11 AM | 23 Feb

THE GLANDMASTER critica

En “The grandmaster”Wong Kar-wai levanta un retrato de la China post-imperial desde la óptica de las escuelas de artes marciales, y lo hace a partir de la historia de Ip Man, el legendario maestro de Kung Fu que más tarde pasaría su legado a Bruce Lee. Con Ip Man recordamos la lucha norte-sur durante la República, la invasión de Japón y la posterior Guerra Civil… para terminar en Hong Kong y ver cómo esos luchadores han tenido que adaptarse a los tiempos, en algunos casos cuestionando su código de honor. Sin embargo, tratándose de Wong Kar-wai da lo mismo cuál sea la historia concreta que nos dé, porque los temas de fondo se repiten como lo hacen también su esteticismo visual y su narrativa fragmentada y llena de elipsis: es, en definitiva, un autor. De esa manera, su cine se alimenta de una preocupación constante por el paso del tiempo, por la fugacidad de la vida y especialmente del amor, con dramas personales que se esconden en las rendijas de la memoria y con sentimientos evanescentes que se evaporan como los humos de sus películas.

El director de Hong Kong siente que se le escapa el tiempo y por eso quiere controlarlo. En ocasiones trata de ralentizarlo para exprimir unos instantes de amor o de honor, y en otros de acelerarlos para recoger el inexorable discurrir de esas manecillas del reloj que tantas veces enfoca. Para ese cometido, pocos materiales resultan tan idóneos como las artes marciales, que en sus acrobacias permiten congelar el momento clave de la lucha o proyectarlo sobre el espacio con una puesta en escena espectacular. Como hiciera en “Deseando amar (In the Mood for Love)”, la cámara se mueve como un personaje más en unos ambientes de ensueño, en un baile acompasado en el que observa a los personajes relacionándolos con un diálogo de miradas. Abundan los primeros planos y los ojos expresan un mundo interior de nostalgia y melancolía, de dolor sangrante y de amor no consumado, de traición y de venganza.

Una extraordinaria fotografía y muy filtrada busca los claroscuros como si tratara de escudriñar la conciencia o la memoria de los personajes -magníficos son esos planos de la lluvia o del humo al ralentí, como lo son los anocheceres o los parajes nevados-, a la vez que difumina los fondos de forma hiper-estilizada para crear ese aire de irrealidad. Mientras, la música sinfónica y envolvente intensifica el sentimiento de nostalgia que la historia encierra, y arrebata al espectador para llevarle hacia aterciopeladas sensaciones emocionales. Estupendas son, por otra parte, las interpretaciones de Tony Leung y de Zhang Ziyi, y admirable la sintonía que logra entre ellos al dar vida a dos almas que se aman… pero que nacieron y se conocieron en un momento que no les correspondía. Los personajes de “The grandmaster” se encuentran, además, en la disyuntiva de mirar hacia adelante y adaptarse a los tiempos o de echar la vista atrás para recuperar unos valores -un legado- que está en peligro, y ahí radica su dilema moral.

Porque, a fin de cuentas, la historia de artes marciales es secundaria. Lo realmente importante es ese código de honor y ese amor imposible encerrado en un botón y apenas manifestado, ese paso del tiempo que todo lo devora y que solo deja una pátina de recuerdos. Y por eso, la clave del Kung Fu que el grandmaster trata de inculcar a sus discípulos -volverse y saber mirar atrás- cobra entonces todo su valor, y la técnica queda relegada ante la inteligencia y la ética. Y también por esa razón, la película se convierte en una “ópera de la vida” (espectacular son la puesta en escena y los combates), o mejor… en “un tablero de ajedrez” donde las piezas tratan de construir su futuro, para terminar aceptando que “el destino depende de los dioses”.

del BLOG LA MIRADA DE ULISES

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