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Crítica Cinematográfica

11 PM | 02 Dic

CRÍTICA: VERANO 1993


Verano 1993 (Estiu 1993) dirigida por Carla Simon

Con su primer largo de ficción, ‘Verano 1993‘, Carla Simón (Barcelona, 1986) está logrando el reconocimiento en aquellos festivales cinematográficos donde su película compite. Tras convertirse en la mejor ópera prima en la Berlinale 2017  y ganar la Biznaga de Oro en el festival de Málaga llega a la cartelera española con unas expectativas inusitadas.

Antes de cualquier consideración, no dudaría en afirmar que se ha visto lo mejor en este poco prolífico año para el cine español, lo cual no impide que nos convirtamos en la nota discordante respecto a las críticas de cine que podáis leer sobre ‘Verano 1993’, una película que puede desconcertar por las expectativas generadas por los propios premios cinematográficos que anteceden a su estreno y también por los límites narrativos que impone el hecho de basarse en hechos reales, en concreto de la propia directora, lo cual impide que la historia transite por la senda de la ficción, que sin lugar a duda hubiera enriquecido sobremanera la película.

‘Verano 1993’ oscila entre una película dramática o simplemente contemplativa. Bajo la atenta mirada de Frida (Laia Artigas) asistimos a una sucesión de hechos cotidianos en apariencia intrascendentes: cenan, se bañan o simplemente juegan en el bosque, en lo que pudieran ser momentos de felicidad, pero que van anticipando la exclusión afectiva del personaje del entorno familiar. La cámara captura estos momentos con una naturalismo que no está contaminado por la caracterización, teniendo en cuenta que los niños actores difícilmente interpretan delante de la cámara.

Verano 1993 (Estiu 1993) dirigida por Carla Simon

Escena de “Verano 1993” (Estiu 1993) dirigida por Carla Simon. Fuente: Avalon

En este caso, destacable Laia Artigas y la capacidad para dirigir a niños actores por parte de Carla Simón.  Desde Ana Torrent en ‘El espíritu de la colmena‘ no veíamos en el cine a un personaje infantil tan cautivador. La niña protagonista tiene una mirada fuera de lo común que lo dice todo pero que también desconcierta. Un personaje dickensiano del siglo XXI que tiene que adaptarse al medio para aceptar su nueva realidad. Eso sí, sin explorar en lo más bajo del melodrama para masas como si lo hizo ‘Un monstruo viene a verme’ de Bayona.

En la película nunca desaparece la autoridad adulta, aunque la niña quiere revelarse por sí sola. Además, se aprecia una cierta ambigüedad contenida en la relación entre las dos niñas (primas hermanas) y entre la niña huérfana y su madre adoptiva, que por otro lado está justificada por razones obvias, ya que la película no aspira a ser más que un retrato familiar con conflictos superables. A raíz de un acontecimiento, clave en la trama, la niña alcanzará por fin el amor que no sentía o no le daban sus progenitores adoptivos. Un cambio de actitud con paso apresurado para desencadenar el happy end de una historia dura pero que ha tenido la capacidad de revelarse como bonita.

En esta película, la luz de la estación del año a la que hace referencia el título se cuela en cada encuadre confiriendo a la puesta en escena un aire casi pictórico. La sensación de aislamiento emocional que persigue al personaje como si fuera su sombra es arrolladora. Todo ello revela a una cineasta como Carla Simón que tiene voz y mirada propia y a la que seguiremos muy de cerca.

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11 PM | 02 Dic

ESTIU 93

Aquest és el primer estiu de la nova vida de la Frida, després de la mort de la seva mare. Una pel·lícula que mira la infància cara a cara.

