Opinión

12 PM | 03 Ene

25 AÑOS SIN ANDRÉI

El 29 de diciembre se cumplió el 25 aniversario de la muerte del cineasta Andréi Tarkovski, fallecido cuando tenía 54 años de edad tras finalizar el rodaje de Sacrificio. Ganó en el 1962 para la URSS el León de Oro del Festival de Venecia con la película La Infancia de Iván, pero, a pesar del éxito y del deshielo de Jruschov, no consiguió que su nueva película sobre el monje Rublev fuera estrenada de inmediato, comenzando a verterse acusaciones inimaginables, muchas de las cuales han sido reflejadas en sus diarios, que comenzó a escribir en aquella época y que han visto la luz en castellano con el título de Martirologio, este año en la editorial Sígueme.
Durante el pasado año el Colectivo Rousseau proyectó en la sala Juan Negrín, hoy desaparecida, su exigua filmografía, que no dejó a nadie indiferente, pues sus películas son el testimonio de un verdadero humanista que necesitaba comprender el enigma de su existencia .Para los aficionados al cine, su libro Esculpir el tiempo es un verdadero tratado sobre la luz, que nos quiere convencer de que con la ayuda del cine se pueden tratar las cuestiones más complejas del presente a un nivel que durante siglos ha sido propio de la literatura, la música o la pintura.

Estamos a la espera de tener un espacio para proyectar. Sabemos que en la Sierra hay público para una cineteca de cine de autor y que muchos aborrecen los galpones para ganado familiar de fin de semana, junto a los abrevaderos de consumos de masas, donde las palomitas son las estrellas. Nos hubiera gustado hacer unas jornadas con la presencia de especialistas como Rafael Llano, que ha realizado un estupendo libro editado por el Institut Valenciá de Cinematografía Ricardo Muñoz, poniendo El Espejo como plato fuerte, para disfrutar de una obra poética en torno a los recuerdos de la infancia, de nuestra Guerra Civil, del estalinismo, la Guerra Mundial, Mao Zedong, con una escena inicial maravillosa que parece cumplir el papel de epígrafe, más que el de prólogo.

Recuerdo perfectamente el día de su muerte, y sentí una profunda gratitud por su obra, que después y gracias al DVD he podido visionar repetidas veces. Tarkovski siempre decía que el cine es una ética que debía respetar si quería respetarse a sí mismo; disfruto con sus seis excelentes películas y la pregunta que a uno le queda es si hubiera resistido las tentaciones de la industria espectacular que se ha llevado por medio a muchos creadores. Él seguro que no nos hubiera defraudado.

Su cine nos sigue siempre asombrando por la perfección de sus composiciones y por su elevada calidad técnica. Además, Teófanes, Kelvin, Stalker, Doménico y Otto, sus personajes más característicos, nos llegan a ser familiares; y el agua, el fuego, el árbol, los caballos, verdaderos iconos cinematográficos. Su última película, que nos quiere hablar sobre el vacío espiritual y el envilecimiento de las relaciones humanas, comienza mostrando el detalle de La Última Cena de Leonardo da Vinci con el fondo musical de una parte de La Pasión según San Mateo, de J.S. Bach. Debo confesar que cuando me llaman por teléfono es la música que escucho. Así me llega y le llena Tarkovski.

Cuando pedimos hacer un curso sobre Manuel Sacristán y el concejal de Cultura de San Lorenzo de El Escorial nos negó el espacio para desarrollarlo, dijimos: ¡qué pena!; cuando pedimos proyectar una película de Bondarchuk, ¡vaya, qué casualidad¡; pero la negativa a proyectar El Espejo nos ha dolido lo mismo que a Tarkovski cuando la GOSKINO (Comité Estatal de la Cinematografía de la URSS) le decía que un guión no era válido.

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09 PM | 25 Nov

IDEAS ANTES QUE PERSONAS

  

                     ERIC DE LA CRUZ

  Todavía conservo algún número de la revista “El socialismo del futuro”, que en un intento de constituir una izquierda europea, después de la caída del comunismo, se nucleaba en torno a Lafonfaine, Ochetto, Rocard, Gorbachov, con una participación activa de Alfonso Guerra que ya detectaba contagios del neoliberalismo en el socialismo español. En los salones de un conocido hotel de Madrid tuve ocasión de escuchar a Adam Schaff, devorando a  partir de ese momento sus libros .Decía  muy frecuentemente  que había que aprender de los errores del “socialismo real” que degeneró en el “comunofascismo”, y que para construir el socialismo moderno  había que saber adaptarse a los cambios sociales producto de la revolución tecnológica. Con Ralph Miliband entramos en una era de escepticismo, levantando nuestro ánimo únicamente Norberto Bobbio que con su libro “izquierda-derecha” logró situar el debate por encima de los habituales medios de comunicación.

