06 PM | 13 Abr

BLADE RUNNER

Veamos, de Blade Runner se ha escrito absolutamente de todo, para bien y para mal. Los análisis pormenorizados del film abundan en la literatura cinematográfica y la diversidad de interpretaciones que la película suscita son profusamente debatidas en enorme cantidad de monográficos. La obra de Ridley Scott se ha convertido, a 22 años de su discreto estreno, en un paradigma referencial, no ya únicamente del cine moderno sino de la estética social contemporánea. Blade Runner es, por consiguiente, uno de esos pocos films que consiguen traspasar las fronteras de todo cuanto las rodea y convertirse en piezas singulares que, amén de establecer un hito generacional, el tiempo se encarga de situarlas en una posición única.

Prueba de dicha posición la tenemos en la personalidad de su máximo responsable, Ridley Scott, quien no ha vuelto a alcanzar, ni por asomo, los resultados de ésta, su tercera película. Con una filmografía progresivamente descendente, los únicos destellos de calidad que ha ofrecido desde el estreno de éste film (Thelma & Louise Ídem , 1991– y Hannibal Ídem , 2000) nada han tenido que ver con el despliegue de talento aquí expuesto. Por consiguiente, Blade Runner queda como un raro milagro fílmico. Una película plena en la que todos y cada uno de sus participantes se encuentran en un insólito estado de gracia; una obra, según parece, nacida por sí misma, con el estigma de la maestría adornando (y deslumbrando) desde todos y cada uno de los planos que la conforman.

 

Ahora bien, ¿qué es Blade Runner y cuál es su aportación fundamental a un género que, en 1982, se encontraba plenamente edificado en el panorama cinematográfico? Básicamente, la respuesta es la siguiente: si 2001: una Odisea del Espacio (2001: A Space Oddisey, 1968) de Stanley Kubrick dio un giro de ciento ochenta grados a los cánones esenciales de la ciencia-ficción (por entonces un campo cinematográfico con más detractores que defensores) haciéndola trascendente, aportando profundidad filosófica; y La guerra de las Galaxias ( Star Wars , 1977) de George Lucas revivió la estética del cómic más superficial, retrotrayendo al cine espectáculo puro y duro una potente imaginería visual que chocaba con todo lo visto anteriormente; Blade Runner , por decirlo de alguna manera, es la plena conjunción de ambas fórmulas. No únicamente ostenta un poderío formal que, aún hoy (y muy a pesar de los Matrix de turno), sigue impactando por su condición visionaria y su extrema verosimilitud (las urbes cosmopolitas de nuestros días cada vez están más cercanas a los decorados del film), sino que integra, además, un contenido complejo y con tal multiplicidad de lecturas (1) que la acerca, ineludiblemente, a la epopeya kubrickiana.

Ahora bien, mientras Kubrick barajaba los argumentos de su película sobre un trasfondo netamente abstracto en el que reflexionar, con la mirada puesta en Darwin y Niezstche, sobre el origen del Hombre; Scott abarca estrictamente la condición humana desde un prisma existencial en el que todos los personajes que forman el microcosmos de ésta Los Ángeles futurista parecen abocados a una (in)existencia que les infunde una indescriptible aprehensión general hacia todo. El clima de lasitud con el que la película está narrada (con un ritmo extrañamente pausado para un film de ciencia-ficción, es decir de género), es la proyección externa del temor de los replicantes ante el paso inexorable del tiempo, ante la agonía que produce contemplar la consumición de los últimos días de vida. Ello conlleva a la rebeldía, al desacato de los designios divinos, a un enfrentamiento con la propia condición y, en última instancia, a un escalofriante deicidio que emparenta las intenciones del film directamente con Niezstche. De la misma forma, la extrema humanización de los replicantes (2), continentes de todas las dudas vitales que el Hombre se ha ido formulando desde su aparición en la Tierra y en directa antítesis con la frialdad del resto de humanos, además de echar sus raíces en una de las constantes de Kubrick (los rasgos humanos en lo mecánico y los rasgos mecánicos en lo humano), elevan las finalidades de la obra hacia una investigación moral, de todo punto inimaginable en el discurrir de la ciencia-ficción

Hay obras que nacen proféticas. Que nos advierten de los modos y maneras que, en tiempos no tan lejanos, adquiriremos. Obras visionarias poseedoras de un sexto sentido que les aporta, además, un pleno conocimiento del estado futuro (es decir, presente) del ser humano, el ente más perfecto y al mismo tiempo más nocivo de toda la Creación, que conlleva a que podamos replantearnos si los derroteros por los que transitamos son o no los más adecuados. Dicho de otra forma, hay obras que no se deben tomar a la ligera y que significan un grito de alerta ante la situación contemporánea. Ante ello pocos géneros adquieren la libertad creativa y simbólica de la ciencia-ficción, inmejorable infraestructura para exponer los múltiples defectos y las muy escasas virtudes del tiempo en que vivimos, convenientemente tamizadas por el disfraz de la anticipación. George Orwell, por ejemplo, era consciente de ello y en 1984 plasmó una sociedad a la que nos vamos dirigiendo a pasos agigantados; también lo era Franklyn J. Schaffner al adaptar la obra de Pierre Boullé y convertir El Planeta de los Simios ( Planet of the Apes , 1968) en una de las más escalofriantes representaciones del pesimismo antropológico; asimismo, Ridley Scott también lo fué al transcribir a imágenes la espléndida obra de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas? y lograr una de las cumbres del cine.

(1) Prueba de la extrema versatilidad temática existente en la película se encuentra en el Director´s cut que realizó el propio Scott en 1992, suprimiendo el happy end final, así como la voz en off de Deckard y añadiendo un escaso número de planos no editados en el montaje original. El resultado hace variar considerablemente la interpretación del film esgrimiendo, entre otras muchas cosas, la posibilidad que el propio Harrison Ford sea uno de los replicantes. Otra prueba de la inmensa importancia del film se encuentra en este mismo detalle: ¿Puede ser que Blade Runner sea la primera película en contar con un Director´s Cut, antes que esta práctica se convirtiera en moneda corriente entre todos y cada uno de los cineastas que hayan hecho una película?
(2) En concreto, el Nexus 6 interpretado de forma espléndida por Rutger Hauer, cuyo diálogo final llega a estremecer

JOAQUIN VALLES

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