Sempre hi ha un moment a la infància, deia Graham Greene, en què una porta s’obre i deixa entrar el futur. La Frida (excel·lent Laia Artigas) mira a través de l’escletxa i només hi veu una realitat que, d’un dia per l’altre, s’ha capgirat com un mitjó. Carla Simón sap que, per entendre un nen, hem de percebre el que l’envolta a la seva altura, sobretot si el trànsit que travessa és el d’assumir la pèrdua, l’orfandat i la mort com una certesa. El futur és, doncs, aprendre a admetre el que sents, a superar el dol amb l’ajuda dels altres. En fi, la maduresa.
Així doncs, ‘Estiu 1993’ surt victoriosa de construir aquesta mirada desubicada i sensible, que declina un cert esperit documental –és la infància de la directora la que està en joc– en una pel·lícula que mai no intenta ser complaent amb la seva heroïna, que atén al seu descobriment del món vinculant-lo amb la cristal·lina transparència de les seves imatges, que treballa amb els seus actors amb una delicadesa extraordinària, i que aconsegueix transmetre el misteri de ser nen –la sensació d’estranyament, la crueltat inconscient, el dolor disfressat de caprici emocional– sense oblidar-se de quina relació estableix amb els adults i, sobretot, sense caure en el sentimentalisme sent profundament commovedora.

PER SERGI SÁNCHEZ

PUBLICAT 

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05 PM | 26 Nov

las diabólicas

(Les diaboliques, 1955) de Henri-Georges Clouzot.

“Una pintura siempre es lo suficientemente moral, cuando es trágica y muestra el horror de lo que retrata”.

 (Barbey D´Aurevilly)

Christina Delassalle (Véra Clouzot) y Nicole Horner (Simone Signoret), son la esposa y la amante, respectivamente, de Michel Delassalle (Paul Meurisse), el autoritario director de un internado. Hartas de sufr

ir su tiranía y sus malos tratos, deciden asesinarlo.

Si en 1960, con Psicosis, Alfred Hitchcock provocó que muchos espectadores sintiesen pánico ante el simple hecho de tomar una ducha, unos años antes, el director francés Henri-Georges Clouzot, al que muchos ha

n comparado con el maestro británico por su sentido del suspense, hizo que otro elemento cotidiano del cuarto de baño se convirtiera en objeto de nuestras pesadillas: la bañera. Les diaboliques, incontestable clásico del cine francés, adapta la novela Celle qui n’était plus, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, también autores de D´entre les morts, que fue llevada a la gran pantalla por el citado Hitchcock en su mítica Vértigo.

La película, pese a no inquietar como probablemente lo hiciese en la época de su estreno, sigue manteniéndose como un notable thriller psicológico donde el naturalismo, el suspense y el terror (porque contiene momentos en verdad escalofriantes), van de la mano durante sus casi dos horas de metraje. Quizá su punto más fuerte sea la contraposición psicológica entre los personajes de Christina y Nic

ole, ambas magníficamente interpretadas por Véra Clouzot (mujer del director) y Simone Signoret de manera respectiva. La primera de ellas posee un carácter débil, pusilánime, enfermizo, atormentado. Además, sufre una dolencia cardíaca que subraya desde un punto de vista físico su fragilidad interior. La segunda, en cambio, es segura y decidida, con nervios de acero. Nada que ver con su compañera de fatigas homicidas. Sólo las une el profundo odio que profesan hacia Michel: marido de una, amante de la otra y un cabrón con las dos. Nicole es la que planifica su asesinato; sin em

bargo, algo parece no salir bien… Clouzot apoya su minucioso guión sobre una puesta en escena en la que destaca la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Armand Thirard. Esa escenografía expresionista alcanza cotas sobresalientes en su inolvidable y terrorífico tramo decisivo, del que, haciendo caso al consejo que aparece en los títulos de crédito finales, no diré nada para no fastidiar la sorpresa al lector que aún no haya disfrutado la cinta.

En 1996 Hollywood perpetró un pobre remakeDiabólicas (Diabolique), dirigido por Jeremiah Chechik e interpretado por Sharon Stone, Isabelle Adjani y Chazz Palminteri que es mejor olvidar.

DEL BLOG ESCULPIR EL TIEMPO

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12 PM | 24 Nov

PRINCESA

Lee Su-jin debuta en la dirección con Princesa (Han Gong-ju), película coreana que narra el intento de una joven, la Han Gong-ju que da nombre a la película, interpretada por una magnífica Woo-hee Chun, de comenzar una nueva vida tras ser alejada del lugar en el que vive y estudia debido a unos sucesos traumáticos que desconocemos en un principio y que no sabemos si han sido ocasionados por ella o es víctima de ellos. Pero a lo largo de la película, mediante flashbacks cuya duración van creciendo paulatinamente, iremos descubriendo que Han Gong-ju fue víctima de unos acontecimientos aberrantes que no solo la han conducido hacia una nueva casa y un nuevo instituto, sino que también la han convertido en una persona arisca y retraída que evita todo contacto, o lo intenta, con otras personas, obsesionada por no ser reconocida.

