, o Mouriac, escritores católicos de lectura obligada en la cultura de su tiempo. El género diario ya no es de actualidad, y tampoco la psicología del sacerdote y los vaivenes de su personalidad, entre otras cosas por estar los seminarios vacíos. En otros contextos se podría dar la lucha por llevar adelante unos ideales. En nuestro país no se hubiera producido el drama de la familia del conde, que es en el fondo el nudo del conflicto, pues aquí todo estaba impregnado del nacional-catolicismo, no había ningún espacio para la disidencia.

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08 PM | 13 Feb

MIEL, LA PELI DEL SABADO

“Miel” es uno de esos films que provocan una perenne curiosidad y que transmiten pasión de vivir y permiten suscribir la frase del crítico y periodista cultural Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos: “(…) El cine es la creación máxima del ser humano, que como creador ya no puede ir más allá. El cine es la combinación de todos los elementos de la cultura humana, es la expresión audiovisual total que conforma todas las artes”.

Hasta que “Miel” se alzó con el triunfó en el festival de cine de Berlín (Oso de Oro, 2010) no tenía noticias de su director, el turco Semih Kaplanoglu (1963). Semih es una figura a seguir, un gran creador.

 

Este es el quinto film de Kaplanoglu que debutó en 2000 con “Lejos de casa” a la que siguió “La caída del ángel” (2004). Justo después empezó a pergeñar lo que él llama la trilogía de Yusuf y que empezó con “Huevo” (2007), siguió con “Leche” (2008). Son 3 Yusuf diferentes en cuanto a edad y momento vital pero podrían ser el mismo reconstruidos en tempo inverso, donde el Yusuf de “Miel” es el de menor edad, un niño de solo 7 años.

“Miel” es un film mimético sobre el aprendizaje, sobre un paisaje que está en vías de extinción, sobre un lugar, mundo rural de Turquía que raramente vemos en nuestras pantallas, donde el tiempo sigue un ritmo muy diferente al de nuestras urbes.

Yusuf es un niño muy especial, muy apegado a su padre que es colmenero, vive cotidianamente la crueldad y la riqueza de la naturaleza y que está aprendiendo a leer y escribir en la escuela, con dificultades. Descubriremos los esfuerzos del pequeño por progresar en clase y obtener reconocimiento del profesor.

 

La historia está trabajada con mimo, como pura artesanía. El pequeño actor Bora Altas realiza un trabajo memorable, digno de todo tipo de elogio y al parecer tal y como cuenta Semih Kaplanoglu tiene gran mérito dado que es un niño inteligente, sensible que transmite que vive en su mundo en la pantalla.

“Miel” me recuerda al film de Stephen Frears de 2000 “Liam”, donde el protagonista de una edad similar a Yusuf también tiene dificultades de aprendizaje en la escuela en Liverpool, donde además hay conflictos religiosos, también en su planteamiento podría recordar al Erice de “El espíritu de la colmena” pero prescindiendo de los elementos fantásticos.

En “Miel” hay pocos diálogos, se pretende hacer partícipe al espectador mostrando la curiosidad como forma de descubrir el mundo que tiene el pequeño.

La película se abre con la imagen de Yakup, padre de Yusuf, buscando miel para dar paso rápidamente a un flashback que ocupará el resto del metraje. Los personajes no conocen el desenlace pero los espectadores sí y manteniendo el interés al máximo.

Semih Kaplanoglu define su estilo como realismo espiritual. Su forma de rodar es desde luego realista, la fotografía es otro de los elementos magistrales, lo más valioso de la propuesta radica en la honestidad del planteamiento.Todo el reparto está espectacular y hasta el más mínimo detalle tiene relieve.Sin duda, Kaplanoglu ha llegado para quedarse, es un cineasta a seguir.“Miel” es un film exquisito, magistral. Muy recomendable y necesario.

                       José López Pérez

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10 PM | 26 Ene

la eternidad y un dia

La eternidad y un día

La cámara avanza lentamente hacia una casa del siglo diecinueve, en sobreimpresión aparecen los créditos mientras la grúa se eleva y encuadra el balcón de la mansión… —Esta película es insoportable— me dice Sally con expresión de aburrimiento. Desde hace un tiempo, Sally se ha decidido a acompañarme a ver los films que más me apasionan. Hoy estamos en un cine de reestreno viendo La eternidad y un día de Theo Angelopoulos. Ya la he visto en varias ocasiones, pero siempre que la vuelven a proyectar tengo el impulso irracional de acudir a verla.

