CINE MILITANTE EN EL CICLO: ESPAÑA. En busca de un relato
No podían faltar a la cita Jacinto Esteva ni Joaquín Jordá, ambos de la fantasmagórica Escuela de Barcelona, que tuvo una celebración gloriosa en sus cincuenta aniversario en el festival de cine de Valladolid, y que muy bien documenta Estebe Riambau en su libro reciente “La película de mi vida”.
En notas sobre la emigración queríamos responder a la siguiente pregunta: ¿por qué los españoles abandonaron sus hogares para ir a Suiza? El pequeño corto es sin duda un punto de inflexión en la historia del documentalismo español, con una visión crítica de la emigración interior, y una última secuencia muy potente cuando el padre de familia se despide de su familia en la estación de tren en Barcelona. El corto fue secuestrado en Milán por el franquismo para que no se viera. Ahora el corto no lo verán tampoco los que se pasan el día hablando de emigración.
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La
película Paterson, que vimos el pasado jueves, es un homenaje a Willian Carlos Wiliams, pero los poemas son de Ron Padgett, como traté de explicar al inicio de la proyección. Esta poesía americana no está en la línea elegiaca que domina Europa a principio del siglo XIX, y que se volverá aún mas radical con los totalitarismos del XX. Está en casi todos los poetas estadounidenses: en Wallace Steves, cuyo libro de poemas aparece en la librería de Driver, en A.R Ammos, (Basura y otros poemas, editorial Lumen) Marianne Moore (también en Lumen e Hiperion). Todos vienen a decir que el poema es un himno a la posibilidad, una celebración del hecho de que el mundo existe, de que las cosas pueden ocurrir. (1) Cantar sobre un diapasón distinto del elegíaco es, en Padgett, poética deliberada. En una entrevista dice: mi adolescencia me volvió melancólico, introspectivo y angustiado, en parte por leer a Sartre, Camus, Rimbaud y Samuel Becket. La propuesta de Padgett, es hasta cierto punto la consigna de Horacio “Ut pictura poesis” (la pintura, así es la poesía). La propuesta de Jirmuch, y su conductor de autobús, es la de presentar a un hombre razonablemente feliz y hasta indolente, lo contrario a la figura típica del artista atormentado, siempre a un paso de la autoflagelación, de la locura, el alcoholismo o el suicidio. La poesía de Padgett no niega la angustia, pero propone que la vida, mas o menos integrada, de un señor de clase media, pueda también destilar algunos buenos poemas.
Paterson es también una ciudad. Un hombre, decía Williams, es en efecto una ciudad, y para el poeta no hay ideas, solo en las cosas. La primera idea que centra el poema Paterson cobró vida pronto: encontrar una imagen suficientemente amplia como para incorporar el entero mundo conocible a su alrededor. No hablar de viejas categorías, sino escribir de lo particular.
Cuando Driver se sienta en un banco para observar las cataratas del rio Passaic, después de haber perdido su libreta, se le acerca un japonés, con un diálogo que reproduzco en lo esencial:
Le enseña un libro en japones y le pregunta si conoce al gran poeta William Carlos Williams de Paterson, Nueva Jersey, conozco sus poemas, responde Driver, ¿es usted poeta? No, sólo conductor de autobuses. Es muy poético. Yo no estaría tan seguro. Podría ser un poema de William Carlos Williams. ¿Sabe quién es Jean Dubuffett? Era meteorólogo en la torre Eiffel en 1922. Muy poético. Lo aprendí del poeta de Nueva York Frank O’hara, de la escuela de nueva York. (2)) AJA. Veo que le gusta la poesía. Respiro poesía. Y ¿la escribe? Sí, escribo solo en japonés. La poesía traducida es como tomar una ducha con un chubasquero. Puedo preguntar que hace en Paterson. Vengo a ver la ciudad del interesante poeta William Carlos Williams, que vivió y escribió su obra en Paterson. Sí, vivía, aquí era médico. AJA. AJA qué? También Allen Gisgerg creció aquí. Le regala un cuaderno en blanco y se va para Osaka, despidiéndose AJA. Driver se pone a escribir en la libreta en blanco el poema VERSO:
Mi abuelo/cantaba una canción/que preguntaba ¿“O prefieres ser un pez?” /En la misma canción aparece la misma pregunta/pero con una mula y un cerdo, /pero la que yo escucho a veces/en mi cabeza es la del pez/ Sólo ese verso/ ¿preferirías ser un pez? /como si el resto de la canción/no hiciera falta/
(1)- Richard Ford, Siri Hustvedt, John Banville y Lorrie Moore, además de Paul Auster, pudiéramos señalar como los poetas importantes que analizan el crítico momento que atraviesa el país norteamericano
(2)
Frank O’Hara fue un poeta, músico, dramaturgo y crítico de arte nacido en Baltimore el 27 de marzo de 1926. Fue cofundador y miembro clave de la primera promoción de la Escuela de Nueva York junto con John Ashbery, James Schuyler, Barbara Guest y Kenneth Koch, grupo que aspiraba a unificar teatro, poesía, pintura y música, en busca de una temática y lenguaje común
FELIX
Éric Rohmer, en la película que vimos ayer, “Cuento de invierno” nos presenta una historia sencilla en apariencia, pero profundamente espiritual y filosófica. La protagonista, Félicie, se debate entre dos amores: Maxence y Loïc, mientras espera reencontrar al verdadero padre de su hija, Charles, con quien perdió contacto por error. La película toma un giro casi milagroso en el final, que puede leerse desde varias claves filosóficas. En una conversación entre unos amigos de Loic, el bibliotecario, se manifiesta la base de la filosofía de Pascal; “El corazón tiene razones que la razón no entiende.”