  Lo cierto es que con la señora Margaret Thatcher pudimos constatar la implantación de las políticas neoliberales y como las sociedad de los tres tercios se iban abriendo paso .Nos encontramos así, con un tercio dominante (grandes propietarios de los medios de producción, de comunicación y élites  administrativas) un segundo tercio compuesto  por funcionarios,  profesionales, técnicos y clase obrera organizada con empleos estables, y por último un tercero que estaría abocado a la marginación, los trabajos precarios, la flexibilidad y la inseguridad. La estrategia  de lo que podíamos denominar “capitalismo popular” consistía en incorporar sectores de la clase obrera al segundo tercio, para culminar en lo que Galbraith denominó  “la cultura de la satisfacción”, el tercer tercio sería siempre minoritario sin posibilidad de alterar nunca las reglas del juego.

 Gorz, y también Lafontaine quieren ir más allá del Estado del Bienestar, y plantean poner límites al crecimiento económico y reducir el tiempo de trabajo a favor de un mejor ocio de los ciudadanos, dos cuestiones alejadas del productivismo y del economicismo. Esta forma de ver la política no cuaja, pues las élites consideran que no va a dar réditos electorales ya que una parte de las clases medias no va a estar dispuesta a compartir su suerte con los sectores más desfavorecidos. Surge  entonces el discurso de la Tercera Vía, que defendieron Blair y Schroeder, buscando un camino intermedio entre la derecha económica neoliberal y el viejo Estado de Bienestar Keynesiano, recogiendo elementos del individualismo de las clases medias, dando por superado el viejo esquema del movimiento obrero. Se produce la ruptura de Lafontaine con el SPD y en España se proyecta en la simplificación renovadores-guerristas, sin que estos últimos terminaran de crear la corriente Acción Socialista que algunos reclamamos.

  El primer Zapatero estuvo impregnado del republicanismo de Pettit, y sin que se le diera un día de tregua por los jinetes  del apocalipsis, logró llevar políticas y talantes en el tema de los derechos sociales que no voy a enumerar por ser suficiente conocidos, hasta que llegó el fatídico día 12 de mayo anunciando políticas de ajuste, hundiendo al PSOE en el noveno círculo del infierno de Dante, el de los traidores a sus ideales, a su familia y al bien común. En estas circunstancias y ante dos derrotas electorales de calado: ¿cómo revitalizar el proyecto socialista?; ¿cómo lograr, según el profesor Santesmases, aunar una alianza entre las clases medias profesionales, la clase trabajadora y los sectores excluidos? Aquí es donde está la clave del futuro de la socialdemocracia y no en si elegimos a Chacón o Rubalcaba. Tenemos que hacer pedagogía frente a los discursos populistas , xenófobos y nacionalistas  que se nos avecinan, necesitamos una ejecutiva federal que reorganice el funcionamiento de las agrupaciones, hay un malestar creciente en la ciudadanía que el PSOE necesita reconducir hasta llegar a ser aquel que gráficamente representaba  José Ramón  en las primeras campañas electorales.

 

 

 

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04 PM | 13 Jul

¿ por qué se murió europa ?

 

    Cuando se escriba la historia del siglo XXI, los lectores preguntarán, con razón, por qué Europa no supo estar a la altura de las circunstancias durante su crisis económica más difícil. La gente preguntará por qué Europa se durmió mientras un sistema bancario subcapitalizado luchaba para mantenerse a flote, el desempleo seguía en unos niveles inaceptables y el crecimiento y la competitividad del continente se derrumbaban. Peor aún: si no surge pronto un plan de reconstrucción, se responsabilizará a los dirigentes europeos del «declive de Occidente» y de ser, como dijo Churchill a propósito de los años treinta del siglo pasado, «decididos a ser indecisos, inflexibles en su deriva, sólidos en su fluidez y omnipotentes en su impotencia».