—Sólo llevamos diez minutos de película— le respondo yo totalmente indignado.   —Sí, diez minutos y aún no ha cambiado el plano replica ella. Sally, desde hace dos años es mi compañera sentimental, una realizadora de videoclips cuya costumbre a no dejar un plano más largo de dos segundos en el montaje, la ha hecho algo incompatible conmigo en el terreno visual. Cuando la conocí era una joven realizadora de actuaciones en discotecas y cápsulas televisivas. En los últimos años se ha convertido en la realizadora de los videoclips más importantes del pop español. Toda ella es diferente a mí, no sólo en la indumentaria y la altura, que es un palmo superior a la mía, sino también en los gustos e ideas. A pesar de todo ello creo que algo pasional y a la vez romántico nos hace estar incondicionalmente unidos.

 

—¡Es increíble!, un tío andando todo el rato en plano general… No me vuelvas a traer a un peñazo así nunca más. Sally no se caracteriza por ser una persona muy paciente, eso ha supuesto que yo haya tenido que ejercitar mi sentido de la calma al máximo nivel durante este tiempo. Los últimos años con ella han sido geniales. A pesar de las dificultades y las diferencias, que supongo nos unen, ha sido maravilloso. Estoy seguro que la nuestra es una relación que nunca se romperá.

—¡Ahora el tío camina hacia la casa! Nos esperan otros diez minutos del viejo andando— interrumpe ella. —Ese viejo es Bruno Ganz, un genio le respondo yo. Sally está algo nerviosa y molesta, y no sólo porque sea una persona ansiosa, que lo es ¡y mucho!. Antes de entrar en el cine hemos ido a tomar una copa a un bar y yo me he puesto algo pesado para que pruebe el zumo de tomate. Ella, que es hija de sicilianos, me ha dicho que mi zumo preferido es asqueroso, que al beberlo siente que está tragando una salsa napolitana fría. —Este director es un farsante, esta película se hace en una semana de rodaje— insiste Sally.

La cámara persigue a la protagonista en un travelling dorsal durante un flashback. Ella avanza hacia la orilla de una playa griega recordando en off sus sentimientos por Bruno Ganz: “Tardaste en despertarte, aún sentía tu calor, no me atrevía a soñar que soñabas conmigo… ¡Alexandrós!” Sally, que empieza a moverse demasiado en la butaca, se muestra indiferente ante la secuencia. Sólo cruza y descruza las piernas continuamente —Salomón, tenemos que hablar— No me lo puedo creer. —¿Ahora?… Ahora no— le respondo yo. —Ahora sí—, insiste de manera taxativa. Creo que quiere hablar de nuestra relación, o eso parece, y desde hace dos años siempre se hace lo que ella quiere. Mi sumisión forma parte de nuestra vida, debe ser porque siempre he necesitado ser galvanizado.

El niño albanés que comparte protagonismo con Ganz en el film dice: “Sonríes pero estás triste“. Bien, pues a mí se me están empezando a acabar las ganas de sonreír  por esta tarde. Sally me intenta explicar algo nerviosa su desencanto sobre nuestra pareja. Yo, iluso, que creía que todo funcionaba de manera excelente, ahora tengo que escuchar estas cosas. Es cierto que no todo ha sido perfecto, pero suponía que ella me entendía, que era la persona que mejor me comprendía, o al menos eso dijo.

—¡No te entiendo!—, me dice Sally sin pestañear mientras resopla al ver la imagen de la pantalla… “¡Alexandrós, Alexandrós!” grita la voz de una vieja a Bruno Ganz que permanece inmóvil durante más de tres minutos. Sally intenta explicarme, mientras los personajes del film caminan a paso de tortuga, que ya no siente la misma pasión, que cree que se ha enamorado de otro. —¿Cómo que te has enamorado de otro?… ¡¿Cuando?!—, le pregunto yo totalmente desencajado. —No te pongas nervioso Salomón, mira, ahora hay unos músicos albaneses tocando dentro de un autobús desde hace cinco minutos—. Siempre le ha gustado burlarse de mis directores preferidos.