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Lee Su-jin sorprende con su habilidad en la puesta en escena, combinando pasado y presente en la narración de tal manera que crea una relación directa entre ambos momentos que ayuda a mostrar los intentos de la joven por seguir hacia delante, por rehacer su vida, a la par que no consigue alejarse del todo de ese trauma, como demuestra el final. Así, Princesa juega con el esquema de las películas de segunda oportunidades y de cine de instituto (aunque bien medido esto último) para crear una película contundente y dura sobre una joven que, de repente, ve cómo su vida ha quedado suspendida pero aun así intenta encontrar su lugar.

Lee Su-jin, como director coreano, absorbe a la perfección la herencia reciente del cine de su país, pero modulando ésta a partir de una soberbia, y sobria, puesta en escena muy personal, con un tratamiento visual elegante y poético que atiende tanto a los primeros planos como a los generales, buscando unos registros de encuadres variados mediante una perfecta utilización de todos ellos. El tremendismo de la situación es rebajado a partir de una cierta distancia sobre los sucesos, no así sobre el personaje de la joven, a quien acompaña con la cámara en todo momento en busca tanto de aislarla del entorno como de introducirla de lleno en él. El cineasta juega con la información que poco a poco va desvelando sobre ella, dado que nadie más, incluido el espectador, conoce, creando un personaje tan misterioso como cercano, con el que es fácil conectar pero al debemos ir conociendo. Lee Su-jin nos ayuda a ello, tomándose su tiempo, dejando que la narración fluya y con ella el perrsonaje.

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Lee Su-jin ha realizado una película de imágenes de gran potencia, sugerente y poética, pero realista y dura. Una obra que presenta a un cineasta a quien seguir de cerca, algo que Scorsese tuvo que percibir para encontrar Princesa tan importante. Porque en muchos aspectos, lo

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02 PM | 12 Nov

Al despertar el día

Al despertar del día, quizá la muerte. Paradoja. ¿Qué es lo que puede amanecer cuando las ilusiones han sido acribilladas? ‘Al despertar el día (Le jour se leve, 1939), de Marcel Carné es una intensa y bella obra, con exquisitos diálogos de Jaques Prevert, que relata las circunstancias que determinaron que un hombre a asesinara a otro. En el principio, y en el final de todo, las preguntas. Un big bang y las interrogantes consiguientes: parece la definición de nuestra propia existencia. En la primera secuencia, se oyen los disparos tras una puerta, y después una observación que exuda cansancio, desesperación, rabia: Mira lo que te has hecho. Y una respuesta que es pregunta: ¿Y a ti? Un cuerpo sale tambaleándose y cae rodando por las escaleras, dos tramos, como si se resistiera a morir, como si se castigara por su torpeza. Hay torpezas, las del orgullo, las de la vanidad, que supuran cuando además te conducen a la muerte. Un hombre se ha matado, o ha propiciado que otro hombre dispare sobre él, por estúpidas razones. Otro hombre se ha matado por matar a otro, por dejarse llevar por el impulso del momento, la rabia, el cansancio, la desesperación.

El relato nos desvelará por qué no pudo contener ese impulso, qué determinó que el impulso gobernara sobre su mente. Se alternará con la dilatación del tiempo presente de un remordimiento que irá consumiéndole mientras la policía asedia el singular edificio (un destello de inspiración creativa de Alexandre Trauner). Es una edificación que sobresale en el entorno, una construcción mucho más elevada que el resto, como un torreón, pero escuálido, como si careciera de la suficiente consistencia. Quizá como la vida de Francois (Jean Gabin), de quién dicen que tiene un ojo alegre y otro triste, y que sus rasgos se asemejan a los de un osito de peluche al que falta una oreja. Un hombre que soñó, que no supo resistir las contaminaciones e interferencias que pueden cegar, y al final se dejo abatir por sus esquirlas, como una infección que no supo detener.