No es por falta de reuniones europeas, desde luego. No hay día en el que no se celebre una cumbre de líderes europeos para discutir la última crisis de un Estado miembro. Pero hablan siempre como si se tratase de una calamidad que solo afecta al país que ocupa ese día los titulares -el problema griego, o el problema irlandés, a veces el problema portugués o el español-, sin ponerse de acuerdo sobre el hecho de que se trata, en realidad, de una emergencia paneuropea. Al hacer un análisis equivocado de los males de Europa, acaban aplicando remedios también equivocados. Porque la crisis del déficit europeo es una preocupación importante, pero no la única.

 

De hecho, Europa se enfrenta a tres problemas esenciales, entrelazados entre sí y que afectan estructuralmente a todos los rincones del continente. Junto al problema del déficit existen asimismo un problema bancario -que no se limita a un puñado de bancos ni de países- y un problema crónico de crecimiento.

En primer lugar, los bancos: yo estuve presente en París, en octubre de 2008, durante la primera reunión de los jefes de Gobierno de la Eurozona. El diagnóstico que presenté sobre los bancos fue que tenían problemas de liquidez pero también de estructura. Sin embargo, la mayoría de los europeos pensaban por aquel entonces que la situación no era más que la consecuencia indirecta de una crisis financiera anglosajona y, por supuesto, que un Reino Unido díscolo se había dejado atrapar en el boom financiero de Estados Unidos. No sabían que la mitad de los activos basura la habían comprado bancos de toda Europa. Nadie era aún plenamente consciente de la profunda relación que había entre los bancos europeos y otras instituciones financieras mundiales, ni de lo expuestos que estaban los bancos a los mercados inmobiliarios que estaban cayendo. Recuerdo las miradas de asombro en la mesa cuando sostuve que los bancos europeos eran incluso más vulnerables que los estadounidenses porque estaban mucho más apalancados, y siguen estándolo.

Todavía hoy, se calla una verdad fundamental sobre el estado actual de los bancos europeos: que los bancos alemanes, franceses, italianos y británicos que han prestado de forma temeraria a la periferia se encuentran ahora con que no solo Grecia, sino también Irlanda, Portugal y España les deben miles de millones, mientras siguen sufriendo pérdidas por los activos tóxicos y la caída del mercado inmobiliario.

Y cuando, dentro de muchos años, los expertos expliquen por qué se durmió Europa, también explicarán que, por puro egoísmo y cortedad de miras, abordamos los problemas de los griegos como si fueran problemas de liquidez (concediendo préstamos), no de solvencia, y que, mediante una serie de maniobras a corto plazo para retrasar el inevitable desenlace, aumentamos el peligro de un final caótico. De hecho, con la subida de los tipos de interés, las salidas de capital de todos los países de la periferia hacia el centro están haciendo ya que sea más difícil la financiación en cada uno de los países con problemas, una circunstancia que nos arrastra a unos tipos de interés todavía más altos, recesiones más largas y, seguramente, déficits más elevados.

El tercer lado del triángulo es, por supuesto, el bajo crecimiento, que amenaza con condenar a todo el continente a 10 años de un desempleo muy elevado. La reducción del déficit y la estabilización bancaria que necesitamos no pueden afianzarse sin unas economías que generen comercio, empleo y crecimiento. Pero Europa, que padece unos niveles de crecimiento anémicos, se desliza cada vez más cuesta abajo en la clasificación mundial, y no es un descenso agudo sino crónico, que es más grave y al que es mucho más difícil dar la vuelta. Hoy, el desempleo en Europa está alrededor del 10%, con un paro juvenil superior al 20% y hasta del 40% en España. Y es imposible que disminuya pronto. Europa posee una tasa de crecimiento tendencial que es casi la mitad de la de Estados Unidos y un cuarto de las de China e India. Antiguamente, Europa representaba la mitad de la producción mundial. En 1980, había pasado a ser la cuarta parte. En la actualidad es menos de una quinta parte: el 19%. Pronto será poco más de la décima parte -el 11% en 2030- y luego caerá al 7%. En 2050 -dentro de menos de 40 años-, es posible que la economía europea sea menor que la de Latinoamérica. Si el crecimiento europeo sigue así de retrasado respecto al de sus competidores, a mitad de siglo su economía podría tener la misma dimensión que la de África.

Lo malo es que Europa está la mitad de preparada que Estados Unidos para impulsar el crecimiento a base de exportaciones. A pesar del éxito de Alemania en China, solo el 8% de nuestras exportaciones (frente al 15% estadounidense) va destinado a las economías de mercado que más están creciendo, lo que ahora se denomina generadores de crecimiento, que serán responsables de la mayor parte del crecimiento futuro.