En realidad Sally no se ha enamorado de otro. Es peor, me va a dejar por su ex novio. El individuo en cuestión es un disc-jockey con la cabeza afeitada y el tabique nasal de platino, un “pinchadiscos” que trabaja con unos enormes cascos y rayos láser.  —Supongo que a un personaje con esta descripción lo habrás conocido en la nave Enterprise—, le respondo yo. Me empiezo a sentir mareado, no paro de sudar ¿Qué quiere decir eso de que me deja por su ex? ¿Significa que nunca lo olvidó? —Le olvidé, después volví a pensar en él, después dejé de hacerlo y ahora vuelvo a sentir algo, dice ella. ¡Vaya!, primero no, luego sí, luego no, ahora otra vez sí… Todavía está a tiempo de cambiar de opinión antes de irnos del cine. ¿Por qué vivirá la vida a ritmo de sus videoclips?

¡Alexandrós, Alexandrós!” un nuevo flashback de Angelopoulos con Ganz mirando una playa. —¿Y tu padre que dirá?—, le pregunto. Sally me contó una vez que su padre pagó al disc-jockey para que la dejase porque no se fiaba de él. Yo me quedaré sin pareja y tampoco veré ni un euro. —¿Lo ves? Ese es tu problema, te tomas la vida con tanta ironía que no te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor—, responde ella ofendida. Supongo que eso es cierto, quizá la única forma de protegerme emocionalmente ante un mundo tan austero y previsible sea verlo con sentido del humor. ¿Por qué la vida no es como las películas que veíamos de niños y es como las que vemos de adultos? De lo que estoy seguro es que si el guión de nuestras vidas lo escribe Dios, es un guionista aburrido y con poca imaginación. Tal vez Dios sea el guionista de las películas de Theo Angelopoulos. Tal vez Tonino Guerra sea Dios.

Llevamos una hora y cuarto de película y, entre momentos de auténtica tensión que por primera vez están a punto de acabar con mi paciencia, me ha dicho todo lo que necesitaba decir. Sally me ha dejado muy claro que nuestra relación ha llegado a un momento en el que ella ya no siente las cosas con la misma intensidad que antes. Parece tener bastante claro que entre esta semana y la que viene recogerá sus cosas y se irá a casa de su ex novio. ¡No puede pensárselo dos veces, no! De todos modos, a eso ya estoy acostumbrado, siempre ha sido una mujer muy impulsiva y si quiere algo tiene que hacerlo en ese mismo instante.

Sally me coge la mano con complicidad mientras Bruno Ganz baila un vals surrealista en una playa abandonada y , mirándome a los ojos, me dice que lo deja, lo siente mucho pero según ella debo asumirlo, dice que siempre me querrá pero tal vez ya no me ama ¿Se supone que debo asumir eso? ¿Que se cree, que soy una persona equilibrada y madura? Estoy totalmente helado, frío, aturdido, soy incapaz de reaccionar y creo que seguiré así hasta mañana. Antes de levantarse me da un beso en la mejilla a modo de despedida y desaparece entre la oscuridad del cine. ¡No ha esperado a que Alexandrós termine su baile, ni siquiera respeta eso! Mientras veo los últimos segundos del film pienso que es una lástima que esta película, la película de mi relación con Sally no sea como Love Story, que el final de nuestra historia no sea tan justo como el del film, donde ella muere. Ese sería el mejor The End.

Acaban los títulos de crédito (en griego) y, desconcertado, me levanto para dirigirme a la salida del cine. Mientras recorro el vestíbulo pienso que, aunque sea bella, la vida es muy compleja. Una película titulada La eternidad y un día debía ser el presagio de algo malo esta tarde, tendría que haber intuido que si en las condenas de prisión se dictan veinte años y un día, la eternidad y un día no iba a ser una condena muy benevolente. Así que, es posible que el amor entre Sally y yo dure hasta la eternidad, pero en un día, sólo en un día, todo puede cambiar.

Ya en la calle, me prometo a mí mismo que no voy a derramar ni una sola lágrima, enciendo un cigarrillo y conecto mi reproductor de mp3. Empieza a sonar Stand by Me de Ben E. King. Es curioso porque, a pesar de todo, como dice la canción que escucho, ella podrá seguir contando conmigo. Soy así… Qué le voy a hacer. Obviamente lo de Sally con el extraterrestre durará poco, creo que nunca llegará  a irse a vivir con él, me imagino que volverá conmigo, o eso espero. Conozco muy bien sus altibajos. Estoy seguro que yo también puedo contar con ella.

