08 PM | 20 Sep

FRANJU Y LOS OJOS SIN ROSTRO

 

 

Tremendamente personal e intimista, vapuleada por la crítica en el momento de su estreno y posteriomente considerada un clásico de culto, Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960) es sin duda uno de los trabajos más provocadores a la vez que líricos del director francés Georges Franju. La película lleva a la pantalla una novela de Jean Redon, con guion elaborado por el propio escritor en colaboración con Pierre Boileau, Thomas Narcejac, Claude Sautet y Pierre Gascar.

Muchos han sido los cineastas cautivados por la belleza hiriente de sus imágenes, entre ellos Pedro Almodóvar, que ha reconocido la influencia de esta cinta en su reciente trabajo La piel que habito (2011).

Los ojos sin rostro: terror, lirismo y ciencia deshumanizada

Con un comienzo propio del film noir (una mujer conduce en plena noche para desprenderse del cadáver de una chica), la película muestra pronto sus cartas. Suerte de cruce entre Frankenstein y Pigmalión, el doctor Génessier es un científico sin escrúpulos que lo mismo experimenta con perros abandonados que con conejillos de indias humanos (las chicas secuestradas y su propia hija).

Si bien la película refleja un debate ético de vigencia en su época, los problemas éticos y legales suscitados por la práctica de los transplantes, pronto se sumerge en una atmósfera de pesadilla propia del Grand Guignol: y es que el protagonista “es un personaje insólito; lo es por su acción, la intervención quirúrgica en rostros, y por el marco en que esa acción se sitúa, quirófano oculto en el sótano, máscaras, etc. La belleza y fragilidad de la víctima frente a la violencia del espectáculo operatorio logra el miedo” (Diego Gracia, Médicos en el cine).

Franju combina el realismo con las alegorías poéticas, el ritmo lento, casi parsimonioso, con los momentos de angustia extrema, las imágenes de lírica belleza (esa Christiane, una muñeca rota oculta tras un triste rostro de porcelana blanca) con los detalles escabrosos. Potencian el efecto del conjunto la elegante fotografía en blanco y negro, obra de Eugen Schüfftan –que ya había trabajado con Franju en su anterior largometraje La cabeza contra la pared (La tête contre les murs, 1959)– y la banda sonora de Maurice Jarre.

El inefable Jess Franco lanzó poco después Gritos en la noche (1962), un sádico ejercicio aderezado con toques sexploitation protagonizado por el “doctor Orloff” (encarnado por Howard Vernon), un personaje emblemático de su filmografía que prolongó su fama en varias secuelas. Aunque el director español siempre negó ningún tipo de influencia –los títulos de crédito mencionan como fuente de inspiración una novela de David Khune, uno de sus numerosos pseudónimos–, la trama guarda un sospechoso parecido con el clásico de Franju.

 

Los ojos sin rostro, una obra del cineasta y cinéfilo Georges Franju

Decorador de teatro, guionista, director de cine y compositor, Georges Franju dejó una huella inmensa en el cine francés, no solamente por su trabajo como cineasta sino por su labor como cinéfilo. En 1936 fundó, en compañía con Henri Langlois, la Cinémathèque française, una entidad consagrada a la conservación y difusión del séptimo arte. En sus salas de proyección se forjaron futuros talentos de la Nouvelle Vague como Godard, Truffaut, Chabrol o Resnais.

Antes de debutar en el largometraje con La cabeza contra la pared (La tête contre les murs, 1959), Franju dirigió un buen puñado de cortos. Destaca entre ellos La sangre de las bestias (Le sang des bêtes, 1949) –, que retrata el horror de los viejos mataderos de París. Pueden apreciarse algunos residuos de este cortometraje en Los ojos sin rostro, al igual que de Hôtel des Invalides (1953), una breve pieza documental encargada por el gobierno francés cuyas imágenes testimonian las terribles secuelas de la guerra en las caras, cuerpos y mentes de los soldados veteranos.

Desgraciadamente, Franju es también conocido por otras cuestiones extracinematográficas. En 1965 Franju y la escritora Marguerite Duras fueron engañados por los servicios secretos marroquíes, que les utilizaron como señuelo para secuestrar y asesinar al opositor Mehdi Ben Barka. Este sucio episodio, que contó con la connivencia de la inteligencia francesa, fue relatado en la película El asunto Ben Barka (J’ai vu tuer Ben Barka, Serge Le Péron y Saïd Smihi, 2005), en donde Jean-Pierre Léaud encarna al director francés.

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