Es evidente que cada una de estas tres preocupaciones -déficits, inestabilidad bancaria y bajo crecimiento- está entrelazada con las otras dos de tal manera que las políticas que se centran en una sola de ellas son mucho menos eficaces que una estrategia global que intente resolver las tres de forma simultánea. Y la estrategia paneuropea es aún más necesaria porque el euro se creó sin ningún mecanismo para evitar ni resolver crisis y sin ningún acuerdo sobre quién tiene la resposabilidad suprema de financiar los costes de las crisis.

Aunque soy un firme y apasionado pro-europeo, me aparté de la opinión económica general al poner en duda que a Reino Unido le interesara unirse al euro. El actual portavoz de economía de la oposición al Gobierno británico, Ed Balls, llevó a cabo 19 evaluaciones independientes del euro. Nuestra principal conclusión fue que dentro del euro no existía la flexibilidad suficiente para lograr una convergencia sostenible y duradera entre países. Pero también demostramos que el euro no tenía ningún plan de prevención ni resolución de crisis en caso de que no se alcanzase una convergencia. Porque, con una moneda única, ningún país -ni siquiera uno que no compita en absoluto con el resto de la Eurozona- puede ajustar su tipo de cambio ni beneficiarse de un tipo de interés a la medida de sus necesidades concretas. Y Europa tampoco había adoptado el modelo de prevención de Estados Unidos para mitigar las disparidades dentro del área de la moneda única, mediante la movilidad laboral y los ajustes salariales o mediante transferencias a las áreas que lo necesitaran.

Por tanto, si tengo razón, ahora debemos dejar las reacciones motivadas por el pánico y emprender una labor de reconstrucción a largo plazo, o nos enfrentaremos a una década perdida de altísimo desempleo con malestar social, sentimiento anti-inmigrantes y movimientos secesionistas.

Debemos conseguir para Europa el mismo «momento de la verdad» que el mundo halló con la cumbre del G-20 en 2009. Igual que sucedió en el G-20, los políticos europeos deben guiar el sentimiento de mercado atreviéndose a aprobar una solución al estilo de los bonos Brady para Grecia y, al mismo tiempo, una recapitalización de los bancos europeos; una nueva línea de deuda de la Eurozona (responsable, por ejemplo, del primer 60% de la deuda de cada país) como parte de una política fiscal y monetaria coordinada que permita, como en Estados Unidos, las transferencias fiscales; y, sobre todo, una estrategia que favorezca el crecimiento, proempresa, que yo llamo Europa Global: las energías de Europa dirigidas hacia afuera, hacia la exportación a las economías emergentes, y a reequiparnos para poder hacerlo con un calendario claro y unos incentivos y penalizaciones que garanticen la flexibilidad laboral, de capital y de los mercados financieros.

¿Por qué va a apoyar Alemania todo esto? Porque no solo no va en contra de sus intereses, sino que ahora tiene una razón europea para reestructurar sus bancos, puede fijar condiciones estrictas para la reforma económica y, si actúa ya, se evitará costes más altos después. Me atrevo a decir que, sin mi plan simultáneo para reestructurar los bancos y las compañías de seguros y buscar el crecimiento, ni la situación actual ni un posible plan Brady para Grecia conseguirán evitar el peligro del contagio financiero a toda Europa.

Los libros de historia sobre el «declive de Occidente» no son inevitables. Pero una reconstrucción que ataque el déficit, los pasivos bancarios y el escaso crecimiento al mismo tiempo es lo único que permitirá eludir la garra de un proteccionismo que nos aislaría y nos adormecería, con los consiguientes años baldíos pero evitables de desempleo y vidas desperdiciadas.