El clima ha empezado a cambiar en Barcelona, se acaba el frío y llega la primavera. Es maravilloso caminar por mi ciudad con esta temperatura. Mientras deambulo por las amplias aceras del Eixample, me vienen a la mente recuerdos de mis días con Sally: los momentos de felicidad, cómo éramos capaces de reírnos juntos, nuestras primeras conversaciones y lo mucho que aprendimos el uno del otro. Eso me anima, aunque derramo una lágrima. Y es que en el fondo, pase lo que pase, haga ella lo que haga durante estas semanas… un día, dos o diez no significan nada en comparación con la eternidad.

A todos aquellos que alguna vez han estado enamorados

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10 AM | 11 Nov

Colección Catedra: Andrei Tarkovski

 

   

 Si hay un cineasta que permanece en la memoria del séptimo arte por haber dejado una huella de calidad indiscutiblemente poética, filosófica y artística, abarcando además del cine, otras artes y universos del conocimiento ese es el ruso Andrei Tarkovski. Hombre de gran cultura, el realizador creó un universo propio, de tal forma que aunque poco extensa, solo apenas siete largometrajes y tres cortometrajes, su herencia cinematográfica es objeto de estudio continuo y obligado en toda carrera de cine que se precie. Carlos Tejeda,  (ediciones Cátedra), ha abordado la inmensidad de Tarkovski añadiendo a la bibliografía que ya existe sobre este realizador una amplia, completa y exquisita mirada con el título Andrei Tarkovski (de nuevo ediciones Cátedra), ensayo que ofrece una revisión pormenorizada del continente y el contenido de este último autor romántico del cine.

 

Los libros de Carlos Tejeda son un reflejo de su pasión por el cine, como arte y como medio para cuestionarse la existencia y enfrentarse a los miles de interrogantes que deja a su paso. Pasión que es evidente cuando habla en los medios, escribe en las innumerables revistas especializadas o se adentra en la obra de sus autores elegidos, ya sean Bergman, Vadim, Jaime de Armiñan o Jarmusch. Pasión como vehículo por la nos traspasa el conocimiento hacia Tarkovski, con el espíritu, como él mismo apunta en la introducción, del espectador que termina de hacer la película, en este caso del lector que termina el ensayo y va más allá. Con sumo detalle y precisión Tejeda ahonda en la labor cinematográfica de Tarkovski desde su etapa estudiantil en la VGIK, con el trazado de sus primeros cortometrajes que apenas dejan entrever lo que sería su estilo tan personal, hasta su muerte, acaecida a finales de diciembre de 1986, tras acabar el montaje de su último largometraje, Sacrificio.  
Visionario para algunos, Tarkovski fue un observador del alma humana, cuya simplicidad argumental se torna en complejo laberinto. En un formato fácil de manejar, este pequeño pero gran ensayo está dividido en cuatro partes más una pequeña introducción.

En la primera: El universo Tarkovskiano, Tejeda desgrana todos los secretos de la obra cinematográfica del cineasta. Película a película se desliza por las particularidades de su cine, descifrando códigos e interrogantes que para un simple espectador permanecen escondidos. Después de una breve presentación circular a las siete películas a dilucidar, Tejeda se explaya en el entorno «La naturaleza, pues, adquiere un gran protagonismo en el cine de Tarkovski….de ahí que la naturaleza para Tarkovski trascienda más allá de ser un lugar para la contemplación, convirtiéndose no sólo en el núcleo sobre el que gravita la vida, sino también en la máxima expresión de ésta.»; los cuatro elementos, siendo el agua el elemento por excelencia del autor, sustancia que implica vocablos como fluir, renacer, vida. Pero también la niebla, el aire, la tierra, el fuego; vegetales y animales, como el árbol, el perro y el caballo. La arquitectura y los espacios tanto habitados como deshabitados traducen dobles significados. Y no olvidemos un elemento importante en su filmografía: los espejos. Pero si por algo subyace del hálito romántico de la figura de Tarkovski es el trazo de sus personajes, todos en consonancia con el espíritu del hombre decimonónico. Sujetos, todos, entregados a la contemplación, que sin pertenecer a su mundo ni al nuestro, se sitúan al borde de la realidad.  Tarkovski cuenta con 30 años en 1962 cuando se estrena su primera película, La infancia de Iván, ganadora en Venecia.  Cada película refleja una etapa diferente en la vida del cineasta, en su evolución como creador y como persona. Etapas del hombre con sus crisis, con sus entresijos psíquicos, seres que se convierten en el grito de rebeldía del propio Tarkovski, que en los años ochenta ya proclamaba el comienzo de la crisis actual: «la moderna cultura de masas —una civilización de prótesis— pensada para el consumidor, mutila las almas, cierra al hombre cada vez más el camino hacia las cuestiones fundamentales de su existencia». Arte, ciencia y fe, coordenadas a las que se inscriben sus personajes, individuos ya de por sí inadaptados por no encajar en la sociedad que les toca vivir. Podría decirse que el cine de Tarkovski es un cine de la nostalgia. Nostalgia del pasado, del presente y del futuro. Todo él está impregnado de recuerdos, melancolía, tristeza, evocaciones, visiones, semiinconsciencia, desasosiego, rituales, viajes. Muchos viajes. El viaje como permanente búsqueda.