Félicie representa este tipo de fe pascaliana. No tiene pruebas de que volverá a encontrar a Charles, pero confía “irracionalmente” en que el destino (o algo superior) los reunirá. Ella incluso lo compara con una figura mesiánica, como si creyera en una especie de providencia. En Pascal, la fe no se basa en evidencias, sino en una intuición espiritual más profunda. Félicie, que no encaja en un pensamiento puramente racional (como Loïc, el bibliotecario intelectual), sigue su “corazón” aunque la razón le diga que Charles está perdido para siempre.
Desde el pensamiento platónico, el amor verdadero es aquel que eleva el alma hacia lo eterno y perfecto. Platón, especialmente en El Banquete, habla del amor como una búsqueda de la belleza ideal, no solo física sino espiritual.
Charles representa para Félicie ese ideal inalcanzable, casi platónico. No lo sustituye ni con Maxence (más superficial y mundano), ni con Loïc (racional, pero frío). Su fidelidad al recuerdo de Charles se parece a la idea de Platón de que el alma recuerda un amor perfecto del que solo ha visto “sombras” en este mundo.
El final —cuando se reencuentra con Charles por casualidad— se puede leer como:
- Un milagro, en la línea de Pascal: la fe es recompensada.
- La reaparición de la idea, según Platón: el alma encuentra de nuevo lo que siempre supo que existía.
Rohmer no fuerza una interpretación, pero deja abierto el espacio para ver la vida como un cruce entre lo cotidiano y lo trascendente.
Muy interesante destacar que la visita de Felice a la Iglesia de Nevers, es la misma que se hace en la película de Rohmer «Mi noche con Maud», y que la mujer que va al lado de Charles en el autobús es la protagonista del Rayo verde.
Félix
Al finalizar ayer la proyección de la película: “Adieu, plancher des vaches” todos nos quedamos agarrados a la silla. Otar siempre nos sorprende por su humor subversivo. Hacer una película sobre el sentimiento de insatisfacción de una familia burguesa y su descontento, se apodera de nosotros, los que habitamos en la conformidad, en la tierra firme. Desde que nacemos se nos obliga, dice Otar, a vivir dentro de un cascarón, es difícil encontrar otro espacio, otra vida. Hay un viejo proverbio que dice “siempre mejor en otra parte”. La película que vimos sumerge a sus personajes en una sociedad donde los sueños son inexistentes, y la nota dominante es el miedo al porvenir, al mañana. No estamos dispuestos a soportar que un chaval que vive en un entorno privilegiado de el salto a el mundo de los mendigos, y tampoco que el rico encerrado en su jaula, se cruce con un vagabundo que lo ha perdido todo y nazca una amistad y ternura entre ellos, que partan en barca cantando “Adiós tierra firme”
Otar Iosseliani, que murió el pasado diciembre, muy reconocido en festivales y cinéfilos, tiene mas de veinte películas a sus espaldas, es capaz de disfrazar al rico de pobre y al pobre de rico para pasearse por la sociedad donde está excluido. Dice Otar en el libro que editó la “Euskadiko Filmategia” que él hace películas para personas afines, que no se pueden escribir cartas a desconocidos, y que sus pelis son un regalo, pero para que el regalo llegue a su destino tiene que pasar necesariamente por la mano de los mercaderes y eso le asquea. Nosotros desde el colectivo te damos las gracias por poder ver a una empresaria celebrar sus triunfos en fiestas presididas un pájaro extraño. ¿alguien da más? Me resulta imposible hacer «gran cine», me asquea. Por eso mis películas preferidas son las de Barnet, De Sica, Vigo, Clair. No podría hacer «Lo que el viento se llevó» pero podría hacer «Y la nave va». Hemos puesto de todos menos Barnet. ¿os apetece Barnet? Por cierto, «E la nave va» es es una película satírica italiana de 1983 del director de cine Federico Fellini sobre el mundo de la ópera y las luchas de poder a principios de siglo XX con guion del mismo Fellini y Tonino Guerra , y textos líricos de Andrea Zanzoto Me lo apunto para hacer el ciclo «opera y cine»
No podre asistir a la proyección de próximo jueves pues tengo que hacer promoción de mi libro en Orcasitas, donde a buen seguro entenderán que los lunes por la mañana son muy duros para la clase trabajadora.