Gordon Brown fue primer ministro de Reino Unido. © 2011 Global Viewpoint Network; distributed by Tribune Media Services. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

 

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11 AM | 14 Jun

UNA SEGUNDA TRANSICION

 

 IGNACIO CASTRO

    Es de agradecer la intención, pero los periodistas del Washington post se confunden, como es habitual en su gremio. Esta no ha sido la “primavera de la frustración” en España, sino la de la decisión resuelta y contagiosa, aunque después acabe -no lo esperamos- como el rosario de la aurora. La frustración fue todo lo anterior que, aunque duró años, les pasó desapercibido. Qué vamos a reprocharles, pobres, si sus colegas de aquí tampoco se enteran. El 15M es desde hace días la potencia inaudita de construir la propia vida sin miedo a la libertad, al margen de todos los que quieren hacerse cargo de nuestro bien a cualquier precio. Ya ocurría soterradamente en millones de personas, pero no lo percibíamos. Como en el caso de ese pequeño desliz neoyorquino de un dirigente del FMI, los que mandan han tomado nuestra muda depresión por “sexo consentido”. Le puede ocurrir a cualquiera. Pero ahora damos por supuesto el fin del equívoco sexual y el consiguiente proceso de denuncia por violación. Que la presidenta de la Comunidad de Madrid le suene mal el adjetivo real para el sustantivo democracia sólo se debe a su animadversión a los sinónimos de común y su preferencia por otros adjetivos. Por lo demás, si la Puerta del Sol ha perdido su aire radiante y tiene un aspecto un poco tunecino… Qué se le va a hacer, son nuestros vecinos. Lo que siguen son reflexiones filosóficas marginales que, naturalmente, pueden ahorrarse, tanto si son militantes de un lado como del otro.

 

 

 

I

Estos días demuestran a gritos lo que ya sabíamos, que la gente se las arregla a solas, sin contar con los líderes audiovisuales. Lo que se junta desde mucho antes del día 15, lo que de hecho da consistencia a este movimiento, es la sabiduría de una soledad compartida. “Abandono vivido en común”, como se dijo en unos tiempos que estos militantes de la democracia real no vivieron, afortunadamente para todos. ¿Qué encontramos al bajar por fin a la calle? La alegre comunidad de las fuerzas anónimas. Ante la huelga de brazos caídos del Estado y sus servicios mínimos, el voluntarismo máximo en el cual se comparte todo, ideas, consignas y bocadillos. Por supuesto, todo el desorden del mundo, a veces sin altavoces y coreando consignas superpuestas, pitidos estridentes y algarabía con delicioso aire árabe. Por supuesto, algunos alborotadores vocacionales en los bordes. Al cabo de unos días, muchos mirones y hasta turistas. Pero en conjunto, extremadamente vital, emocionante, confiado y también divertido. No sólo indignación, sino ante todo jovialidad en estado puro frente a este funeral a plazos que nos ofrece la información diaria y la agonía política parlamentaria mezclada con la mitología de moda, la estadística. Tristeza y hartazgo atravesados hasta la insolencia de decir en alto: miserables gestores, no nos representáis, no os necesitamos, no necesitamos vuestro permiso. En efecto, tan poco pan y tanto chorizo, por repetir una consiga célebre, acaba hartando. Y llega un momento en que, aunque seas moderado en tus ideas, pierdes el miedo a gritar, a bajar a la calle y juntarte con don nadies como tú. De ahí esta adhesión casi jubilosa a un destino de todas formas sometido al sacrificio. ¿No es esta la generación que el admirado Felipe González calificaba de “perdida”? Pues bien, aquí están, haciendo de su perdición un arma.

 

II

¿Y mañana? ¿Y después, en junio? Claramente, uno de los retos es la estabilidad, darle algún tipo de permanencia a la generosa energía de este movimiento sin caer otra vez en el latifundismo partidario. Lo mejor de este movimiento es su ambigüedad no calculada, incluso el hecho de que ni siquiera sea radical o anticapitalista. Gracias a ello, queda ya alguna certeza. Primero, se vote como sea el día 22, será lo mismo. Mejor dicho, nada será igual porque, aparte de los números, habrá cambiado el sentido de cada voto y el sentido de la democracia día a día, entre cada cita electoral. Es probable que Democracia Real siga existiendo. En todo caso, parte de la población y algunos políticos menos corruptos habrán tomado buena nota de los acontecimientos de estos días. Cuando el poder no respeta a las personas, de pronto estas dejan de rivalizar y empiezan a respetarse mutuamente. Si la única circulación en esta sociedad es la de las elites y las redes, la abstracción del dinero y la información en tiempo real, ahora la gente se junta en el tiempo diferido del espacio, en el tiempo físico de la concentración. Se junta contra la circulación virtual de los flujos, intrínsecamente “piramidales”. Concentrada, la comunidad lucha contra la dispersión de este poder que nos quiere aislados, comunicados a distancia. El 15-M también se rebela contra el último refugio de la sociedad de espectáculo, el desfile televisual de las estrellas, de las víctimas y la organización social de la caridad. Lo que los expertos han tardado en perdonarle a los protagonistas de la Puerta del Sol y muchas plazas españolas es que no se conformen con ser víctimas y hayan salido del purgatorio.