La segunda, tercera y cuarta parte del análisis de Tejeda, más cortas, se centran en la fisicalidad de su cine: una cierta mirada, la de este ruso culto y humanista. Su simplicidad argumental, el contexto temporal, la ubicación geográfica, la estructura narrativa, sus planos secuencia, su esculpir el tiempo. Tarkovski, nos dice Tejera, pone en cuestión los fundamentos del montaje tradicional porque el montaje verdadero se produce durante el rodaje a través de la propia cámara. Es el arte cinematográfico según Tarkovski.

Este viaje se acaba con un recorrido a cámara lenta por la filmografía completa del director, desde su juventud como estudiante hasta su muerte. Tres cortometrajes hasta 1960. Siete películas en las décadas posteriores. La infancia de Iván, trágico relato sobre la infancia ambientado en la Segunda Guerra Mundial; Andrei Rublev (1966), reflexión sobre el papel del arte y el artista en la sociedad, la propia creación artística, así como una revisión del pasado histórico de Rusia; Solaris (1972), adaptación literaria inscrita en la ciencia ficción a través del cual el cineasta muestra sus preocupaciones en torno a la condición humana; El espejo (1974), con la presencia de un alter ego de Tarkovski que muestra en pantalla el pensamiento, los recuerdos y vivencias personales; Stalker (1979), vuelta a la ciencia ficción con el que tres hombres se infiltran en un lugar prohibido, la Zona, en donde se hallan unas ruinas que contienen una habitación que concede un deseo. Toda una exploración de la conciencia; Nostalghia (1983), rodada en Italia, con la que el cineasta experimenta ese fenómeno tan ruso y tan fuerte que es el sentimiento de la nostalgia a través de un protagonista que deambulará por tierras italianas sobrecogido por la añoranza; y finalemente Sacrificio (1986), película que se podría situar dentro de los márgenes del género fantástico, con una trama cargada de elementos sobrenaturales acerca de un hombre escéptico que, ante la amenaza de una guerra nuclear, renuncia a sus bienes y a su familia con tal de evitar el desastre.

«Si dirigimos la mirada hacia atrás, reconocemos que el camino de la humanidad está lleno de cataclismos y de catástrofes. Descubrimos las ruinas de civilizaciones destruidas. ¿Qué ha sucedido con ellas? ¿Por qué se agotó su aliento, su voluntad de vivir y sus fuerzas morales? Supongo que nadie creerá que todo eso tiene una causa material. Una idea así me parecería salvaje. Y al mismo tiempo estoy convencido de que hoy volvemos a estar al borde de la destrucción de una civilización porque ignoramos plenamente el lado interior y espiritual del proceso histórico. Porque no queremos reconocer que nuestro imperdonable y pecaminoso materialismo, un materialismo que no conoce la esperanza, ha traído infinitas desgracias sobre la humanidad», Andrei Tarkovski en sus escritos Esculpir en el tiempo.

Un ensayo con el que ampliaremos el conocimiento y la mirada sobre el mundo del cine. Un libro que ocupa un lugar de privilegio en nuestra biblioteca como libro de consulta.

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