La obra alterna dos tiempos, el presente, en el que tras presentarnos el exterior de una casa, en una barriada de Paris, la cámara realiza una panorámica en su interior, desde un ciego que asciende las escaleras hasta una puerta, en lo alto, tras la que se oyen unas voces y un disparo. Un ciego asciende, otro ciego en sus entrañas, ciego por sus impulsos, descenderá, o se precipitará en el vacío, por dejarse arrebatar por un impulso. Un hombre sale tambaleándose, mortalmente herido, y cae por las escaleras, y otro se tambaleará, figuradamente, durante un día de asedio, mientras se reconcome en su torreón con las esquirlas de su vida destrozada, como el espejo que rompe, porque ya lo que refleja es un cadáver, la imposibilidad de un retroceso, de un reajuste de lo que ya quebró irremisiblemente. Desde otro tejado habían disparado, impactando sobre el espejo, y un osito de peluche bajo el mismo. El impacto de esas balas se alterna con planos del sombrío rostro de Francois contemplándolo. Ya sólo resta tapiarse, intentar ocultarse del mundo, de sí mismo: Cuando disparan desde la escalera, coloca un armario para taponar la puerta. Pero los recuerdos sí traspasan las puertas o armarios de su mente, como la puerta del armario que se entreabre y muestra las fotografías de la mujer que ama, Francoise (Jacqueline Laurent). Su amor por ella, o precisamente el impulso ciego que es parte del mismo, fue determinante de que matara a quien pretendía contaminar ese amor.

Francois era un pintor a pistola en una herrumbrosa fábrica. En el pasado se le presenta como una máscara, sin rostro, sin mirada. Premonición de los impulsos que le superarán. Así conoce a Francoise, la cuál está perdida buscando a la esposa del subdirector, a la que trae unas flores. Flores que se marchitan por efecto de las emanaciones de la pintura. Orfandad. Encuentros. Extravíos. El uno se encuentra en la otra. Ambos comparten nombre en masculino y femenino, ambos crecieron en un orfanato. Pero Francois se extraviará cuando crea que Francoise mantiene una relación con un cínico domador de perros, Valentín (Louis Berry). El impulso ciego, el recelo, la inseguridad, marchita fácilmente la ilusión.

Las secuencias entre Francois y Francoise son de un lirismo conmovedor, sea la primera noche en el hogar de ella, cuando él se marcha portando el osito, para no irse con nada entre las manos, ya que ella aún prefiere que no hagan nada, y además le dice que tiene una cita. O el bellísimo momento, de vibrante luminosidad, en el invernadero, ambos rodeados de flores, en el que Francois comparte su vida pasada de precariedades en la que nada brillaba. Aunque este fulgor, este amor, tiene algo de idealización, de pintura. Porque ya se han empezado a entrever las fisuras, esas que al final le hacen exclamar a Francois que hay otras formas de matar lentamente en la vida, como arena que se te mete en el cuerpo.

Y esa figura la encarna el cínico Valentín, el hombre al que Francois asesinará, el hombre que hace que la realidad sea lo que él dice, porque miente e inventa, y sugestiona, como respira, y así cautiva con sus falsas ilusiones, ya sea a Francoise, o a Clara (Arletty), la mujer que Francois conoce la noche en que ha dejado de ser ayudante de Valentin. Esa es la noche en la que Francois no quiso preguntar de frente, ni expresó que algo le afectaba, sino que expresó lo contrario de lo que sentía: la fisura que abrió y precipitó el abismo. Esa noche, cuando Francoise le dijo que tenía una cita, él se lo tomó a la tremenda, pero aparentó indiferencia, apostillando que ambos eran libres de hacer lo que querían. Pero no era así como sentía, por eso se apostó en la oscuridad y decidió seguirla. Y en un espacio que es espacio de representación, un escenario, advierte que hay un vínculo entre Francoise y Valentin: y los engranajes de su mente se disparan en la dirección de los sentimientos que se retuercen, e implica en el desvío a Clara en una relación que no es sino evidencia de un despecho. Progresivamente, se irá desvelando el vínculo entre Francoise y Valentin, hasta que Francois asuma que la realidad es como ese camafeo que Valentin regala como si fuera especial cuando no es sino uno de los tantos que tiene y regala. Y es que, como refleja el hermoso plano final, hay humos que difuminan y ensombrecen la brillante luz del amanecer de lo posible.

del blg EL CINE DE SOLARIS
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