 

III

El “blanco y negro” de decisiones ocultas siempre está tras el color. Frente a la pesadez de las instituciones binarias –aunque haya más, siempre son dos las que acaparan la hegemonía- por fin ocurrió la vitalidad, el río de lo popular. Para los políticos profesionales y periodistas la perplejidad consiste sobre todo en el hecho de que la gente no espere al guión informativo y a la agenda política para decidir qué quiere en la vida pública. Con o sin permiso, manifestarse significa desbordar el aislamiento privado a que nos someten los que quien vernos como un público cautivo -eso es para ellos el sistema–  y pasar a la acción, la acción de marchar gritando lo que piensas. Por fin la vida inunda la calle de la historia, compartimentada hasta ahora por esta miseria cotidiana que administran los medios y los partidos. Tanto monta, monta tanto, pues se dan de comer mutuamente.

 

IV

No dejan de tener algo de razón, a su pesar, los políticos conservadores que comparan el movimiento 15-M con la marcha nocturna contra las mentiras del PP en la noche del 13 de marzo de 2004. Sólo que ahora los manifestantes se enfrentan a las mentiras de la clase política en bloque, a todo el espectro ideológico parlamentario. Y esto además en la capital de España, donde precisamente se suman la política estatal del PSOE y la política regional del PP, ambas profundamente inmorales. Los expertos, políticos o periodistas, siempre aludirán a manipulaciones oscuras, pero lo que es sorprendente en este caso, lo que tiene de emocionante para unos y de preocupante para otros, en pleno proceso electoral, es que miles de jóvenes hayan abandonado el victimismo y la manipulación mayoritaria de la que son objeto para salir a la calle denunciando la infamia de esta democracia virtual y sus operaciones teatrales.

 

V

Frente a la indiferencia de la gestión, esta grisalla del comentario frívolo ininterrumpido, la información basura, las mentiras a medias y el aplazamiento perpetuo, por fin la decisión popular, la rabia jovial de gritarles treinta verdades como puños al arco entero de la mediocracia. Y esa deliciosa generosidad callejera, donde cada cual intenta escuchar o buscar consignas que tengan resonancia. El eco multiplicado de miles de pequeños descontentos, parecidos en el tono, al fin se unifica en emblemas que extienden la equivalencia como un reguero de pólvora. Por eso dicen: “No estamos aquí para reclamar sencillamente el acceso a hipotecas o para protestar por las insuficiencias del mercado laboral. Esto es un acontecimiento. Y como tal, un suceso capaz de dotar de nuevos sentidos a nuestras acciones y discursos”. Así pues, por una vez, cada voto, cada abstención, representará una vida. No se trata sólo de números, sino de sentido. Y esto a partir del sentido del humor de la gente que por una vez pierde el miedo y quiere que la calle rehaga el pulso de la democracia.

 

VI

No es tanto entonces, o no simplemente, una lucha “antisistema”, como una negativa a que ellos, esa casta que dice representarnos desde sus asientos de primera, detenten la exclusiva de lo que es el sistema con el pensamiento único de la bisagra partidista. Es significativo que, a espaldas de los problemas reales del país, los dos grandes partidos se pase el día insultándose: se odian como colegas, para que no se vea todo lo que les une. Se tiran todo el día los trastos a la cabeza porque mantienen una complicidad profunda en lo fundamental, en entender la política como gestión, marketing de la pasividad de los otros.

 

