10 PM | 06 Mar

LO QUE ESCONDE TU NOMBRE

REFLEXION DE EUGENIO

 

(Despues de una lectura conjunta)

Como habréis visto, nuestro cazanazis, Julián, de la novela de Clara Sanchez, “Lo que esconde tu nombre”, en el libroforum de Javier y Carmela tiene emuladores, en España, entre “etarras” y sus víctimas. Está habiendo, como habréis leído u oído, victimas y verdugos, que se preparan durante meses, unos desde las cárceles y otros desde fuera de ellas, para tener un cara a cara que les restituya como hombres que resuelven sus problemas sin la ley, o mejor, más allá de ella.

 

Esto, como dije en el debate, a mí me congratula sobremanera, (¿a los juristas también, o ven un peligroso deslizamiento por resolverlo fuera de los dispositivos jurídicos?), porque cuando un ser humano se pone frente a otro que le ha hecho sufrir, solo caben 2 posibilidades: o el enfrentamiento, hasta que uno venza  y el otro se someta de nuevo u otra vez, o restituir la situación inicial con su memoria, (no se trata de olvidar, y ese acto no lo permite, porque es su auténtica memoria individual), después de haber mostrado, cuerpo a cuerpo, sus razones o sentimientos, incompatibles, e incomposibles.

 

Es lo que hace Julián, que mantiene su dignidad ( no comparte la comida, ni bebida, que le ofrece el nazi), pero se atreve  al encuentro y a mirarle a los ojos, ya sin la culpa (por no haber muerto en los campos como otros, según relata Primo Levi, y nos recordaba Jorge), y además, con el sentimiento de alegría y nobleza (¿valor nuevo, o recuperado?), por haber resistido la tentación de la revancha y el odio, pasiones tristes que le debilitaban, y le hacían utilizar a otros para garantizarla (Sandra), frente a la presencia, ante su verdugo, que incrementaba su fuerza, alegre, para seguir la vida, ya cerca de la muerte.

 

 

 

 

 

La venganza y la culpa le hubieran llevado al asesinato (nueva víctima invertida) o a la depresión y al suicidio,(pliegue de la fuerza o el deseo contra sí mismo), lo que les pasó a muchos.

 

Y el perdón, que preguntaba Emilio, y le quise contestar spinozianamente,¿le llevaría a una fuerza mayor, la alegría, o más bien a una fuerza debilitadora, que le colocaría, paradójicamente, en una escala superior o inferior según la situación de cada uno?. Porque, pedir perdón o exigir perdón a otros, ¿acumula fuerzas afirmativas de la vida o las disminuye o neutraliza, en función de la culpa psicológica que arrastre cada uno o de la prepotencia o situación dominante que la obligue? Ahí está la clave para mí. Y es interesante este debate, ahora que en el País Vasco, hay que enfrentarse con el drama de la convivencia en el escenario después de la violencia.

 

Es verdad que la pasión del odio le hacia vivir, a Julián, de alguna manera, pero al final muta esa pasión y recupera el valor del enfrentamiento de los cuerpos, con sus razones intransitables e intransitivas, pero expuestos aquellos y expresadas éstas, y vuelve a una vida recuperada en la Residencia.(No importa demasiado, a estos efectos, que la novela no deje claro ese proceso de mutación de valores en Julián, ni que haya dudas si mantiene o no la antigua pasión del odio, con Heim y Elfe, pero ya el lector puede hacerlo). Da lo mismo, eso, se había enfrentado a su pasado, que era su destino, y había vencido a la muerte en vida, que continúa con Pilar y el recuerdo de Sandra.

 

Por el contrario, ese cara a cara, al verdugo le permite comprobar que no ha vencido, que la víctima ha sido capaz de enfrentar su valor, y que tendrá que vivir con lo que hizo, huyendo siempre, ya sin memoria, o con una que más le vale no recordar, a pesar de haber querido o seguir queriendo ser, una raza superior, biopolíticamente derrotada.

 

Aunque, para nuestra desgracia, la tanatopolítica del exterminio nazi ha dejado rastros en nuestro mundo que no va a ser fácil liquidar. Antes bien, crecen los campos de concentración, al margen de la ley o con ella suspendida (limbo jurídico). Ahora los hay, para emigrantes sin papeles, para refugiados, para excluidos…., que acechan nuestra seguridad (Bentham ya dijo que la libertad es seguridad). A la menor ocasión construimos un Guantánamo, difícil de cancelar como se está comprobando con Obama y su promesa, un Abub Graib (seguro que está mal escrito), o sea, centros de concentración humana, que hemos copiado de los nazis para aplicarlos a cualquier escenario que nos permita excepcionar, suspendiendo, el cumplimiento de los derechos. A la menor de cambio, las fuerzas que dominan sitúan a los otros fuera de los derechos,  que ya antes son de ciudadanía (nación) y después, en función de las circunstancias, relativos, humanos. 

 

También ha dejado rastros peligrosos en nuestra democracia formal que tiende a gobernar “excepcionalmente” por decreto, sin siquiera el Parlamento reunido. Hitler, no necesitó cambiar las leyes anteriores para gobernar, como si fuera el pueblo directamente, simplemente suspendió los derechos anteriores garantizados en la Constitución de Weimar, y ya pudo hacer lo que hizo. La diferencia, por ahora, radica en que en las democracias actuales, luego el Parlamento convalida los decretos autoritarios, o los tramita de nuevo como proyecto de ley (con la crisis hemos tenido algunos de derecha y de izquierda). Como véis, ¡que fragilidad la de los derechos humanos! o, ¡qué ideología tan eficaz que permite transgredirlos, invocándolos, o en su nombre.

 

Otra cosa son los relatos globales, históricos,  que nos permitan reconocer lo que pasó y legitimar procesos en los que nos reconozcamos, nosotros y nuestros descendientes. Ahí vuelve a tener lugar una lucha de fuerzas para saber cuál de los discursos quedan legitimados, si los del exterminio, o, que no existió tal como nos cuentan algunos, en el caso del nazismo, lo de nuestra transición del franquismo a la democracia, como pacto o como ruptura con sus consecuencias cada una, y ahora, la derrota de la violencia de ETA o la victoria de las fuerzas democráticas con sus contradicciones y claudicaciones de derechos.

 

Este es otro debate, concomitante con el que me ha hecho escribiros después del libroforum de Javier y Carmela, después de resonar en mí vuestras voces y vuestros argumentos.

 

 

Un abrazo

Eugenio

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