VII

Pensándolo bien, esto es una lucha por lo que debe ser el sistema. ¿Quiénes son realmente “antisistema”, aunque no precisamente jóvenes? Si entendemos por sistema el régimen real en el que vive la gente de a pie, “antisistema” son ellos, la laya descarada de banqueros y políticos que nos gobiernan, ayudados por sus correveidiles periodísticos. Fíjense además en la gracia de las coincidencias. Los mismos días que comienza el movimiento en Madrid y toda España, la autoridad máxima del celebrado FMI, el sujeto que decide cuándo y cómo se renegocia la deuda de un pueblo griego empujado a la ruina por “nuestro sistema”, es sorprendido en un hotel neoyorquino cuya habitación cuesta por noche cuatro o cinco veces más que el sueldo medio que ganan estos jóvenes que se manifiestan. ¿No hay razones entonces, no para indignarse, sino para decidirse? Aunque después resulte que no violó a la camarera, sino que sólo la sometió a múltiples vejaciones, el precio de la habitación donde este socialista da rienda suelta a sus dotes de mando es un dato en sí mismo obsceno, profundamente insultante. Y la misma vejación es la que él y sus amigos cometen con nosotros, también bajo la apariencia de consentimiento. La diferencia es que esta vez, pensando que el recinto era seguro, a este líder mundial “se le fue la mano”. Bien podíamos elegir a Strauss-Kahn patrón de todo este movimiento que grita basta ya a esta “violencia de género”, global y económicamente calculada, a la que se nos somete. ¿Qué minuta diaria tendrá su prestigioso equipo de abogados –“La batalla no acaba más que comenzar”, dicen- y quién la paga? Seguro que el dato es tan escandaloso o más que lo que ya hemos visto hasta ahora. Esta es la elite que dirige la Europa que admiramos.

 

VIII

Sin saberlo, y esto es lo mejor, los protagonistas de estos días no son ni siquiera “postmarxistas”. Nunca han sido empleados de esa homogeneidad ideológica de clase que no ha generado, desde hace mucho, otra cosa que inercia y connivencia con el automatismo del sistema. Afortunadamente para su salud mental, la mayoría de los miembros activos de Democracia Real nunca han sido “víctimas” ni del franquismo, ni del marxismo… ni siquiera del pensamiento débil propio de los nativos digitales. El maltrato que han sufrido por parte del sistema es para ellos el colmo de lo analógico, pues siempre nos recuerda una escena originaria que querríamos olvidar. Ellos, a través de la precariedad programada, saben algo de eso. Piensan por fin a golpe de sentimiento. De ahí que, al margen de partidos y sindicatos, se hayan adueñado del kilómetro cero de las comunicaciones. Es hora también de recordar que el fenómeno 15-M pone en su justo término a cierta mitología de las redes. Las han utilizado como herramienta, las han forzado como se hace con una llave inglesa, lejos de esa euforia tecnológica que sólo lleva al intercambio de bobadas, esa interactividad idiota del narcisismo tipo Mira mi foto. Por el contrario, esa común presencia del intercambio en espacio real disipa la mitología digital como un juego de niños. También enseña a discutir largamente sin odiarse. Común presencia frente al tiempo real del sistema en red que nos mantenía presos del aislamiento conectado. Sobre todo, la tecnología que se está usando a fondo es la de la vida que no depende de la información, la decisión de llevar el sentimiento a la palabra y a la acción común, que no cede ni ante las prohibiciones de la intocable Junta Electoral.

 

IX

Sin ser llamados, quieren “participar”: hacer algo por el Estado, ya que el Estado no hace nada por ellos. ¿Jóvenes antisistema? No, gracias, el piropo emociona, pero es excesivo. Y en exceso desinteresado. Ni tan jóvenes ni tan “antisistema”. Sin ningún afán visible y necesario de Revolución a la antigua usanza, estos jóvenes de entre 20 y 40 años que comenzaron el movimiento, quieren simplemente una sociedad menos corrupta y cutre, que permita trabajar. Quieren un sueldo digno y respirar sin la pistola de la precariedad en la cabeza. La vida ya es mortal: ¿ha de ser humillante además? ¿Es mucho pedir que tenga esquinas de sosiego? Cansados de unos políticos, unas coartadas ideológicas y unos cómplices comunicadores que se limitan a administrar el oscurantismo –una muestra de ellos es el tratamiento que han dado durante días a esta irrupción- han tomado la calle. Gracias, hay que decirlo, a que no es en absoluto visible una “ideología” común. Más bien la indignación, y la consiguiente burla, frente a las ideologías globales que se limitan a sobrevolar la vida popular, siempre en sillones de primera y con estadísticas amañadas en la mano. De igual modo que Bush durante días y días no pisó el barro del Katrina, así nuestros políticos, amurallados en sus respectivos aparatos partidarios y en sus cálculos electorales. Hay gente clave del PP y el PSOE que ha crecido literalmente dentro del aparato, sin pisar la calle. Algunos hemos pensado que el escándalo gremial de los controladores aéreos, con sus sangrantes privilegios impunes durante años, se debía a que representaban el ideal de una clase político-mediática que sólo sabe sobrevolar, controlar a distancia.

 

X

En cierto modo, la gestión aparentemente neutra de estos expertos que nos manejan y han convertido la democracia en una pantomima, le dice a los manifestantes lo que decía Franco: “Hagan como yo, no se metan en política”. Es decir, déjense gobernar por quienes saben mejor que ustedes cuáles son sus problemas y sus soluciones, qué es lo que realmente necesitan. Y esto tiene el descaro de decirlo la elite de políticos y periodistas que hace veinte años que no bajan a la calle sin una nube de asesores, secretarios, escoltas y un Audi de cristales opacos esperando cerca. Del mismo modo que los expertos que nos gobiernan jamás toman el metro, tampoco se enteran de cuál es el maltrato real que siente la juventud. De tal ninguneo sistemático, del que los culpables -en su distancia mediática- ni se enteran, esta propuesta de democracia real, que les pilla totalmente por sorpresa. “¿Cómo, pero no vivimos ya en democracia?”. Pues no, no lo sienten así millones de personas, en España y en Europa. Las alusiones en la prensa europea a la plaza de Tahrir nos vinculan con cierto nepotismo con el que toman distancias, a la vez que intentan marcar los Pirineos y evitar el efecto contagio. Nos gustaría que la mancha del kilómetro cero se extendiera a Inglaterra, Francia e Italia, pero no es fácil, habida cuenta del control de la información y posiblemente una política social un poco más inteligente.

 

XI

Mientas tanto, estos jóvenes españoles cometen el pecado de los pecados, ignorando la mítica fecha electoral y el sacramento de elegir entre dos versiones simétricas de la misma miseria. Esto ya es intolerable, se dice el tertuliano medio: ¿a quiénes sirven estos jóvenes irresponsables? La comparación con Egipto indigna a nuestros analistas políticos, naturalmente embutidos en el racismo Norte-Sur. Pero es evidente que hay concomitancias y que España se ha hecho eco tardío de los acontecimientos del sur del Mediterráneo. Con el mismo gesto altanero que tuvieron con Túnez y Egipto, la clase política europea no puede imaginar que los pueblos tengan su propia percepción de las cosas, su propio proyecto, su propia concepción de la democracia, al margen de la bazofia que se les sirve desde arriba. Han tomado su silencio, su resistencia sorda durante años, su depresión, por aquiescencia. Por lo tanto, dicen, si de repente alguna gente se levanta, es que alguien está detrás manipulándoles. Ya conocen el refrán: Piensa el ladrón…

 

XII

Inanidad de poder, vacío con el que se juega día a día igual que se juega con la inercia, el fatalismo global y la depresión a cámara lenta. Lo mejor del librito de Hessel, en su sencillez, es su llamada a la movilización individual, la fe en que “el mundo” cambia si uno se pone en marcha a partir de su percepción y su sentimiento. Precisamente el gran ardid fatalista del “sistema” son las fuerzas ciegas del mercado, la “mano invisible” y acéfala que gobierna los pueblos desde las alturas de Bruselas, París, Bohn o Wall Street.  Pero de repente a estos jóvenes les importa un comino toda esa letanía a la que nos habíamos adaptado. Sólo saben, y es suficiente para rebelarse, que su presente es miserable y su futuro no promete nada mejor, al contrario. Así pues, ¿qué tienen que perder? Tiene gracia ver a los analistas políticos tartamudear ante un acontecimiento para el que no estaban preparados. De pronto, resulta que la gente no es idiota. Viven aquí, trabajan aquí, aman y sufren aquí. Quieren por tanto empezar a cambiar las cosas, aquí y ahora. También quieren que respondan los políticos a los cuales les pagamos, no ya su tren de vida, sino su “jet de vida”. Por eso nuestros eurodiputados se resisten a viajar todas las semanas en clase turista, pues alegan estar muy estresados. Es de suponer el chiste que Democracia Real haría aquí.

 

XIII

A pesar de todos los escándalos, quizás hoy nuestra primera corrupción es la del particularismo, la endogamia y su inercia. Me refiero al caciquismo institucional que funciona en todos los ámbitos de la vida pública española, desde la Universidad a los organismos oficiales de música contemporánea. La Transición nos liberó pacíficamente de la dictadura. Lo que pide tal vez el movimiento Democracia Real es una segunda transición que nos permita dejar atrás esta democracia osificada, bloqueada por la dictadura financiera europea y nuestra burbuja partidista.

 

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